Tribunas

Santa Mónica: morir con dignidad

 

Jesús Ortiz


 

 

 

Vivió santamente y murió del mismo modo. Su hijo Agustín hace la crónica de sus últimos días. Mencionaré sólo algunas de sus confidencias acerca del coloquio con su buena madre. Revelan qué es eso de «morir con dignidad» a los 56 años, una edad de madurez y de vida lograda, pues pudo disfrutar con la conversión de su hijo y antes de su marido, después de muchas oraciones y sacrificios.

Corría el año 387 y se encontraba en Ostia con sus hijos. En la conversación le dijo: «En lo que a mí respecta, hijo mío, ya no deseo nada de esta vida. No tengo nada que hacer aquí ni sé para qué sigo viviendo; no espero ya nada de este mundo. Había una cosa por la que deseaba vivir un poco más, y era verte cristiano católico antes de morir. Dios ya me ha concedido eso, más de lo que yo pensaba, pues te veo alejado de las pobres satisfacciones mundanas, y sirviendo a Dios. ¿Qué hago ya aquí?».

Manifestaba también su disposición: «A vuestra madre la enterraréis aquí (…). Enterrad este cuerpo en cualquier parte, no quiero que os preocupéis por eso. Solamente os pido que os acordéis de mí ante el altar de Dios, en cualquier sitio en que estéis».

Después calló, se agravó su enfermedad y aumentaron sus dolores, y le preguntaron si no temía morir y que la enterraran lejos de su casa. Y ella respondió con un punto de ironía: «Nada está lejos para Dios, no hay que temer tampoco que Él no sepa, al fin del mundo, el sitio donde yo esté enterrada para resucitarme». Después de nueve días de enfermedad, esta alma piadosa y santa -reconoce Agustín- fue liberada de su cuerpo; tenía entonces cincuenta y seis años, y yo tenía treinta y tres.

Entre nosotros corre ahora el debate artificial sobre la eutanasia, como un derecho a una muerte digna. No es fácil saber a qué llaman derecho y dignidad pues más bien parece lo contrario. Morir con dignidad es morir como Santa Mónica rodeada del cariño de sus hijos, conversando con fe en la vida eterna, y arropada por las oraciones de los suyos. Después el Cielo. Ojalá muchos recuperen la fe y el sentido común para vivir y morir en la paz de Dios.

 

Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico