Editorial

 

Elecciones Generales: el vacío católico

 

 

29 abril, 2019 | por ForumLibertas.com


 

 

Enric Juliana, uno de los periodistas con mayor finura de diagnóstico, comentaba en un breve, justo el mismo día de las elecciones, que en España hay 8 millones de católicos practicantes, pero que a pesar de su número parecen eclipsados del debate público. Es la misma conclusión que venimos subrayado en ForumLibertas.

Ese vacío tiene consecuencias graves para la propia sociedad española, porque significa que una gran comunidad que se presupone que en cosas importantes tendría mucho que decir, al hilo de la doctrina social de la Iglesia, es la gran muda. Pues bien, esa falta de concurrencia es también un déficit de servicio a la sociedad, porque la democracia va bien en la medida que es inclusiva, sobre todo cuando la exclusión es tan grande.

La paradoja es que no nos excluye nadie; solo nosotros. Y que no se venga con el discurso del individualismo católico; aquel que dice que cada católico ha de actuar por su cuenta en política, y la Iglesia acompañarlos a todos. Eso es huir de la realidad. Primero porque la institución eclesial, acompañar, lo que se dice acompañar, en el caso de España y con contadas excepciones, es algo que no practica. Y segundo, porque el bien común desde la perspectiva católica no puede ser alcanzado por un ejercicio de individualidades dispersas, sujetas a las presiones de un entorno que ven el discurso cristiano como una molestia en el mejor de los casos. El resultado es el silencio, la mudez. Al final, llevamos décadas de experiencia, o se callan, o se van a casa.

¡Basta ya de esa coartada estéril!

Individualmente solo se ha cosechado el fracaso y el retroceso en la vida pública, y se ha facilitado la elaboración de leyes perfectamente contrarias a la concepción cristiana.

Juliana se pregunta si ha desaparecido de la política la religión, y responde negativamente “No. La izquierda plantea constantemente temas referidos a valores morales (la legalización de la eutanasia, por ejemplo) que interpelan fuertemente a las personas con creencias religiosas.” “Ningún partido habla en nombre de los católicos.” (el subrayado es nuestro).

Todo esto resulta evidente para cualquier observador objetivo, que no acostumbra a tener intereses de partido, porque a todos, por una u otra razón, ya les va bien el Gran Mudo, que eso es lo que representan los católicos en España.

Pregunta. Si continuamente se plantean en la política temas que nos interpelan y carecemos de la más mínima representación política, ¿qué debemos hacer?

La cuestión es entonces ¿para que sirve el magisterio social de la Iglesia, que significa lo que San Pedro nos dice en su primera carta erais “no pueblo”, ahora sois “pueblo de Dios”? Pero ¿por dónde anda este pueblo?  ¿Dónde queda aquello de que la política es una manifestación de la caridad cristiana?

Para que no haya dudas. Ni siquiera estamos hablando de la intervención directa en la democracia participativa, es decir, un partido político que parta del pensamiento social cristiano, no porque pensemos que no deba existir, sino porque sin renunciar a ello consideramos que antes de “partir” hay que reagrupar. Y esta tarea se puede y debe realizar desde la democracia participativa, porque la política no se agota en los partidos.

Precisamente ahora que España vive una intensa crisis de los partidos y de la democracia representativa en la valoración de los ciudadanos, es cuando más necesaria es una regeneración política que permita desterrar el mal de la partitocracia. Precisamente ahora es cuando se requiere de organizaciones fuertes que impulsen la democracia de participación (que algunos confunden con ir reclamando consultas y referéndums)

Es en ese ámbito donde es urgente construir un encuentro, una gran plataforma capaz de hacer llegar la concepción cristiana a la sociedad, a las instituciones y a los partidos, mediante los cauces, medios y estrategias de participación. Ese debe ser el objetivo ahora. Dotarnos de fuerza sin acudir al partido. Después la práctica dirá si eso basta o es necesario cubrir también el otro carril, el de la democracia participativa.