Tribunas

Un cristianismo “Walmart”

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

Aunque más adelante le dedique algún que otro espacio, tengo que confesar que la lectura del libro “Dios no mola”, del teólogo Ulrich L. Lhener, discípulo del cardenal Müller por cierto, me ha fascinado. Un volumen, editado por Homo Legens, y prologado por Scott Hahn.

Es precisamente Scott Hahn, en su introducción, quien afirma que ciertas predicaciones de un Evangelio amable corresponden al colapso de la cristiandad.

El teólogo protestante Richard Niebuhr hace ochenta años ya nos advirtió incluso que nos encontraríamos en un futuro con una religión en la que “un Dios sin justicia lleve a unos hombres sin pecado a un Reino sin juicio a través del ministerio de un Cristo sin cruz”.

Desde el inicio, los cristianos consideraron los sufrimientos y la muerte de Jesús como la razón de su existencia. Quienes se empeñan en una religión del “buen rollo”, “Walmart”, se han desgañitado para hacernos creer que el sentido teológico de la muerte de Jesús fue una invención de la comunidad.

Hechos y significado teológico-salvífico son inseparables en la conciencia de Jesús. El anuncio cristiano exige fidelidad a la narración de los hechos y la sentido del Misterio del sufrimiento redentor de Jesús.

No hace mucho leí, en el interesante estudio de José Miguel García Pérez sobre la pasión de Cristo, un texto del teólogo H. Schürmann que le lleva la contraria a R. Bultmann al afirmar que Jesús fue consciente no solo de su muerte martirial, sino que también le otorgó un valor salvífico con la ayuda de los textos sagrados, especialmente de los cantos del Siervo sufriente.

El valor redentor de la muerte de Jesús está atestiguado en LC 22, 15-18, entre otros textos, mediante una imagen típicamente judía: hacer accesible el reino celeste de Dios a todos aquellos que, a causa del pecado de Adán, no podían entrar en esa morada eterna.

En medio de un tiempo de cambio, en el que asistimos perplejos a un cambio cultural, volver a lo esencial de la propuesta cristiana significa recuperar esa dimensión salvífica de la muerte de Jesús.

Como escribió hace unos días Benedicto XVI, a propósito de la pederastia, “la fuerza contraria al mal que nos amenaza a nosotros y a todo el mundo, solo puede ser, al final, que entremos en este amor. Él es la verdadera fuerza contra el mal. El poder del mal emerge de nuestro rechazo de amar a Dios. El redimido es aquel que se confía al amor de Dios”.

Feliz y santa Semana Santa.

 

José Francisco Serrano Oceja