Colaboraciones

 

Y las otras nuevas formas de dominio (I)

 

 

1 mayo, 2020 | por Jordi-Maria d’Arquer


 

 

 

 

Amor y dinero nunca fueron compañeros”, enseña el refrán. Eran otros tiempos, pero la esencia se mantiene viva. De hecho, en la actualidad, en Occidente solemos ser países con un nivel de vida bastante acomodado, y no hay excesivas personas que roben dinero u otras pertenencias por necesidad, o aquellas personas enfermas que las roban por el afán de robarlas, cleptómanas. Pero, ciertamente, se roba más de lo deseable. Amor y dinero no suelen casar, si no hay interés.

Dando un primer vistazo al tema, pues, observamos que el robo, en su acepción popular inmemorial, hoy no es tan común. Sin embargo, si profundizamos y ampliamos nuestra perspectiva estableciendo como punto de partida la definición de robo como algo social, la cosa cambia. ¿Cómo puede ser eso? Veamos, yendo por partes.

“Hoy se advierte la necesidad de desmitificar la ‘sacralidad natural’ aplicable tradicionalmente a algunas formas de propiedad”, escribe Ángel Galindo en su obra Moral socioeconómica (Ed. BAC. Madrid, 1996). No lo afirma una persona que se queje de la presión de su entorno. Lo atestigua el sacerdote, catedrático, teólogo y escritor de diversos tratados sobre teología aplicada a los nuevos retos de nuestras sociedades que llamamos “avanzadas”. Lo hace al tratar de señalar las sibilinas nuevas formas de dominio y sometimiento que nos amenazan precisamente en nuestras sociedades, no solo las occidentales, sino incluso en los países que consideramos menos avanzados y en sus gobiernos, por medio de la presión que desde los grandes grupos económicos de Occidente los presionan. Así que ¿puede haber un robo que no sea el del tener?

Efectivamente, tenemos el robo de buen nombre de una persona o una colectividad. Es una tipología que proviene de la envidia y es llevada a la práctica para enriquecerse de manera ilícita con el desprestigio de una persona o para destruir la fama de esa persona a fin de conseguir rédito de la intromisión y así destituirla de sus derechos, sea o no perfecta. ¿O es que hay alguien perfecto? En verdad, los que recurren a esta estratagema suelen ser o son, lejos de seres perfectos, más bien personajillos acomplejados de sí mismos que necesitan ir llamando la atención para reafirmarse cargando con prepotencia y afán de suficiencia su peso en los demás para sentirse vivos. Y para ello, dada su futilidad propia, recurren al robo. El robo de la fama. A la infamia.

Por otro lado, prolifera entre nosotros un nuevo tipo de robo, mucho más relevante, peligroso y exterminador que el robo del tener o del hacer, mucho menos comúnmente aceptado como robo en cualquier mente mínimamente sana, por desconocimiento. Nos pasa muy desapercibido o como mal menor inevitable, porque es el que se lleva a cabo entre nosotros con las armas ocultas de los poderes ocultos, entre bambalinas. Es el de la propiedad del conocimiento, de la técnica y del saber. Está ampliamente difundido como factor de distinción y de prestigio por los medios de comunicación actuales; más, cuanto más poderosos son, dado su exorbitado poder de sugestión, porque los intereses de provecho que hay detrás son ingentes.

Escribe el beato Ramon Llull: “Propiedad y comunidad se encontraron y se mezclaron para que hubiera amistad y bienquerencia entre el Amigo y el Amado”. Lo destaca en su Libro de Amigo y Amado, inserto en su obra más conocida como Blanquerna, en el epígrafe n. 43. Señala a la amistad y bienquerencia. Es una de las 365 “metáforas morales” que contiene, como él las denomina.

Observamos que en su obra relaciona Llull la propiedad con la comunidad, para buena satisfacción de todos. Tal importancia tiene el asunto, que insiste más adelante: “(…) unos secretos de amor revelan otros, y por esto tienen conocimiento los amadores unos de otros” (n. 154). Así que debemos amarnos entre nosotros. Atención, que nos lo sentencia el laico filósofo, místico, teólogo, misionero, pensador de ciencia visionario y poeta mallorquín del siglo XIII que fue una de las figuras más avanzadas en los campos espiritual, teológico y literario de la Edad Media, y uno de los primeros en escribir en una lengua neolatina, el catalán. Religioso de la Tercera Orden Regular de San Francisco y mártir, estableció un diálogo fraterno fecundo con los sarracenos. Fue beatificado por el Papa Francisco, en reconocimiento a un “culto inmemorial”, y no por los cauces canónicos habituales. Así que tampoco es moco de pavo, y lo que él viera debía de existir ya en su época. Será, pues, digno de que profundicemos en su enseñanza.

Constatamos que en la segunda cita ya nos habla Llull de amor. Es ir a la esencia. Porque en economía, como en todo, el amor debe ser la guía. Por esto hay voces de economistas bienintencionados no católicos que en numerosos congresos del ámbito económico se alzan y reclaman la orientación de los moralistas. No es en vano. El amor lo es todo, nuestra razón de vivir, porque hemos nacido del Amor y para el Amor. Ahí iremos en nuestro próximo artículo de esta serie.