Cáritas | Acción social • 20/02/2020

 

La dignidad solamente la pierdes tú, nadie te la puede quitar

 

Conoce de la mano de sus protagonistas cómo trabajamos junto a las personas presas en algunos de los proyectos de Cáritas

 

 

 


 

 

 

 

 

El entorno penitenciario es una realidad oculta en una sociedad que no quiere ver la relación de la privación de libertad con las causas estructurales que en buena parte de las personas reclusas la generan: pobreza, paro, incultura, precariedad… Por el contrario,  la privación de libertad se relaciona casi en exclusividad con el delito, la seguridad y el cumplimiento de la pena. Esto dificulta impulsar una percepción del preso como persona recuperable, con capacidad para aportar a la sociedad, para participar como ciudadano con plenos derechos, con posibilidad de empleo y como sujeto de confianza, de forma que podamos evitar el círculo de exclusión que supone la entrada, salida y vuelta a la cárcel con los efectos que tiene el aislamiento.

“La dignidad solamente la pierdes tú, nadie te la puede quitar”, es una de las frases que pueden justificar, en boca de una persona presa, el proyecto de Cáritas Diocesanas de Albacete dentro del Centro Penitenciario de La Torrecica, con un taller de “Creación textil”.

En este taller trabajamos la metáfora del reciclado. Aparentemente lo que se desecha no es útil. Hablamos de ropa que se desecha sin valorar y hablamos de la falta de empatía social hacia las personas privadas de libertad y de la necesidad de las mismas de integrarse. La ropa usada que puede ir a un vertedero y la gente presa, pueden tener ese paralelismo de lo “inútil e inservible”, uno material y otro social. El descubrimiento es que lo “aparentemente” inútil…es útil. En esa polaridad planteamos nuestra labor.

Valga la paradoja de señalar el taller de Creación Textil como un espacio y tiempo de “libertad”, donde las relaciones humanas y personales son amables, donde impera el respeto, el cuidado, el trabajo en grupo, el respeto a la intimidad y el ensimismamiento con la propia faena, el interés por la persona, en valorar sus valías… El ambiente de color de telas, estampados, hilos, hace del taller un espacio único dentro del Centro Penitenciario.

Diego tiene 73 años y está en el Proyecto para la Inclusión Comunitaria “San Maximiliano Kolbe” de Cáritas Diocesana de Osma-Soria. Lleva muchos años en prisión, tantos que ha perdido la cuenta. Diego ha decido que, si le acompañamos, este es su mejor momento para poder comenzar a construir una vida. Paseamos, charlamos y aprendemos muchas cosas. Ya son dos las obras de teatro en las que ha debutado en prisión, como escritor y artista. El teatro en prisión tiene una enorme capacidad transformadora.

“Ahora que la luz se hace en mi vida. Yo deseo…. Ausente y crece mi esperanza, callarme no puedo, montarme quiero, ante un futuro diferente en dónde lo que fue soledad y amargadas experiencias, sea rosas de futuro y púrpuras vestidas en marfil resplandeciente, en lo que pudo ser, sacra sepultura.

Que soplen otros vientos en tierno ruego para quien amor estima, y, desea que, sea su nueva vida. Gracias por estimular mi alma y corazón”

José, también en “San Maximiliano Kolbe”, nos comenta: “os doy las gracias por confiar en mí, estoy muy agradecido de corazón. Me habéis cambiado la vida y me habéis dado la oportunidad que tantos años he soñado”.José nunca había escuchado que alguien confiara en él. La baja autoestima es una característica de las personas que acompañamos.

Alberto ya ha finalizado la condena y está en libertad. Tiene más de sesenta años y no tiene familia y apenas vínculos con personas. Se siente acompañado en la casa pero se pregunta para qué la libertad… Edad, desempleo y falta de vínculos son el equipaje de futuro para muchas personas que finalizan la condena. Alberto nos comenta que ha tenido que volver a aprender la iniciativa de encender la luz. Durante los años que estuvo en la cárcel nunca tuvo que encender y apagar la luz.

Luis, Fernando y Esteban, no comprendían que el equipo de voluntarias que entran en prisión lo hicieran por nada, por solidaridad, por ellos. Era contradictorio: “¿sin nada a cambio?”. Hoy manifiestan el valor que ha tenido para ellos la presencia del equipo. Como conexión con la familia, como posibilidad de relaciones de confianza, como una “presencia de libertad”, como una ayuda para comprender la diferencia entre “dejar que pase el tiempo de condena” y “tomar conciencia y aprovechar el tiempo de condena”. Este cambio de perspectiva les está permitiendo comprenderse, “hacerse cargo de sus realidades”, y posibilita que por mejora de comportamiento obtengan mayores beneficios penitenciarios. A la vez, cuando preguntamos al equipo de voluntarias por su sensación de seguridad o inseguridad dentro de la cárcel, la respuesta es unánime: “no nos sentimos inseguras, todos ellos nos protegen”. La valoración del voluntariado de los proyecto es muy alta.

Y la valoración del voluntario respecto de su enriquecimiento humano con su paso por los proyectos también es alta: es un enriquecimiento mutuo. Sandra, voluntaria del Programa de inserción socio laboral Nazaret en Jaén que ha impartido talleres terapéuticos y educativos en los módulos del Centro Penitenciario de Jaén manifiesta : “No existe ninguna vida tan rota que no pueda ser restablecida, no existe reproche que dure para siempre ni personas que no merezcan segundas oportunidades. Ayudar a las personas que la sociedad olvida, escucharlas, (re)educarlas e intentar mejorarlas, es la experiencia más gratificante que he vivido durante mi paso como voluntaria en el Centro Penitenciario de Jaén. El programa de reclusos de Cáritas Nazaret, me acercó a este colectivo  de personas privadas de libertad y a sus familias y gracias a ello he aprendido que la esperanza y la fe en que algo suceda conllevan la valentía de conseguirlo”.