Servicio diario - 14 de mayo de 2020


 

Santa Marta: El Papa invita a “rezar como hermanos” por el fin de toda pandemia
Rosa Die Alcolea

COVID-19: Nicaragua vive la crisis sanitaria desprotegida y sin datos reales
Cristhian Alvarenga

Líbano: Intervención extraordinaria del Papa en apoyo a la educación
Rosa Die Alcolea

Desconfinamiento: Plan en las basílicas papales para reanudar las celebraciones
Rosa Die Alcolea

El 14 de mayo debía celebrarse el Pacto Mundial sobre la Educación
Redacción

España: Madrid sigue recordando a san Isidro en tiempos de pandemia
Redacción

Coronavirus: “Más allá de crisis”, reflexión del padre Lombardi (4)
Redacción

Monseñor Enrique Díaz Díaz: “Razones de esperanza”
Enrique Díaz Díaz

¿Qué lecciones podemos aprender en estos momentos de la pandemia?
Antonio Rivero

Píldoras de esperanza: “Permanezcan en mi amor”
Ricardo Grzona

San Isidro Labrador, 15 de mayo
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

Santa Marta: El Papa invita a “rezar como hermanos” por el fin de toda pandemia

Jornada universal de oración y ayuno

mayo 14, 2020 12:38

Papa y Santa Sede

(zenit– 14 mayo 2020).- Coincidiendo con la fiesta de San Matías, apóstol, el Papa ha exhortado en la Misa matutina a “rezar juntos como hermanos por la liberación de todas las pandemias”, hoy, 14 de mayo, Jornada de oración, ayuno y obras de caridad promovida por el Alto Comité de la Fraternidad Humana.

Como cada mañana, el Santo Padre ha celebrado la Eucaristía a las 7 horas en la capilla de su residencia, la Casa de Santa Marta. En la homilía, Francisco ha recordado que “todos somos hermanos”, como dijo san Francisco de Asís. “Y para esto, hombres y mujeres de todas las denominaciones religiosas, hoy, nos unimos en oración y penitencia, para pedir la Gracia de la curación de esta pandemia”.

 

Otras pandemias

En la primera lectura, tomada del Libro de Jonás, el profeta invita al pueblo de Nínive a convertirse para no sufrir la destrucción de la ciudad. Nínive se convirtió y la ciudad se salvó de una pandemia, tal vez “una pandemia moral”, ha observado el Papa. En esta línea, el Papa recordó que hay otras pandemias que causan millones de muertes, como la pandemia del hambre y la guerra, e invitó a pedirle a Dios que nos bendiga y tenga misericordia de nosotros.

El Papa cita una estadística oficial, que no habla de la pandemia de coronavirus, sino de otra: “En los primeros cuatro meses de este año, 3 millones 700 mil personas murieron de hambre. Existe la pandemia del hambre. En cuatro meses, casi 4 millones de personas”.

“Y hoy todos nosotros, hermanos y hermanas de todas las tradiciones religiosas, rezamos: jornada de oración y ayuno, de penitencia, convocada por el Alto Comité para la Hermandad Humana. Cada uno de nosotros reza, las comunidades rezan, las confesiones religiosas rezan: rezan a Dios, todos los hermanos, unidos en la hermandad que nos une en este momento de dolor y tragedia”, ha indicado.

 

Rezar al Padre de todos

En este contexto, ha advertido que quizás habrá alguien que dirá: “Pero esto es relativismo religioso y no se puede hacer”, a lo que ha respondido: “Pero cómo que no se puede hacer, ¿no podemos rezar al Padre de todos? Cada uno reza como sabe, cómo puede, según su propia cultura”.

Francisco ha subrayado que “No estamos rezando unos contra otros, esta tradición religiosa contra esta, ¡no! Todos estamos unidos como seres humanos, como hermanos, rezando a Dios, de acuerdo con la propia cultura, de acuerdo con la propia tradición, de acuerdo con las propias creencias, pero hermanos y rezando a Dios, esto es lo importante”.

De este modo, el Papa ha indicado la mejor manera para hacerlo: “Hermanos, ayunando, pidiendo perdón a Dios por nuestros pecados, para que el Señor tenga misericordia de nosotros, para que el Señor nos perdone, para que el Señor detenga esta pandemia. Hoy es un día de hermandad, mirando al único Padre, hermanos y paternidad. Día de oración”.

 

Comunión espiritual

El Papa invitó a hacer la comunión espiritual con esta oración:

“Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentado, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén”.

El Pontífice terminó la celebración con la adoración y bendición eucarística y antes de abandonar la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antífona mariana Regina caeli, cantada durante el tiempo de Pascua:

 

“Regína caeli laetáre, allelúia.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia”.

 

 

 

 

COVID-19: Nicaragua vive la crisis sanitaria desprotegida y sin datos reales

Sobre el avance de la pandemia

mayo 14, 2020 20:15

Medicina y salud

(zenit – 14 mayo 2020).- El Ministerio de Salud de Nicaragua y las autoridades gubernamentales prolongan su silencio sobre el avance de la pandemia de la COVID-19 en Nicaragua, pero en los centros hospitalarios quedan pocas camas disponibles, los ventiladores están topados o escasos, incrementan los casos de trabajadores de la Salud contagiados, faltan insumos primarios para la protección del personal y urge agilizar, descentralizar y transparentar los resultados de las pruebas de COVID-19.

 

Médicos desprotegidos

Desde el inicio de la crisis, el Gobierno de Nicaragua, bajo el mandato de Daniel Ortega, ha mostrado reacciones atípicas, si se le compara con cualquier gobierno del mundo. Algunas características de ese comportamiento son haber desaparecido por más de 5 días sin dar las cifras oficiales y tratar que la mayor cantidad de gente posible participe de las actividades que promueven las diversas instituciones gubernamentales.

Una serie de entrevistas del equipo de zenit con personal médico de varios departamentos, confirman la creciente tensión sobre el avance de la pandemia, pese a que el Gobierno se niega a reconocer el aumento de casos sospechosos de COVID-19 en Nicaragua, clasificándolos como “indeterminados” o “neumonía atípica”.

Según la Unidad Médica Nicaragüense, en el Hospital Alemán (en Managua) hay al menos 87 pacientes sospechosos de COVID-19, seis de ellos con ventilación mecánica. Otros 17 pacientes sospechosos permanecen en el Hospital Bautista y 20 en Servicios Médicos S.A., (Sermesa) del departamento de Masaya. En el Hospital Manolo Morales permanecen tres pacientes sospechosos con ventilación mecánica. Los pacientes infectados por el virus aumentan drásticamente todos los días.

En los centros hospitalarios, según confirmó personal de Salud, al atender un caso sospechoso se debe llenar un formulario con los datos del paciente y enviarlo al Silais-Managua para que esté autorice la realización de la prueba de COVID-19; entonces, “si el Silais da el visto bueno, nosotros tomamos la muestra y la enviamos al Minsa”. Los resultados demoran lo que el Minsa disponga y en algunos casos solo se confirman vía telefónica, sin ningún soporte.

 

Chinandega, ciudad más golpeada

Chinandega es, tras Managua y Masaya, la ciudad más golpeada por la pandemia. El Gobierno solo ha reportado un caso positivo en esa ciudad del occidente del país; sin embargo, el independiente Observatorio Ciudadano registra al menos 73 casos sospechosos de COVID-19, hasta el pasado sábado, 9 de mayo.

En las redes sociales se ven como en altas horas de las noches trabajadores del sistema de salud hacen entierros en los cementerios de la ciudad, mientras que la población documenta y denuncia en sus cuentas personales.

Chinandega sería después de Managua, la ciudad con más personal médico contagiado de COVID-19. En todo el país, según la Asociación Médica Nicaragüense (AMN), hay al menos 60 profesionales de la salud como casos positivos del coronavirus. “Son médicos hospitalizados y médicos que ya superaron la crisis. Algunos estuvieron graves, pero no murieron”, dijo a un diario local, Greta Solís, presidenta de la AMN.

 

Iglesia con rostro cercano a las víctimas

En el hospital de Chinandega, se han contagiado: “cirujanos, ginecólogos, laboratoristas, enfermeras, internos, ortopedistas y médicos de base”, dijo a zenit una fuente médica de la ciudad. También son casos positivos la directora del hospital, el subdirector, el director de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), y la jefa de Enfermería. Hasta la redacción de este articulo las autoridades de salud no han dado mayor información sobre estos casos.

En un comunicado los obispos agradecen y aprecian “la labor invaluable, de todos los médicos y personal sanitario que actuando con ética y profesionalismo han defendido la salud y la vida de nuestro pueblo” puntualizan.

Al mismo tiempo hacen un llamado a los actores políticos y sociales del país a “tomar todas las medidas de prevención y precaución necesarias para proteger al pueblo”.

 

Denuncia del obispo Báez

Monseñor Silvio Báez, obispo auxiliar de Managua, denunció la deficiencia de la gestión del Gobierno de Daniel Ortega ante la llegada de la COVID-19 en Nicaragua. “En este momento, quienes están en el poder están propiciando el contagio. No han detenido las concentraciones masivas, deportivas, de diversión, de la playa, de tipo político y todo propicia el contagio”, señaló el religioso.

En su canal de YouTube, monseñor Báez destacó que la pandemia está golpeando con más intensidad a los nicaragüenses porque, desde hace dos años, el país se encuentra en una situación de vulnerabilidad debido a la represión gubernamental tras las protestas cívicas de 2018 que provocó una ola de muertes, exilio, prisioneros políticos, daños a la economía y asedio. Y este contexto ha empeorado con la COVID-19.

 

 

 

 

Líbano: Intervención extraordinaria del Papa en apoyo a la educación

El país atraviesa una grave crisis

mayo 14, 2020 14:51

Papa y Santa Sede

(zenit – 14 mayo 2020).- El Papa Francisco, quien ha seguido en los últimos meses la situación de su “amado Líbano”, ha enviado a la Nunciatura Apostólica la suma de 200.000 dólares para sostener 400 becas, “con la esperanza de que se pueda lograr una alianza de solidaridad”, ha informado la Santa Sede.

A través de un comunicado, este martes, 14 de mayo, a mediodía, la Oficina de Prensa vaticana ha anunciado la intervención extraordinaria del Santo Padre para el Líbano.

En un “gesto tangible de cercanía”, el Papa Francisco ha donado esta cantidad a través de la Secretaría de Estado y de la Congregación para las Iglesias Orientales, “con la esperanza de que se pueda lograr una alianza de solidaridad” y con el deseo de que “todos los actores nacionales e internacionales persigan responsablemente la búsqueda del bien común, superando cualquier división o interés partidista”.

Esta intervención se suma a la contribución efectuada en los últimos días por el Fondo de Emergencia de la Congregación para las Iglesias Orientaless para hacer frente a la emergencia vinculada a la pandemia de COVID-19.

 

Grave crisis financiera

Líbano es un país ejemplo, desde siempre, de la coexistencia y la fraternidad que el Documento para la Fraternidad Humana ha querido ofrecer al mundo entero. Por ello, san Juan Pablo II lo denominó como “País del Mensaje”, y fue el lugar donde Benedicto XVI promulgó la Exhortación Postsinodal Ecclesia in Medio Oriente, el 14 de septiembre de 2012, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, octavo año de su pontificado.

El País de los Cedros atraviesa una grave crisis que genera sufrimiento, pobreza y corre el riesgo de “robar la esperanza” sobre todo a las generaciones más jóvenes, que ven fatigoso su presente e incierto su futuro.

 

Centenario del “Gran Líbano”

En este contexto, “cada vez es más difícil asegurar a los hijos e hijas del pueblo libanés el acceso a la educación que, especialmente en los pequeños centros, ha sido siempre garantizado por las instituciones eclesiásticas”, señala el Vaticano.

Este año se celebra el centenario de la proclamación del Estado del “Gran Líbano”, que fue proclamado en 1920 por el general Gouraud bajo la protección del colonialismo francés. El territorio aún incluía partes de la actual Siria. Hoy construye su unidad a través de la diversidad y el empeño por la estabilidad.

“La Madre de Dios, que vela por el Líbano desde la montaña de Harissa, proteja al pueblo libanés, junto con los santos del amado País de los Cedros”, escribe la Oficina de Prensa en el comunicado.

 

 

 

 

Desconfinamiento: Plan en las basílicas papales para reanudar las celebraciones

Comunicado de la Santa Sede

mayo 14, 2020 19:32

Papa y Santa Sede

(zenit – 14 mayo 2020).- Esta mañana se ha celebrado una reunión con representantes de las basílicas papales, promovida por la Secretaría de Estado, “para abordar los nuevos aspectos de la segunda fase de la emergencia epidemiológica de COVID-19 en vista de la reanudación de las actividades litúrgicas con los fieles”.

Así lo ha comunicado el director de la Oficina de Prensa del Vaticano, Matteo Bruni, a primera hora de la tarde del jueves, 14 de mayo de 2020, en unas declaraciones del portavoz de la Santa Sede.

Durante la reunión, –ha indicado Bruni– se compartió la “necesidad de adoptar las medidas más adecuadas para garantizar la seguridad de los fieles” y “la oportunidad de medir la temperatura utilizando termógrafos, al menos durante las celebraciones festivas”.

Cabe recordar que son cuatro las basílicas papales en Roma: La Basílica de San Pedro, la basílica de San Juan de Letrán, la Basílica de Santa María Mayor, y la Basílica de San Pablo Extramuros.

 

Fase 2 en Italia

Tras 55 días de confinamiento en todo el país, Italia comenzó el pasado 14 de mayo la “fase 2” del plan de desconfinamiento anunciado por el primer ministro Giuseppe Conte.

En una segunda etapa, desde el 18 de mayo, podrán reabrir bibliotecas, museos y comercio minorista. Italia confía en concluir esta complicada etapa de desescalada del coronavirus sin que vuelvan a surgir brotes de Covid-19 y con especial atención a los contagios en el Norte, el foco de la pandemia en el país.

 

 

 

 

El 14 de mayo debía celebrarse el Pacto Mundial sobre la Educación

Comunicado de la Congregación de Educación

mayo 14, 2020 20:46

Educación y jóvenes

(zenit – 14 mayo 2020).- La Jornada de oración ayuno y obras de caridad propuesta del Alto Comité para la Hermandad Humana es plenamente acogida por las instituciones educativas que se unen para hacer de esta ocasión una etapa en la que podamos encomendarnos a Dios, Padre de todos, fuente de vida y esperanza.

Así lo ha expresado la Congregación para la Educación Católica, en un comunicado, difundido este jueves, 14 de mayo, por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

La Congregación para la Educación Católica renueva su cercanía y expresa su profundo agradecimiento a las comunidades educativas de las instituciones educativas y universidades católicas que en este período de emergencia sanitaria están manejando la grave fatiga para asegurar -a pesar de las dificultades del distanciamiento social y humano- el desempeño de sus actividades, para asegurar la conclusión del año en curso.

El Pacto Mundial sobre la Educación, tan deseado por el Papa Francisco, debía celebrarse el 14 de mayo para concienciar sobre la responsabilidad en materia de educación, a fin de alimentar el espíritu de encuentro entre generaciones, religiones y culturas, así como entre el hombre y el medio ambiente”, apunta la Congregación. “La tragedia común de la pandemia, que une a todos los pueblos de la Tierra como nunca antes, hace que este llamamiento sea aún más evocador.

 

Unir nuestros esfuerzos

Por lo tanto, no hay una solución alternativa: todos estamos llamados a unir nuestros esfuerzos en una amplia alianza educativa para formar personas maduras, capaces de superar la fragmentación y la oposición y reconstruir el tejido de las relaciones para una humanidad más fraternal (Papa Francisco, Mensaje para el lanzamiento del Pacto Educativo, 12 de septiembre de 2019).

La propuesta del Alto Comité para la Hermandad Humana de dedicar el 14 de mayo a la oración, el ayuno y las obras de caridad para ayudar a la humanidad a superar la pandemia del coronavirus, a la que se ha adherido el Papa Francisco, es plenamente acogida por las instituciones educativas que se unen para hacer de esta ocasión una etapa en la que podamos encomendarnos a Dios, Padre de todos, fuente de vida y esperanza. De la mirada dirigida al único Señor viene el coraje de desarrollar, también a través de la educación, ese movimiento de unidad y solidaridad entre los pueblos, religiones y culturas, que puede generar una humanidad renovada.

Con la firme voluntad de ponernos al servicio de nuestras comunidades, caminemos juntos por los caminos del diálogo y el entendimiento. Al compartir, respetar y acoger a los demás, una nueva humanidad cuidará no sólo de sus hijos sino también de la naturaleza que la rodea y de cuya maravilla se alimenta.

Por último, tenga en cuenta que seguiremos en contacto a través de un momento telemático de profundización del Pacto Mundial sobre la Educación el próximo 15 de octubre de 2020, con el modo remoto y las conexiones de todo el mundo.

 

 

 

 

España: Madrid sigue recordando a san Isidro en tiempos de pandemia

Fiesta del patrón: 15 de mayo

mayo 14, 2020 16:17

Peregrinaciones y religiosidad popular

A pesar de la pandemia, Madrid se prepara para honrar a su patrón, san Isidro Labrador, cuya festividad litúrgica se celebra este viernes, 15 de mayo. Ese día, a las 11 horas, el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, presidirá una solemne Eucaristía en la colegiata de San Isidro, que, atendiendo siempre a las pautas sanitarias, será a puerta cerrada. Podrá seguirse por el canal de YouTube habilitado por la Real Congregación de San Isidro de Naturales de Madrid, que en los días previos ofrece varios cultos online y conexión con el camarín del santo.

Después de la Misa en la colegiata, el purpurado se desplazará a la ermita del Santo, donde presidirá otra Eucaristía a las 12:30 horas también a puerta cerrada. En la celebración, que podrá verse en directo por Telemadrid, se procederá a la tradicional bendición del agua de la fuente del Santo, que este año no se repartirá entre fieles. Según cuenta la tradición, el manantial fue creado por san Isidro para su amo, Iván de Vargas. Ya en el siglo XII, los campesinos madrileños iban a beber el agua que brotaba de la fuente al ser considerada milagrosa.

A la conclusión de la celebración, el cardenal Osoro acudirá a bendecir el Túmulo del Recuerdo recientemente instalado en la cercana sacramental de San Justo para que las familias sin recursos o con dificultades para acceder a otros lugares puedan depositar dignamente las cenizas de sus seres queridos fallecidos durante la pandemia del coronavirus.

Ya por la noche, a las 23:00 horas, la parroquia de San Fulgencio y San Bernardo acogerá una vigila de oración online para jóvenes que podrá seguirse por el canal de YouTube del Secretariado de Infancia y Juventud.

 

Propuestas para las familias y los jóvenes

Como este año no habrá, en ningún caso, las multitudinarias celebraciones en la pradera, la Vicaría VI, la Delegación de Jóvenes y la Delegación de Enseñanza han preparado varias propuestas para la fiesta:

• Oración: las familias pueden hacer una petición a san Isidro y tuitearla con el hashtag #FSIsidro. Además, todos los días se colgará en jovenesmadrid.es y redes sociales un podcast para rezar, de unos 6 minutos de duración.

• Formación: se han preparado una unidades didácticas para Primaria [disponible en PDF] y Secundaria [disponible en PDF] centradas en la vida de san Isidro.

• Caridad: se propone escribir una carta o enviar un vídeo de ánimo a un anciano que se encuentre confinado. Para participar en esta actividad –en la que colaboran cinco residencias de mayores de la Vicaría VI– hay que enviar un email a davidcorrales75@hotmail.com.

• Concurso de dibujo: en paralelo, se ha animado a los centros educativos a organizar un concurso de dibujo alusivo a la vida de san Isidro, destinado a los alumnos de Infantil, Primaria y Secundaria (modalidad cómic).

 

 

 

 

Coronavirus: “Más allá de crisis”, reflexión del padre Lombardi (4)

“Paciencia, la virtud de la vida cotidiana”

mayo 14, 2020 10:00

Análisis

(zenit – 14 mayo 2020).- Frente a la crisis provocada por la pandemia del coronavirus, el padre Federico Lombardi escribe un ciclo de artículos para mirar más allá, al futuro que nos espera.

En esta nueva entrega, el padre reflexiona en torno a la paciencia. Con respecto a ella, señala que es la virtud de la vida cotidiana y que no solo es una cualidad de amor necesaria hacia los demás, sino también una dimensión de la fe.

A continuación, sigue el artículo completo del padre Lombardi, publicado en Vatican News.

***

 

Ya sea en el momento del confinamiento por la pandemia como en el momento de la reanudación de las relaciones y actividades, se ha pedido y se sigue pidiendo a todos nosotros mucha paciencia, a la que probablemente no estábamos acostumbrados. Vivir juntos durante mucho tiempo en la familia en el espacio limitado de un alojamiento, sin poder recurrir a la evasión o la relajación o los encuentros alternativos habituales, sentir la presión del miedo al contagio y las preocupaciones sobre el futuro, ciertamente pone a prueba el equilibrio y la solidez de nuestras relaciones. Y no es muy diferente en las comunidades, incluso en las religiosas, a pesar de los tiempos de oración y las reglas de comportamiento consolidadas. La tensión, la incertidumbre, el nerviosismo se han hecho sentir incluso en el caso de la ausencia de infecciones efectivas.

Entre las muchas virtudes que en este período se han vuelto más preciosas de lo habitual, existe también la de la paciencia. Y creo que continuaremos necesitándola porque, como sabemos, sería muy imprudente pensar que toda esta historia ya ha terminado.

La paciencia es una virtud de la vida cotidiana. Sin ella, las relaciones entre parejas, familias y trabajo se vuelven cada vez más tensas antes o después, marcadas por colisiones o conflictos, quizás incluso imposibles de vivir al final. Es necesario crecer en una escuela de aceptación y acogida mutua que, aunque si es hermosa, también tiene sus aspectos de desgaste. Pero la forma de pensar común de hoy no nos ayuda a tomar este esfuerzo como el precio de algo grande. De hecho, a menudo alimenta la intolerancia y la crítica de los defectos y limitaciones de los demás y propone romper con facilidad y rapidez como la única solución a los problemas. ¿Pero es eso correcto?

El «Himno a la caridad» que San Pablo plantea en su primera carta a los corintios (c.13, 1-13), no debe considerarse como un texto poético sublime, sino como un «espejo» en el que podemos verificar si nuestra caridad sigue siendo una palabra vana o puede traducirse en actitudes cotidianas concretas. San Pablo enumera 15 de estas actitudes. La primera es: “la caridad es paciente”; la última es: “la caridad soporta todo”. Y también otras varias entre las enumeradas tienen mucho que ver con la “caridad paciente”. Así, la caridad “es benigna … no se enoja … no toma en cuenta el mal recibido…”.

Pero la paciencia no es solo una cualidad necesaria del amor diario por nuestros seres queridos y todos los demás con quienes tenemos que vivir. También es una dimensión de nuestra fe y nuestra esperanza a través de todos los eventos de la vida y la historia. Santiago nos invita a mirar al granjero, como el que sabe que se debe esperar: “Tengan paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. Miren al granjero: espera pacientemente el precioso fruto de la tierra hasta que recibe las lluvias de otoño y las de primavera. Sed pacientes también ustedes, fortalezcan sus corazones” (Jas 5, 7-8).

Para los primeros cristianos, la paciencia está estrechamente vinculada a la perseverancia en la fe durante las persecuciones y dificultades a las que estaban expuestos como una comunidad pequeña y frágil en los acontecimientos de la historia. Por lo tanto, hablar de paciencia también es siempre hablar de prueba, de sufrimiento a través del cual estamos llamados a pasar en nuestro camino. San Pablo nos involucra en una dinámica que nos toma y nos lleva lejos. En esta dinámica, la paciencia es un pasaje inevitable: “La tribulación produce paciencia, la paciencia una virtud probada y la virtud probada esperanza. La esperanza entonces no decepciona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones a través del Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rom 5: 3-5).

La prueba de la pandemia es sin duda una causa de tribulación por muchas razones diferentes, requiere caridad paciente en las relaciones con otras personas cercanas a nosotros, requiere paciencia en la enfermedad, requiere paciencia con visión de futuro para combatir el virus y reanudar el viaje en solidaridad con la comunidad eclesial y la comunidad civil de la que formamos parte. ¿Podremos superar el nerviosismo, el cansancio y el cierre en nosotros mismos para refrescar nuestros corazones con probada virtud y esperanza? La Carta a los Hebreos (c.12) nos invita a mantener nuestra mirada fija en Jesús como un ejemplo de paciencia y perseverancia en la prueba. Y Jesús, al final de su discurso sobre las tribulaciones por las que tendrán que pasar sus discípulos, pero en las que no les abandonará, nos dice una palabra preciosa para acompañarnos siempre, incluso hoy: “¡En vuestra paciencia ganareis vuestras vidas!” (Lc 21,19).

 

 

 

 

Monseñor Enrique Díaz Díaz: “Razones de esperanza”

VI Domingo de Pascua

mayo 14, 2020 09:04

Espiritualidad y oración

 

Hechos de los Apóstoles 8, 5-8. 14-17: “Les impusieron las manos y recibieron al Espíritu Santo”

Salmo 65: “Las obras del Señor son admirables. Aleluya”

I San Pedro 3, 15-18: “Murió en su cuerpo y resucitó glorificado”

San Juan 14, 15-21: “Yo le rogaré al Padre y Él les dará otro Paráclito”

 

Me tomó de sorpresa. Aunque el grupo de jóvenes no pretendía ser agresivo sí era muy cuestionante. Después de hacer una larga lista de los “pecados y atrocidades” de miembros de la Iglesia que los medios de comunicación se han encargado de amplificar, me preguntaron de repente: “¿Y no le da vergüenza pertenecer a esta Iglesia? Si es la que manipula las conciencias, si es la retrógrada y ha perjudicado a nuestro país… ¿tiene todavía el gusto de pertenecer y representar a esa Iglesia? Ya ve cuántos abusos y violaciones se van descubriendo y cómo cada día aparecen nuevos escándalos… ¿Será todavía la Iglesia de Jesús?” Fuertes palabras, cuestionamientos que parecen justos y que no admiten respuestas de palabra porque pueden parecer vacías, y ante las cuales no queda más que afirmar: “Aún creo que vale la pena seguir a Cristo, pues Cristo nunca me ha defraudado. Habrá errores y equivocaciones de nosotros sus seguidores, me duelen, pero Cristo no nos falla”.

A quienes nos cuestionan y están dudosos, quisiéramos ofrecerles las palabras de San Pedro que nos invita: “Veneren en sus corazones a Cristo, el Señor, y estén dispuestos siempre a dar, al que las pidiere, las razones de la esperanza de ustedes”. ¿En qué basamos nuestra esperanza? No podemos decir que en la fortaleza de nuestras instituciones, no podemos poner nuestra seguridad en la santidad de cada uno de sus miembros, no podemos argumentar fuerza ni sabiduría, nuestra única esperanza será Jesús y de esta esperanza estaremos prontos a dar nuestras razones.

La Iglesia, por el contrario, siempre se presentará como un claroscuro, como una mezcla de imágenes positivas y negativas, como una comunidad de personas santas y pecadoras. Y las lecturas de este día parecen jugar con esta serie de contrastes y de rápidos cambios de escena y con continuos desplazamientos de un plano al otro. Apenas nos estamos situando en la intimidad de la Última Cena, con su ambiente de confianza y calidez, cuando ya san Pedro nos lanza a considerar el estilo y el costo que implica seguir a Jesús. Por una parte previene Jesús que no los dejará desamparados y por la otra aparece Felipe con todo el entusiasmo lanzado a llevar buena nueva a Samaria que ni en sueños lo hubiéramos podido imaginar.

Aparecen muy diversas imágenes de Iglesia. Se vislumbra la Iglesia de la interioridad pero también la que se aventura y se arriesga a llevar el anuncio público; la del consuelo y la de la inseguridad; la de la fuerza y la del respeto; la que interpela y cuestiona pero también la que es sometida a la prueba; la que predica y la que viene puesta en duda, obligada a dar cuentas y llamada a la coherencia. Diríamos que desde los inicios aparece la Iglesia portadora de Evangelio pero llevándolo en vasos frágiles.

Jesús aun en los momentos más dulces del adiós, nos confirma que no se contentará con una vaga demostración de amor de parte de sus discípulos, sino que exige una prueba precisa y decisiva: “si me aman, cumplirán mis mandamientos”. Se deberá constatar puntualmente en las obras, el amor que estamos declarando. El criterio es único: el cumplimiento de los mandamientos, de su mandamiento preciso: “amarse los unos a los otros”. Sólo quien ama puede decir que está siguiendo el camino de Jesús y a él se le puede considerar discípulo confiable. Si lo amamos le podremos pedir todo y no nos sentiremos huérfanos ni abandonados.

Pero atención, no es un mandamiento opcional a cumplirse o no, según las preferencias y los gustos de cada quien. Es fundamental y sólo así se demuestra que somos sus discípulos y sólo así estaremos dando razones de nuestra fe. La razón fundamental del cristiano, lo que lo mueve, el estilo propio de su conducta es el amor. Podríamos aducir muchas otras motivaciones, muchas implicaciones, pero si en la base no está el amor, es mentira que seamos cristianos. Quizás hemos perdido mucho tiempo en busca de disciplina, doctrina u organización y hemos descuidado lo fundamental: el amor a Cristo y a los hermanos. Es su mandamiento fundamental.

No en vano, en la intimidad del Cenáculo, Cristo aparece preocupado por el futuro de sus discípulos y amigos. No quiere que se sientan abandonados, que sufran la soledad y se dejen llevar por el desaliento. Por eso, hoy Cristo nos anuncia una nueva presencia divina en nosotros, muy dentro en nuestro corazón, en nuestra vida diaria. Nos confía tres diferentes modos para sostener su comunidad: una presencia suya nueva en medio de nosotros, la donación del Espíritu Santo y el darnos a conocer que “yo estoy en mi Padre, ustedes en mí y yo en ustedes”.

Es decir, asegura la presencia íntima de la Trinidad en el corazón de los creyentes. Con ello nos manifiesta el cambio de relación entre Dios y nosotros. La comunidad y cada miembro se convierten en morada de la divinidad. Nos hacemos templo y santuario de Dios. Dios ya no está fuera de nosotros, sino en nosotros mismos y de ahí brotan un cúmulo de consecuencias: la dignidad del hombre y la naturaleza, la exigencia del respeto al otro que también es santuario de Dios, la primacía del amor sobre los ritos y de la vida sobre la doctrina. Dios está vivo en medio de nosotros, no es doctrina, ni ley, sino vida. A quien nos pida razones de esperanza deberemos mostrarle no doctrina ni leyes, sino vida interior.

¿Cuáles son las razones de nuestra esperanza y en qué fincamos nuestra vida? ¿No habremos perdido demasiado el tiempo en cosas secundarias y nos habremos olvidado de amar al estilo de nuestro maestro y pastor? ¿Cuál sería la señal distintiva de nosotros cristianos, de nuestras familias y de nuestras comunidades? ¿Es el amor?

Gracias, Padre Bueno, por la presencia de Jesús, nuestro pastor, camino y  guía. Concédenos vivir plenamente su mandamiento de amarte y amarnos unos a otros para ser sus dignos discípulos. Amén.

 

 

 

 

¿Qué lecciones podemos aprender en estos momentos de la pandemia?

Por el padre Antonio Rivero L.C.

mayo 14, 2020 13:25

Análisis

(zenit – 14 mayo 2020).- Nos ha sorprendido a todos este suceso del coronavirus. Nadie lo esperaba. Nadie lo hubiera deseado. Pero la realidad es esta: este virus nos envolvió e invadió el norte y sur, el este y el oeste.

Quiero en este artículo analizar las lecciones que podemos aprender en estos momentos. No trataré el tema desde el punto de vista científico ni médico ni social. Para eso están los expertos y peritos en el tema. Solamente quiero ofrecer unas notas desde el punto de vista espiritual para afrontar y sacar provecho de esta prueba que Dios ha permitido en el mundo. Él es el Creador y Señor de la historia y del mundo. Y sabrá sacar un bien de esto que en sí es un mal que ha causado muertes y enfermedades.

El coronavirus nos plantea grandes retos que podemos enfrentar desde una perspectiva negativa o positiva. La pandemia es algo que no podemos cambiar, que no está en nuestras manos, pero lo que sí podemos hacer es cambiar nuestro corazón y la forma de vivirla internamente para convertirla en una bendición. Oscar Wilde dijo: «lo que nos parecen pruebas amargas, son a menudo bendiciones disfrazadas». ¡Hay que descubrirlas desde la oración permeada de fe y confianza en Dios!

Hoy se hace más evidente la necesidad de trabajar la interioridad para tener conciencia de nuestra dimensión espiritual. Esto ayudará a ver las situaciones desde otro ángulo: reconocer nuestras limitaciones, nuestra realidad, pero con un enfoque en la esperanza, la alegría y la solidaridad. Proverbios 17, 22 nos dice que un «gran remedio es el corazón alegre, pero el ánimo decaído seca los huesos».

 

  1. Iluminemos esta situación con el Catecismo de la Iglesia Católica

El drama de la existencia del mal ha sido usado desde muy antiguo para poner objeciones a la existencia de Dios o al menos a su actuación en el mundo. Lo reconoce el mismo Catecismo de la Iglesia Católica: ‘Si el mundo procede de la sabiduría y de la bondad de Dios, ¿por qué existe el mal?, ¿de dónde viene?, ¿quién es responsable de él?, ¿dónde está la posibilidad de liberarse del mal?’ (n. 284). Y también en otro lugar: ‘La fe en Dios Padre Todopoderoso puede ser puesta a prueba por la experiencia del mal y del sufrimiento. A veces Dios puede parecer ausente e incapaz de impedir el mal’ (n. 272).

Para muchos, pues, el escándalo del mal pone a prueba su fe en la providencia divina. ‘Si Dios Padre Todopoderoso, Creador del mundo ordenado y bueno, tiene cuidado de todas sus criaturas, ¿por qué existe el mal?’ (n. 309). ‘A esta pregunta tan apremiante como inevitable, tan dolorosa como misteriosa -responde el Catecismo- no se puede dar una respuesta simple. El conjunto de la fe cristiana constituye la respuesta a esta pregunta: la bondad de la creación, el drama del pecado, el amor paciente de Dios que sale al encuentro del hombre con sus Alianzas, con la Encarnación redentora de su Hijo, con el don del Espíritu, con lacongregación de la Iglesia, con la fuerza de los sacramentos, con la llamada a una vida bienaventurada que las criaturas son invitadas a aceptar libremente, pero a la cual, también libremente, por un misterio terrible, pueden negarse o rechazar. No hay un rasgo del mensaje cristiano que no sea en parte una respuesta a la cuestión del mal’ (n. 309).

Algunos se preguntan: ‘¿por qué Dios no creó un mundo tan perfecto que en él no pudiera existir ningún mal?’(n. 310). Es cierto que ‘en su poder infinito, Dios podría siempre crear algo mejor’ (ibid). Sin embargo, ‘en su sabiduría y bondad infinitas, Dios quiso libremente crear un mundo ‘en estado de vía’ hacia su perfección última. Este devenir trae consigo en el designio de Dios, junto con la aparición de ciertos seres, la desaparición de otros; junto con lo más perfecto lo menos perfecto; junto con las construcciones de la naturaleza también las destrucciones. Por tanto, con el bien físico existe también el mal físico, mientras la creación no haya alcanzado su perfección’ (Ibid).

Hay cosas que no podemos explicar ni entender sino desde una perspectiva que trascienda los tiempos y las expectativas demasiado apresuradas de los hombres: ‘Así, con el tiempo, se puede descubrir que Dios, en su providencia todopoderosa, puede sacar un bien de las consecuencias de un mal, incluso moral, causado por sus criaturas’ (n. 312).

Como cristianos debemos profesar nuestra visión de fe en este misterio de la existencia del mal diciendo con el Catecismo: ‘Creemos firmemente que Dios es el Señor del mundo y de la historia. Pero los caminos de su providencia nos son con frecuencia desconocidos. Sólo al final, cuando tenga fin nuestro conocimiento parcial, cuando veamos a Dios ‘cara a cara’ (1 Co 13,12), nos serán plenamente conocidos los caminos por los cuales, incluso a través de los dramas del mal y del pecado, Dios habrá conducido su creación hasta el reposo de ese Sabbat definitivo, en vista del cual creó el cielo y la tierra’ (n. 314).

 

  1. Veamos ahora las lecciones que podemos aprender de esta situación difícil y desconcertante

Dios dirige el mundo. Y Dios no solo es Omnipotente, sino Omnisciente y Misericordioso. Así que podemos confiar que hay una razón para que esto ocurra. Como no somos profetas, lo máximo que podemos hacer es explorar qué lecciones se pueden aprender de esta pandemia sin precedentes y cómo podemos responder a los desafíos que nos presenta.

 

Primero, la humildad

Así lo dijo en una carta publicada en los periódicos judíos, Rav Jaim Kanievsky, gran sabio.

La primera lección de humildad es comprender que no tenemos el control. Esta pandemia pone al descubierto el hecho de la fragilidad humana, la limitación, la vulnerabilidad del ser humano. Somos seres necesitados de otros y del Otro (con mayúscula). Ante una situación de enfermedad, de dolor o de muerte nos da la oportunidad de reflexionar y de entrar en nuestro interior para ver cómo estoy viviendo.

Una clave de la espiritualidad ignaciana es el «Principio y fundamento». Soy criatura, fui creado, no soy omnipotente y a partir de este reconocimiento puedo estar atento a mis movimientos interiores para poder orientarlos.

Con todos los milagros tecnológicos que ocurrieron a comienzos del siglo XXI (la inteligencia artificial, el mapeo del genoma, la ingeniería genética, las computadoras cuánticas), no podemos controlar un virus microscópico. Estamos todos asustados en nuestras casas, los trabajadores de la salud son los soldados en el frente de batalla, y en todo el mundo fallecen decenas de miles de personas.

Aunque pensemos que nuestros esfuerzos son los que dirigen los eventos del mundo, cada tanto nos enseñan de una forma muy dramática que no es así. La Torá nos advierte no pensar “Mi fuerza y el trabajo de mis manos produjeron esta riqueza” (Deuteronomio 8, 17). El hombre no es la máxima fuente de poder; por encima de nosotros hay una ‘autoridad superior’. Dios nos está enseñando a atemperar nuestro orgullo y nuestro sentido de poder.

Comparto lo que un hermano de mi congregación ha dicho en un mensaje que mandó estudiantes de secundaria del colegio Guadalupe de San José de Gracia, Michoacán hace unos días [1].

“Quisiera comenzar con esta anécdota. Existió un gran pintor, un famoso pintor inglés, que estaba haciendo su obra maestra en la catedral de San Pablo en Londres. Estaba pintando un fresco hermoso y estaba él subido en un andamio a unos diez, doce metros de altura. Y cuando ya estaba terminando su obra, ya estaba casi completa, tanto se admiró de su arte, que se puso absorto, que se puso como embobado, y dijo: ¡wow, esto es hermoso! -Y, claro, ustedes saben que para uno apreciar mejor una pintura, uno toma la distancia-. Entonces este pintor empezó a dar para atrás en los andamios con el riesgo de caerse. Y entonces estaba como absorto viendo su obra, su belleza. Y un asistente que estaba al lado vio que el pintor estaba por caerse ya al abismo y entonces dijo: no voy a gritar… Mojó un pincel en la tinta y lo tiró en medio del fresco. Y entonces se vio el pincel y la tinta escurriéndose en medio de toda aquella belleza, de aquel orden, de aquella armonía. Y el pintor volvió y se acercó otra vez al fresco. Y entonces aquel asistente le dijo: ¡Te salvé la vida!-; ¡Uy, sí, estaba yo a punto de caerme…!

Pues bien, ¿qué ha pasado con la pandemia, con el coronavirus? Nosotros, seres humanos, estábamos absortos, embobados, borrachos, ante el progreso, ante nuestra capacidad de hacer cosas, de consumir; trabajo, escuela, estudio, universidad, y el mundo estaba frenético. El Papa Francisco ha dicho: nos considerábamos sanos en un mundo enfermo. Y, claro, tan acelerados estábamos, tan empapados de nuestro ego, de nuestro consumir, yo, mis cosas, mis proyectos, mis estudios, tantas cosas, tantos problemas, que estábamos admirados con nuestro ego que nos íbamos a caer al abismo. Y ¿qué hizo Dios? Así como el asistente, mojó un pincel y lo tiró en medio de nuestro ego, de nuestra soberbia humana, incluso de nuestro avance tecnológico desenfrenado, desequilibrado. ¿Para qué? Para salvar nuestra vida, y sobre todo, salvar nuestra alma. ¡Este es el mensaje! Dios va a sacar un bien de este mal, queridos amigos que me están escuchando.  

Dios no está gritando. Dios no está hablando fuerte. ¿Por qué Dios no habla en esta pandemia? ¿Por qué deja los muertos? ¿Por qué deja tantos contagiados? ¡Qué tristeza! Seguramente ustedes tendrán vecinos, gente que está contagiada, que está perdiendo el empleo porque no puede trabajar. No pueden funcionar las cosas a nivel económico, social. Y ¿Por qué Dios se calla? Porque está tirando el pincel a la pared y nos está salvando la vida, y sobre todo nuestra alma.

Así que, queridos amigos, vamos a ver también esa parte espiritual y buena de toda esta tragedia. Esto nos ha hecho pensar más en Dios que en nosotros mismos. ¡Cuánta gente ahora se acuerda de Dios! ¡Cuánta gente ahora dedica tiempo para rezar el rosario en familia! ¿Tú estás rezando el rosario en familia? -¡Ahí le dejo!- ¡Cuánta gente ahora dedica tiempo a sus seres queridos, a sus familiares, a sus papás! Los papás ahora pueden estar más tiempo con los hijos. Cosas que antes hacíamos a las carreras. Y qué maravilla que hemos redescubierto la riqueza de la familia, de los seres queridos, del encuentro. Incluso virtual: ya estamos conectados virtualmente, estamos nostálgicos unos de otros, pero nos comunicamos. ¡El valor de la relación interpersonal! ¡Más humanos! No tanto tecnológicos, máquinas, progreso, dinero, fama,-que eso es bueno-; pero cuando uno se mete por ahí y no sale de ahí, nos olvidamos ese tacto, esa sensibilidad humana que también es de Dios. Esta pandemia nos ha hecho ver también que tenemos que dar prioridad a las cosas importantes en la vida. A veces poníamos cosas o hacíamos cosas que no eran tan importantes y lo poníamos en primer lugar. ¡Dar el correcto valor a las cosas! Y saber que todo pasa. Simplemente se queda aquello que hayamos hecho por los demás.  

Este último párrafo nos introduce a la segunda lección de podemos aprender.

 

Segunda lección: Caridad e interés por los demás

Todos estamos conectados. Somos mutuamente responsables los unos por los otros. Yo soy responsable por mis hermanos y hermanas. No puedo comportarme como Caín: “¿Acaso soy el guardián de mi hermano?” (Gn 4,9). Todos somos responsables por todo el mundo; y si Dios ama a todos los seres humanos, entonces también nosotros debemos amarlos y preocuparnos por ellos. Son nuestros hermanos, pues Dios es nuestro Padre.

El desafío es cumplir esta enseñanza de una forma extrema. Se nos pide que detengamos nuestras vidas, que nos aislemos en nuestras casas, que nos quedemos encerrados con nuestras familias (y para muchos esto implica estar completamente solos), para salvar las vidas de otras personas. Se nos pide que dejemos de lado nuestras libertades personales y nuestros deseos por el bien de otros. Sí, si socializamos hay cierto riesgo para nosotros mismos, sin embargo entendemos que el peligro real es para la gente más anciana.

De hecho, algunas personas en todo el mundo preguntan: ¿qué ocurre con la economía? La economía es una preocupación, pero en esta situación del coronavirus el mensaje es claro: los valores nos dicen que debemos aislarnos porque de lo contrario los ancianos corren grave peligro. Antes que nada están las vidas de todas las personas de nuestra sociedad.

Cuando la crisis comience a disminuir, habremos aprendido que la humanidad debe ser mutuamente responsable los unos por los otros, porque ya no podremos decir que un virus en la otra punta del mundo no es nuestro problema. También necesitaremos recordar que, como hermanos, tenemos que mantener el delicado equilibrio entre tener una conciencia y preocupación global y al mismo tiempo recordar que tenemos que mantener nuestros valores humanos y cristianos. Si algo dejó claro Cristo fue el mandamiento del amor: “Amaos los unos a los otros, como yo os he amado” (Juan 13, 34).

Un ejemplo de esto es el valor absoluto de la vida humana que no puede verse comprometida. Mantener nuestros valores a veces requiere que mantengamos límites o que permanezcamos diferentes al resto del mundo. Debemos aplicar esta lección también a nuestros hogares en estas circunstancias. En vez de entrar a una pelea con un miembro de la familia, debemos ceder y anular nuestros propios deseos.

La enseñanza final que debemos contemplar es por qué se nos aísla de nuestros amigos, de nuestros abuelos, de nuestra comunidad. La lección parece clara: si cuando socializamos hablamos mal de alguien, si chismeamos con nuestros amigos sobre otras personas, ya no merecemos el privilegio de esos lazos sociales porque los usamos mal. El aislamiento puede enseñarnos a reflexionar sobre cómo tener interacciones sociales positivas y constructivas en vez de relaciones negativas y destructivas.

La pregunta que debemos formularnos es: ¿Esta tragedia nos llevará a cambiar y a ser mejores personas? ¿La aprovecharemos para pensar sobre nuestra vida desde una nueva perspectiva, una que nos ayude a entender que no tenemos el control y que debemos hacer lugar a Dios en nuestras vidas? Una perspectiva que nos enseñe a poner las necesidades de los demás antes de las propias, aunque eso nos produzca inconvenientes e incomodidad. Una perspectiva que traiga paz y armonía con los demás y evite los chismes, las heridas y las peleas.

Quizás de esta devastadora tragedia pueda emerger un mundo más afectuoso, receptivo, solidario, con más consciencia social y con consciencia de la existencia y la realidad de Dios.

 

Tercera lección: la maduración en diversas virtudes humanas [2]

  • Aceptar la crisis. Aunque resulte muy complicado, sobre todo cuando las infecciones y fallecimientos afectan a nuestra propia familia, una crisis no se supera personalmente mientras no se acepta plenamente, con todo su dramatismo y con todas sus consecuencias. Aceptar no es una postura pasiva ni indiferente. Aceptar es más que tolerar, soportar o aguantar. La aceptación exige una comprensión. Aceptar la crisis lleva a comprender su conveniencia para el desarrollo personal y colectivo, así como vislumbrar los muchos bienes que de ella pueden derivarse a corto, medio y largo plazo para la humanidad.
  • La crisis como oportunidad. La aceptación permite ver la crisis como una oportunidad en la medida en que supone un aceleramiento brusco del nivel de consciencia individual y colectivo, así como del ritmo de crecimiento personal y desarrollo de los pueblos y de la humanidad. Las grandes crisis ponen la maquinaria humana a su máximo rendimiento, pues a cada persona se le exige dar lo mejor de sí misma. Sin una crisis social profunda, ni Gandhi, ni Martin Luther King, ni Nelson Mandela, ni la Madre Teresa de Calcuta, ni Óscar Romero se habrían convertido en auténticos campeones de los derechos humanos.
  • El ser humano  puede operar desde su dimensión biológica, emocional, racional o espiritual. Las crisis ayudan al ser humano a identificarse con su dimensión más elevada, la espiritual, a encontrar una paz más profunda en medio de situaciones verdaderamente dramáticas, a adquirir un conocimiento de la realidad mucho más integral. La persona humana se espiritualiza —fundamentalmente— a través del silencio y la contemplación, de la meditación y de la oración. Espiritualizarse ayuda a dar más valor a lo esencial que a lo accesorio, a lo eterno que a lo temporal, al espíritu que a la materia, al amor que al placer, a lo gratuito que a lo oneroso, al dar que al recibir.
  • Espíritu de servicio. Las crisis ayudan a multiplicar los actos de servicio a los demás porque generan necesidades apremiantes. Las crisis producen una multiplicación en cadena de actos de solidaridad entre seres humanos y pueblos que fortalece lazos y destinos. Este necesario espíritu de servicio implica cuidarse a uno mismo para poder ser buen instrumento en ayuda de los demás. Por eso, un correcto espíritu de servicio sabe protegerse, no egoístamente sino solidariamente, con el fin de recuperar fuerzas y poder continuar con el servicio. Esto resulta de capital importancia en el personal médico. De lo contrario, es fácil caer en el agotamiento que siempre conlleva un aumento de la carga social.
  • Prudencia, no miedo. Una adecuada gestión de la crisis exige aprender a distinguir la prudencia del miedo. La prudencia es espiritual y no consume energía vital; el miedo es emocional, y acaba con nuestra energía. La prudencia ante la crisis lleva a cumplir a rajatabla las indicaciones de las autoridades gubernamentales y sanitarias que la gestionan. Es fuente de paz y siempre suma. El miedo, en cambio, paraliza, resta y en nada contribuye al fin de la pandemia.
  • Gestionar la incertidumbre. La crisis nos ayuda a aprender a vivir en momentos de incertidumbre, lo que supone un alto grado de desprendimiento personal y abandono en la providencia divina. Una de las necesidades básicas del ego es precisamente ese deseo de control, de seguridad que todos tenemos. Esta crisis es esencialmente antiegoica, pues si algo nos demuestra, es que el ser humano no tiene el control del planeta, ni tan siquiera de una parte de él. Mucho menos del universo.
  • Cuidar las relaciones humanas. La crisis es una gran oportunidad para mejorar nuestras relaciones humanas con los más próximos. El confinamiento al que tantos millones estamos sometidos obliga a muchas personas a convivir con seres queridos, a veces en espacios reducidos y con medios escasos. El confinamiento genera tensión. El respeto, el buen humor y el perdón en las relaciones humanas perfuman nuestras casas y las convierten en hogares dignos y nobles, aptos para la convivencia en familia.
  • Huir del victimismo. Una cosa es ser víctima del coronavirus y otra caer en el victimismo. Ser víctima del coronavirus es un hecho; el victimismo es, en cambio, una actitud, un modo de comportarse asumiendo indebidamente el papel de víctima. Es victimista quien elude su propia responsabilidad ante la crisis del coronavirus, quien considera que las medidas adoptadas por los gobiernos son imposiciones autoritarias, quien culpa a los demás como potenciales transmisores olvidando que uno mismo es un factor de riesgo, o quien busca excesiva compasión sin compadecerse de los demás.
  • Vivir el presente. La crisis nos ayuda a vivir el presente con gran intensidad, sin mirar melancólicamente hacia el pasado ni con ansiedad hacia el futuro. Vivir el hoy y el ahora es la mejor manera de hacer rendir el tiempo y de sacar lo mejor de nosotros mismos. Fijar la atención en lo que se hace en cada momento es una gran fuente de riqueza interna y externa, individual y colectiva.
  • Mantener la energía vital alta. Basta mirar a una persona para ver su nivel energético vital, que poco tiene que ver con su salud física o con su bienestar material. Un enfermo de coronavirus que perdona a su transmisor, que sonríe al personal sanitario que le cuida, que se aísla sin considerarse víctima, que aprovecha su aislamiento para orar, meditar y unirse íntimamente a los demás, está derrochando energía vital a raudales, como aquellas personas sanas que con una sonrisa aceptan las limitaciones impuestas por la crisis, los errores propios y ajenos, o agradecen al personal sanitario sus denodados esfuerzos con un aplauso cada noche. Tu sonrisa también contribuye a superar la crisis.

 

  1. ¿Qué puede hacer la Iglesia?

De la experiencia de la Iglesia de responder a otras situaciones de emergencia y epidemia, sabemos que hay tres funciones clave que la Iglesia puede desempeñar en estos tiempos para promover la preparación y la resiliencia:

  • Dar esperanza y enfrentar el miedo con información precisa y aliento a través de nuestra fe.
  • Mantener a la comunidad en adoración y conectada, si es necesario, a través de mensajes, teléfono y en línea, en caso de cuarentena e interrupción de relaciones físicas.
  • Expresar la compasión y el cuidado de Dios a la gente afectada en nuestras comunidades, recordando que las que ya son más vulnerables serán las más afectadas.

Como Iglesia, estamos llamados a ser una voz que calma y dé tranquilidad, afirmando que Dios está con nosotros. Y así podamos salir de la dimensión del miedo.

El coronavirus nos ha hecho pensar en el cuidado de uno mismo, pero también de los demás. Si estoy sano, evito que los demás se enfermen y viceversa; por lo tanto, tengo que cuidarme y cuidar a los demás.

Tenemos que empezar por el cuerpo, para eso están las medidas de higiene y protección señaladas por las autoridades. En ese mismo sentido tenemos que ver cuáles son las impurezas dentro de mí que necesito limpiar, mis egoísmos, mis resentimientos.

Si uno trabaja estos aspectos, tenemos la capacidad de ayudar y acompañar a otros que tengan dificultades.

Recomiendo que se dedique un momento y espacio todos los días para realizar el examen ignaciano, a la manera que indica Jesús: «cuando ores, entra en tu cuarto, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto» (Mt 6:6), y preguntarnos en este tiempo de pandemia: ¿cuáles han sido los momentos que me he sentido frágil?, ¿cuáles son los sentimientos que han predominado en mi interior?, ¿cómo he vivido esos sentimientos?, ¿cuándo me he sentido débil o vulnerable?, ¿ante qué presencias me he sentido así? Y hacia dónde me llevan estos sentimientos: ¿qué pensamientos y deseos me van generando? Después, reflexionar sobre cómo quiero seguir actuando. Cómo ordeno mis afectos desordenados provocados por esta situación que vivimos.

La imagen que me surge es el samaritano que va por el camino y que atiende al que se encuentra lastimado por otros. No podemos enojarnos o recriminar si nos encontramos con personas afectadas por la enfermedad en nuestro camino, tenemos que hacernos responsables del afectado, de los otros y de nuestro mundo.

La pandemia nos muestra la necesidad de cultivar el amor a Dios que significa partir del amor hacia uno mismo, que brota de lo más profundo hacia Él; admirar mi grandeza desde lo pequeño que soy, admirarme del otro y agradecer su presencia para poder admirarme ante la presencia de Dios, porque los atardeceres siguen siendo hermosos, aún en este tiempo de pandemia.

 

Conclusión

Termino dando aliento y ánimo a todos. “Dios nos va a dar un mundo mejor -diría el hermano Celso da Silva-, porque Dios nos ha librado de caer en el abismo de nuestra miseria, de nuestro egoísmo, para acercarnos a lo que realmente vale, es decir, a Dios, a los demás nuestro padres, amigos, vecinos-, y también a hacer lo que realmente importa en la vida para que un día podamos llegar al cielo y decir: “he invertido mi vida bien. No me he perdido en tantas banalidades, en tantos vicios…”. Tantas cosas malas que la juventud piensa que es bueno…como las sirenas, escuchan las sirenas y se emboban: “¡ay, que todo es bueno!”. No todo es bueno y no todo lo que es bello es verdadero. ¡Ánimo! ¡Dios está con nosotros! Sigamos unidos. El mundo será diferente, mejor. Porque Dios siempre saca un bien de un mal. ¡No tengan duda! ¡Confíen!”.

Termino con la famosa coplilla de santa Teresa de Jesús, la santa de mi ciudad, Ávila:

 

Nada te turbe,
nada te espante.
Todo se pasa,
Dios no se muda,

La paciencia
todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
nada le falta:
Sólo Dios basta.

Eleva el pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
nada te turbe.

A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
Nada te espante.

¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
Todo se pasa.

Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.

Ámala cual merece
Bondad inmensa;
pero no hay amor fino
Sin la paciencia.

Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
Todo lo alcanza.

Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
Quien a Dios tiene.

Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios su tesoro,
Nada le falta.

Id, pues, bienes del mundo;
id, dichas vanas,
aunque todo lo pierda,
Sólo Dios basta.

 

 Antonio Rivero, L.C.

 

[1] Hermano Celso da Silva, que se encuentra en Roma estudiando teología.

[2] Me apropio lo que se dice en este artículo que encontré y con el que estoy de acuerdo: https://cnnespanol.cnn.com/2020/03/25/diez-consejos-espirituales-para-lidiar-con-la-crisis-del-coronavirus/

 

 

 

 

Píldoras de esperanza: “Permanezcan en mi amor”

Jueves de la V Semana de Pascua

mayo 14, 2020 10:32

Espiritualidad y oración

 

Reflexión de los Evangelios diarios

Invocamos al Espíritu Santo

Espíritu Santo te necesitamos, para que nos traigas la paz y la alegría de quien escucha la Palabra de Dios y pueda entenderla llevándola a la práctica. Amén.

 

Evangelio según San Juan 15, 9-17.

Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto”. Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado.

No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.

No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi nombre, Él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros”.

Palabra del Señor.

 

¿Qué dice el texto?

Permanezcan en mi amor.

Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.

 

¿Qué nos dice Dios en el texto?

La insistencia del evangelista Juan en reafirmar las palabras de Jesús sobre lo que significa “permanecer” es muy amplia, la hemos explicado en otras ocasiones. Esta permanencia en Jesús, produce un gozo, que es la palabra clave del día de hoy.

Gozar, es tal vez el imán más atractivo para los seres humanos. De hecho, todos los avisos publicitarios y comerciales siempre están mostrando personas que están gozando, usando los productos que promueven. Tal vez, esa es la imagen que tenemos de gozar, tristemente distorsionada. Si bien, el gozar puede llevarnos a sonreír, a mostrar nuestra alegría, ésta, no es por tener ciertos bienes o pasar vacaciones en tal lugar… La palabra gozo implica una alegría que no tiene medida, es la alegría perfecta, que no puede opacarse de ninguna manera. Pero, es el gozo que proviene de una fe probada. Es algo que supera toda esperanza.

Nuestra reflexión de hoy nos lleva a creer en la verdadera felicidad, en el gozo perfecto, porque nuestra fe se va fortaleciendo cada día con encuentro personal con el Señor. Es posible que nuestros deseos vayan por otro lado, pero te invito a que te dejes sorprender por el Señor, que nunca defrauda y siempre llena de gozo perfecto nuestra vida.

Te invito que hoy también sigamos repitiendo frases del Salmo 23 y digamos:

¡Aunque cruce por oscuras quebradas, ningún mal temeré, porque tú, Señor, estás conmigo!

Te invito a conocer más de nuestro trabajo diario sobre la Lectura Orante de la Biblia

 

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San Isidro Labrador, 15 de mayo

Patrón de Madrid y de agricultores y campesinos españoles

mayo 14, 2020 09:00

Testimonios de la Fe

 

“Patrón de Madrid y de los agricultores y campesinos españoles. Un hombre devoto de la Eucaristía y de la Virgen que amasó su fe en medio del esplendor de la naturaleza que le hablaba de Dios. Su esposa fue santa María de la Cabeza”

La vida de Isidro nuevamente pone sobre el tapete una indiscutible realidad: para ser santo basta con amar en todo momento. No hay más. Cualquier otro afán que no esté regido por ello se deslinda de ese camino. Lo que viene llamando la atención en él desde hace siglos fue que, siendo tan escasa su notoriedad, inmediatamente después de morir fue aclamado por las gentes que habían visto en su conducta cotidiana los rasgos de la santidad. Posteriormente, con visos de rigor o movidos por antiguos criterios hagiográficos tendentes a magnificar retazos de su acontecer, se han ido sumando páginas ensalzando virtudes que hicieron de Isidro uno de los personajes históricos más queridos de Madrid, ciudad de la que es patrón. De su memoria ha quedado fehaciente constancia en la arquitectura y en la pintura, entre otras artes. En muchos rincones de la capital de España hay vestigios del fervor que suscita. Simplemente esto da que pensar. No se tributan a cualquiera tantos honores.

Juan Diácono sintetizó su existencia en seis páginas en su Vita Sancti Isidoro, redactada en el siglo XIII. Nació Isidro de Merlo y Quintana en Madrid a finales del siglo XI, puede que hacia 1082, en una humilde casa cercana a la iglesia de San Andrés. Sus padres eran cristianos mozárabes, fieles a la fe que le inculcaron. Entonces Madrid era una modesta Villa que al ser conquistada por los almorávides obligó a muchos a huir. Uno de ellos fue Isidro, cuyo primer oficio había sido el de pocero. Al llegar a la localidad madrileña de Torrelaguna comenzó a ganarse la vida como labrador. Era un hombre humilde y sencillo, de gran corazón, que enamoró a María Toribia, con la que se desposó. Ella, también canonizada, es conocida con el nombre de santa María de la Cabeza.

 Después de pasar por Caraquiz y Talamanca, la pareja se asentó en Madrid. Isidro retornó al campo si bien no poseía tierras que cultivar, sino que estaba al servicio de Juan de Vargas al que conoció en Talamanca. Juan era una especie de terrateniente, dueño de hectáreas extendidas por las riberas del Manzanares así como por barrios y aledaños de la ciudad, como los Carabancheles Alto y Bajo, Getafe, Jarama… En casa de Vargas nacería Illán, hijo de Isidro y de María, y en ella fue objeto de uno de los numerosos milagros que se atribuyen al santo ya que la familia había establecido su morada en ese palacio. El niño era muy pequeño cuando en un descuido se cayó al pozo, con la natural conmoción de su madre. Conocedor del hecho su padre, al regresar de su trabajo suplicó a la Virgen de la Almudena su mediación. Entonces el agua subió llegando casi a rebasar el borde del pozo lo cual le permitió extraer a Illán sin rasguño alguno.

 Isidro era especialmente devoto de la Eucaristía y de la Virgen. No fue hombre versado. No conoció más paisajes que las pocas localidades que recorrió y la majestuosidad de una naturaleza que le hablaba de Dios. Así se doctoró humana y espiritualmente. La paciencia, el tesón, la generosidad, la constancia, la esperanza, la belleza…, todas las virtudes brotaban en su entorno enhebradas de silencios, rotos únicamente por la inigualable sinfonía que le acompañaba: el murmullo del agua, el trinar de las aves o el susurro del viento. Todo era imagen de Dios. Y María acunándole desde su trono en la Almudena y en Atocha. Su camino hacia la santidad lo efectuó desde el anonimato y la sencillez de una vida colmada del amor a Dios, rubricada por la honestidad en cada uno de sus actos: responsabilidad en el hogar y en el trabajo, abnegación con todos… Un sentimiento hondo de gratitud y paz en medio de la humilde tarea que llenaba muchas de sus horas: uncir los bueyes, cuidado de los animales, poda de rastrojos, vendimia, siembra, cosecha, etc.

 Su conducta quedaba realzada en medio de una sociedad dada a vivir con largueza, sumida en ciertas costumbres alejadas del evangelio. Digamos que los gestos del santo denunciaban vicios que dominaban a la clase civil y a la eclesiástica. El pueblo llano siempre ha sabido distinguir de forma natural la grandeza de una vida que se derrama sin estridencias, pero que está ahí, haciendo germinar en derredor multitud de bendiciones, marcando la brújula de la verdad divina.

 Gregorio XV dijo de él: “nunca salió para su trabajo sin antes oír, muy de madrugada, la Santa Misa y encomendarse a Dios y a su Madre Santísima”. Todos se percataban de su piedad, bondad y caridad con los pobres. Su fe era tanta que alguna vez, según narra la tradición popular, los ángeles acudieron a reemplazarle en su tarea, arando las tierras para que pudiera asistir tranquilo a misa sin faltar a su trabajo. El hecho, que forma parte de su proceso de canonización, fue contemplado por un atónito Juan de Vargas que acudió a comprobar su rendimiento laboral ante alguna denuncia que debió llegar a sus oídos en contra de Isidro. Este milagro ha sido recogido por la iconografía; es, por ello, uno de los más conocidos que se le atribuyen al santo, en cuya causa se contabilizaron más de cuatrocientos. Otros prodigios los compartió con su santa esposa, como cruzar el río Jarama sobre una mantilla.

 Murió en Madrid el 15 de mayo de 1130. Fue sepultado en el cementerio de San Andrés, de cuya parroquia era diácono Juan, redactor de su vida. A través de una revelación divina en 1212 se descubrieron sus restos, constatándose que su cuerpo estaba incorrupto. Desde entonces se le considera patrón de Madrid. Pablo V lo beatificó el 14 de junio de 1619. Y Gregorio XV lo canonizó el 12 de marzo de 1622, pero al fallecer éste, hubo que esperar al 4 de junio de 1724 fecha en la que Benedicto XIII expidió la bula de canonización. Aquél gran día de 1622 en la gloria de Bernini se encumbraba a los altares a un humilde campesino junto a estas grandes figuras de la Iglesia: Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Jesús y Felipe Neri. El 16 de diciembre de 1960 Juan XXIII declaró a Isidro patrón de los agricultores y campesinos españoles.