Tribunas

Lo que no se esperaban los obispos

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

La platea eclesiástica estaba eufórica el pasado miércoles después del desayuno informativo del obispo auxiliar de Valladolid y secretario general de la Conferencia Episcopal, monseñor Luis Argüello. Los teléfonos no pararon de sonar para comentar las cualidades de este obispo revelación.

La verdad es que el inicio de su parlamento, original en el planteamiento y en la forma, no pudo ser más adecuada. “He venido aquí a hablar de Jesús”. Sin afectaciones, con estilo sencillo, fue desgranando una serie de argumentos del sentido de la presencia de la Iglesia en la sociedad española que captaron la atención de todos los presentes.

Lo curioso es que no se puede decir que no sea un obispo “francisquista”. Pero lo que le define es que trasciende el sucedáneo “francisquismo” al que estamos acostumbrados, que parece ya más una pose que una comunión afectiva y efectiva.

Pero la clave fueron las respuestas a las preguntas de la concurrencia. Ágil, con argumentos aseados, con una lógica aplastante, incluso un poco venido arriba, monseñor Luis Argüello demostró que no hay que tener complejos, que, cuando se sabe argumentar sin tópicos al uso, y sin salidas fáciles, cuando se afrontan en directo las cuestiones y no se construye la respuesta sobre evasivas, incluso cuando no se tienen complejos a la hora de llamar a las cosa por su nombre –la inteligencia del poeta-, no hay por qué tener miedo.

Un ejemplo, cuando se le cuestionó sobre el sacerdocio femenino, introdujo una reflexión sobre la incomprensión que tiene determinado pensamiento por aceptar la realidad de la Iglesia desde determinadas categorías, por ejemplo, la diferencia sexual. Y añadió eso de que hay que saber primero ya quién es mujer y quién hombre, es decir, tenemos que hablar de biología y de sexo. Por lo tanto, hay que hablar más de sexo, apuntó.

O cuando le preguntaron por la entrevista de Évole al Papa y lo primero que dijo es que ”a nosotros nos hubiera gustado que se la hubiera concedido a la COPE”. Así, con toda normalidad y sin problemas de cálculos estratégicos.

Dos cuestiones, sobre el contexto. La primera, la ausencia más que sorprendente de cardenales, arzobispos y obispos, titulares o auxiliares. Por ejemplo, los más cercanos geográficamente. Máxime celebrándose Comité Ejecutivo esa mañana, motivo por el cual alguno de sus miembros se habría podido acercar a acompañar a su secretario general. Monseñor Juan del Río fue el único que estuvo presente. Un caballero. Bueno, a no ser que entendamos por jerarquía de la Iglesia al P. Ángel, que todo puede ser, con su inconfundible corbata roja.

Y, segunda nota a pie de página, la ausencia absoluta del mundo político actual. Es decir, de quienes tienen en sus manos la interlocución pública con la Iglesia. Ni un solo político, ni nacional, ni regional, ni municipal, ni de distrito, de ningún partido, del más mínimo renombre. Bueno, tampoco hubo muchos del ámbito de la economía, ni de la cultura.

Quizá por desconocimiento de quién es monseñor Argüello. Ya le irán conociendo, al tiempo. También en la Iglesia.

 

José Francisco Serrano Oceja