Servicio diario - 15 de marzo de 2019


 

Atentados en Nueva Zelanda: Solidaridad del Papa con la comunidad musulmana
Rosa Die Alcolea

Brasil: Pésame del Papa a las familias de las víctimas del tiroteo de Suzano
Rosa Die Alcolea

Concluyen los ejercicios: El Papa agradece al P. Gianni hacerles entrar "como hizo el Verbo, en lo humano"
Rosa Die Alcolea

P. Raniero Cantalamessa: "Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios"
Raniero Cantalamessa

Argentina: Los obispos apuestan por la educación y el trabajo ante las próximas elecciones
Rosa Die Alcolea

España: Aumenta el número de seminaristas ordenados sacerdotes
Redacción

San Juan de Brébeuf, 16 de marzo
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

15/03/2019-13:11
Rosa Die Alcolea

Atentados en Nueva Zelanda: Solidaridad del Papa con la comunidad musulmana

(ZENIT — 15 marzo 2019).- El Papa Francisco asegura a todos los neozelandeses, y en particular a la comunidad musulmana, "su solidaridad de todo corazón frente estos atentados", escribe el Secretario de Estado del Vaticano en el telegrama emitido este viernes, 15 de marzo de 2019.

El cardenal Pietro Parolin señala que el Santo Padre "se ha entristecido profundamente" al tener noticia de los más de 50 heridos y al menos 40 muertos (señalan los medios locales), causados por los insensatos actos de violencia en dos mezquitas en Christchurch.

"Consciente de los esfuerzos del personal de seguridad y emergencias en esta difícil situación", el Pontífice "reza por la curación de los heridos", el "consuelo de quienes sufren la pérdida de sus seres queridos" y "por todos los afectados" por esta tragedia, asegura Parolin.

Encomendando a los que "han muerto a la misericordia amorosa" de Dios Todopoderoso, el Papa Francisco invoca las "bendiciones divinas de consuelo y fortaleza sobre la nación", concluye el mensaje.

 

Atacante "supremacista blanco"

En doble ataque, sucedido el viernes, 15 de marzo de 2019, a las 13 hora local, actuó un solo comando de 4 personas armadas con ametralladoras. El atacante que filmó el atentado, entró primero en la mezquita, asesinó a algunas personas, luego salió a buscar nuevas municiones en su coche y siguió disparando a los fieles. Después tuvo lugar el ataque a la segunda mezquita.

El video fue filmado por uno de los atacantes, que se define un "supremacista blanco" y que decidió atacar Nueva Zelanda para demostrar cómo también en las partes más remotas del mundo hay inmigración de masa, indica Vatican News en español.

 

Pésame de los Obispos de Nueva Zelanda

"Estamos profundamente entristecidos por las personas asesinadas y heridas, y nuestros corazones están con ellos, con sus familias y con la comunidad en general. Paz, Salaam".

Justo después de los trágicos atentados, los obispos católicos de Nueva Zelanda enviaron un mensaje dirigido a los "queridos miembros de la comunidad musulmana" del país en Christchurch, para expresar su solidaridad frente a tal violencia y asegurar sus oraciones.

"Somos profundamente conscientes de las buenas relaciones que tenemos con los musulmanes en esta tierra", indican en su nota, "y estamos particularmente sorprendidos por el hecho de que esto haya ocurrido en un lugar y en un momento de oración".

 

 

 

15/03/2019-17:24
Rosa Die Alcolea

Brasil: Pésame del Papa a las familias de las víctimas del tiroteo de Suzano

(ZENIT — 15 marzo 2019).- El Papa Francisco expresa su solidaridad y consuelo espiritual a las familias golpeadas por el "ataque demente" en la escuela Raul Brasil, en Suzano, de la región metropolitana de San Pablo, Brasil, el 13 de marzo de 2019.

Ocho personas perdieron la vida, incluidos cinco alumnos de 15 a 17 años, y al menos 17 personas fueron heridas, señalan los medios locales. Los responsables del tiroteo, dos ex compañeros de clase, se suicidaron acto seguido en el lugar.

En un telegrama dirigido al obispo de Mogi das Cruzes, monseñor Pedro Luiz Stringhini, y publicado el 15 de marzo de 2019, el Papa Francisco expresa que está "profundamente entristecido" por esta tragedia, indica Vatican News. Firmado por el secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin, el telegrama se leyó al final del funeral de las víctimas, celebrado en Suzano, el jueves, 14 de marzo, por la tarde.

Ante esta "tragedia abominable", el Papa pide la promoción de "la cultura de paz con perdón, justicia y amor fraternal, como nos enseñó Jesús". El Pontífice ora por la curación de los heridos y le da a cada uno su bendición apostólica.

 

 

 

15/03/2019-12:42
Rosa Die Alcolea

Concluyen los ejercicios: El Papa agradece al P. Gianni hacerles entrar "como hizo el Verbo, en lo humano"

(ZENIT — 15 marzo 2019).- Francisco ha agradecido de manera especial al abad Bernardo Francesco Maria Gianni, predicador en los Ejercicios Espirituales en Ariccia, su trabajo para hacerles entrar, "como hizo el Verbo, en lo humano"; "y entender que Dios siempre se hace presente en lo humano".

Han sido unas palabras cercanas y de gratitud las que ha dirigido el Pontífice al religioso olivetano, de la abadía de San Miniato al Monte, esta mañana, viernes, 15 de marzo de 2019, al concluir el retiro de Cuaresma de la Curia Romana en la Casa del Divino Maestro, en Ariccia.

En “lo humano” es en lo que el abad, según el Santo Padre ha profundizado estos días, algo que les ha “ayudado” estos días, ha reconocido el Papa a su hermano Bernardo. “Lo hizo la primera vez en la encarnación del Verbo, total, pero también está presente en las huellas que deja en lo humano. Igual a la encarnación del Verbo, -indivisa et inconfusa-, está ahí. Y nuestro trabajo es tal vez proseguir…”, ha señalado.

Asimismo, le ha dado las gracias por haber hablado de la “memoria”: “esta dimensión ‘deuteronómica’ que olvidamos; de habernos hablado de esperanza, de trabajo, de paciencia, como indicándonos el camino para tener esa ‘memoria del futuro’ que siempre nos hace avanzar”.

El Santo Padre ha mencionado el documento conciliar Gaudium et spes, “quizás el documento que ha encontrado más resistencia, incluso hoy en día”, ha comentado. Dirigiéndose al olivetano, le ha dicho: “En algún momento te vi de esta manera: como con la valentía de los Padres conciliares cuando firmaron ese documento”.

Bromeando, el Santo Padre ha reconocido que se rió cuando el religioso contó que “alguien, leyendo los títulos de las meditaciones, tal vez no entendía lo que ha hecho la Curia: tal vez han alquilado una guía turística que los llevase a conocer Florencia y a sus poetas…”, y ha admitido que estuvo un “un poco desorientado” en la primera meditación, pero luego entendió el mensaje. “Gracias” le ha reiterado Francisco.

Así, el Papa se ha despedido de él pidiéndole que rece por los participantes en el retiro: “Somos todos pecadores, todos nosotros, pero queremos seguir adelante así, sirviendo al Señor”.

Con el agradecimiento, Francisco le ha enviado también saludos a los monjes de la abadía de San Miniato al Monte de su parte y de la de todos los presentes en la Casa del Divino Maestro estos días.

 

 

 

15/03/2019-17:07
Raniero Cantalamessa

P. Raniero Cantalamessa: "Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios"

(ZENIT — 15 marzo 2019).- Esta mañana, a las 9 horas, en la Capilla Redemptoris Mater , el Predicador de la Casa Pontificia, el reverendo padre Raniero Cantalamessa,
franciscano capuchino, ha pronunciado el primer Sermón de Cuaresma.

El tema de las meditaciones de Cuaresma es el siguiente: In te ipsum redi (Entra dentro de ti, San Agustín).

Los próximos sermones de Cuaresma se pronunciarán el viernes 22 y 29 de marzo y el 5 de abril, 12.

Sigue la predicación íntegra del padre Raniero Cantalamessa:

***

 

«Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios»

Continuando la reflexión iniciada en Adviento sobre el versículo del salmo: «Mi alma tiene sed del Dios vivo» (Sal 42,2), en esta primera predicación cuaresmal, quisiera meditar con vosotros sobre la condición esencial para «ver» a Dios. Según Jesús, es la pureza de corazón: «Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8), dice en una de sus bienaventuranzas.

Sabemos que puro y pureza tienen en la Biblia, como, por lo demás, en el lenguaje común, una amplia gama de significados. El Evangelio insiste en dos ámbitos en particular: la rectitud de las intenciones y la pureza de costumbres. A la pureza de las intenciones se opone la hipocresía, a la pureza de costumbres el abuso de la sexualidad.

En el ámbito moral, con la palabra «pureza» se designa comúnmente un cierto comportamiento en la esfera de la sexualidad, orientado al respeto de la voluntad del Creador y de la finalidad intrínseca de la misma sexualidad. No podemos entrar en contacto con Dios, que es espíritu, de otro modo que mediante nuestro espíritu. Pero el desorden o, peor aún, las aberraciones en este campo tienen el efecto, comprobado por todos, de oscurecer la mente. Es como cuando se agitan los pies en un estanque: el barro, desde el fondo, asciende y enturbia toda el agua. Dios es luz y una persona así «aborrece la luz».

El pecado impuro no deja ver el rostro de Dios, o, si lo deja ver, lo deja ver todo deformado. Hace de él, no el amigo, el aliado y el padre, sino el oponente, el enemigo. El hombre carnal está lleno de concupiscencias, desea las cosas ajenas y la mujer de los otros. En esta situación Dios se le aparece como aquel que cierra el paso a sus malos deseos con esos conminatorios suyos: «¡Tú debes!», «¡Tú no debes!». El pecado suscita, en el corazón del hombre, un sordo rencor contra Dios, hasta el punto de que, si dependiera de él, querría que Dios no existiera en absoluto.

En esta ocasión, sin embargo, más que sobre la pureza de las costumbres, querría insistir sobre el otro significado de la expresión «puros de corazón», es decir, sobre la pureza o rectitud de las intenciones, prácticamente sobre la virtud contraria a la hipocresía. Nos orienta en este sentido también el tiempo litúrgico que estamos viviendo. Hemos empezado la Cuaresma, el Miércoles de Ceniza, escuchando de nuevo las advertencias martilleantes de Jesús:

«Cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas... Cuando oréis, no seáis como los hipócritas... Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas» (Mt 6,1-18).

Es sorprendente lo poco que entra el pecado de hipocresía —el más denunciado por Jesús en los Evangelios—, en nuestros exámenes de conciencia ordinarios. Al no haber encontrado en ninguno de ellos la pregunta: «¿He sido hipócrita?», he tenido que introducirla por mi cuenta, y rara vez he podido pasar indemne a la pregunta siguiente. El más grande acto de hipocresía sería esconder la propia hipocresía. Esconderla a uno mismo y a otros, porque a Dios no es posible. La hipocresía se vence, en gran parte, en el momento que es reconocida. Y es lo que nos proponemos hacer en esta meditación: reconocer la parte de hipocresía, más o menos consciente, que hay en nuestras acciones.

El hombre —escribió Pascal— tiene dos vidas: una es la vida verdadera; la otra, la imaginaria que vive en la opinión, suya o de la gente. Nosotros trabajamos sin descanso para embellecer y conservar nuestro ser imaginario y descuidamos el verdadero. Si poseemos alguna virtud o mérito, nos damos prisa en hacerlo saber, en un modo u otro, para enriquecer con tal virtud o mérito nuestro ser imaginario, dispuestos incluso a prescindir de nosotros, para añadir algo a él, hasta consentir, a veces, ser cobardes, a pesar de parecer valientes y en dar incluso la vida, con tal de que la gente hable de ello [1].

Tratamos de descubrir el origen y el significado del término hipocresía. La palabra deriva del lenguaje teatral. Al principio significaba simplemente recitar, representar en el escenario. A los antiguos no se les escapaba el elemento intrínseco de mentira que hay en toda representación escénica, a pesar del alto valor moral y artístico que se le reconoce. De aquí el juicio negativo que se llevaba sobre el oficio del actor, reservado, en ciertos períodos, a los esclavos y prohibido incluso por los apologetas cristianos. El dolor y la alegría representados allí y enfatizados no son verdadero dolor y verdadera alegría, sino apariencia, afectación. A las palabras y a las actitudes exteriores no corresponde la íntima realidad de los sentimientos. Lo que hay en la cara no es lo que hay en el corazón.

Nosotros utilizamos la palabra fiction en sentido neutral o incluso positivo (¡es un género literario y de espectáculo muy en boga en nuestros días!); los antiguos le daban el sentido que ella tiene en realidad: el de ficción. Lo que había de negativo en la ficción escénica ha pasado a la palabra hipocresía. De palabra originalmente neutra, se ha convertido en palabra exclusivamente negativa, una de las pocas palabras con significados solo negativos. Hay quien se jacta de ser orgulloso o libertino, nadie de ser hipócrita.

El origen del término nos pone sobre la pista para descubrir la naturaleza de la hipocresía. Es hacer de la vida un teatro en el que se recita para un público; es llevar una máscara, dejar de ser persona para convertirse en personaje. El personaje no es otra cosa que la corrupción de la persona. La persona es un rostro, el personaje una máscara. La persona es desnudez radical, el personaje es todo vestimenta. La persona ama la autenticidad y la esencialidad, el personaje vive de ficción y de artificios. La persona obedece a sus convicciones, el personaje obedece a un guión. La persona es humilde y ligera, el personaje es pesado y torpe.

Esta tendencia innata del hombre se acrecienta enormemente con la cultura actual, dominada por la imagen. Películas, televisión, Internet: todo se basa ahora principalmente en la imagen. Descartes dijo: «Cogito ergo sum», pienso, luego existo; pero hoy se tiende a sustituirlo por «parezco, luego soy». Un famoso moralista ha definido la hipocresía como «el tributo que el vicio paga a la virtud» [2]. Acecha principalmente a las personas piadosas y religiosas. Un rabino del tiempo de Cristo, decía que el 90% de la hipocresía del mundo se encontraba en Jerusalén [3]. El motivo es simple: donde más fuerte es la estima de los valores del espíritu, de la piedad y de la virtud, allí es más fuerte la tentación de aparentarlos para no parecer que se carece de ellos.

Un peligro viene también de la multitud de ritos que las personas piadosas suelen realizar y de las prescripciones que se han comprometido a cumplir. Si no están acompañados por un continuo esfuerzo de poner en ellos un alma, mediante el amor a Dios y al prójimo, se convierten en cáscaras vacías. «Estas cosas —dice san Pablo hablando de ciertos ritos y prescripciones exteriores— tienen una apariencia de sabiduría, con su aparente religiosidad, humildad y austeridad respecto del cuerpo, pero en realidad no sirven que para satisfacer la carne » (Col 2,23). En este caso, las personas conservan, dice el Apóstol, «la apariencia de la piedad, mientras que han renegado de su fuerza interior» (2 Tm 3,5).

Cuando la hipocresía se hace crónica crea, en el matrimonio y en la vida consagrada, la situación de «doble vida»: una pública, evidente, la otra oculta; a menudo una diurna, la otra nocturna. Es el estado espiritual más peligroso para el alma, del cual es muy difícil salir, a menos que intervenga algo desde el exterior rompiendo el muro dentro del cual uno se ha encerrado. Es el estado que Jesús describe con la imagen de los sepulcros blanqueados:

«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crueldad (Mt 23,27-28).

Si nos preguntamos por qué la hipocresía es tan abominada por Dios, la respuesta es clara. La hipocresía es mentira. Es ocultar la verdad. Además, en la hipocresía, el hombre degrada a Dios, lo pone en el segundo puesto, colocando en primer lugar a las criaturas, al público. Es como si en presencia del rey, uno le diera la espalda para dirigir su atención únicamente a los siervos. «El hombre mira la apariencia, el Señor mira el corazón» (1 Sam 16,7): cultivar la apariencia más que el corazón, significa automáticamente dar más importancia al hombre que a Dios.

La hipocresía es, pues, esencialmente falta de fe, una forma de idolatría en cuanto que pone las criaturas en el lugar del Creador. Jesús hace derivar de ella la incapacidad de sus enemigos de creer en él: «¿Cómo podéis creer vosotros, que tomáis la gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene solo de Dios?» (Jn 5,44). La hipocresía también carece de caridad hacia el prójimo, porque tiende a reducir a los otros a admiradores. No reconoce su dignidad propia, sino que los ve solo en función de la propia imagen. Números de audiencia y nada más.

Una forma derivada de la hipocresía es la duplicidad o la no sinceridad. Con la hipocresía se trata de mentir a Dios; con la duplicidad en el pensar y en el hablar se trata de mentir a los hombres. Duplicidad es decir una cosa y pensar otra; decir bien de una persona en su presencia y hablar mal de ella apenas se ha dado la espalda.

El juicio de Cristo sobre la hipocresía es como una espada en llamas: «Receperunt mercedem suam»: «recibieron su recompensa». Firmaron un recibo, no pueden esperar otra cosa. Una recompensa, además, ilusoria y contraproducente también en el plano humano, porque es muy cierto el dicho de que «la gloria huye de quien la persigue y persigue a quien la huye».

Está claro que nuestra victoria sobre la hipocresía no será nunca una victoria a primera vista. A menos de haber llegado a un nivel altísimo de perfección, no podemos evitar sentir instintivamente el deseo de que nos pongan bien, de quedar bien, de agradar a los demás. Nuestra arma es la rectificación de la intención. A la recta intención se llega mediante la rectificación constante, diaria, de nuestra intención. La intención de la voluntad, no el sentimiento natural, es lo que hace la diferencia a los ojos de Dios.

Si la hipocresía consiste en mostrar también el bien que no se hace, un remedio eficaz para contrarrestar esta tendencia es ocultar incluso el bien que se hace. Privilegiar esos gestos ocultos que no serán estropeados por ninguna mirada terrena y conservarán todo su perfume para Dios. «A Dios —dice san Juan de la Cruz—, le agrada más una acción, por pequeña que sea, hecha a escondidas y sin el deseo de que sea conocida, que mil otras realizadas con el deseo de que sean vistas por los hombres». Y también: «Una acción hecha entera y puramente por Dios, con corazón puro, crea todo un reino para quien la hace» [4].

Jesús recomienda con insistencia este ejercicio: «Reza en lo secreto, ayuna en lo secreto, haz limosna en lo secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (cf. Mt 6,4-18). Son delicadezas respecto de Dios que tonifican el alma. No se trata de hacer de esto una regla fija. Jesús dice también: «Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,16). Se trata de distinguir cuándo es bueno que los demás vean y cuándo es mejor que no vean.

Lo peor que se puede hacer, al término de una descripción de la hipocresía, es utilizarla para juzgar a los otros, para denunciar la hipocresía que existe en torno a nosotros. Jesús aplica a esos precisamente el título de hipócritas: «¡Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo y luego verás bien para quitar la paja del ojo de tu hermano!» (Mt 7,5). Aquí es realmente el caso de decir: «Quien de vosotros esté sin pecado que tire la primera piedra» (Jn 8,7). ¿Quién puede decir que está del todo exento de alguna forma de hipocresía? ¿No es un poco también él un sepulcro blanqueado, distinto dentro de lo que aparece en el exterior? Quizá sólo Jesús y la Virgen estuvieron libres, de manera estable y absoluta, de toda forma de hipocresía. El hecho consolador es que apenas uno dice: «He sido un hipócrita», su hipocresía es vencida.

 

«Si tu ojo es sencillo»

La Palabra de Dios no se limita a condenar el vicio de la hipocresía; nos impulsa también a cultivar la virtud opuesta que es la sencillez. «La lámpara del cuerpo es el ojo; por eso, si tu ojo es sencillo, todo tu cuerpo será luminoso» (Mt 6,22). La palabra «sencillez» puede tener —y también hoy lo tiene— el sentido negativo de candidez, ingenuidad, superficialidad e imprudencia. Jesús se preocupa de excluir este sentido; a la recomendación: «Sed sencillos como palomas», sigue la invitación a ser también «prudentes como serpientes» (Mt 10,16).

San Pablo retoma y aplica a la vida de la comunidad cristiana la enseñanza evangélica sobre la sencillez. En la carta a los Romanos escribe: «Quien da, que lo haga con sencillez» (Rom 12,8). Se refiere, en primer lugar, a aquellos que en la comunidad se dedican a obras de caridad, pero la recomendación se aplica a todos: no sólo a quien da de su dinero, sino también a quien da de su tiempo, de su trabajo. El sentido es no hacer pesar lo que se hace por los demás o en el propio oficio. Alessandro Manzoni, que en su novela «Los novios» encarnó tan bien el espíritu del Evangelio, tiene una escena delicadísima a este respecto. El buen sastre del pueblo.

«Interrumpió su discurso, como sorprendido por un pensamiento. Se detuvo un momento; luego puso juntos un plato de viandas que había sobre la mesa, y le añadió un pan, puso el plato en una servilleta y tomada ésta para las cuatro puntas, dijo a su niña mayor: —Coge aquí—. Le dio en la otra mano una cantimplora de vino, y añadió: —Ve a casa de María la viuda; deja estas cosas, y dile que es para estar un poco más alegre con sus niños. Pero ve de buena forma; que no parezca que le das limosna» [5].

El apóstol Pablo habla de sencillez también en otro contexto que nos interesa especialmente porque afecta a la Pascua. Escribiendo a los Corintios dice:

«Barred la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ácimos. Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua, no con levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ácimos de la sinceridad y la verdad»(1 Cor 5,7-8).

La fiesta que el Apóstol invita a celebrar no es una fiesta cualquiera, sino la fiesta por excelencia, la única fiesta que el cristianismo conoce y celebra en los tres primeros siglos de su historia, es decir, la Pascua. La vigilia de la Pascua, el 13 de Nisán, el ritual judío ordenaba que la dueña de casa explorara toda la casa a la luz de la vela, rebuscando en cada esquina, para hacer desaparecer cualquier pequeño vestigio de pan fermentado y celebrar así, al día siguiente, la Pascua solo con pan ázimo. El fermento, en efecto, era para los hebreos sinónimo de corrupción y el pan ázimo, símbolo de pureza, novedad e integridad. En este sentido Jesús llama a la hipocresía fermento, «el fermento de los fariseos» (Lc 12,1).

San Pablo ve en la práctica ritual judía una grandiosa metáfora de la vida cristiana. Cristo fue inmolado; él es la verdadera Pascua de la que la antigua era una espera; es necesario, pues, explorar la casa interior, el corazón, despojarse de todo lo que es viejo y corrupto, para ser «una masa nueva»; hacer, también dentro de nosotros, la gran limpieza primaveral. La palabra griega heilikrineia que se traduce como «sinceridad» contiene la idea de esplendor solar (helios) y de prueba o juicio (krino) y significa, por eso, una transparencia solar, algo que ha sido probado a la luz y encontrado puro.

La virtud de la sencillez tiene el modelo más sublime que se pueda pensar: Dios mismo. San Agustín escribió: «Dios es trino, pero no es triple» [6]. Él es la simplicidad misma. La Trinidad no destruye la simplicidad de Dios, porque la sencillez se refiere a la naturaleza y la naturaleza de Dios es una y simple. Santo Tomás recoge fielmente esta herencia, haciendo de la sencillez, el primero de los atributos de Dios [7].

La Biblia expresa esta misma verdad de manera concreta, por medio de imágenes: «Dios es luz y en él no hay tinieblas» (1 Jn 1,5). La ausencia de toda mezcla es también uno de los múltiples significados del título divino Qadosh, Santo. Pura plenitud, pura simplicidad. La gran mística santa Catalina de Génova designa este aspecto de la naturaleza divina, de la que estaba enamorada, con neto, un término que indica, a la vez, pureza e integridad, plenitud y homogeneidad absoluta. Dios es un «todo de una pieza». La simplicidad de Dios es «pura plenitud»; a él, dice la Escritura, «nada se le puede añadir ni quitar» (Sir 42,21). En cuanto es suma plenitud, nada se le puede añadir; en cuanto que es suma pureza, nada se le debe quitar. En nosotros las dos cosas nunca están unidas; la una contradice a la otra. Nuestra pureza se obtiene siempre quitando algo, purificándonos, «quitando el mal de nuestras acciones» (cf. Is 1,16).

Cualquier acción, aunque sea pequeña, si se realiza con intención pura y simple, nos hace ser «a imagen y semejanza de Dios». La intención pura y simple recoge las fuerzas dispersas del alma, prepara el espíritu y lo une a Dios. Es principio, fin y adorno de todas las virtudes. Tendiendo a Dios solo y juzgando las cosas en relación a él, la sencillez rechaza y vence la ficción, la hipocresía y cualquier duplicidad. Esta intención pura y recta es ese ojo simple del que habla Jesús en el Evangelio, que ilumina todo el cuerpo, es decir, toda la vida y los actos del hombre y los preserva inmunes del pecado.

La sencillez es una de las conquistas más arduas y más bellas del camino espiritual. La sencillez es propia de quien ha sido purificado por una verdadera penitencia, porque es fruto de un total desprendimiento de sí mismo y de un amor desinteresado hacia Cristo. Se alcanza poco a poco, sin desanimarse por las caídas, sino con firme determinación de buscar a Dios por él mismo y no por nosotros mismos.

Si puedo permitirme sugerir un propósito al final de esta meditación, hay que buscar en el salterio, o en la liturgia de las Horas, el salmo 139; recitarlo lenta y repetidamente, como si lo leyéramos por primera vez, más aún, como si lo estuviéramos componiendo nosotros mismos o fuéramos los primeros en pronunciarlo. Si la hipocresía y la doblez consisten en buscar la mirada de los hombres más que la de Dios, aquí encontramos el remedio más eficaz. Rezar este salmo es como someterse a una especie de radiografía, como exponerse a los rayos X. Uno se siente atravesado de un lado a otro por la mirada de Dios. Recuerdo siempre la impresión cuando lo recité por primera vez en el modo que he dicho. Comienza así:

«Señor, tú me sondeas y me conoces.
Me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda...
¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;
si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.
Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí»,
ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día,
la tiniebla es como luz para ti».

Lo maravilloso es que esta toma de conciencia de estar bajo la mirada de Dios no crea un sentimiento de vergüenza o de malestar, como quien se siente observado y descubierto en sus pensamientos más secretos; al contrario, da alegría porque se entiende que es la mirada de un padre que nos ama y nos quiere perfectos como él es perfecto. El salmista termina, de hecho, su oración con el grito exultante:

«Sondéame, oh Dios, y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno».

Sí, mira, Señor, si seguimos un camino de mentira y guíanos, en esta Cuaresma, por la vía de la sencillez y de la transparencia. Amén.

 

© Traducido del original italiano por Pablo Cervera Barranco

 

[1] Cf. B. Pascal, Pensamientos, 147 Br.

[2] La Rochefoucauld, Máximas, 218.

[3] Cf. Strack-Billerbeck, I, 718.

[4] S. Juan de la Cruz, Máximas, 20 y 21.

[5] Alessandro Manzoni, I promessi sposi, cap. XXIV [trad. esp. Los novios(Rialp, Madrid 2001].

[6] S. Agustín, De Trinitate, VI, 7.

[7] S. Tomás de Aquino, S.Th., 1,3,7

 

 

 

15/03/2019-17:44
Rosa Die Alcolea

Argentina: Los obispos apuestan por la educación y el trabajo ante las próximas elecciones

(ZENIT — 15 marzo 2019).- Los obispos argentinos han celebrado la 117° Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, con el lema Con esperanza, educación y trabajo, artesanos de una nueva Argentina, concluida el jueves, 14 de marzo de 2019.

En el Mensaje final, los prelados señalan que "el dramático pedido de trabajo", junto a la "educación", constituyen "los ejes más importantes de la cuestión social", y aseguran "estar convencidos" que debe superarse para siempre la lógica de la dádiva, de la especulación financiera, y del enriquecimiento a costa de los otros.

Por ello, en el marco de las próximas elecciones en el país latinomericano, los pastores católicos piden a los candidatos que presenten propuestas concretas a los ciudadanos en sus plataformas electorales; y a la vez, que las campañas sean "austeras, con gastos transparentes".

***

 

Mensaje de los obispos de Argentina

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios
Mateo 5, 6.9

Queridos hermanos:

Como parte de este pueblo que quiere ser protagonista de un nuevo tiempo, los obispos argentinos compartimos con ustedes algunas reflexiones en este año electoral.

"Votar es hacer y construir nuestra propia historia argentina y provincial. Es poner el hombro para que como pueblo no se nos considere solamente en las urnas, sino el gran protagonista y actor en la reconstrucción de la Patria." (Monseñor Enrique Angelelli, obispo mártir de La Rioja, 25 de febrero de 1973).

La nobleza de la vocación política pide a los dirigentes la responsabilidad de colaborar para que el pueblo, que es soberano, sea artesano de su historia. Necesitamos políticos que nos ayuden a mirar más allá de la coyuntura, y que nos propongan caminos auténticos de amistad social.

En una realidad que nos golpea y nos duele por su pobreza creciente, no queremos perder la esperanza de salir adelante, asumiendo el desafío de pasar de la cultura de la voracidad y el descarte, a la cultura del cuidado de toda vida y de nuestra Casa común, de la fraternidad y de la hospitalidad.

Como obispos presentes a lo largo y ancho de nuestro país, escuchamos el dramático pedido de trabajo. Junto a la educación, constituyen los ejes más importantes de la cuestión social. Estamos convencidos de que debe superarse para siempre la lógica de la dádiva, de la especulación financiera, y del enriquecimiento a costa de los otros.

Pedimos a los candidatos que presenten propuestas concretas a los ciudadanos en sus plataformas electorales; y a la vez, que las campañas sean austeras, con gastos transparentes.

En el camino cuaresmal hacia la Pascua, que Jesucristo, Señor de la historia, nos ayude a construir entre todos un país más justo y solidario, sin excluidos, donde nos descubramos verdaderamente hermanos, donde volvamos a creer que es posible una Argentina grande para todos.

Y que la Virgen de Luján, patrona de la Argentina, custodie nuestra esperanza.

 

 

 

15/03/2019-18:04
Redacción

España: Aumenta el número de seminaristas ordenados sacerdotes

(ZENIT — 15 marzo 2019).- Como cada año, en el marco de la celebración del Día del Seminario, la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades hace públicos los datos de seminaristas mayores y menores, en esta ocasión los correspondientes al curso 2018-2019.

Esta jornada se celebra el 19 de marzo, solemnidad de San José. En las comunidades autónomas en las que no es festivo, el domingo más cercano. Este año será el 17 de marzo. El lema, "El seminario, misión de todos".

 

Madrid a la cabeza

135 seminaristas fueron ordenados sacerdotes en 2018, 26 más que en 2017 (109), lo que supone un incremento del 24%. Madrid es la diócesis con mayor número de ordenaciones, 14. Le siguen Valencia (10); Toledo (8); Sevilla y Alcalá de Henares (7); y Cartagena y Zaragoza (6).

En los seminarios mayores hay actualmente 1.203 aspirantes al sacerdocio, 60 menos que en el curso anterior (1.263). En el curso 2018-2019 han ingresado 236 nuevos seminaristas. El número de abandonos ha disminuido de 152 (2017-2018) a 123 (2018-2019), lo que supone cerca del 20% menos.

Madrid está a la cabeza en número de seminaristas con 172 aspirantes al sacerdocio. Le siguen Toledo (67); Valencia y Sevilla (63); Cartagena (60); Córdoba (58); Alcalá de Henares (45); Barcelona (35); y Granada (31).

 

918 seminaristas menores

El número total de seminaristas menores en el curso 2018-2019 es de 918 (1.061 el curso pasado). 29 seminaristas menores han pasado este curso del seminario menor al mayor.

 

El seminario, misión de todos

El lema de este año es "El seminario, misión de todos", porque "todos somos responsables de la pastoral de la llamada" y porque "requiere la participación activa de todos los cristianos como miembros del Cuerpo de Cristo". Así se recuerda en la reflexión teológica pastoral que también hace pública la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades con motivo de esta Jornada.

En el texto se destaca la importancia del acompañamiento y de la formación sacerdotal que "es una tarea permanente. Se trata de una necesidad imprescindible e irrenunciable a nuestro ministerio". De hecho, la Conferencia Episcopal lleva dos años trabajando en el nuevo "Plan de Formación sacerdotal" para adecuar la formación en los seminarios a las directrices que ha marcado la Congregación para el clero en la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis. El Don de la vocación presbiteral (diciembre de 2016).

También es "misión de todos" rezar por los seminaristas y colaborar en su preparación para el sacerdocio. Dos objetivos que desde el año 1935 se nos recuerda en el Día del Seminario.

 

 

 

15/03/2019-07:44
Isabel Orellana Vilches

San Juan de Brébeuf, 16 de marzo

«Este jesuita, evangelizador de Canadá, sufrió uno de los más atroces martirios que se conocen a manos de un grupo de iroqueses. Dispuesto a morir por Cristo había redactado su voto de martirio que recitaba diariamente ante la Eucaristía»

«No moriré sino por ti Jesús, que te dignaste morir por mí [...]. Prometo ante tu eterno Padre y el Espíritu Santo, ante tu santísima Madre y su castísimo esposo, ante los ángeles, los apóstoles y los mártires y mi bienaventurado padre Ignacio y el bienaventurado Francisco Javier, y te prometo a ti, mi Salvador Jesús, que nunca me sustraeré, en lo que de mi dependa, a la gracia del martirio, si alguna vez, por tu misericordia infinita me la ofreces a mí, indignísimo siervo tuyo...».Ardientemente suplicó y recibió Juan esta gracia del martirio a la que fue fidelísimo, sufriendo uno de los más espantosos que se conocen.

Pertenecía a una acomodada familia de terratenientes. Nació en Condé-sur-Vire, Normandía oriental, el 25 de marzo de 1593. Allí imperaba el calvinismo, pero los suyos profesaban la fe católica. Cursó estudios de filosofía y teología en la universidad de Caen.

A los 21 años entró en una vía de discernimiento vocacional. Se dispuso a ingresar en la Compañía de Jesús, pero asuntos familiares le obligaron a posponer su incorporación hasta 1617. Tenía 24 años. Realizó el noviciado en Rouen donde se le consideró como una vocación tardía. Su dificultad para asimilar las materias se contrarrestó con una formación personalizada.

Profesó en 1619 y fue destinado a la docencia. Contrajo la tuberculosis y tuvo que abandonar las aulas. Su estado era tan grave que, ante el riesgo de muerte, el provincial propició su ordenación en 1622. La mejoría fue tal que ese mismo año reanudó con brío las misiones que le encomendaron: ayudante de ecónomo del colegio y después ecónomo titular. Bajo su responsabilidad tenía 600 alumnos.

Más tarde, por indicación del provincial de Francia, asumió las misiones de la Nueva Francia. La noticia, tan querida como inesperada, le llenó de alegría. Sabiendo que los franciscanos requerían la presencia de jesuitas para atender las fundaciones de Canadá, aún pensando que su ofrecimiento no sería acogido, se prestó para viajar a ese país.

En 1625 partió a la misión de Quebec acompañado de dos religiosos. Unos meses más tarde, después de haberse familiarizado con la lengua de los algonquines, se apresuró a evangelizar a los hurones. Informado de la alta peligrosidad de la zona, no temió por su vida y se estableció en el lugar. Desde allí extendió su radio de acción a otros lugares habitados también por los hurones. Fue una etapa de profunda actividad y esfuerzo que le permitió asimilar sus condiciones de vida y costumbres, acogidas por él como si fuera uno de ellos.

Realizó viajes extenuantes por bosques y lagos, soportó inclemencias, plagas, falta de higiene de los indios, y muchos problemas de distinta índole. Otros religiosos no fueron capaces de integrarse y regresaron.

Al final se encontró solo, pero se mantuvo firme en su misión. Sus ansias martiriales, vinculadas a su celo apostólico, seguían intactas: «Dios mío, ¡cuánto me duele el que no seas conocido, el que esta región extranjera no se haya aún convertido enteramente a ti, el hecho de que el pecado no haya sido aún exterminado de ella! Sí, Dios mío, si han de caer sobre mí todos los tormentos que han de sufrir, con toda su ferocidad y crueldad, los cautivos en esta región, de buena gana me ofrezco a soportarlos yo solo».

En 1629 tuvo que retornar a Francia, momento en el que emitió sus votos perpetuos. Develan irrevocable fidelidad: «Sea yo destrozado antes de violar voluntariamente una disposición de las Constituciones. Nunca descansaré, jamás he de decir: basta».

En 1633 regresó junto a los hurones de Ihonatiria. Fundó la Misión de San José y emprendió otra intensa labor apostólica. Tres años más tarde, los frutos eran visibles. Pudo enviar a 12 jóvenes hurones a Quebec para ser educados en la Misión de Nuestra Señora de los Ángeles. Pero se desencadenaron varias epidemias, que una parte de los hurones achacaron a la presencia de los misioneros, por lo que fueron amenazados y Juan pensó que podría morir.

Cuando se desató una de ellas en San José, el único que se mantuvo indemne fue él, que había desafiado a los hechiceros. En 1637 fundó en Ossosané, la capital hurona. Nueva plaga, en este caso de viruela, contribuyó a incrementar la hostilidad. El convencimiento de la gente era que los «sotanas negros» ocasionaban tales desgracias. Juan escribió su voto de martirio que recitaba todos los días en la misa. Parte de la población le quería.

Por eso, en febrero de 1638 fue nombrado jefe hurón. Siguió un periodo de altibajos en lo que concierne a las bendiciones apostólicas hasta que en una de sus misiones sufrió una caída y regresó a Quebec.

En 1641 fue nombrado superior de Sillery. Hasta allí llegaron evidencias de los atroces martirios contra los hermanos que había enviado a evangelizar. Las huellas de las torturas de los que regresaban con vida eran estremecedoras. Juan, vertiendo sus lágrimas por ellos, siguió incansable, impulsando las misiones.

Diez intensos años de entrega entre los indígenas en los que había administrado el bautismo a 50 personas le permitían trasladar con propiedad a sus superiores esta impresión: «Este campo de misión tendrá su fruto más tarde, pero solo mediante una paciencia casi sobrehumana». Volvió con los hurones en 1644. Y cuando llevaba veinte años en la región, encontró la palma del martirio. Sucedió en 1649. Después de fundar en el territorio de los iroqueses, muchos de los cuales le perseguían a él y a la comunidad, un grupo de ellos le apresó en la Misión de San Luis.

Los suplicios fueron terribles. Él oraba: «Jesús, ten misericordia»; mientras, los hurones respondían: «Echon (era el nombre que le daban), ruega por nosotros». Su valentía ante tanta crueldad hizo creer a los feroces verdugos que estaban frente a alguien que excediendo con creces lo humano se hallaba cerca de lo sobrenatural.

La tarde del 16 de marzo de 1649 expiró. Pío XI lo canonizó el 29 de junio de 1930 junto a varios misioneros jesuitas. Fueron declarados patronos de la evangelización de América del Norte.