Colaboraciones

 

La mejor historia

 

 

14 febrero, 2020 | por Jordi-Maria d’Arquer


 

 

 

Vivimos en la era del ego. Muy prometedora porque es gratificante, pero, al estar fundamentada sobre la soberbia (que es el primer pecado capital y madre de todos los pecados), tiene poca probabilidad de durar demasiado. Más bien nos estallará en las manos y el corazón, en la guerra del todos contra todos de la cual vengo advirtiendo en algunos de mis artículos. Como la previsión es que, al tender cada uno a su propia gratificación, acabaremos en que no se entenderá nadie, por la emergencia ignota de la evidencia, acabará imponiéndose la Verdad, que es la gran ignorada en las grandes historias que se apartan del concepto personal del Dios-Amor.

Volveremos, entonces, a empezar, después del Gran Estallido que supondrá el final del Fin de los Tiempos profetizado que ya estamos viviendo; y lo haremos previsiblemente desde cero y sin nada. Ese nuevo principio vendrá, de improviso, en y con aquello que parece que ya nadie valora: la Verdad. Será ella –la Verdad- la que posibilitará el cambio. Y llegará por la fuerza de la evidencia, quieran o no quieran sus detractores y los narcotizados por el ego. Después del caos, emergerá, pues, la sociedad cristiana por excelencia, la profetizada por Jesucristo en los Evangelios y en el Apocalipsis: el Reino de Cristo en la Tierra.

Mientras vamos de camino al Gran Caos profetizado, estamos avanzando a pie juntillas en la sociedad tecnológica que amenaza con el transhumanismo. En esta sociedad egotista ya no es la Verdad lo que cuenta, sino el tener poder. Para poder ganar por la fuerza. Y el mayor poder, una vez haber esfumado los poderes mediáticos ocultos la Verdad del firmamento de lo creíble, es, no lo olvidemos, aquel del ego por el ego, con todo lo malo que comporta el ego… y lo poco bueno. Estamos -ya nadie puede dudarlo- en el “quiero lo que quiero como y cuando lo quiero, que es ahora. Y si no, no me interesas”.

En esta sociedad cuenta, pues, el vender gratificación emocional. Y todo lo que engloba el mundo mediático lo proporciona de la mejor manera: con una gran historia. Porque han descubierto que, para derribar a la sociedad cristiana y con ella a la Iglesia, han de saber ofrecer una mejor historia alternativa (aunque solo lo parezca). Y la del ego gratificado, de momento, les funciona. Como todo poder comporta responsabilidad y justicia, la magnitud de lo que hagan será, finalmente la que los juzgará.

Ciertamente, los poderes mediáticos ocultistas poseen el gran poder de dominar el mercado de lo creíble con la historia más cómoda. Pero, como hemos dicho, no se sostendrá ante la evidencia que supondrá la emergencia de la Verdad, que, por eso mismo, por ser la evidencia de la propia realidad, acaba siempre imponiéndose. Digamos que vivirán todos en esa sociedad gratificados mientras el castillo de arena les sostenga. Cuando venga la riada -el tsunami, diríamos ahora-, se disolverá como la nada. Y ¿qué vendrá entonces? La Gran Historia. Esa que ya está contando Iglesia desde hace veintiún siglos, retomando toda la Historia de la Salvación del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que a su vez está bien explicitada en la Biblia desde antes del primer mordisco en la manzana de Eva. Ese fue el principio, y ese será el final. No sabemos con precisión –hasta que llegue el momento- qué significan todos esos símbolos proféticos de nuestro libro sagrado. Lo que sí sabemos es que, desde el principio, el hombre cayó. En lo mismo que caemos hoy.

Y esa es la mejor historia: la fundamentada en la Verdad, que, en última instancia, es Dios mismo: el Veraz. Que sí, que tenemos la mejor historia, porque es la que mueve el mundo desde que es mundo: el Dios-Amor. A ella volveremos pronto, porque, por haber sido creados por Él y para Él, a Él tendemos: el Cielo nos espera. ¿Por qué? Porque Dios nos ama. Y nos ha puesto en el mundo para darnos el Cielo. Pero el Cielo hay que ganarlo. Y en eso estamos: ¡vamos a ganarlo!