Servicio diario - 17 de marzo de 2019


 

Ángelus: "Jesús nos muestra la gloria que nos espera"
Raquel Anillo

Ángelus: "Oremos en silencio por nuestros hermanos musulmanes que fueron asesinados"
Anita Bourdin

Ángelus: El Papa Francisco desea a todos "un ¡buen domingo!"
Anita Bourdin

San Salvador de Horta, 18 de marzo
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

17/03/2019-12:32
Raquel Anillo

Ángelus: "Jesús nos muestra la gloria que nos espera"

(ZENIT 17 marzo 2019).- El Papa Francisco presidió la oración del Ángelus este domingo 17 de marzo de 2019, desde la ventana del despacho del Palacio Apostólico Vaticano, que da a la Plaza de San Pedro.

En este segundo domingo de cuaresma el Papa nos invita a permanecer algún momento en recogimiento cada día fijando la mirada interior en el rostro de Jesús y dejando que su luz penetre e irradie en nuestra vida.

El evangelista Lucas insiste en el hecho de que Jesús se transfiguraba mientras oraba.

 

Palabras del Papa antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este segundo domingo de Cuaresma, la liturgia nos permite contemplar el evento de la Transfiguración, en el que Jesús otorga a los discípulos Pedro, Santiago y Juan un anticipo de la gloria de la Resurrección: una parte del cielo en la tierra. El evangelista Lucas (ver 9,28-36) nos muestra a Jesús transfigurado en la montaña, que es el lugar de la luz, un símbolo fascinante de la experiencia única reservada para los tres discípulos.

Suben con el Maestro a la montaña, lo ven sumergiéndose en la oración, y en cierto momento "su rostro cambió de apariencia" (v. 29). Acostumbrados a verlo a diario en la simple apariencia de su humanidad, frente a ese nuevo esplendor, que también envuelve a toda su persona, quedan sorprendidos. Y junto a Jesús aparecen Moisés y Elías, quienes hablan con él sobre su próximo "éxodo", es decir, de la Pascua de muerte y resurrección, una anticipación de la Pascua. Entonces Pedro exclama: "Maestro, es bueno para nosotros estar aquí" (v. 33). ¡Quisiera que ese momento de gracia no terminara nunca!.

La Transfiguración tiene lugar en un momento muy preciso en la misión de Cristo, es decir, después de que Él les confió a los discípulos que debía "sufrir mucho, [...] ser asesinado y resucitar al tercer día" (v. 21). Jesús sabe que no aceptan esta realidad, la realidad de la cruz, la realidad de la muerte y por eso quiere prepararlos para soportar el escándalo de la pasión y muerte de cruz, para que sepan que este es el camino a través del cual el Padre celestial hará alcanzar la gloria a su Hijo elegido resucitándolo de los muertos. Y este también será el camino de los discípulos: nadie viene a la vida eterna, sino siguiendo a Jesús, llevando su propia cruz en la vida terrenal.

Cada uno de nosotros tiene su propia cruz, el Señor nos hace ver el final de este recorrido que es la resurreción, la belleza, por lo tanto hay que llevar la propia cruz.

Por lo tanto, la Transfiguración de Cristo nos muestra la perspectiva cristiana del sufrimiento: no es un sadomasoquismo el sufrimiento, es un pasaje necesario pero transitorio. El punto de llegada al que estamos llamados es luminoso, como el rostro de Cristo transfigurado: en él está la salvación, la felicidad, la luz, el amor de Dios sin límites. Al mostrar así su gloria, Jesús nos asegura que la cruz, las pruebas, las dificultades en las que luchamos tienen su solución y su superación en la Pascua.

Por lo tanto, en esta Cuaresma, nosotros también subamos la montaña con Jesús, ¿de qué modo?, con la oración. Subamos a la montaña con la oración, la oración silenciosa, la oración del corazón, la oración siempre buscando al Señor.

Permanezcamos algún momento en recogimiento, cada día un momento, fijemos la mirada interior en el rostro de Jesús y dejemos que su luz penetre e irradie en nuestra vida. De hecho, el evangelista Lucas insiste en el hecho de que Jesús se transfiguraba "mientras oraba" (v. 29). Sumergido en una conversación íntima con el Padre, en la que también resonaban la Ley y los Profetas, Moisés y Elías, y mientras se adhería con todo su ser a la voluntad del Padre, incluida la cruz, la gloria de Dios lo invadió transfigurando también el exterior. Esto es así: la oración en Cristo y en el Espíritu Santo transforma a la persona desde dentro y puede iluminar también a los demás y al mundo que nos rodea. Cuantas veces hemos encontrado a personas que iluminan, que sale la luz de los ojos, que tienen esa mirada luminosa y oran y la oración hace esto, nos hace resplandecer con la luz del Espíritu Santo.

Continuemos nuestro viaje de Cuaresma con alegría. Demos espacio a la oración y a la Palabra de Dios, que la liturgia nos ofrece abundantemente en estos días.

Que la Virgen María nos enseñe a permanecer con Jesús incluso cuando no lo entendamos y no lo comprendamos, porque solo permaneciendo con Él veremos su gloria.

 

 

 

17/03/2019-14:29
Anita Bourdin

Ángelus: "Oremos en silencio por nuestros hermanos musulmanes que fueron asesinados"

(ZENIT 17 marzo 2019).- "Oremos juntos en silencio por nuestros hermanos musulmanes que fueron asesinados": el Papa Francisco oró con la multitud presente en el Ángelus el domingo 17 de marzo de 2019, en la Plaza de San Pedro, por las víctimas de la masacre perpetrada en estas dos mezquitas. de Christchurch, Nueva Zelanda, el viernes 15 de marzo, por un extremista australiano que se autodenomina "racista" y "fascista", Brenton Tarrant, de 28 años.

Un registro aún provisional muestra 50 muertes, de 3 a 77 años, de Pakistán, Turquía, Arabia Saudita, Bangladesh, Indonesia y Malasia. Dos jordanos también están entre unos cuarenta heridos.

"Queridos hermanos y hermanas, dijo que el Papa en italiano después del Ángelus, en estos días, ante el dolor de las guerras y conflictos que continúan afligiendo a la humanidad, se agregó estas víctimas del horrible atentado a dos mezquitas en Christchurch, Nueva Zelanda".

Aseguró su oración e hizo este llamado: "Rezo por los muertos y heridos y sus familias. Estoy cerca de nuestros hermanos musulmanes y de toda esta comunidad. Renuevo mi invitación a unirnos por medio de la oración y de los gestos de paz para oponernos al odio y la violencia".

El Papa Francisco agregó el gesto a la palabra orando inmediatamente en silencio con la multitud de unas decenas de miles de personas presentes en la Plaza de San Pedro.

 

© Traducción de Zenit, Raquel Anillo

 

 

 

17/03/2019-14:40
Anita Bourdin

Ángelus: El Papa Francisco desea a todos "un ¡buen domingo!"

(ZENIT 17 marzo 2019).- El Papa Francisco "desea a todos" un "buen domingo" y renueva su petición de oración: "Por favor, no olviden orar por mí. Buen almuerzo y adiós!"

Después del Ángelus del domingo, 17 de marzo de 2019, en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco saludó en italiano a los "fieles de Roma y del mundo entero".

En particular, los visitantes de Polonia, España, Brasil, Angola y varias regiones de Italia que respondieron con ovaciones y gestos de entusiasmo: "Saludo a los peregrinos de Polonia, los de Valencia en España y las de Cajazeiras en Brasil y Benguela en Angola. ¡Cuántos angoleños! Saludo a los grupos parroquiales de Verona, Quarto di Napoli y Castel del Piano de Perugia; los estudiantes de Corleone, los monaguillos de Brembo en Dalmine y la asociación "Uno a Cento" de Padua. Les deseo a todos un buen domingo. Por favor, no se olviden orar por mí. Buen almuerzo y adiós! "

 

© Traducción de Zenit, Raquel Anillo

 

 

 

17/03/2019-08:54
Isabel Orellana Vilches

San Salvador de Horta, 18 de marzo

«Pobreza, humildad y obediencia altamente bendecidas por Dios fueron los signos de este milagroso franciscano que fue incomprendido por sus superiores y trasladado de un lugar a otro en un afán de evitar los prodigios»

Es absolutamente inútil que la mano del hombre pretenda modificar el giro de los acontecimientos que Dios ha previsto para sus dilectos hijos. A este santo le «persiguieron» las repercusiones de los constantes milagros que obró. Sus superiores intentaron evitarlos de distintas formas, pero no lograron paralizar el incesante flujo de prodigios que se producían por su mediación sencillamente porque Dios no lo permitió. Quiso que brillara en el mundo la multitud de virtudes que le adornaron.

Nació en Santa Coloma de Farnés, Gerona, España, a finales de 1520. Sus padres, que habían gozado de una holgada posición económica, quedaron en la ruina, y hallándose también enfermos se acogieron a la caridad del hospicio de la localidad. En ese lugar vino al mundo Salvador y allí fue educado en la fe. Cuando sus progenitores murieron era un adolescente y se ganó la vida como aprendiz de una zapatería de Barcelona. Así pudo sacar adelante a Blasa, su hermana pequeña.

Pero Dios le llamaba y, una vez que ésta se casó, se apresuró a tocar las puertas del convento benedictino de Montserrat. Sin embargo, en él no se colmaron sus aspiraciones. Íntimamente se sentía incitado a vivir la pobreza y la humildad radicales en consonancia con el carisma franciscano. Y para dar cauce a su anhelo, ingresó en el convento barcelonés de Santa María.

Una de sus misiones fue ayudar al hermano cocinero. Pero realizó otras muchas tareas, siempre humildes, esas que vienen formando parte de la vida cotidiana de la mayoría de las personas: encender el fuego, fregar, limpiar, etc. Simplemente que en todas ellas Salvador fue verdaderamente ejemplar; las realizaba en un estado de oración y las sobrenaturalizaba.

El silencio, roto únicamente para invocar a Jesús y a María durante su trabajo, era la tónica de su acontecer. Su espíritu de oración, docilidad y el agrado con el que realizaba cualquier labor, ponía de manifiesto su piedad, que no tardó en ser bendecida con signos extraordinarios.

Se cuenta que en el transcurso de unos festejos, en el convento invitaron a grandes personalidades presididas por el canciller del reino. Éste se anticipó a las necesidades que supuso tendría una comunidad como aquella, marcada por el espíritu de pobreza, y proporcionó a los religiosos exquisitas viandas. Ante la imprevista enfermedad del cocinero, Salvador debía avisar del hecho al hermano guardián. Pero un éxtasis de larga duración se lo impidió. Cuando llegó el momento de ofrecer el almuerzo, el guardián constató que no había nada elaborado.

Y al conocer el «lapsus» de Salvador, que no le advirtió de la situación, le reconvino públicamente con grandes reproches diciendo que merecía que lo expulsaran del convento. Luego, al penetrar en la cocina, se encontró con todo lo preciso para preparar un delicioso banquete. El santo, llevado por el afán de crecer en humildad y en obediencia, acogió la corrección con mansedumbre, sin defenderse ni explicar la naturaleza de su despiste: nada menos que un rapto de amor divino.

Ya profeso llegó a Tortosa donde fue portero y limosnero. Su día a día estaba hilvanado de austeridades y penitencias. Era tan caritativo que la gente veía en él a un mediador ante Dios y se encomendaban a sus oraciones. Las milagrosas curaciones de enfermos atrajeron a tantas personas que, con objeto de preservar la paz del convento, lo trasladaron a Bellpuig, y luego a Horta en 1559, lugar que hizo célebre. Auténticas multitudes llegaban a buscarle. Él les pedía que se confesasen y comulgasen invocando a María.

En una ocasión, después de bendecirlos, todos los enfermos, menos un paralítico, quedaron curados. Como éste se asombró de no haber sido agraciado por el milagro, Salvador le hizo ver que no se había confesado lo cual develaba una falta de confianza. El enfermo se mostró muy arrepentido y dispuesto a reconocer sus culpas. Salvador le indicó que se levantara, y aquél constató que estaba curado.

Los superiores y hermanos de comunidad del santo juzgaron que en estos hechos había elementos diabólicos. En consecuencia, fue apartado de la gente, siendo, además, exorcizado. Se consideraba que era un mal religioso, que atraía a las personas, y con ellas venía el desorden y el trastorno. No concebían que un hermano lego, que debía caracterizarse por su humildad, hiciera «cosas tan extrañas y tan poco conformes». No comprendían cómo toleraba que la gente le llamase «el Santo de Horta». Así se le hizo saber en capítulo. Le dieron el nombre de Ambrosio, y después de recibir la disciplina que le impusieron, lo trasladaron a Reus. Era cierto que la gente a veces le arrancaba el hábito a jirones. Incluso, en una ocasión, estuvo a punto de quedarse casi desnudo. Sea como fuere, él no replicó a las acusaciones.

Las personas que solicitaban su mediación, recibían respuesta de Dios que, a su pesar, seguía obrando milagros por su intercesión. En Reus se sucedieron los mismos hechos milagrosos que le precedían. La afluencia de peregrinos de toda España fue incesante, y se vio obligado a comparecer ante el tribunal de la Inquisición en Barcelona. Resultado: que los jueces terminaron encomendándose a sus oraciones. Lo enviaron a Cagliari, y allí murió el 18 de marzo de 1567, año y medio después de haber llegado. Los milagros siguieron produciéndose ante su sepulcro. Su cuerpo fue hallado incorrupto. Clemente XI confirmó su culto el 29 de enero de 1711. Pío XI lo canonizó el 17 de abril de 1938.