Servicio diario - 08 de marzo de 2019


 

Francisco a los sacerdotes: “El Señor comienza una obra paciente de reconciliación”
Rosa Die Alcolea

Santa Marta: Coherencia entre “lo formal y lo real”, entre “la realidad y las apariencias”
Rosa Die Alcolea

“Nuestras acciones y el clamor de la tierra y de los pobres están vinculados”
Ana Paula Morales

Diálogo judeo-cristiano: El Papa solicita la formación de las generaciones futuras
Rosa Die Alcolea

Meditación del Santo Padre a los sacerdotes de Roma – Texto completo
Redacción

Día Internacional de la Mujer: Religiosas fuertes, heroínas y “corazón” de la Iglesia
Redacción

En 2017 se bautizaron en la Iglesia Católica 1.313 millones de personas
Redacción

España: Pilar González Casado, primera titular de la Cátedra de literatura árabe cristiana
Rosa Die Alcolea

Santo Domingo Savio, 9 de marzo
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

08/03/2019-15:41
Rosa Die Alcolea

Francisco a los sacerdotes: "El Señor comienza una obra paciente de reconciliación"

(ZENIT — 8 marzo 2019).- Francisco indicó a los clérigos romanos la razón por la que el tiempo de Cuaresma es "verdaderamente una gracia" porque "nos permite reubicarnos ante Dios, dejando que Él sea todo" (Leer el discurso completo)

El Papa se reunión con los sacerdotes de la Diócesis de Roma el jueves, 7 de marzo de 2019, en la Basílica de San Juan de Letrán. El Cardenal Angelo de Donatis, vicario general del Papa, inició el evento con una meditación introductoria.

En la celebración, con carácter penitencial, los sacerdotes recibieron el sacramento de la reconciliación. Algunos de ellos, se confesaron con el Papa; quien se dirigió a ellos, casi todo el rato de manera espontánea, con un discurso profundo, haciendo un fuerte llamamiento a la fuerza renovadora del perdón de Dios y a ponerse en manos de "la guía paciente de Dios".

Las palabras del Pontífice fueron directas: "La vida de un sacerdote a menudo está marcada por incomprensiones, sufrimientos silenciosos, a veces persecuciones. Y también pecados que solo Él conoce. Las laceraciones entre hermanos de nuestra comunidad, la no aceptación de la Palabra del Evangelio, el desprecio de los pobres, el resentimiento alimentado por las reconciliaciones que nunca hubo, el escándalo causado por el comportamiento vergonzoso de algunos hermanos, todo esto puede quitarnos el sueño y dejarnos en la impotencia... Creamos, en cambio, en la guía paciente de Dios, que hace las cosas a su debido tiempo, ensanchemos nuestros corazones y pongámonos al servicio de la Palabra de la reconciliación".

 

El "santo espejo"

El Papa narró la historia de un sacerdote muy bueno, brillante, devoto del " santo espejo", donde "se miraba tanto". "Dios fue bueno con él. Un día le hizo sentir que estaba solo en la vida, que había perdido tanto. Y no se atrevió a decirle al Señor: 'Pero he arreglado esto, lo otro, lo otro...'. No, de inmediato se dio cuenta de que estaba solo".

Y el Señor le dio la "gracia de llorar", relató Francisco. "Lloró por el tiempo perdido, lloró porque el santo espejo no le había dado lo que esperaba de sí mismo. Y volvió a empezar desde el principio, humildemente. Cuando el Señor se va, porque lo echamos, debemos pedir el don de las lágrimas, llorar la ausencia del Señor".

 

Ministros de reconciliación

"El tiempo litúrgico que viviremos —dijo el purpurado— nos pedirá que seamos ministros de reconciliación, embajadores y diáconos del perdón de Dios para todos nuestros hermanos". Así, el Cardenal les propuso decir en sus comunidades: "Os imploramos, en nombre de Cristo, que os dejéis reconciliar con Dios", y exhortó a la invitación a todos a pedir perdón, con humildad, a Dios y a los hermanos y hermanas del mal hecho.

Antes de concluir la ceremonia, el Papa les entregó como regalo un subsidio para las segundas lecturas del Oficio de Lectura Cuaresmal, y comentó: "Una de las cosas que me gustan de este [folleto] es la riqueza de los Padres: regresar a los Padres".

Como de costumbre, el Santo Padre pidió a los sacerdotes su oración por el Sucesor de Pedro: "Lo necesito, necesito la oración. Rezad por mí".

 

Éxodo

Para estos siete años de camino diocesano de conversión pastoral, que hay hasta el Jubileo de 2025 (el segundo), el Santo Padre ha propuesto el libro de Éxodo como un paradigma. "El Señor actúa, hoy como ayer, y transforma a un "no-pueblo" en Pueblo de Dios. Este es su deseo y su proyecto también con nosotros.

Y bien, "¿qué hace el Señor cuando constata con tristeza que Israel es un pueblo 'de dura cerviz'? 'inclinado al mal', como en el episodio del becerro de oro?" —reflexionó el Papa— "Comienza una obra paciente de reconciliación, una pedagogía sabia, en la que amenaza y consuela, hace conscientes de las consecuencias del mal cometido y decide olvidar el pecado, castiga azotando al Pueblo y cura la herida que nos ha infligido".

Precisamente en el texto de Éxodo 32-34, que los sacerdotes están llamados a proponer en la Cuaresma para la meditación de sus comunidades, aparece la "decisión radical" del Señor: "No subiré contigo" (Ex 33.3), indicó el Papa. "Cuando el Señor se cierra, se aleja. Tenemos experiencia de esto, en los malos momentos, de desolación espiritual. Si alguno de vosotros no conoce estos momentos, le aconsejo que vaya y hable con un buen confesor, un padre espiritual, porque falta algo en su vida; no sé qué es, pero no tengo desolación... no es normal, diría que no es cristiano".

 

Ídolos

"A veces, cuando no tenemos desolación, podemos tener ídolos", previno el Santo Padre. "No, estoy bien, con esto con que me las arreglo...". "La tristeza del abandono de Dios nunca llega. ¿Qué hace el Señor cuando lo 'apartamos' — con los ídolos- de la vida de nuestras comunidades, porque estamos convencidos de que somos suficientes por nosotros mismos? En ese momento el ídolo soy yo: `No, me las arreglo...Gracias... No te preocupes, me las arreglo'. Y no se siente esa necesidad del Señor, no se siente la desolación de la ausencia del Señor".

 

Polvo

"¿Qué sentiríamos nosotros si el Señor Resucitado nos dijera: continuad si queréis vuestras actividades eclesiales y vuestras liturgias, pero no seré yo el que estará presente y actuará en vuestros sacramentos?" hizo pensar el Papa a los curas romanos.

"Dado que, cuando tomáis vuestras decisiones, os basáis en criterios mundanos y no evangélicos (tamquan Deus non esset), entonces me quito totalmente de en medio... Todo sería vacío, sin sentido, no sería más que 'polvo", recordó. "Es la muerte, la desesperación, el infierno: sin mí no puedes hacer nada", citó Francisco.

 

Gran privilegio

“¡Es un gran privilegio es el nuestro!”, animó Francisco a los sacerdotes. “Dios conoce nuestra ‘vergonzosa desnudez’, y sin embargo, nunca se cansa de servirse de nosotros para ofrecer reconciliación a los hombres. Somos muy pobres, pecadores, y, no obstante, Dios nos toma para interceder por nuestros hermanos y para distribuir a los hombres, a través de nuestras manos que no son para nada inocentes, la salvación que regenera”.

 

El perdón de Dios, fuerza

El perdón de Dios —celebrado en la liturgia penitencial— es una fuerza que "restablece la comunión en todos los niveles": "entre nosotros los presbíteros en el único presbiterio diocesano; con todos los cristianos, en el único cuerpo que es la Iglesia; con todos los hombres, en la unidad de la familia humana", explicó Francisco.

Sed vosotros los primeros en pedir perdón a vuestros hermanos. "Será una buena señal si, como hemos hecho hoy, cada uno de vosotros se confesará con un hermano, incluso en las liturgias penitenciales en la parroquia, ante los ojos de los fieles".

Asimismo, animó a los sacerdotes a animó en los ejercicios espirituales que predicarán a las personas de sus comunidades, en las liturgias penitenciales, a "tener el valor de proponer la reconciliación del Señor, de proponer su amor apasionado y celoso".

 

 

 

08/03/2019-20:43
Rosa Die Alcolea

Santa Marta: Coherencia entre "lo formal y lo real", entre "la realidad y las apariencias"

(ZENIT — 8 marzo 2019).- En este tiempo de Cuaresma, el Papa Francisco invita a todos a redescubrir la belleza de la sencillez, de la realidad que "debe estar unida a la apariencia", recoge Vatican News en español.

Este viernes, 8 de marzo de 2019, en la Misa celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta, el Papa comentado la primera lectura, tomada del libro del profeta Isaías (Is 58,1-9a).

No te maquilles el alma, porque si maquillas tu alma, el Señor no te reconocerá", ha advertido el Papa. "Pidamos al Señor la gracia de ser coherentes, de no ser vanidosos, de no parecer más dignos de lo que somos. Pidamos esta gracia, en esta Cuaresma: la coherencia entre lo formal y lo real, entre la realidad y las apariencias".

"Lo formal es una expresión de lo real", pero deben proceder "juntos", de lo contrario se termina por vivir una existencia de "apariencias", una vida "sin verdad" en el "corazón" ha observado el Pontífice en la homilía de la Misa, a partir de un pasaje del libro del profeta Isaías.

Francisco insiste en el aspecto de la hipocresía: “Cada individuo es tentado por la hipocresía y el tiempo que nos lleva a la Pascua puede ser una oportunidad para reconocer las propias incoherencias, para identificar las capas de maquillaje aplicadas para ‘ocultar la realidad’ “.

 

Explotar a los trabajadores

En este sentido, el Sucesor de Pedro ha hecho un llamamiento a los cristianos, también católicos, que se llaman a sí mismos católicos practicantes, pero que luego "¡cómo explotan a la gente! ¡Cómo explotan a los trabajadores!", ha advertido.

"Cómo los envían a casa al principio del verano para retomarlos al final, así no tienen derecho a una pensión, no tienen derecho a seguir adelante. Y muchos de ellos se llaman a sí mismos católicos: van a misa los domingos.... pero hacen esto. ¡Y esto es un pecado mortal! Cuántos humillan a sus trabajadores", ha comentado.

 

 

 

08/03/2019-20:12
Ana Paula Morales

"Nuestras acciones y el clamor de la tierra y de los pobres están vinculados"

(ZENIT — 8 marzo 2019).- El Santo Padre ha recibido en audiencia esta mañana, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano, a los participantes en la Conferencia Internacional Las religiones y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): Escuchar el clamor de la tierra y de los pobres, organizado por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y por el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, en curso en el Vaticano, en la nueva Sala del Sínodo, del 7 al 9 de marzo.

El objetivo de la conferencia es encontrar "las respuestas concretas al clamor de la tierra y al clamor de los pobres", ha recordado Francisco. El Pontífice recalcó que al hablar de sostenibilidad, es importante tomar en cuenta la inclusión y la escucha de los marginados,pobre, migrantes, indígenas y los jóvenes.

Así, el Papa ha expuesto que es importante "reconocer que el "desarrollo" es un concepto complejo, a menudo instrumentalizado." Es importante preguntar: "¿De qué desarrollo se habla?".

Francisco ha citado a San Pablo VI, en su encíclica Populorum progressio, “hablar de desarrollo humano significa referirse a todas las personas, -no solo a unas pocas- , y a toda la persona humana, no solo a la dimensión material”.

Del mismo modo, ha destacado que el “Papa Benedicto XVI  ha reconocido como “la posibilidad de una gran redistribución de la riqueza a escala planetaria como nunca se ha visto antes”. Políticas económicas concretas que se centren en la persona y que puedan promover un mercado y una sociedad más humanos . Medidas económicas concretas que tomen seriamente en consideración nuestra casa común. Compromisos éticos, civiles y políticos concretos para desarrollarse junto a nuestra hermana tierra, y no a pesar de ella”.

Asimismo, señaló que la Agenda de las Naciones Unidas 2030 propone integrar todos los objetivos a través de las cinco P: personas, planeta, prosperidad, paz y partnership. Sé que esta conferencia también se articula en torno a estas cinco P.

La importancia de los indígenas de cara al próximo sínodo de la Amazonia fue también un punto de interés comentado por el Papa: “El principio cardinal de todas las religiones es el amor por nuestros semejantes y el cuidado de la creación. Me gustaría destacar un grupo especial de personas religiosas, la de los pueblos indígenas. Aunque representan solo el 5% de la población mundial, cuidan de casi el 22% de la superficie terrestre. Por vivir en áreas como el Amazonas y el Ártico, ayudan a proteger aproximadamente el 80% de la biodiversidad del planeta”.

A modo de conclusión, el Pontífice comentó: “Debemos darnos cuenta aún más claramente de la importancia de acelerar y adaptar nuestras acciones para responder adecuadamente al clamor de la tierra y al clamor de los pobres. Están vinculados”.

Por último, agradeció a todos los asistentes en la Conferencia Internacional por su participación y esfuerzo.

A continuación ofrecemos el texto íntegro del discurso pronunciado por el Santo Padre en esta audiencia:

***

 

Discurso del Papa Francisco

Eminencias, Excelencias,
Estimados responsables de las tradiciones religiosas mundiales,
Representantes de los  organismos internacionales,
Ilustres señoras y señores,

Os doy la bienvenida a todos vosotros aquí convocados para esta Conferencia Internacional sobre las religiones y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

 

Sostenibilidad e inclusión.

Cuando hablamos de sostenibilidad, no podemos pasar por alto la importancia de la inclusión y la de la escucha de todas las voces, especialmente de aquellas normalmente marginadas en este tipo de discusión, como las de los pobres, los migrantes, los indígenas y los jóvenes. Me alegra ver a una variedad de participantes en esta conferencia, portadores de una multiplicidad de voces, de opiniones y propuestas, que pueden contribuir a nuevos itinerarios de desarrollo constructivo. Es importante que la implementación de los objetivos de desarrollo sostenible siga su verdadera naturaleza original que es la de ser inclusiva y participativa.

La Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, aprobados por más de 190 naciones en septiembre de 2015, fueron un gran paso adelante para el diálogo mundial, a la enseña de una necesaria “nueva solidaridad universal” (Enc. Laudato si ‘, 14) . Diferentes tradiciones religiosas, incluida la católica, han abrazado los objetivos del desarrollo sostenible porque son el resultado de procesos participativos globales que, por un lado, reflejan los valores de las personas y, por el otro, se sustentan en una visión integral del desarrollo.

 

Desarrollo integral

Sin embargo, proponer un diálogo sobre el desarrollo inclusivo y sostenible también requiere reconocer que el “desarrollo” es un concepto complejo, a menudo instrumentalizado. Cuando hablamos de desarrollo siempre debemos aclarar: ¿Desarrollo de qué? ¿Desarrollo para quién? Durante demasiado tiempo, la idea convencional de desarrollo se ha limitado casi por completo al crecimiento económico. Los indicadores de desarrollo nacional se basaban en los índices del producto interno bruto (PIB). Esto ha guiado al sistema económico moderno por un camino peligroso, que ha evaluado el progreso solo en términos de crecimiento material, por lo que casi estamos obligados a explotar irracionalmente tanto a la naturaleza como a los seres humanos.

En realidad, como destacó mi predecesor San Pablo VI, hablar de desarrollo humano significa referirse a todas las personas, -no solo a unas pocas- , y a toda la persona humana, no solo a la dimensión material (véase Enc. Populorum progressio, 14). Por lo tanto, una discusión fructífera sobre el desarrollo debería ofrecer modelos viables de integración social y de conversión ecológica, porque no podemos desarrollarnos como seres humanos fomentando la desigualdad y la degradación del medio ambiente.

Las denuncias de los modelos negativos y las propuestas de rutas alternativas no son válidas solo para los demás, sino también para nosotros. De hecho, todos debemos comprometernos a promover e implementar los objetivos de desarrollo que están respaldados por nuestros valores religiosos y éticos más profundos. El desarrollo humano no es solo una cuestión económica o que concierne solo a los expertos, sino, en primer lugar, una vocación, una llamada que requiere una respuesta libre y responsable (cf. BENEDICTO XVI, Enc. Caritas in veritate, 16-17).

 

Objetivos (diálogo y compromisos)

Y las respuestas son lo que yo espero que surja en esta Conferencia: respuestas concretas al clamor de la tierra y al clamor de los pobres. Compromisos concretos para promover un desarrollo real de manera sostenible a través de procesos abiertos a la participación de las personas. Propuestas concretas para facilitar el desarrollo de los necesitados, haciendo uso de lo que el Papa Benedicto XVI ha reconocido como “la posibilidad de una gran redistribución de la riqueza a escala planetaria como nunca se ha visto antes” (ibíd., 42). Políticas económicas concretas que se centren en la persona y que puedan promover un mercado y una sociedad más humanos (véase ibíd., 45.47). Medidas económicas concretas que tomen seriamente en consideración nuestra casa común. Compromisos éticos, civiles y políticos concretos para desarrollarse junto a nuestra hermana tierra, y no a pesar de ella.

 

Todo está conectado

También me alegra saber que los participantes en esta Conferencia están dispuestos a escuchar las voces religiosas cuando discuten la implementación de los objetivos del desarrollo sostenible. Efectivamente, todos los interlocutores de dicho diálogo sobre este tema complejo están, de alguna manera, llamados a salir de su especialización para encontrar respuestas comunes al clamor de la tierra y al de los pobres. En el caso de las personas religiosas, necesitamos abrir los tesoros de nuestras mejores tradiciones para un diálogo verdadero y respetuoso sobre la manera de construir el futuro de nuestro planeta. Los relatos religiosos, aunque antiguos, están normalmente llenos de simbolismo y contienen “una convicción actual: que todo está relacionado, y que el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás” (Enc. Laudato si ‘, 70).

En este sentido, la Agenda de las Naciones Unidas 2030 propone integrar todos los objetivos a través de las cinco P: personas, planeta, prosperidad, paz y partnership. Sé que esta conferencia también se articula en torno a estas cinco P.

Acojo con satisfacción este enfoque unificado de los objetivos; también puede servir para defendernos de una concepción de prosperidad basada en el mito del crecimiento y el consumo ilimitados (ver Enc. Laudato si ‘, 106), para cuya sostenibilidad dependeríamos solo del progreso tecnológico. Todavía podemos encontrar algunos que apoyan obstinadamente este mito, y dicen que los problemas sociales y ecológicos se resuelven simplemente aplicando nuevas tecnologías y sin consideraciones éticas o cambios fundamentales (cf. ibíd., 60).

Un enfoque integral nos enseña que esto no es cierto. Si bien es ciertamente necesario apuntar a una serie de objetivos de desarrollo, sin embargo, esto no es suficiente para un orden mundial ecuo y sostenible. Los objetivos económicos y políticos deben estar respaldados por objetivos éticos, que presupongan un cambio de actitud, la Biblia diría un cambio de corazón (cf. ibíd., 2). Ya San Juan Pablo II hablaba sobre la necesidad de “alentar y sostener una conversión ecológica” (Catequesis, 17 de enero de 2001). Esta palabra es fuerte: conversión ecológica. Aquí las religiones tienen un papel clave que desempeñar. Para una transición correcta hacia un futuro sostenible, es necesario reconocer “los propios errores, pecados, vicios o negligencias”, “arrepentirse de corazón, cambiar desde adentro”, reconciliarse con los demás, con la creación y con el Creador (ver Enc. Laudato si ‘, 218).

Si queremos dar  bases sólidas al trabajo de la Agenda 2030, debemos rechazar la tentación de buscar una respuesta simplemente tecnocrática a los desafíos, – así no va- , estar dispuestos a enfrentar las causas profundas y las consecuencias a largo plazo.



Pueblos indígenas

El principio cardinal de todas las religiones es el amor por nuestros semejantes y el cuidado de la creación. Me gustaría destacar un grupo especial de personas religiosas, la de los pueblos indígenas. Aunque representan solo el 5% de la población mundial, cuidan de casi el 22% de la superficie terrestre. Por vivir en áreas como el Amazonas y el Ártico, ayudan a proteger aproximadamente el 80% de la biodiversidad del planeta. Según la UNESCO: “Los pueblos indígenas son custodios y especialistas de culturas y relaciones únicas con el medio ambiente natural. Representan una amplia gama de diversidad lingüística y cultural en el corazón de nuestra humanidad común”. Yo agregaría que, en un mundo fuertemente secularizado, esas poblaciones nos recuerdan a todos la sacralidad de nuestra tierra. Por estos motivos, sus voces y preocupaciones deben ser fundamentales para la implementación de la Agenda 2030 y en el centro de la búsqueda de nuevos caminos para un futuro sostenible. Lo discutiré también con mis hermanos obispos en el Sínodo de la Región Pan amazónica al final de octubre de este año.

 

Conclusiones

Queridos hermanos y hermanas, hoy, después de tres años y medio desde la adopción de los objetivos del desarrollo sostenible, debemos darnos cuenta aún más claramente de la importancia de acelerar y adaptar nuestras acciones para responder adecuadamente al clamor de la tierra y al clamor de los pobres. (Ver Enc. Laudato si ‘, 49): están vinculados.

Los desafíos son complejos y tienen múltiples causas; Por lo tanto, a su vez, la respuesta solo puede ser compleja y articulada, respetuosa de las diferentes riquezas culturales de los pueblos. Si estamos realmente preocupados por desarrollar una ecología capaz de remediar el daño que hemos hecho, ninguna rama de las ciencias y ninguna forma de sabiduría deben quedar fuera, y esto incluye las religiones y los lenguajes que les son propios (cf. ibíd., 63). Las religiones pueden ayudarnos a caminar por la senda del desarrollo integral real, que es el nuevo nombre de la paz (cf. PAUL VI, Enc. Populorum progressio,76-77).

Expreso mi sincero agradecimiento por vuestros esfuerzos en el cuidado de nuestra casa común, al servicio de la promoción de un futuro sostenible e inclusivo. Sé que a veces puede parecer una tarea demasiado ardua. Y, sin embargo, “capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse”. (Enc. Laudato si ‘, 205). Este el cambio que requieren las circunstancias actuales, porque la injusticia que hace llorar a la tierra y a los pobres no es invencible. Gracias.

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

 

08/03/2019-17:02
Rosa Die Alcolea

Diálogo judeo-cristiano: El Papa solicita la formación de las generaciones futuras

(ZENIT — 8 marzo 2019).- "En el servicio a la humanidad, así como en nuestro diálogo, esperan estar más involucrados los jóvenes, deseosos de soñar y abiertos al descubrimiento de nuevos ideales", así ha destacado el Papa Francisco la importancia de la formación de las generaciones futuras en el diálogo judeo-cristiano.

El Santo Padre ha recibido en audiencia a una Delegación del American Jewish Committee, este viernes, 8 de marzo de 2019, las 11:40 horas, en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico.

Francisco ha querido hacer una mención especial a la figura femenina en este encuentro, celebrado el 8 de marzo, día dedicado a la mujer. “La mujer es la que hace hermoso el mundo, que lo custodia y lo mantiene vivo. Lleva  la gracia que hace las cosas nuevas, el abrazo que incluye, el coraje de entregarse. La paz es mujer. Nace y renace de la ternura de las madres. Por eso el sueño de paz se realiza mirando a la mujer”.

El compromiso común en el campo de la educación juvenil “es también una herramienta eficaz para combatir la violencia y abrir nuevos caminos de paz con todos”, ha asegurado el Pontífice. “Cultivar buenas relaciones fraternales a través del tiempo es un regalo y al mismo tiempo una llamada de Dios”.

Publicamos a continuación el discurso que el Papa ha dirigido a los presentes durante la audiencia:

***

 

Discurso del Santo Padre

Queridos amigos,

Os doy mi calurosa bienvenida al Vaticano. Vuestra organización ha tenido estrechos contactos con los sucesores de Pedro desde el inicio del diálogo oficial entre la Iglesia Católica y el judaísmo. Ya en el Concilio Vaticano II, cuando comenzó una nueva orientación en nuestras relaciones, entre los observadores judíos se encontraba el distinguido Rabino Abraham J. Heschel del American Jewish  Committee. Vuestro compromiso con el diálogo católico-judío tiene tantos años como la Declaración Nostra Aetate, piedra angular en nuestro camino de redescubrimiento fraterno. Me alegra que con el tiempo hayamos logrado mantener buenas relaciones e intensificarlas aún más.

Cultivar buenas relaciones fraternales a través del tiempo es un regalo y al mismo tiempo una llamada de Dios. En este sentido, me gustaría mencionar un episodio ocurrido precisamente cerca de vosotros. Un joven católico había sido enviado al frente y había vivido en primera línea los horrores de la Segunda Guerra Mundial. De vuelta a los Estados Unidos, comenzó a formar una familia. Después de mucho trabajo, finalmente pudo comprar una casa más grande. Se la compró a una familia judía. En la puerta principal estaba la Mezuzah y este padre quería que no se moviera durante los trabajos de renovación de la casa: tenía que quedarse allí, en la entrada. Y a los hijos dejó como herencia la importancia de ese signo. Les dijo, -uno de los cuales es sacerdote-, que aquel pequeño “rectángulo” en la puerta tenía que mirarse cada vez que se entraba y se salía de casa, porque guardaba el secreto para hacer que la familia fuera sólida y para hacer de la humanidad una familia. En efecto, estaba escrito lo que de generación en generación no debemos olvidar: amar al Señor con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas (cf. Dt 6: 4). Queridos amigos, estamos llamados juntos a construir una atmósfera de hogar, de familia, eligiendo con todas nuestras fuerzas el amor divino, que inspira respeto y aprecio por la religiosidad de los demás. No es “buenismo”, es nuestro futuro.

Hoy, 8 de marzo, también me gustaría decir algo sobre la insustituible contribución de las mujeres en la construcción de un mundo que sea una casa para todos. La mujer es la que hace hermoso el mundo, que lo custodia y lo mantiene vivo. Lleva la gracia que hace las cosas nuevas, el abrazo que incluye, el coraje de entregarse. La paz es mujer. Nace y renace de la ternura de las madres. Por eso el sueño de paz se realiza mirando a la mujer. No es casualidad que en la historia de Génesis, la mujer sea sacada de la costilla del hombre mientras duerme (cf. Gn. 2:21). La mujer, es decir, se origina cerca del corazón y en el sueño, durante los sueños. Por eso lleva al mundo el sueño del amor. Si amamos el futuro, si soñamos con un futuro de paz, debemos dar espacio a las mujeres.

Sin embargo, en la actualidad, es para mí fuente de gran preocupación la propagación en muchos lugares de un clima de maldad y de rabia, en el que se arraigan excesos perversos de odio. Estoy pensando, en particular, en el recrudecimiento bárbaro, en varios países, de  ataques antisemitas. Hoy también me gustaría reiterar que es necesario estar atentos a este fenómeno: “La historia nos enseña dónde pueden conducir incluso  esas formas de antisemitismo al principio apenas perceptibles: a la tragedia humana de la Shoah, en la que dos tercios de los judíos europeos fueron aniquilados”. (Comisión para las relaciones religiosas con el judaísmo, Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables, 47). Repito que para un cristiano cualquier forma de antisemitismo es una negación de los orígenes, una contradicción absoluta. Debemos hacer como aquel padre, que había visto cosas trágicas y no se cansaba de transmitir a sus hijos los fundamentos del amor y del respeto. Y debemos mirar al mundo a través de los ojos de las madres, con la mirada de la paz.

En la lucha contra el odio y el antisemitismo, una herramienta importante es el diálogo interreligioso, encaminado a promover el esfuerzo por  la paz, el respeto mutuo, la defensa de la vida, la libertad religiosa y la salvaguarda de la creación. Los judíos y los cristianos también comparten una rica herencia espiritual, que nos permite hacer muchas cosas buenas juntos. En un momento en que Occidente está expuesto a un secularismo despersonalizado, corresponde a los creyentes buscarse y colaborar para hacer más visible el amor de Dios por la humanidad. Y hacer gestos concretos de proximidad, contrarrestando el crecimiento de la indiferencia. En  el Génesis Caín, después de matar a Abel, dice: “¿Soy acaso el guardián de mi hermano?” (Gen 4,9). Antes del asesinato que quita la vida, está la indiferencia que borra la verdad: Sí, Caín, ¡eras tú precisamente el guardián de tu hermano! Tú, como todos nosotros, por la voluntad de Dios. En un mundo donde la distancia entre los muchos que tienen poco y los pocos que  tienen mucho aumenta de día en día, estamos llamados a cuidar de los hermanos más indefensos: los pobres, los débiles, los enfermos, los niños,  los ancianos.

En el servicio a la humanidad, así como en nuestro diálogo, esperan estar más involucrado los jóvenes, deseosos de soñar y abiertos al descubrimiento de nuevos ideales. Por lo tanto, me gustaría resaltar la importancia de la formación de las generaciones futuras en el diálogo judeo-cristiano. El compromiso común en el campo de la educación juvenil es también una herramienta eficaz para combatir la violencia y abrir nuevos caminos de paz con todos. Queridos amigos, al agradeceros vuestra visita, os deseo lo mejor en vuestros esfuerzos por promover el diálogo, favoreciendo intercambios provechosos entre religiones y culturas, tan valiosos para nuestro futuro, para la paz. ¡Shalom!

 

 

 

 

08/03/2019-13:37
Redacción

Meditación del Santo Padre a los sacerdotes de Roma — Texto completo

(ZENIT — 8 marzo 2019).- Como es tradición al comienzo del Tiempo de Cuaresma, el Papa Francisco se encontró con los párrocos y los sacerdotes de la diócesis de Roma, el jueves, 7 de marzo de 2019, a las 11 horas en la basílica papal de San Juan de Letrán. A su llegada a la basílica, el Pontífice confesó a algunos sacerdotes.

Después del saludo de el cardenal Angelo de Donatis, vicario general de Su Santidad para la diócesis de Roma, el Santo Padre pronunció la meditación que reproducimos a continuación:

***

 

Meditación del Santo Padre

Buenos días a todos vosotros:

Siempre es agradable reunirse aquí cada año al comienzo de la Cuaresma, para esta liturgia del perdón de Dios. Es bueno para nosotros, -¡es bueno para mí también! — y siento una gran paz en mi corazón, ahora que cada uno de nosotros ha recibido la misericordia de Dios y la ha dado a otros, hermanos suyos. Vivamos este momento por lo que realmente es, como una gracia extraordinaria, un milagro permanente de la ternura divina, en el que una vez más la Reconciliación de Dios, hermana del Bautismo, nos conmueve, nos lava con lágrimas, nos regenera, nos devuelve la belleza original.

Esta paz y esta gratitud que desde nuestros corazones se elevan al Señor nos ayudan a comprender cómo toda la Iglesia y cada uno de sus hijos viven y crecen gracias a la misericordia de Dios. La Esposa del Cordero se vuelve "sin mancha ni arruga" (Ef 5, 27) por el don de Dios, su belleza es el punto de llegada de un camino de purificación y transfiguración, es decir, un éxodo al que el Señor la invita permanentemente: "La llevaré al desierto y hablaré a su corazón" (Os 2.16). Nunca debemos dejar de advertirnos mutuamente de la tentación de la autosuficiencia y de la autosatisfacción, como si fuéramos Pueblo de Dios por nuestra propia iniciativa o por nuestro propio mérito; no, de verdad, nosotros somos y seremos siempre el fruto de la acción misericordiosa del Señor: un Pueblo de orgullosos hechos pequeños por la humildad de Dios, un Pueblo de miserables enriquecido por la pobreza de Dios, un Pueblo de malditos hecho justo por Aquel que se hizo "Maldito" colgado del madero de la cruz (cf. Gal 3:13). Nunca lo olvidemos: "separados de mí no podéis hacer nada" (Jn 15, 5). Lo repito, el Maestro nos dijo: «¡separados de mí no podéis hacer nada!».

Esta es la razón por la que este tiempo de Cuaresma es verdaderamente una gracia: nos permite reubicarnos ante Dios, dejando que Él sea todo. Su amor nos levanta del polvo (acuérdate de que sin mí eres polvo, nos decía ayer el Señor), su Espíritu que sopla una vez más sobre nuestra nariz nos da la vida de los resucitados. La mano de Dios, que nos creó a imagen y semejanza de su misterio trinitario, nos ha hecho múltiples en unidad, diferentes pero inseparables los unos de los otros. El perdón de Dios, que hemos celebrado hoy, es una fuerza que restablece la comunión en todos los niveles: entre nosotros los presbíteros en el único presbiterio diocesano; con todos los cristianos, en el único cuerpo que es la Iglesia; con todos los hombres, en la unidad de la familia humana. El Señor nos presenta los unos a los otros y nos dice: He aquí a tu hermano, "hueso de tus huesos, carne de tu carne" (cf. Gen 2:23), aquel con quien estás llamado a vivir la "caridad que no acaba nunca "(1Cor 13.8).

Para estos siete años de camino diocesano de conversión pastoral, que nos separan del Jubileo de 2025 (hemos llegado al segundo), os he propuesto el libro de Éxodo como un paradigma. El Señor actúa, hoy como ayer, y transforma a un "no-pueblo" en Pueblo de Dios. Este es su deseo y su proyecto también con nosotros.

Y bien, ¿qué hace el Señor cuando constata con tristeza que Israel es un pueblo "de dura cerviz" (Éxodo 32: 9), "inclinado al mal" (Ex. 32: 22) como en el episodio del becerro de oro? Comienza una obra paciente de reconciliación, una pedagogía sabia, en la que amenaza y consuela, hace conscientes de las consecuencias del mal cometido y decide olvidar el pecado, castiga azotando al Pueblo y cura la herida que nos ha infligido. Precisamente en el texto de Éxodo 32-34, que propondréis en la Cuaresma para la meditación de vuestras comunidades, el Señor parece haber tomado una decisión radical: "No subiré contigo" ( Ex 33.3). Cuando el Señor se cierra, se aleja. Tenemos experiencia de esto, en los malos momentos, de desolación espiritual. Si alguno de vosotros no conoce estos momentos, le aconsejo que vaya y hable con un buen confesor, un padre espiritual, porque falta algo en su vida; no sé qué es, pero no tengo desolación... no es normal, diría que no es cristiano. Tenemos estos momentos... "Ya no caminaré a tu cabeza. Mi ángel irá delante de ti (cf. Ex. 32: 34) para que te preceda en el camino, pero no iré. Por otro lado, el pueblo, quizás por impaciencia o por sentirse abandonado (Moisés tardó en bajar del monte), había dejado a un lado al profeta elegido por Dios y le había a Arón que construyera un ídolo, imagen muda de Dios, que lo encabezase. El pueblo no tolera la ausencia de Moisés, está desolada y no lo tolera e inmediatamente busca otro Dios para sentirse cómodo. A veces, cuando no tenemos desolación, podemos tener ídolos. "No, estoy bien, con esto con que me las arreglo...". La tristeza del abandono de Dios nunca llega. ¿Qué hace el Señor cuando lo "apartamos" — con los ídolos- de la vida de nuestras comunidades, porque estamos convencidos de que somos suficientes por nosotros mismos? En ese momento el ídolo soy yo: "No, me las arreglo...Gracias... No te preocupes, me las arreglo". Y no se siente esa necesidad del Señor, no se siente la desolación de la ausencia del Señor.

¡Pero el Señor es “listo”! La reconciliación que quiere ofrecer al pueblo será una lección que los israelitas recordarán siempre. Dios se comporta como un amante rechazado: si realmente no me quieres, ¡entonces me voy! Y nos deja solos. Es cierto, podemos salir adelante por una temporada, seis meses, un año, dos años, tres años, incluso más. En un momento dado, las cosas estallan. Si seguimos solos, esta autosuficiencia estalla, esta autocomplacencia de la soledad. Y estalla mal, estalla mal. Pienso en un caso de un buen sacerdote, bueno,  religioso, lo conozco bien. Era brillante. Si había un problema en algunas comunidades, los superiores pensaban en él para resolverlo: un colegio, una  universidad; era bueno, bueno. Pero era un devoto del ” santo espejo “: se miraba tanto. Y Dios fue  bueno con él. Un día le hizo sentir que estaba solo en la vida, que había perdido tanto. Y no se atrevió a decirle al Señor: “Pero he arreglado esto, lo otro, lo otro…”. No, de inmediato se dio cuenta de que estaba solo. Y la gracia más grande que el Señor puede dar, -para mí es la gracia más grande-: ese hombre lloró. La gracia de llorar. Lloró por el tiempo perdido, lloró porque el santo espejo no le había dado lo que esperaba de sí mismo. Y volvió a empezar desde el principio, humildemente. Cuando el Señor se va, porque lo echamos, debemos pedir el don  de las lágrimas, llorar la ausencia del Señor. “Tú no me quieres, así que  me voy”, dice el Señor, y con el tiempo pasa  lo que le sucedió a este sacerdote.

Volvamos al Éxodo. El efecto es el esperado: "Al oír el pueblo estas duras palabras, hizo duelo y nadie se vistió de su galas" (Ex 33: 4). No se le escapa a los israelitas que ningún castigo es tan fuerte como esta decisión divina que contradice su santo nombre: "¡Yo soy el que soy!" (Ex. 3:14): una expresión que tiene un significado concreto, no abstracto, quizás traducible como "Soy el que está y estará aquí, a tu lado". Cuando te das cuenta de que Él se ha ido, porque tú le has echado, es una gracia sentirlo. Si no te das cuenta, hay sufrimiento, El ángel no es una solución, al contrario, sería el testigo permanente de la ausencia de Dios. Por eso la reacción del pueblo es la tristeza. Esto es otra cosa peligrosa, porque hay una tristeza buena y una tristeza mala. Allí hay que discernir, en los momentos de tristeza: ¿cómo está mi tristeza, de dónde viene? Y a veces es buena, viene de Dios, de la ausencia de Dios, como en este caso; otras veces también es una autocomplacencia, ¿no es así?

¿Qué sentiríamos nosotros si el Señor Resucitado nos dijera: continuad si queréis vuestras actividades eclesiales y vuestras liturgias, pero no seré yo el que estará presente y actuará en vuestros sacramentos? Dado que, cuando tomáis vuestras decisiones, os basáis en criterios mundanos y no evangélicos (tamquan Deus non esset), entonces me quito totalmente de en medio... Todo sería vacío, sin sentido, no sería más que "polvo". La amenaza de Dios abre la puerta a la intuición de lo que sería nuestra vida sin Él, si de verdad Él nos volviera para siempre la cara. Es la muerte, la desesperación, el infierno: sin mí no puedes hacer nada.

El Señor nos muestra una vez más, sobre la carne viva del desenmascaramiento de nuestra hipocresía, que es realmente su misericordia. Dios revela en el monte a Moisés, su Gloria y su santo Nombre: "El Señor, el Señor, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad" (Ex 34: 6). En el "juego de amor" que sigue Dios, hecho de ausencia amenazada y presencia recobrada, "Yo mismo iré contigo y te daré descanso" (Ex 33.14) — Dios lleva a cabo la reconciliación con su pueblo. Israel sale de esta experiencia dolorosa, que lo marcará para siempre, con una nueva madurez: es más consciente de quién es el Dios que lo ha liberado de Egipto y es más lúcido para comprender los verdaderos peligros del camino (podríamos decir: ¡tiene más miedo de sí mismo que de las serpientes del desierto!). Esto está bien: tener algo de miedo de nosotros mismos, de nuestra omnipotencia, de nuestra astucia, de nuestro escondernos, de nuestro doble juego... Algo de miedo. Si fuera posible, tener más miedo de esto que de las serpientes, porque este es un auténtico veneno. Y el pueblo así está más unido alrededor de Moisés y a la Palabra de Dios que éste anuncia. La experiencia del pecado y del perdón de Dios es lo que ha permitido a Israel convertirse algo más en el Pueblo que pertenece a Dios. Hemos hecho esta liturgia penitencial y hemos experimentado nuestros pecados; y decir pecado es algo que nos abre a la misericordia de Dios, porque el pecado generalmente se esconde. Ocultamos el pecado no solo a Dios, no solo a nuestro prójimo, no solo al sacerdote sino a nosotros mismos. La "cosmética" ha progresado mucho, en esto: somos especialistas en camuflar las situaciones. "Sí, pero no es para tanto, se entiende...". Y un poco de agua para lavarse los cosméticos es bueno para todos, para ver que no somos tan hermosos: somos feos, feos incluso en nuestras cosas. Pero sin desesperarse, porque está Dios, clemente y misericordioso, que siempre está detrás de nosotros. Está su misericordia que nos acompaña.

Queridos hermanos este es el sentido de la Cuaresma que viviremos. En los ejercicios espirituales que predicaréis a las personas de vuestras comunidades, en las liturgias penitenciales que celebraréis, tened el valor de proponer la reconciliación del Señor, de proponer su amor apasionado y celoso.

Nuestro papel es como el de Moisés: un servicio generoso a la obra de reconciliación de Dios, un "seguir el juego" de su amor.

Es hermoso el modo en que Dios involucra a Moisés, lo trata realmente como a un amigo: lo prepara antes de que baje del monte, advirtiéndole de la perversión del pueblo, acepta que haga de intercesor de sus hermanos, lo escucha y le recuerda el juramento de que Dios hizo a Abraham, Isaac y Jacob. Podemos imaginar que Dios sonriera cuando Moisés lo invitaba a no contradecirse, a no causar una mala impresión a los ojos de los egipcios y a no ser menos que a sus dioses, a respetar su Santo Nombre. Lo provoca con la dialéctica de la responsabilidad: "Tu pueblo, a quien tú, Moisés, has sacado de Egipto", para que Moisés responde subrayando que no, que el pueblo pertenece a Dios, que fue Él quien lo sacó de Egipto. Y este es un diálogo maduro, con el Señor. Cuando vemos que el pueblo que servimos en la parroquia, o en cualquier lugar, se ha alejado, tenemos la tendencia a decir: "Es mi gente, es mi pueblo". Si, es tu pueblo, pero vicariamente, por decir así: ¡El pueblo es Suyo! Y entonces ir a regañarle: "Mira lo que está haciendo tu pueblo". Este diálogo con el Señor,

Pero el corazón de Dios exultaba de alegría cuando escucha las palabras de Moisés: "Con todo, si te dignas perdonar su pecado, [...] si no, ¡bórrame del libro que has escrito!" (Ex 32.32). Y esta es una de las cosas más hermosas del sacerdote, del sacerdote que se presenta ante el Señor y da la cara por su pueblo. "Es tu pueblo, no el mía, y Tú debes perdonar — "No, pero..." — "¡Me voy! Ya no te hablo. Bórrame" ¡Hacen falta "pantalones" para hablar así con Dios! ¡Pero debemos hablar así, como hombres, no como pusilánimes, como hombres! Porque esto significa que soy consciente del lugar que tengo en la Iglesia, que no soy un administrador, puesto allí para sacar adelante algo de manera ordenada. Significa que creo, que tengo fe. Intentad hablar así con Dios.

Morir por el pueblo, compartir el destino del pueblo pase lo que pase, hasta llegar a morir. Moisés no acepta la propuesta de Dios, no acepta la corrupción. Dios finge que quiere corromperlo. Y no lo acepta. “No, no cuentes conmigo para esto. Yo estoy con el pueblo. Con tu pueblo”. La propuesta de Dios era “Que se encienda mi ira contra ellos y los devore. En cambio haré de ti un gran pueblo “(Ex 32.10). He aquí la “corrupción”. Pero ¿cómo? ¿Dios es el corruptor? Está intentando ver su corazón de pastor. Moisés no quiere salvarse solo: ya es uno con sus hermanos. ¡Ojalá cada uno de nosotros llegase  a esto! Es malo cuando un sacerdote acude al obispo para quejarse de su gente: “Ah, no se puede, estas personas no entienden nada, y así, y así… se pierde el tiempo…”. Es feo ¿Qué le falta a ese hombre? ¡Tantas  cosas le faltan a ese sacerdote! Moisés no hace esto. No quiere salvarse a sí mismo porque es uno con sus hermanos. Aquí el Padre ha visto el rostro del Hijo. La luz del Espíritu de Dios ha invadido el rostro de Moisés y ha delineado sobre él los rasgos del Crucificado Resucitado, haciéndolo luminoso. Y cuando nosotros vamos  allí, a luchar  con Dios, -incluso nuestro padre Abraham lo había hecho-  esa lucha  con Dios, cuando vamos allí demostramos que nos parecemos a Jesús, que da su vida por su pueblo. Y el Padre sonríe: verá en nosotros la mirada de Jesús que murió por nosotros, por el pueblo del Padre, nosotros. Ahora el corazón del amigo de Dios se ha dilatado completamente, haciéndose grande, – Moisés, el amigo de Dios- similar al corazón de Dios, mucho más grande que el corazón humano (cf. 1 Jn 3, 18). Moisés se ha convertido verdaderamente en el amigo que habla con Dios cara a cara (Ex. 33:11), ¡Cara a cara! Esto es cuando el obispo o el padre espiritual le pregunta a un sacerdote si reza “Sí, sí, yo… sí, con la ‘suegra’ me las arreglo – la ‘suegra’ es el breviario – sí, me las arreglo, rezo, los Laudes, luego…”. No, no. Si rezas, ¿qué significa? Si cas la cara  por tu pueblo ante Dios, si vas a luchar  por tu pueblo con Dios, esto es orar para un sacerdote. No se trata de hacer las prescripciones. “Ah, Padre, pero entonces el breviario ¿ya no sirve?” No, el breviario sirve, pero con esta actitud. Tú estás allí, ante Dios y tu gente detrás de ti. Y Moisés es también el guardián de la Gloria de Dios, de los secretos de Dios.  Ha contemplado su gloria desde atrás, ha escuchado su verdadero Nombre en el monte,  ha entendido su  amor de Padre.

Queridos hermanos, ¡es un gran privilegio es el nuestro! Dios conoce nuestra "vergonzosa desnudez". Me sorprendió tanto cuando vi el original de la [Virgen] Odigitria di Bari: no es como ahora, un poco 'vestido con las ropas que ponen en los íconos los cristianos orientales. Es la Virgen con el niño desnudo. Me gustó tanto que el obispo de Bari me dio una, me la regalo y la puse allí, frente a mi puerta. Y me gusta —lo digo para compartir una experiencia — me gusta por la mañana, cuando me levanto, cuando paso delante, le digo a la Virgen que guarde mi desnudez: "Madre, tú conoces toda mi desnudez". Esto es algo grandioso: pedirle al Señor, desde mi desnudez, pedirle que guarde mi desnudez. Ella las conoce todas. Dios conoce nuestra "vergonzosa desnudez", y, sin embargo, nunca se cansa de servirse de nosotros para ofrecer reconciliación a los hombres. Somos muy pobres, pecadores, y, no obstante, Dios nos toma para interceder por nuestros hermanos y para distribuir a los hombres, a través de nuestras manos que no son para nada inocentes, la salvación que regenera.

El pecado nos desfigura, y sufrimos con dolor  esa experiencia humillante cuando nosotros mismos o uno de nuestros hermanos sacerdotes u obispos caemos en el abismo sin fondo de vicio, de la corrupción o, lo que es peor, del crimen que destruye las vidas de otros. Quiero compartir con vosotros el dolor y la pena insoportables que causa en nosotros y en todo el cuerpo eclesial la ola de escándalos de los que están llenos los periódicos de todo el mundo. Es evidente que el verdadero significado de lo que está sucediendo hay que buscarlo en el espíritu del mal, en el Enemigo, que actúa con la pretensión de ser el amo del mundo, como dije en la liturgia eucarística al final del  Encuentro sobre la protección de los  menores en la Iglesia (24 de febrero de 2018). Sin embargo, ¡no os desaniméis! El Señor está purificando a su Esposa y nos está convirtiendo a todos a sí mismo. Nos está haciendo experimentar la prueba para que entendamos que sin Él somos polvo. Nos está salvando de la hipocresía, de la espiritualidad de las apariencias. Está soplando su Espíritu para devolver la belleza a su Esposa, sorprendida en flagrante adulterio. Nos hará bien leer hoy el capítulo XVI de Ezequiel. Esta es la historia de la Iglesia. Esta es mi historia, puede decir cada uno de nosotros. Y, al final, pero a través de tu vergüenza, seguirás siendo el pastor. Nuestro humilde arrepentimiento, que permanece en silencio entre lágrimas ante la monstruosidad del pecado y la insondable grandeza del perdón de Dios, este, este humilde arrepentimiento es el comienzo de nuestra santidad.

No tengáis miedo de jugaros la vida al servicio de la reconciliación entre Dios y los hombres: no se nos da ninguna otra grandeza secreta que este dar la vida para que los hombres puedan conocer su amor. La vida de un sacerdote a menudo está marcada por incomprensiones, sufrimientos silenciosos, a veces persecuciones. Y también pecados que solo Él conoce. Las laceraciones entre hermanos de nuestra comunidad, la no aceptación de la Palabra del Evangelio, el desprecio de los pobres, el resentimiento alimentado por las reconciliaciones que nunca hubo, el escándalo causado por el comportamiento vergonzoso de algunos hermanos, todo esto puede quitarnos el sueño y dejarnos en la impotencia... Creamos, en cambio, en la guía paciente de Dios, que hace las cosas a su debido tiempo, ensanchemos nuestros corazones y pongámonos al servicio de la Palabra de la reconciliación.

Lo que hemos vivido hoy en esta catedral, propongámoslo en nuestras comunidades. En las liturgias penitenciales que viviremos en las parroquias y prefecturas, durante este tiempo de Cuaresma, cada uno pedirá perdón a Dios y a los hermanos del pecado que ha socavado la comunión eclesial y ha sofocado el dinamismo misionero. Con humildad, -que es una característica del corazón de Dios, pero que nos cuesta trabajo hacer nuestra- confesemos los unos a los otros que necesitamos que Dios nos vuelve a moldear vida.

Sed vosotros los primeros en pedir perdón a vuestros hermanos. "Acusarse es un comienzo sapiencial, vinculado al temor de Dios" (ibíd.). Será una buena señal si, como hemos hecho hoy, cada uno de vosotros se confesará con un hermano, incluso en las liturgias penitenciales en la parroquia, ante los ojos de los fieles. Tendremos el rostro luminoso, como Moisés, si con la mirada conmovida hablaremos a los demás de la misericordia que nos ha sido dada. Es el camino. No hay otro. Veremos al demonio del orgullo caer como un rayo del cielo, si en nuestras comunidades se cumplirá el milagro de la reconciliación. Sentiremos que somos un poco más el Pueblo que pertenece al Señor, en medio del cual Dios camina. Este es el camino. Y os deseo buena Cuaresma.

Ahora me gustaría agregar algo que me pidieron que hiciera. Una de las formas concretas de vivir una Cuaresma de caridad es contribuir generosamente a la campaña "Como en el cielo, así en la calle", con la cual nuestra Caritas diocesana tiene la intención de responder a todas las formas de pobreza, acogiendo y apoyando a los necesitados. Sé que todos los años respondéis generosamente a este llamado, pero este año os pido un mayor esfuerzo para que toda la comunidad y todas las comunidades estén realmente involucradas en primera persona.

 

Cardenal Angelo de Donatis

Una palabra para la entrega, ahora, de este folleto: el Papa Francisco nos lo regala. Es el volumen que nos acompañará en la Cuaresma, como segunda lectura, como hicimos el año pasado: del mismo tamaño que el breviario, así podremos tenerlo cerca. Y ahora, los prefectos distribuirán a todos estos volúmenes, quizás se lo podáis llevar a los que no están presentes. Gracias. Yo, en nombre de todos, le digo un gracias, realmente de todo corazón, por haber venido hoy aquí, como todos los años. Lo que puedo decirle en nombre de todos, más allá de las gracias, es que continuamos sosteniéndole con nuestra oración diaria.

 

Papa Francisco:

Lo necesito, necesito la oración. Rezad por mí. Una de las cosas que me gustan de este [folleto] es la riqueza de los Padres: regresar a los Padres. Hace poco tiempo, en una parroquia de Roma, se presentó un libro "Necesidad de paternidad", creo que se llama así; son todos los textos de los Padres según diferentes temas: las virtudes, la Iglesia... Volver a los Padres nos ayuda mucho porque es una gran riqueza. Gracias.

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

08/03/2019-17:55
Redacción

Día Internacional de la Mujer: Religiosas fuertes, heroínas y "corazón" de la Iglesia

(ZENIT — 8 marzo 2019).- El Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo de 2019, honra los esfuerzos indispensables de las mujeres y hace campaña por sus derechos. El foco de este día es menos en las aproximadamente 660.000 mujeres en todo el mundo que han dedicado toda su vida a servir a sus semejantes: las hermanas religiosas.

Durante el período de Cuaresma y Semana Santa, la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN, por sus siglas en inglés) dirige la atención del público a estas mujeres extraordinarias y solicita apoyo.

"¿Qué sería la iglesia y la sociedad sin hermanas religiosas?", comentó el presidente ejecutivo de ACN, Thomas Heine-Geldern. "Esto es cierto en muchos países: cuando el gobierno se derrumba y todas las organizaciones se van debido a la tensa situación de seguridad, las hermanas religiosas son las que se quedan".

Los jardines de infancia, orfanatos, escuelas, instalaciones médicas y parroquias serían impensables sin ellos. Sin mencionar sus oraciones por las preocupaciones del mundo: el Papa Francisco ha llamado a las hermanas religiosas el "corazón de oración" de la iglesia. "Cualquiera que haya depositado su fe en las oraciones de las hermanas religiosas en un momento de necesidad personal sabe cuán edificante es ser sostenido y apoyado espiritualmente", dijo Heine-Geldern.

 

Ayuda a 11.000 religiosas en 85 países

ACN apoya a unas 11.000 hermanas religiosas en 85 países alrededor del mundo. "Además de financiar actividades caritativas, esto incluye otorgar ayudas de subsistencia, por ejemplo, en Europa del Este, donde las hermanas no tienen ninguna fuente de ingresos", explicó la Directora del Proyecto ACN, Regina Lynch.

Otras áreas principales de apoyo son la formación de jóvenes religiosas, proyectos de reconstrucción en países en los que los conventos han sido destruidos por la guerra o desastres naturales y ayuda para proyectos de transporte.

"Como pueden confirmar todos los empleados de ACN que visitan uno de los países de nuestro proyecto: sin hermanas religiosas, sería imposible llevar a cabo el trabajo de la iglesia en las circunstancias más difíciles. Son heroínas, que no rehuyen la persecución ni la muerte ", dijo Lynch. Cada año, la organización de ayuda recibe informes trágicos de hermanas religiosas que han sido asesinadas en servicio.

El lema de la campaña de Cuaresma y Semana Santa de ACN es: Mujeres extraordinarias. Gracias a Dios. Gracias a ustedes. La campaña brinda a las hermanas religiosas de todo el mundo la oportunidad de hablar sobre sus vocaciones y sus vidas en oración y en la comunidad, así como su trabajo para los más necesitados.

"Las hermanas religiosas son heroínas de la fe y la caridad", explicó el presidente de ACN, Heine-Geldern. "Son testigos de la vitalidad y la fuerza que proviene de una vida al servicio de Dios y de quienes nos rodean. ACN se enorgullece de poder apoyar a estas destacadas mujeres ".

 

 

 

08/03/2019-17:39
Redacción

En 2017 se bautizaron en la Iglesia Católica 1.313 millones de personas

(ZENIT — 8 marzo 2019).- La Santa Sede anunció el 6 de marzo de 2019 la reciente publicación del Anuario Pontificio 2019 y del Annuarium Statisticum Ecclesiae 2017, cuya redacción ha corrido a cargo de la Oficina Central de Estadísticas de la Iglesia, y se encuentran estos días en distribución en las librerías, publicados por la Editorial Vaticana.

De la lectura de los datos presentes en el Anuario Pontificio, se pueden deducir algunas novedades relativas a la vida de la Iglesia Católica en el mundo, a partir de 2018.

Durante este período, se erigieron 4 nuevas sedes episcopales, una diócesis se elevó a sede metropolitana, 4 exarcados apostólicos a eparquías y 1 administración apostólica a diócesis.

Los datos estadísticos del Annuarium Statisticum, referidos al año 2017, permiten actualizar algunos de los principales aspectos numéricos de la Iglesia Católica en el contexto mundial.

 

1.313 millones de bautizados

En una población mundial de 7.408 millones, los católicos bautizados son 1.313 millones o el 17.7%, distribuidos por continente: 48.5% en América, 21.8% en Europa, 17.8% en África, 11.1% % en Asia y 0,8% en Oceanía.

En la relación entre 2017 y 2016, los índices positivos de la tasa de crecimiento de los católicos caracterizan todas las divisiones territoriales: en comparación con la cifra mundial de 1.1%, las tasas de variación de África y de Asia alcanzan respectivamente +2.5 % y + 1.5%. Europa es el único continente que tiene una tendencia casi nula (+ 0.1%), mientras que para América la tasa de crecimiento (+ 0.96%) está por debajo del nivel mundial.

 

Más católicos en América Central y Sur

La lectura de los datos por continente del número relativo de católicos en comparación con la población muestra en 2017, -pero los del año anterior son sustancialmente similares- como la presencia de católicos se diferencia en las distintas áreas geográficas: se va de un 63.8% de católicos presente en la población americana, al 39.7% en Europa, el 19.2% en África, hasta el 3.3% en Asia. Es de alguna importancia subrayar cómo el área americana sea en sí misma muy diferenciada: si en América del Norte el porcentaje de católicos es solo del 24,7%, en la Centro Continental y las Antillas (84,6%) y en el del Sur ( 86.6%) la presencia de católicos resulta mucho más numerosa.

A finales de 2017, el total de las fuerzas de apostolado ascendía a 4.666.073 unidades; un aumento del 0.5% en comparación con 2016. El desglose entre los diversos componentes es bastante diferente de un continente a otro. En el promedio mundial, el porcentaje entre el número total de clérigos y el total de trabajadores pastorales es de 10.4% a fines de 2017, con valores más bajos en África (6.4%) y América (8.4%), mientras los valores son más altos en Europa (19,3%) y en Oceanía (18,2%). En Asia el porcentaje se acerca a la mundial.

 

Candidatos al sacerdocio

De la comparación con la situación numérica de 2016 cabe destacar, -porque es la primera vez que ocurre desde 2010,- la disminución de sacerdotes pasados de 414.969 en 2016 a 414.582 en 2017. En cambio, resulta creciente el número de obispos, diáconos permanentes y misioneros laicos y catequistas.

Los candidatos al sacerdocio en el planeta pasan de 116.160 en 2016 a 115.328 en 2017, con una disminución del 0.7 por ciento. La imagen de los flujos continentales parece satisfactoria en la Iglesia africana y asiática, mientras que en Europa y América la disminución es muy evidente. La distribución de los seminaristas mayores por continente se mantiene sustancialmente estable en los últimos dos años. Con respecto al año 2017, se observa que Europa contribuye con un 14,9% al total mundial, América con un 27,3%, Asia con un 29,8% y África con el 27, 1%.

 

 

 

08/03/2019-16:18
Rosa Die Alcolea

España: Pilar González Casado, primera titular de la Cátedra de literatura árabe cristiana

(ZENIT — 8 marzo 2019).- El cardenal Carlos Osoro Sierra, Arzobispo de Madrid y Gran Canciller de la Universidad Eclesiástica San Dámaso (UESD), ha nombrado catedrática de Literatura árabe cristiana a la profesora Pilar González Casado, primera cátedra de este tipo a nivel internacional.

La madrileña que asegura que esta universidad le ha permitido unir su profesión a su vocación personal, es madre de familia numerosa y desde 1992 da clases de lengua árabe, siriaca, lectura de textos árabes y literatura árabe cristiana.

Esta enseñanza universitaria llena un vacío en el ámbito académico español y europeo en el que los estudios árabes están centrados, casi exclusivamente, en el ámbito de la cultura islámica compuesta en árabe.

 

Cristianos del Próximo Oriente

"El objetivo de esta cátedra es investigar y dar a conocer la producción literaria de los cristianos del Próximo Oriente que, originalmente empleaban otras lenguas del Oriente cristiano -griego, siriaco, copto, etiópico, georgiano y armenio- para expresar su fe y que, tras la llegada del islam, se arabizaron. Se inicia en el siglo VIII y llega hasta nuestros días. Se considera que su Edad de Oro se desarrolló entre los siglos IX y XIII", explica González Casado.

Aunque en distintos centros de estudio y universidades hay más investigadores dedicados a este campo, su investigación no se plasma en la docencia. La mayoría de ellos imparten clases de literatura islámica mientras que su investigación está dedicada a la literatura árabe cristiana. La UESD es la única universidad donde confluyen estos dos aspectos -investigación y docencia- ya que la literatura árabe cristiana se imparte como asignatura.

La importancia de la literatura árabe cristiana "reside en que es la producción literaria que conserva las primeras respuestas de la fe cristiana al desafío que supuso para su identidad la llegada del islam. Los autores cristianos reelaboraron el pensamiento cristiano en árabe para exponer los fundamentos de la doctrina cristiana. Es el primer testimonio de cómo el pensamiento cristiano, enfocado hacia los dogmas de la Trinidad, la Encarnación, la persona de Jesucristo y la Palabra revelada, se enfrentó al cuestionamiento que el islam hacía de ellos", indica González.

 

Profesión y vocación personal

Actualmente, González Casado imparte docencia en la Facultad de Literatura Cristiana y Clásica San Justino, perteneciente a la UESD. Da clases en materias como lengua árabe, lengua siriaca, lectura de textos árabes y literatura árabe cristiana.

"Como profesora e investigadora cristiana, impartir docencia en una universidad eclesiástica me ha permitido unir mi profesión a mi vocación personal, que no es otra que difundir la verdad revelada en Jesucristo, pudiendo poner mi investigación académica al servicio de la Iglesia católica", afirma la nueva catedrática de la UESD.

Pilar González Casado nació en Madrid en 1964, está casada, es madre de tres hijos y abuela de dos nietos. Es licenciada en Filología Árabe e Islam por la Universidad Autónoma de Madrid (1987), Doctora en Filología Árabe por la Universidad Complutense de Madrid (2000) donde realizó los cursos de doctorado en el Instituto Universitario de Ciencias de las Religiones. Más adelante, en el instituto 'San Justino' aprendió las lenguas siríaca y copta.

Desde 1992, imparte clases de lengua árabe y siriaca en 'San Justino'. A partir del 2010, cuando el instituto ya había sido erigido en Facultad empezó también a dar las clases de Literatura árabe cristiana en el máster, aunque la provisión de la cátedra fue posterior. Tanto las publicaciones como la investigación está dirigida a dos ámbitos: la Literatura árabe cristiana y la Literatura apócrifa cristiana.

 

 

 

08/03/2019-08:47
Isabel Orellana Vilches

Santo Domingo Savio, 9 de marzo

«Este dechado de inocencia evangélica, que se sintió cobijado por la ternura de María, fue un insigne discípulo de Don Bosco. No escatimó esfuerzo alguno para conquistar la santidad que anhelaba antes de morir a temprana edad»

Modelo para la infancia y la adolescencia, este dechado de inocencia evangélica nació en Riva de Chieri, Italia, el 2 de abril de 1842. Al año siguiente toda la familia se trasladó a las colinas de Murialdo. El día de su primera comunión, realizada en Castelnuovo en 1849, arrodillado ante el altar se propuso: 1. Me confesaré muy a menudo y recibiré la Sagrada Comunión siempre que el confesor me lo permita. 2. Quiero santificar los días de fiesta. 3. Mis amigos serán Jesús y María. 4. Antes morir que pecar». Resumen su vida.

En 1854 conoció a Don Bosco, su guía y rector hacia el camino de la santidad. Fue con él a Turín integrándose en el Oratorio. En el dintel de la puerta de su cuarto el fundador había colgado esta consigna: «¡Denme almas, y llévense lo demás!».

Después de leerlo, Domingo le dijo: «Don Bosco, aquí se trata de un negocio, la salvación de las almas. Pues bien, yo seré la tela y usted será el sastre. Haga de mí un hermoso traje para el Señor». Sabía que estaba en el lugar en el que cumpliría su más ferviente anhelo: «¡Yo quiero hacerme santo!», aunque su camino hacia los altares había comenzado ya con una presencia de Dios constante en su mente y actos cotidianos de amor.

No consentía comer sí no se rezaba antes. Era el primero en acudir a la iglesia los domingos. Y si hallaba el templo cerrado, rezaba en el umbral, hincado de rodillas al margen de las crudas inclemencias meteorológicas que pudieran darse. Disfrutaba siendo monaguillo y todos podían advertir su fervor ante al Santísimo; los gestos delataban su estado de recogimiento, con las manos juntas y los ojos clavados en el sagrario.

Con espíritu de sacrificio recorría todos los días 18 km. a pie para ir a la escuela. Hasta su tío, impresionado, le preguntó: «¿No tienes miedo de ir solo?».Rotundo y cabal, respondió: «Yo no estoy solo; me acompaña el Ángel de la Guarda». Sufría con solo pensar en una eventual ofensa a Cristo, y no podía contener sus lágrimas. Buscando siempre lo más perfecto, y arrepentido de haber hecho novillos en una ocasión incitado por sus amigos, buscó la amistad de Jesús y de María.

En Turín, llevado por su gran devoción a María, junto a un grupo de compañeros fundó la Compañía de la Inmaculada y todos se comprometieron a ayudar a Don Bosco para educar a los muchachos del Oratorio. Esos chavales a quienes este fundador se dirigía, diciéndoles: «A vosotros, santos...» eran de diversa índole y procedencia: ricos y pobres, más pacíficos y extremadamente violentos. Mucho le sirvió a Domingo su arte para narrar cuentos.

Don Bosco se dio cuenta de que el joven era especial. Así lo describió: «Domingo no se ha hecho notorio en los primeros tiempos del Oratorio por cosa alguna, fuera de su perfecta docilidad y de una exacta observancia de las reglas de la casa... y una exactitud en el cumplimiento de sus deberes más allá de la cual no sería fácil llegar».

Sin embargo, no era perfecto, claro está; nadie lo es. Y en su particular itinerario hacia la santidad, de la mano del fundador aprendió a templar alguna que otra salida de tono, inducido por actitudes molestas de algunos compañeros. También consiguió remontar esos picos emocionales a los que tendía llevado por su temperamento melancólico. No queriendo sucumbir ante él, porque le impedía escuchar la voz de Dios, se fue fortaleciendo siendo fiel a las pequeñas cosas de cada día como le había enseñado Don Bosco.

Fue un apóstol incansable dentro y fuera del Oratorio. El fundador reconocía que el pequeño «llevaba más almas al confesionario con sus recreos que los predicadores con sus sermones».Su bellísima voz, aplaudida por quienes la escuchaban, le creó cierto desasosiego cuando alabaron sus cualidades vocales tan excepcionales.

Los parabienes desataron en él gran emoción porque había experimentado interiormente un sentimiento a favor del halago: «Mientras cantaba, sentía cierta complacencia; ahora me felicitan...; así pierdo todo el mérito».

Un día se quedó absorto ante la Eucaristía durante siete horas. Después de buscarlo afanosamente por todos los lugares, Don Bosco lo halló ante el sagrario, y Domingo le pidió perdón por haber transgredido las reglas. Le horrorizaba el pecado, sobre todo el de impureza. La Virgen le alumbró rescatándole de las malsanas curiosidades de esas edades de la adolescencia contra las que luchaba titánicamente consagrándose a la Inmaculada.

Algunos años después de morir, cuando se apareció a Don Bosco en uno de sus famosos sueños, le preguntó: «Domingo, ¿qué es lo que más te consoló en el momento de tu muerte?». Y él respondió: «La asistencia de la poderosa y amable Madre del Salvador». Era firme y dulce a la par. Sentía dolorosas turbaciones y dudas de conciencia que le instaban a confesarse cada tres o cuatro días. Su ansia penitencial era insaciable porque quería unirse a los sufrimientos de Jesús en la cruz.

Juan Bosco le ayudó en esa etapa convulsa de la vida, y no tuvo problemas en encauzarlo porque en Domingo eran proverbiales su obediencia, docilidad y generosidad. En la biografía que escribió de él, el fundador expuso los matices de un camino que hicieron de este joven el santo que es. Se percibe cómo llegó a realizar este anhelo: «Yo quiero entregarme todo al Señor. Yo debo y quiero pertenecer todo al Señor». Caritativo, humilde, devoto de Jesús Sacramentado y de María, experimentaba también un gran amor por el Santo Padre.

Fue agraciado con numerosos favores místicos. Era de salud delicada, y en 1857 ésta se agravó con una pulmonía. El médico aconsejó que viajara a Mondonio para reponerse. Al despedirse, intuyendo su pronta muerte se dirigió a Don Bosco y a sus compañeros diciéndoles: «Nos veremos en el paraíso».Y el 9 de marzo de ese año voló al cielo después de haber recitado las oraciones que se leían a los agonizantes, y que su padre rezaba. Sus últimas palabras fueron: «Papá, ya es hora [...]. Adiós, querido papá, adiós. ¡Oh, qué hermosas cosas veo!». Pío XII lo beatificó el 5 de marzo de 1950, y también lo canonizó el 12 de junio de 1954.