Servicio diario - 15 de mayo de 2020


 

Mensaje del Papa para la 106ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado
Larissa I. López

Carta de Benedicto XVI en el centenario de Juan Pablo II
Larissa I. López

Santa Marta: El Papa ora para que “el espíritu de amor” crezca en las familias
Larissa I. López

La basílica de San Pedro, desinfectada para reabrirse a los fieles
Larissa I. López

Consejo Episcopal Latinoamericano: Mensaje por el Día Internacional de la Familia
Larissa I. López

Presentación del mensaje del Papa para la Jornada del Migrante y Refugiado
Larissa I. López

Perú: Oración de líderes religiosos por el fin de la pandemia
Redacción

Cáritas América Latina: Llamado a los Estados para garantizar la supervivencia
Larissa I. López

COVID-19: Obispos de Estados Unidos expresan solidaridad con pueblos indígenas
Larissa I. López

Bioética: La confusa terminología de la eutanasia y el suicidio asistido
Justo Aznar

Píldoras de esperanza: “Ustedes son mis amigos, si hacen lo que les mando”
Ricardo Grzona

San Simón Stock, 16 de mayo
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

Mensaje del Papa para la 106ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado

Dedicado a los desplazados internos

mayo 15, 2020 11:33

Papa y Santa Sede

(zenit – 15 mayo 2020).- La Oficina de Prensa de la Santa Sede ha difundido hoy el mensaje del Santo Padre para la 106ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que se celebrará el 27 de septiembre de 2020.

El documento, titulado “Como Jesucristo, obligados a huir. Acoger, proteger, promover e integrar a los desplazados internos” ha sido presentado también en este día en una rueda de prensa.

Francisco remite en su mensaje a las “Orientaciones Pastorales sobre Desplazados Internos”, recientemente publicadas por la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral: “Un documento que desea inspirar y animar las acciones pastorales de la Iglesia en este ámbito concreto”.

 

Drama de los desplazados internos

Es por ello que decidió dedicar este Mensaje “al drama de los desplazados internos, un drama a menudo invisible, que la crisis mundial causada por la pandemia del COVID-19 ha agravado” y lo extiende “a todos los que han experimentado y siguen aún hoy viviendo situaciones de precariedad, de abandono, de marginación y de rechazo a causa del COVID-19”.

El Papa recuerda la escena de la huida de Egipto en la que la Sagrada Familia experimentó “la trágica condición de desplazado y refugiado”, “marcada por el miedo, la incertidumbre, las incomodidades”, trasladándola a la realidad actual de las familias de migrantes y refugiados: “Estamos llamados a reconocer en sus rostros el rostro de Cristo, hambriento, sediento, desnudo, enfermo, forastero y encarcelado, que nos interpela (cf. Mt 25,31-46). Si lo reconocemos, seremos nosotros quienes le agradeceremos el haberlo conocido, amado y servido”.

Así, considera que los desplazados internos ofrecen “esta oportunidad de encuentro con el Señor” y se trata “de un reto pastoral al que estamos llamados a responder con los cuatro verbos que señalé en el mensaje para esta misma Jornada en 2018: acoger, proteger, promover e integrar”. De este modo, el Pontífice añade “otras seis parejas de verbos, que se corresponden a acciones muy concretas, vinculadas entre sí en una relación de causa-efecto”.

 

Conocer y comprender, hacerse prójimo para servir

En primer lugar, es necesario “conocer para comprender”, pues “cuando hablamos de migrantes y desplazados, nos limitamos con demasiada frecuencia a números. ¡Pero no son números, sino personas! Si las encontramos, podremos conocerlas. Y si conocemos sus historias, lograremos comprender”.

Después, “hay que hacerse prójimo para servir”, explica el Obispo de Roma: “Los miedos y los prejuicios —tantos prejuicios—, nos hacen mantener las distancias con otras personas y a menudo nos impiden ‘acercarnos como prójimos’ y servirles con amor”. Pero, acercarse al prójimo “significa, a menudo, estar dispuestos a correr riesgos, como nos han enseñado tantos médicos y personal sanitario en los últimos meses” y el ejemplo más grande “nos lo dejó Jesús cuando lavó los pies de sus discípulos: se quitó el manto, se arrodilló y se ensució las manos (cf. Jn 13,1-15)”.

 

Escuchar para reconciliarse, compartir para crecer

“Para reconciliarse se requiere escuchar”, continúa. En la actualidad “se multiplican los mensajes, pero se está perdiendo la capacidad de escuchar” y “solo a través de una escucha humilde y atenta podremos llegar a reconciliarnos de verdad”. Gracias a esta escucha, “tenemos la oportunidad de reconciliarnos con el prójimo, con tantos descartados, con nosotros mismos y con Dios, que nunca se cansa de ofrecernos su misericordia”.

En cuarto lugar, el Santo Padre remarca que “para crecer hay que compartir”, pues, es preciso “aprender a compartir para crecer juntos, sin dejar fuera a nadie. La pandemia nos ha recordado que todos estamos en el mismo barco”. “Darnos cuenta que tenemos las mismas preocupaciones y temores comunes, nos ha demostrado, una vez más, que nadie se salva solo” y que para crecer realmente, “debemos crecer juntos, compartiendo lo que tenemos”.

 

Involucrar para promover, colaborar para construir

El Papa sostiene también que “se necesita involucrar para promover”. A veces, “el impulso de servir a los demás nos impide ver sus riquezas”, no obstante, si queremos realmente promover a las personas a quienes ofrecemos asistencia, “tenemos que involucrarlas y hacerlas protagonistas de su propio rescate”.

De este modo, remarca que de deben “motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad” (Meditación en la Plaza de San Pedro, 27 marzo 2020).

Por último, Francisco subraya que es “indispensable colaborar para construir. La construcción del Reino de Dios, compromiso común de todos los cristianos, “requiere que aprendamos a colaborar, sin dejarnos tentar por los celos, las discordias y las divisiones”.

Y en el actual contexto, “es necesario reiterar que: ‘Este no es el tiempo del egoísmo (…)’, (Mensaje Urbi et Orbi, 12 abril 2020)” y para preservar la casa común y que esta se parezca, cada vez más, al plan original de Dios, “debemos comprometernos a garantizar la cooperación internacional, la solidaridad global y el compromiso local, sin dejar fuera a nadie”.

A continuación, sigue el mensaje completo del Papa Francisco.

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Mensaje del Santo Padre

A principios de año, en mi discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, señalé entre los retos del mundo contemporáneo el drama de los desplazados internos: “Las fricciones y las emergencias humanitarias, agravadas por las perturbaciones del clima, aumentan el número de desplazados y repercuten sobre personas que ya viven en un estado de pobreza extrema. Muchos países golpeados por estas situaciones carecen de estructuras adecuadas que permitan hacer frente a las necesidades de los desplazados” (9 enero 2020).

La Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral ha publicado las “Orientaciones Pastorales sobre Desplazados Internos” (Ciudad del Vaticano, 5 mayo 2020) un documento que desea inspirar y animar las acciones pastorales de la Iglesia en este ámbito concreto.

Por ello, decidí dedicar este Mensaje al drama de los desplazados internos, un drama a menudo invisible, que la crisis mundial causada por la pandemia del COVID-19 ha agravado. De hecho, esta crisis, debido a su intensidad, gravedad y extensión geográfica, ha empañado muchas otras emergencias humanitarias que afligen a millones de personas, relegando iniciativas y ayudas internacionales, esenciales y urgentes para salvar vidas, a un segundo plano en las agendas políticas nacionales. Pero “este no es tiempo del olvido. Que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas” (Mensaje Urbi et Orbi, 12 abril 2020).

A la luz de los trágicos acontecimientos que han caracterizado el año 2020, extiendo este Mensaje, dedicado a los desplazados internos, a todos los que han experimentado y siguen aún hoy viviendo situaciones de precariedad, de abandono, de marginación y de rechazo a causa del COVID-19.

Quisiera comenzar refiriéndome a la escena que inspiró al papa Pío XII en la redacción de la Constitución Apostólica Exsul Familia (1 agosto 1952). En la huida a Egipto, el niño Jesús experimentó, junto con sus padres, la trágica condición de desplazado y refugiado, “marcada por el miedo, la incertidumbre, las incomodidades (cf. Mt 2,13-15.19-23). Lamentablemente, en nuestros días, millones de familias pueden reconocerse en esta triste realidad. Casi cada día la televisión y los periódicos dan noticias de refugiados que huyen del hambre, de la guerra, de otros peligros graves, en busca de seguridad y de una vida digna para sí mismos y para sus familias” (Ángelus, 29 diciembre 2013). Jesús está presente en cada uno de ellos, obligado —como en tiempos de Herodes— a huir para salvarse. Estamos llamados a reconocer en sus rostros el rostro de Cristo, hambriento, sediento, desnudo, enfermo, forastero y encarcelado, que nos interpela (cf. Mt 25,31-46). Si lo reconocemos, seremos nosotros quienes le agradeceremos el haberlo conocido, amado y servido.

Los desplazados internos nos ofrecen esta oportunidad de encuentro con el Señor, “incluso si a nuestros ojos les cuesta trabajo reconocerlo: con la ropa rota, con los pies sucios, con el rostro deformado, con el cuerpo llagado, incapaz de hablar nuestra lengua” (Homilía, 15 febrero 2019). Se trata de un reto pastoral al que estamos llamados a responder con los cuatro verbos que señalé en el Mensaje para esta misma Jornada en 2018: acoger, proteger, promover e integrar. A estos cuatro, quisiera añadir ahora otras seis parejas de verbos, que se corresponden a acciones muy concretas, vinculadas entre sí en una relación de causa-efecto.

Es necesario conocer para comprender. El conocimiento es un paso necesario hacia la comprensión del otro. Lo enseña Jesús mismo en el episodio de los discípulos de Emaús: “Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo” (Lc 24,15-16). Cuando hablamos de migrantes y desplazados, nos limitamos con demasiada frecuencia a números. ¡Pero no son números, sino personas! Si las encontramos, podremos conocerlas. Y si conocemos sus historias, lograremos comprender. Podremos comprender, por ejemplo, que la precariedad que hemos experimentado con sufrimiento, a causa de la pandemia, es un elemento constante en la vida de los desplazados.

Hay que hacerse prójimo para servir. Parece algo obvio, pero a menudo no lo es. “Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó” (Lc 10,33-34). Los miedos y los prejuicios —tantos prejuicios—, nos hacen mantener las distancias con otras personas y a menudo nos impiden “acercarnos como prójimos” y servirles con amor. Acercarse al prójimo significa, a menudo, estar dispuestos a correr riesgos, como nos han enseñado tantos médicos y personal sanitario en los últimos meses. Este estar cerca para servir, va más allá del estricto sentido del deber. El ejemplo más grande nos lo dejó Jesús cuando lavó los pies de sus discípulos: se quitó el manto, se arrodilló y se ensució las manos (cf. Jn 13,1-15).

Para reconciliarse se requiere escuchar. Nos lo enseña Dios mismo, que quiso escuchar el gemido de la humanidad con oídos humanos, enviando a su Hijo al mundo: “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él […] tenga vida eterna” (Jn 3,16-17). El amor, el que reconcilia y salva, empieza por una escucha activa. En el mundo de hoy se multiplican los mensajes, pero se está perdiendo la capacidad de escuchar. Sólo a través de una escucha humilde y atenta podremos llegar a reconciliarnos de verdad. Durante el 2020, el silencio se apoderó por semanas enteras de nuestras calles. Un silencio dramático e inquietante, que, sin embargo, nos dio la oportunidad de escuchar el grito de los más vulnerables, de los desplazados y de nuestro planeta gravemente enfermo. Y, gracias a esta escucha, tenemos la oportunidad de reconciliarnos con el prójimo, con tantos descartados, con nosotros mismos y con Dios, que nunca se cansa de ofrecernos su misericordia.

Para crecer hay que compartir. Para la primera comunidad cristiana, la acción de compartir era uno de sus pilares fundamentales: “El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común” (Hch 4,32). Dios no quiso que los recursos de nuestro planeta beneficiaran únicamente a unos pocos. ¡No, el Señor no quiso esto! Tenemos que aprender a compartir para crecer juntos, sin dejar fuera a nadie. La pandemia nos ha recordado que todos estamos en el mismo barco. Darnos cuenta que tenemos las mismas preocupaciones y temores comunes, nos ha demostrado, una vez más, que nadie se salva solo. Para crecer realmente, debemos crecer juntos, compartiendo lo que tenemos, como ese muchacho que le ofreció a Jesús cinco panes de cebada y dos peces… ¡Y fueron suficientes para cinco mil personas! (cf. Jn 6,1-15).

Se necesita involucrar para promover. Así hizo Jesús con la mujer samaritana (cf. Jn 4,1-30). El Señor se acercó, la escuchó, habló a su corazón, para después guiarla hacia la verdad y transformarla en anunciadora de la buena nueva: “Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será este el Mesías?” (v. 29). A veces, el impulso de servir a los demás nos impide ver sus riquezas. Si queremos realmente promover a las personas a quienes ofrecemos asistencia, tenemos que involucrarlas y hacerlas protagonistas de su propio rescate. La pandemia nos ha recordado cuán esencial es la corresponsabilidad y que sólo con la colaboración de todos —incluso de las categorías a menudo subestimadas— es posible encarar la crisis. Debemos “motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad” (Meditación en la Plaza de San Pedro, 27 marzo 2020).

Es indispensable colaborar para construir. Esto es lo que el apóstol san Pablo recomienda a la comunidad de Corinto: “Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que digáis todos lo mismo y que no haya divisiones entre vosotros. Estad bien unidos con un mismo pensar y un mismo Sentir” (1 Co 1,10). La construcción del Reino de Dios es un compromiso común de todos los cristianos y por eso se requiere que aprendamos a colaborar, sin dejarnos tentar por los celos, las discordias y las divisiones. Y en el actual contexto, es necesario reiterar que: “Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace acepción de personas” (Mensaje Urbi et Orbi, 12 abril 2020). Para preservar la casa común y hacer todo lo posible para que se parezca, cada vez más, al plan original de Dios, debemos comprometernos a garantizar la cooperación internacional, la solidaridad global y el compromiso local, sin dejar fuera a nadie.

Quisiera concluir con una oración sugerida por el ejemplo de san José, de manera especial cuando se vio obligado a huir a Egipto para salvar al Niño.

Padre, Tú encomendaste a san José lo más valioso que tenías: el Niño Jesús y su madre, para protegerlos de los peligros y de las amenazas de los malvados.

Concédenos, también a nosotros, experimentar su protección y su ayuda. Él, que padeció el sufrimiento de quien huye a causa del odio de los poderosos, haz que pueda consolar y proteger a todos los hermanos y hermanas que, empujados por las guerras, la pobreza y las necesidades, abandonan su hogar y su tierra, para ponerse en camino, como refugiados, hacia lugares más seguros.

Ayúdalos, por su intercesión, a tener la fuerza para seguir adelante, el consuelo en la tristeza, el valor en la prueba.

Da a quienes los acogen un poco de la ternura de este padre justo y sabio, que amó a Jesús como un verdadero hijo y sostuvo a María a lo largo del camino.

Él, que se ganaba el pan con el trabajo de sus manos, pueda proveer de lo necesario a quienes la vida les ha quitado todo, y darles la dignidad de un trabajo y la serenidad de un hogar.

Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, que san José salvó al huir a Egipto, y por intercesión de la Virgen María, a quien amó como esposo fiel según tu voluntad. Amén.

Roma, San Juan de Letrán, 13 de mayo de 2020, Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Fátima.

FRANCISCO

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

 

Carta de Benedicto XVI en el centenario de Juan Pablo II

El mensaje del santo sobre la misericordia

mayo 15, 2020 14:07

Benedicto XVI
Juan Pablo II

(zenit – 15 mayo 2020).- “A lo largo de su vida, el papa buscó apropiarse subjetivamente del centro objetivo de la fe cristiana, que es la doctrina de la salvación, y ayudar a otros a apropiarse de ella. A través de Cristo resucitado, la misericordia de Dios es para cada individuo”, destaca Benedicto XVI sobre el mensaje de Juan Pablo II.

Con motivo del centenario del nacimiento de san Juan Pablo II, que tendrá lugar el próximo lunes 18 de mayo, el papa emérito ha enviado una carta a la Conferencia Episcopal Polaca en torno a la trascendencia de la figura del papa de dicho país.

 

“La misericordia es para todos”

“Gracias a Cristo resucitado, la misericordia de Dios es para todos”, recuerda el Papa emérito, y “todos deben saber que la misericordia de Dios al final se revelará más fuerte que nuestra debilidad”.

“Aquí debemos encontrar la unidad interior del mensaje de Juan Pablo II y las intenciones fundamentales del Papa Francisco: al contrario de lo que se dice a veces, Juan Pablo II no es un rigorista moral”, prosigue.

 

Signo de esperanza y confianza

Demostrando la importancia esencial de la misericordia divina, el santo “nos da la oportunidad de aceptar las exigencias morales impuestas al hombre, aunque nunca podamos satisfacerle plenamente. Nuestros esfuerzos morales se emprenden a la luz de la misericordia de Dios, que se revela como una fuerza que cura nuestra debilidad”, explica Benedicto XVI.

Además, en la misiva subraya que “es cierto que el poder y la bondad de Dios se hicieron visibles para todos nosotros en Juan Pablo II. En un momento en que la Iglesia sufre una vez más la aflicción del mal, este es para nosotros un signo de esperanza y confianza”.

A continuación, sigue la carta completa del papa emérito, proporcionada por el episcopado polaco.

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Para el centenario del nacimiento del santo papa Juan Pablo II (18 de mayo de 2020)

El 18 de mayo, se cumplirán 100 años desde que el papa Juan Pablo II nació en la pequeña ciudad polaca de Wadowice.

Polonia, dividida durante más de 100 años por las tres grandes potencias vecinas – Prusia, Rusia y Austria –, había recuperado su independencia al final de la Primera Guerra Mundial. Fue una época llena de esperanza, pero también de dificultades, ya que la presión de las dos grandes potencias, Alemania y Rusia, siguió pesando sobre el Estado que se estaba reorganizando. En esta situación de angustia, pero sobre todo de esperanza, creció el joven Karol Wojtyla, que perdió muy pronto a su madre, a su hermano y, finalmente, a su padre, de quien había aprendido una piedad profunda y cálida. El joven Karol era particularmente apasionado de la literatura y el teatro, y después de estudiar para sus exámenes de secundaria, comenzó a dedicarse más a estas materias.

“Para evitar la deportación, en el otoño de 1940, comenzó a trabajar en una cantera que pertenecía a la fábrica química de Solvay” (cf. Don y Misterio). “En Cracovia, había ingresado en secreto en el Seminario. Mientras trabajaba como obrero en una fábrica, comenzó a estudiar teología con viejos libros de texto, para poder ser ordenado sacerdote el 1 de noviembre de 1946” (cf. Ibid.). Por supuesto, no solo estudió teología en los libros, sino también a partir de la situación específica que pesaba sobre él y su país. Es una especie de característica de toda su vida y su trabajo. Estudia con libros, pero experimenta y sufre las cuestiones que están detrás del material impreso. Para él, como joven obispo – obispo auxiliar desde 1958, arzobispo de Cracovia desde 1964 – el Concilio Vaticano II se convirtió en una escuela para toda su vida y su trabajo. Las grandes preguntas que surgieron especialmente sobre el llamado Esquema 13 – luego Constitución Gaudium et Spes – fueron sus preguntas personales. Las respuestas desarrolladas en el Concilio le mostraron el camino a seguir para su trabajo como obispo y luego como Papa.

Cuando el cardenal Wojtyla fue elegido sucesor de San Pedro el 16 de octubre de 1978, la Iglesia estaba en una situación desesperada. Las deliberaciones del Concilio se presentaban al público como una disputa sobre la fe misma, lo que parecía privarla de su certeza indudable e inviolable. Un pastor bávaro, por ejemplo, comentando la situación, decía: «Al final, hemos acogido una fe falsa». Esta sensación de que no había nada seguro, de que todo estaba en cuestión, fue alimentada por la forma en que se implementó la reforma litúrgica. Al final, todo parecía factible en la liturgia. Pablo VI había cerrado el Concilio con energía y determinación, pero luego, una vez terminado, se vio confrontado con más asuntos, siempre más urgentes, lo que finalmente puso en tela de juicio a la Iglesia misma. Los sociólogos compararon la situación de la Iglesia en ese momento con la de la Unión Soviética bajo Gorbachov, cuando toda la poderosa estructura del Estado finalmente se derrumbó en un intento de reformarla.

Una tarea que superaba las fuerzas humanas esperaba al nuevo Papa. Sin embargo, desde el primer momento, Juan Pablo II despertó un nuevo entusiasmo por Cristo y su Iglesia. Primero lo hizo con el grito del sermón al comienzo de su pontificado: “¡No tengan miedo! ¡Abran, sí, abran de par en par las puertas a Cristo!” Este tono finalmente determinó todo su pontificado y lo convirtió en un renovado liberador de la Iglesia. Esto estaba condicionado por el hecho de que el nuevo Papa provenía de un país donde el Concilio había sido bien recibido: no el cuestionamiento de todo, sino más bien la alegre renovación de todo.

El Papa ha viajado por el mundo en 104 grandes viajes pastorales y proclamó el Evangelio en todas partes como una alegría, cumpliendo así su obligación de defender el bien, de defender a Cristo.

En 14 encíclicas, volvió a exponer completamente la fe de la Iglesia y su doctrina humana. Inevitablemente, al hacerlo, provocó oposición en las iglesias del Occidente llenas de dudas.

Hoy, me parece importante enfatizar sobre todo el verdadero centro desde el cual debe leerse el mensaje de sus diferentes textos. Este centro vino a la atención de todos nosotros en el momento de su muerte. El Papa Juan Pablo II murió en las primeras horas de la nueva fiesta de la Divina Misericordia. Permítanme agregar primero un pequeño comentario personal que revela un aspecto importante del ser y el trabajo del Papa. Desde el principio, Juan Pablo II se sintió profundamente conmovido por el mensaje de Faustina Kowalska, una monja de Cracovia, que destacó la Divina Misericordia como un centro esencial de la fe cristiana y deseaba una celebración con este motivo. Después de todas las consultas, el Papa había escogido el domingo in albis. Sin embargo, antes de tomar la decisión final, le pidió a la Congregación de la Fe su opinión sobre la conveniencia de esta fecha. Dijimos que no porque pensamos que una fecha tan antigua y llena de contenido como la del domingo in albis no debería sobrecargarse con nuevas ideas. Ciertamente no fue fácil para el Santo Padre aceptar nuestro no. Pero lo hizo con toda humildad y aceptó el no de nuestro lado por segunda vez. Finalmente, hizo una propuesta dejando el histórico domingo in albis, pero incorporando la Divina Misericordia en su mensaje original. En otras ocasiones, de vez en cuando, me impresionó la humildad de este gran Papa, que renunció a las ideas de lo que deseaba porque no recibió la aprobación de los organismos oficiales que, según las reglas clásicas, había de consultar.

Mientras Juan Pablo II vivió sus últimos momentos en este mundo, la Fiesta de la Divina Misericordia acababa de comenzar tras la oración de las primeras vísperas. Esta celebración iluminó la hora de su muerte: la luz de la misericordia de Dios se presenta como un mensaje reconfortante sobre su muerte. En su último libro, Memoria e Identidad, publicado en la víspera de su muerte, el Papa resumió una vez más el mensaje de la Divina Misericordia. Señaló que la hermana Faustina murió antes de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, pero que ya había dado la respuesta del Señor a este horror insoportable. Era como si Cristo quisiera decir a través de Faustina: “El mal no obtendrá la victoria final. El misterio pascual confirma que el bien prevalecerá, que la vida triunfará sobre la muerte y que el amor triunfará sobre el odio”.

A lo largo de su vida, el Papa buscó apropiarse subjetivamente del centro objetivo de la fe cristiana, que es la doctrina de la salvación, y ayudar a otros a apropiarse de ella. A través de Cristo resucitado, la misericordia de Dios es para cada individuo. Aunque este centro de la existencia cristiana solo nos lo da la fe, también es importante filosóficamente, porque si la misericordia de Dios no es un hecho, debemos encontrar nuestro camino en un mundo donde el poder último del bien contra el mal es incierto. Después de todo, más allá de este significado histórico objetivo, es esencial que todos sepan que, al final, la misericordia de Dios es más fuerte que nuestra debilidad. Además, en esta etapa actual, también se puede encontrar la unidad interior entre el mensaje de Juan Pablo II y las intenciones fundamentales del Papa Francisco: Juan Pablo II no es un rigorista moral, como algunos lo intentan dibujar en parte. Con la centralidad de la misericordia divina, nos da la oportunidad de aceptar el requerimiento moral del hombre, aunque nunca podemos cumplirlo por completo. Sin embargo, nuestros esfuerzos morales se hacen a la luz de la divina misericordia, que resulta ser una fuerza curativa para nuestra debilidad.

Cuando murió el Papa Juan Pablo II, la Plaza de San Pedro estaba llena de personas, especialmente jóvenes, que querían encontrarse con su Papa por última vez. No puedo olvidar el momento en que Mons. Sandri anunció el mensaje de la partida del Papa. Sobre todo, el momento en que la gran campana de San Pedro repicó, hizo que este mensaje resultara inolvidable. El día del funeral, había muchas pancartas diciendo “¡Santo subito!”. Eso fue un grito que, de todos lados, surgió a partir del encuentro con Juan Pablo II. No solo en la plaza, sino también en varios círculos intelectuales, se discutió la idea de darle el título de “Magno” a Juan Pablo II.

La palabra “santo” indica la esfera de Dios y la palabra “magno” la dimensión humana. Según el reglamento de la Iglesia, la santidad puede ser reconocida por dos criterios: las virtudes heroicas y el milagro. Los dos criterios están estrechamente vinculados. La expresión “virtud heroica” no significa una especie de hazaña olímpica; al contrario, en y a través de una persona se revela algo que no proviene de él, sino que se hace visible la obra de Dios en y a través de él. No es una competencia moral de la persona, sino renunciar a la propia grandeza. El punto es que una persona deja que Dios trabaje en ella, y así el trabajo y el poder de Dios se hacen visibles a través de ella.

Lo mismo se aplica a la prueba del milagro: aquí tampoco se trata de un evento sensacional sino de la revelación de la bondad de Dios que cura de una manera que va más allá de las meras posibilidades humanas. El santo es un hombre abierto a Dios e imbuido de Dios. El que se aleja de sí mismo y nos deja ver y reconocer a Dios es santo. Verificar esto legalmente, en la medida de lo posible, es el significado de los dos procesos de beatificación y canonización. En los casos de Juan Pablo II, ambos procesos se hicieron estrictamente de acuerdo a las reglas aplicables. Por lo tanto, ahora se nos presenta como el padre que nos deja ver la misericordia y la bondad de Dios.

Es más difícil definir correctamente el término “magno”. Durante los casi 2.000 años de historia del papado, el título “Magno” solo prevaleció para dos papas: León I (440-461) y Gregorio I (590-604). La palabra “magno” tiene una connotación política en ambos, en la medida en que algo del misterio de Dios mismo se hace visible a través de la actuación política. A través del diálogo, León Magno logró convencer a Atila, el Príncipe de los Hunos, para que perdonara a Roma, la ciudad de los príncipes de los apóstoles Pedro y Pablo. Desarmado, sin poder militar o político, sino por el solo poder de la convicción por su fe, logró convencer al temido tirano para que perdonara a Roma. El espíritu demostró ser más fuerte en la lucha entre espíritu y poder.

Aunque Gregorio I no tuvo un éxito tan espectacular, también logró proteger a Roma contra los lombardos, de nuevo al oponerse el espíritu al poder y alcanzar la victoria del espíritu.

Si comparamos la historia de los dos Papas con la de Juan Pablo II, su similitud es evidente. Juan Pablo II tampoco tenía poder militar o político. Durante las deliberaciones sobre la forma futura de Europa y Alemania, en febrero de 1945, se observó que la opinión del Papa también debía tenerse en cuenta. Entonces Stalin preguntó: “¿Cuántas divisiones tiene el Papa?”. Es claro que el Papa no tiene divisiones a su disposición. Pero el poder de la fe resultó ser un poder que finalmente derrocó el sistema de poder soviético en 1989 y permitió un nuevo comienzo. Es indiscutible que la fe del Papa fue un elemento esencial en el derrumbe del poder comunista. Así que la grandeza evidente en León I y Gregorio I es ciertamente visible también en Juan Pablo II.

Dejamos abierto si el epíteto “magno” prevalecerá o no. Es cierto que el poder y la bondad de Dios se hicieron visibles para todos nosotros en Juan Pablo II. En un momento en que la Iglesia sufre una vez más la aflicción del mal, este es para nosotros un signo de esperanza y confianza.

Querido San Juan Pablo II, ¡ruega por nosotros!

Benedicto XVI

Ciudad del Vaticano, 4 de mayo del 2020

 

 

 

 

Santa Marta: El Papa ora para que “el espíritu de amor” crezca en las familias

“Donde hay rigidez no hay Espíritu Santo”

mayo 15, 2020 10:09

Papa y Santa Sede

(zenit – 15 mayo 2020).- El Papa Francisco presidió la Misa en la Casa Santa Marta de hoy, 15 de mayo de 2020, viernes de la quinta semana de Pascua. En la introducción de la misma dirigió sus pensamientos a las familias, informa Vatican News.

“Hoy es el Día Mundial de la Familia: oremos por las familias para que el Espíritu del Señor, el espíritu de amor, respeto y libertad, crezca en las familias”, dijo el Papa.

Después, en su homilía, el Santo Padre reflexionó sobre el pasaje de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 15:22-31) en el que Pablo y Bernabé son enviados a los paganos convertidos de Antioquía, escandalizados y perturbados por los discursos de algunos que no tenían ningún cargo.

 

Tiempos de agitación

Los apóstoles traen una carta que anima y alegra a los nuevos discípulos, explicándoles cómo no están obligados a la circuncisión según la Ley de Moisés, como exigían algunos fariseos convertidos en cristianos.

“En el Libro de los Hechos de los Apóstoles vemos que, en la Iglesia, al principio, hubo tiempos de paz”, explica Francisco, pero “también hubo tiempos de persecución” y “tiempos de agitación”.

Y este es el tema de la primera lectura de hoy, “un tiempo de agitación”, indicó. Los cristianos que venían del paganismo “habían creído en Jesucristo y recibido el bautismo, y eran felices: habían recibido el Espíritu Santo. Del paganismo al cristianismo, sin ninguna etapa intermedia”.

 

¿Cristianos de segunda clase?

No obstante, prosiguió el Papa, había cristianos “judaizantes” que “argumentaban que esto no podía hacerse”. Si uno era pagano, primero “debía convertirse en judío, un buen judío, y luego en cristiano”.

Los cristianos convertidos del paganismo, contó, no entendieron esto: “¿Pero cómo, somos cristianos de segunda clase? ¿No se puede pasar del paganismo directamente al cristianismo?”. Y se cuestionaron si la Resurrección de Cristo había conducido o no a la antigua ley a una mayor plenitud. Estaban preocupados, desconcertados, hubo mucha discusión entre ellos.

Los “judaizantes”, apuntó el Pontífice apoyaron su tesis “con argumentos pastorales, teológicos, incluso algunos morales” y “esto cuestionaba la libertad del Espíritu Santo, incluso la gratuidad de la Resurrección de Cristo y de la gracia”.

“Eran metódicos. Y también rígidos”, y Jesús ya había reprochado a estos doctores de la Ley por hacer a los prosélitos peores que ellos. “Estas personas que eran ideológicas”, más que dogmáticas, describió, habían “reducido la Ley, el dogma a una ideología”, a “una religión de prescripciones, y con ello quitaron la libertad del Espíritu”.

 

La rigidez no es del buen Espíritu

Según ellos, “la perfección del camino para seguir a Jesús era la rigidez”. “Estos doctores manipularon las conciencias de los fieles, las convirtieron en rígidas o se fueron”, dijo el Obispo de Roma.

Así, Francisco reiteró: “La rigidez no es del buen Espíritu, porque pone en tela de juicio la gratuidad de la redención, la gratuidad de la resurrección de Cristo” y “durante la historia de la Iglesia, esto se ha repetido. Pensemos en los pelagianos”, “rígidos famosos”.

“Y aún en nuestros tiempos hemos visto algunas organizaciones apostólicas que parecían muy bien organizadas, que funcionaban bien… pero todas rígidas, todas iguales entre sí, y entonces nos enteramos de la corrupción que había dentro, incluso en los fundadores”, remarcó.

“Donde hay rigidez no hay Espíritu de Dios, porque el Espíritu de Dios es libertad”, insistió. Y esta gente se llevó “la libertad del Espíritu de Dios y la gratuidad de la Redención”. Pero “la justificación es gratuita. La muerte y la resurrección de Cristo es gratuita. No se paga, no se compra: es un don”, subrayó el Santo Padre.

 

Concilio

En esta situación, relató, los apóstoles se reunieron en el concilio y al final escribieron una carta que comenzaba así: “Parecía bien, de hecho, al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros ninguna otra obligación”, y “pusieron estas obligaciones más morales, de sentido común: no confundir el cristianismo con el paganismo”.

De este modo, “al final, cuando estos cristianos turbados, reunidos en asamblea, recibieron la carta” se “alegraron por el aliento que les daba. De la tristeza a la alegría. El espíritu de la rigidez siempre te lleva al turbamiento: ‘¿Pero he hecho esto bien? ¿No lo hice bien? El escrúpulo’».

 

Gratuidad evangélica

En cambio, aclaró el Papa Francisco, el espíritu de libertad evangélica lleva al gozo, “porque eso es precisamente lo que Jesús hizo con su Resurrección: el gozo”. La relación con Dios no lleva a decir: ‘Yo hago esto y tú me das esto’, una ‘relación comercial’: ¡no! Es gratis, así como la relación de Jesús con los discípulos es gratuita: ‘Sois mis amigos’. No los llamo sirvientes, los llamo amigos. No me has elegido a mí: yo te he elegido a ti: esto es la gratuidad”.

Finalmente,  de acuerdo al medio vaticano, pidió al  Señor “que nos ayude a discernir los frutos de la gratuidad evangélica de los frutos de la rigidez no evangélica, y que nos libere de toda perturbación de los que ponen la fe, la vida de fe bajo prescripciones casuísticas, prescripciones que no tienen sentido. Me refiero a estas prescripciones que no tienen sentido, no a los mandamientos. Que nos libere de este espíritu de rigidez que te quita la libertad”.

 

Comunión espiritual, adoración y bendición eucarística

El Pontífice invitó a hacer la comunión espiritual con esta oración: “A tus pies, oh Jesús mío, me postro y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito que se abandona en su nada y en tu santa presencia. Te adoro en el sacramento de tu amor, la inefable Eucaristía. Deseo recibirte en la pobre morada que mi corazón te ofrece; esperando la felicidad de la comunión sacramental, quiero poseerte en espíritu. Ven a mí, oh Jesús mío, que yo venga a ti. Que tu amor inflame todo mi ser para la vida y la muerte. Creo en ti, espero en ti, te amo. Que así sea”

Como es habitual, Francisco terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística. Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona mariana Regina caeli, propia del tiempo de Pascua:

 

Regína caeli laetáre, allelúia.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.

 

 

 

 

La basílica de San Pedro, desinfectada para reabrirse a los fieles

El próximo lunes 18 de mayo

mayo 15, 2020 18:19

Papa y Santa Sede

(zenit – 15 mayo 2020).- La basílica de San Pedro ha sido desinfectada para ser reabierta a los fieles después de dos meses, ha informado la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

De acuerdo a Vatican News en italiano, todo está listo para acoger a los fieles que podrán volver a rezar, a partir del próximo lunes, sobre la tumba de Pedro, en cumplimiento de la normativa vigente para contrarrestar la propagación del coronavirus.

Esta actividad forma parte de las medidas para abordar los nuevos aspectos de la segunda fase de la emergencia sanitaria de COVID-19 en el Vaticano, en vista de la reanudación de las actividades litúrgicas con los fieles y tras la reunión de los representantes de las basílicas papales, promovida por la Secretaría de Estado y celebrada ayer.

 

Un regreso “con total seguridad”

De este modo, en el día de hoy, 15 de mayo de 2020, los pasillos, altares y prácticamente todas las superficies del templo han sido desinfectados.

Las puertas se abrirán y este será un regreso “con total seguridad”, confirma Andrea Arcangeli, vicedirector de Salud e Higiene de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano.

 

Proceso de desinfección

En declaraciones al citado medio vaticano, Arcangeli ha indicado que el proceso de sanitarización es bastante simple, pero que implica varias fases. En primer lugar, se lava con los productos más tradicionales, agua y jabón.

“Luego hay que utilizar sustancias que, como en el caso actual, se pulverizan sobre las superficies y que tienen el objetivo de reducir cuantitativamente la carga bacteriana y viral de las propias superficies”, relata.

El vicedirector sostiene que es evidente que no se puede llegar a “la abolición total”, pero “es importante reducir mucho la carga viral”. Para ello, se han utilizado “soluciones a base de cloro” con prevención,  ya que pueden dañar superficies valiosas y las obras de arte de la basílica.

De acuerdo a la misma fuente, hoy también se ha saneado la basílica de San Juan de Letrán y mañana tendrá lugar la intervención en San Pablo Extramuros.

 

 

 

 

Consejo Episcopal Latinoamericano: Mensaje por el Día Internacional de la Familia

De su presidente, Mons. Cabrejos

mayo 15, 2020 16:17

Conferencias Episcopales
Familia y sociedad

(zenit – 15 mayo 2020).- “Sin familias fuertes en la comunión y estables en el compromiso, los pueblos se debilitan”. La Iglesia, “está convencida que la familia es un espacio de comunión tan necesaria en una sociedad cada vez más individualista”, expresa Mons. Cabrejos.

Con estas palabras, el presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), Monseñor Miguel Cabrejos Vidarte, extiende su saludo a las familias del continente en su día internacional, celebrado hoy, 15 de mayo de 2020, según informa el propio CELAM a través de un comunicado.

El 9 de diciembre de 1989, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el Año Internacional de la Familia y en 1993 se decidió celebrar el Día Internacional de la Familia cada 15 de mayo. El propósito del mismo es promover el análisis sobre las cuestiones relativas a la familia y analizar la influencia de los procesos sociales, económicos y demográficos en su desarrollo.

 

Cercanía espiritual

En su mensaje, el prelado transmite a las familias de América Latina y el Caribe su cercanía espiritual y les recordó que en esta crisis sanitaria, económica y social no se encuentran solas, pues la Iglesia como Madre les acompaña con su oración y acción solidaria.

“Les pido que aprovechen la oportunidad que nos brinda el confinamiento obligatorio que se vive en muchos países para que en la convivencia familiar se acreciente la comunicación, el respeto y el cariño y que los padres escuchen, ayuden, oren y jueguen con sus hijos. Juntos de la mano de Dios, vamos a superar esta difícil situación, indica Mons. Cabrejos.

 

Importancia de las familias

El prelado subraya también que a través de esta celebración anual se refleja la importancia que la comunidad internacional otorga a las familias: “Universalmente la familia sigue siendo considerada como unidad básica de la sociedad, y como tal tiene que ser el santuario natural y principal de humanización de la persona, cuna de la vida y del amor. Los esposos son la expresión primera de comunión de personas humanas”.

Haciendo eco de las palabras del Papa Francisco, Monseñor Cabrejos recuerda a las familias que “están llamadas a continuar creciendo y avanzando en todos los sitios, aun en medio de dificultades y limitaciones, tal como lo han hecho las generaciones pasadas”.

Y añade: “Nuestras familias son tesoros vivos de memoria, con los hijos que a su vez se convierten en padres y luego en abuelos. De ellos recibimos la identidad, los valores y la fe”.

 

 

 

 

Presentación del mensaje del Papa para la Jornada del Migrante y Refugiado

Rueda de prensa en el Vaticano

mayo 15, 2020 13:36

Papa y Santa Sede

(zenit – 15 mayo 2020).- A las 11:30 horas de esta mañana, desde la Oficina de Prensa de la Santa Sede, ha tenido lugar la conferencia de prensa de presentación del Mensaje del Santo Padre para la 106ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que se celebrará el domingo 27 de septiembre de 2020.

El mensaje se titula “Como Jesucristo, obligados a huir. Acoger, proteger, promover e integrar a los desplazados internos”. A lo largo del citado acto, se ha visionado el primer video de la campaña de preparación para la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado.

Durante la presentación, han intervenido el cardenal Michael Czerny, subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral; el padre Fabio Baggio, subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados del mismo dicasterio; la dra. Amaya Valcárcel, coordinadora internacional de advocacy del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS); Oficina Internacional de Roma; y el padre Joseph Cassar, director del JRS Irak en conexión desde Erbil.

 

Magisterio del Papa Francisco

En su intervención el cardenal Czerny resaltó cómo el mensaje del Papa Francisco se centra en la atención pastoral de los desplazados internos, que en todo el mundo ascienden actualmente a unos 50,8 millones, 45,7 millones como consecuencia de conflictos y violencia, y 5,1 millones como consecuencia de catástrofes, según los datos del Centro de Supervisión de Desplazamientos Internos.

Y destacó que los otros cuatro mensajes elaborados por Francisco para esta jornada, desde 2015, “son más bien espejos para reflejar nuestra respuesta como cristianos para que la “Iglesia sin fronteras [sea] una madre para todos” y “enriquecen el magisterio del Papa Francisco en relación con las personas más vulnerables de cada sociedad: los descartados, los olvidados, los apartados”.

 

Jesucristo, desplazado y refugiado

El padre Fabio, por su parte explicó la estructura del mensaje del Santo Padre, que parte “de la experiencia de Jesucristo desplazado y refugiado junto con sus padres, un icono que se utiliza a menudo en el magisterio universal para reafirmar la importancia de la razón cristológica de la acogida cristiana”.

Y apuntó que el texto continúa con la articulación de los 4 verbos con los que el Pontífice ha querido sintetizar la pastoral de la migración (acoger, proteger, promover e integrar).

 

Puntos de reflexión

A ellos, en el actual mensaje, se añaden seis pares de verbos unidos por una relación causal: conocer para comprender, hacerse prójimo para servir, escuchar para reconciliarse, compartir para crecer, involucrar para promover y colaborar para construir.

El sacerdote también declaró que. a partir del mensaje, el Obispo de Roma ha querido “ofrecernos varios puntos de reflexión para ayudarnos a contextualizar sus recomendaciones en el escenario de crisis en el que nos encontramos por la pandemia de COVID-19”.

 

Conocer la realidad de los desplazados internos

Después habló la dra. Amaya Valcárcel, del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), organización católica internacional presente en 56 países y cuya misión es acompañar, servir y defender los derechos de los migrantes forzosos, entre estos a los desplazados internos (IDP), trabajando con poblaciones desplazadas internas en 14 países.

Valcárcel indicó que los IDP se enfrentan a retos similares a los de los refugiados: “violaciones de derechos humanos, soledad y aislamiento, dificultades para acceder a alimentos, vivienda o educación” y que si bien las autoridades nacionales son las principales responsables de su protección, “los desplazados internos suelen tener dificultades para acceder a los servicios más básicos y a los derechos humanos, corriendo el riesgo de ser inadvertidos y totalmente olvidados”.

Por ello, para una organización como JRS resulta “clave que el Santo Padre nos invite a través de su mensaje anual a conocer mejor y a comprender las aspiraciones y temores de los desplazados internos”.

 

Visibilizad del fenómeno

La coordinadora internacional de este servicio de los jesuitas repasó la grave situación de los diversos contextos de desplazamiento interno en los que realizan su labor, tales como la guerra en Siria, el conflicto étnico-político en Myanmar y el conflicto en la República Democrática del Congo.

La doctora expuso también que cuando preguntan a los IDP qué mensajes quieren que sean expresados al mundo “siempre nos piden que visibilicemos su situación para que la ayuda humanitaria se active y para que se conozcan y resuelvan las injusticias y arbitrariedades que viven como consecuencia de su aislamiento”, recalcando que “la crisis social y económica producida por el COVID-19 puede resultar en una mayor invisibilidad y restricción de acceso a las poblaciones desplazadas”.

 

Situación en Irak

Finalmente, el padre Joseph Cassar, que trabaja con el JRS en Irak, describió que, casi 6 años después de la autoproclamación del Estado Islámico, sigue habiendo 1.400.000 desplazados internos.

Y señaló que entre estas personas “los niveles de trauma son altos. Alrededor del 50% de los desplazados internos sigue viviendo en uno de los 17 campos de desplazados internos de la gobernación. Entre los que viven fuera del campo miles de familias viven en asentamientos improvisados o en edificios sin terminar, en todo caso, en refugios críticos que agravan los problemas que la gente tiene que enfrentar día tras día”.

Este desplazamiento prolongado, sumado a las limitadas perspectivas de retorno a corto y medio plazo, pasa factura a la vida de las personas y “entre los jóvenes especialmente, la sensación de ‘no tener futuro’ contribuye a una mayor incidencia de suicidios”.

 

Asistencia humanitaria

A principios de 2020, se estimaba que 4,1 millones de personas necesitaban asistencia humanitaria en Irak y con el brote de COVID-19 está cantidad aumentará considerablemente, entre esta población se encuentran los repatriados recientes y los desplazados internos.

Así, planteó que, aparte de la respuesta financiera, “ahora es el momento de una inversión masiva en la paz. Más allá de las valiosas estadísticas, poner a los desplazados internos ‘olvidados’ en primer plano como personas, es ahora más oportuno que nunca”.

A continuación, se ofrece el video presentado durante la conferencia de prensa.

 

 

 

 

 

 

Perú: Oración de líderes religiosos por el fin de la pandemia

“Religiones unidas por la salud”

mayo 15, 2020 12:21

Ecumenismo y diálogo interreligioso

(zenit – 15 mayo 2020).- Convocados por el llamado del Papa Francisco, ayer, jueves 14 de mayo, los principales líderes religiosos de todo el Perú se congregaron en la plaza Mayor de Lima para orar por todas las víctimas de la COVID-19 y por el fin de la pandemia.

Monseñor Carlos Castillo, arzobispo de Lima y primado del Perú, estuvo presente en representación de la Iglesia católica, informa el propio arzobispado a través de un comunicado.

La ceremonia, denominada “Religiones unidas por la salud”, contó con la presencia del Apu Richard Rubio (Espiritualidad amazónica), la Hna. Nonie Reaño (Espiritualidad hindú), David Cerpa (Fe Bahà´i), Shej Ahmed Kassen (Comunidad Islámica), el rabino Guillermo Bronstein (Comunidad Judía), Elder Guillermo Estrugo (Iglesia de Jesucristo), Sr. Edgardo Muguerza (Iglesia Adventista), pastor Cristian Sheelje (Unión de Iglesias Cristianas Evangélicas del Perú ), pastor Eduardo Concha (Concilio Nacional Evangélico del Perú ) y el arzobispo de Lima Carlos Castillo (Iglesia Católica).

 

Humanidad compartida

“El Consejo Interreligioso del Perú – Religiones por la Paz y el Ministerio de Salud del Perú nos unimos al dolor de las familias y de todos los que lloran a quienes ya no están entre nosotros víctimas del COVID-19. Murieron antes de tiempo, dejando ausencias, lágrimas y sufrimiento. Sus vidas brillan en la eternidad y son inspiración para continuar sembrando vida”, expresó Laura Vargas, secretaria ejecutiva del dicho consejo.

“Nos unimos esta noche a la Oración Mundial convocada por el Alto Comité de Fraternidad Humana, con el respaldo del Papa Francisco, el jeque Ahmed el-Tayeb y Religiones por la Paz.
Creemos en un Dios creador y dador de vida, en la humanidad compartida y en el respeto profundo por la Madre Tierra, sus ecosistemas y sus bosques. Nuestra fe es fuerza en tiempos duros y es luz para el futuro que ya estamos construyendo”, continuó Vargas.

 

Memento de silencio por las víctimas

Este evento de oración interreligioso contó con un momento de silencio en memoria de todos los fallecidos en Perú por el coronavirus, mientras se escuchaba el sonido del pututu, instrumento de viento andino. También se proyectaron imágenes de las acciones solidarias de las distintas comunidades religiosas.

No pudimos acompañarlos en su aliento final. No pudimos cerrar sus ojos. No pudimos enterrarles. Pero en nuestras creencias sabemos que la muerte no tiene la última palabra, que nuestros hermanos y hermanas víctimas del COVID-19 continúan viviendo en nuestros corazones y que son la llama eterna que nos ilumina para seguir trabajando por un país con justicia y dignidad”, comentó Raquel Gago, secretaria ejecutiva adjunta del Consejo Interreligioso del Perú – Religiones por la Paz.

 

Encontrar un futuro justo, saludable y solidario

En representación de la Iglesia Católica, monseñor Carlos Castillo oró por la humanidad debilitada a causa del virus y pidió por la unidad de todos, encaminados a un futuro más justo y solidario: “Padre misericordioso, que enviaste a tu Hijo Jesús, hombre y pobre, para revelarnos que eres el amor gratuito que crea y recrea al mundo, infunde tu Espíritu vivificador en nuestra humanidad debilitada por la pandemia, perdona nuestro pecado, haznos participes de tu sabia inspiración para encontrar todos unidos un futuro común, justo, bello, saludable y solidario”.

Al término de la ceremonia se colocó una ofrenda floral y se entonó el Himno de la Alegría con las voces del Coro Nacional de Niños y del Coro Nacional del Perú.

Estamos unidos en nuestra fe, esperanza y solidaridad con los líderes religiosos de todo el mundo, reunidos en Religiones por la Paz, en un esfuerzo común para abordar la COVID-19. Como expresión de ello, colocaremos una ofrenda floral, pues la vida no termina, sino se transforma y florece, cantaremos el Himno a la Alegría, porque esperamos un nuevo día, y leeremos el compromiso interreligioso que dirigimos al Perú, señaló Elías Szczytnicki, secretario general y director regional de Religiones por la Paz América Latina y el Caribe.

 

 

 

 

Cáritas América Latina: Llamado a los Estados para garantizar la supervivencia

De todas las personas, ante COVID-19

mayo 15, 2020 17:41

Organizaciones caritativas y de voluntarios

(zenit – 15 mayo 2020).- “Uno de los grandes desafíos de la grave crisis actual que afecta globalmente a los más pobres y vulnerables es garantizar alimentos de calidad para la población y todos aquellos otros servicios que dan calidad de vida, como agua potable, luz eléctrica, educación y medicamentos”.

Este es el llamamiento realizado por el presidente de Cáritas de América Latina y El Caribe, monseñor José Luis Azuaje, arzobispo de Maracaibo, de acuerdo a un comunicado de la organización.

En la nota, titulada “Solidaridad ante la pandemia de Covid-19 y ante sus efectos en las economías y sociedades”, la organización caritativa de la Iglesia denuncia la grave situación causada por la pandemia de coronavirus, que ha hecho evidente las consecuencias de una “estructura históricamente desigual”, que segrega e impone innumerables vulnerabilidades a los pueblos latinoamericanos.

 

Cubrir necesidades básicas

El documento, publicado el jueves 14 de mayo, expone también el impacto de las medidas necesarias para la contención del contagio sobre innumerables familias que no tienen cubiertas sus necesidades básicas ni acceso a espacios que garanticen el ejercicio de sus derechos.

Estas condiciones, indica el medio vaticano, conllevan a un aumento de situaciones de conflicto: “Observamos que la falta de información de calidad, la alta circulación de ‘fake news’ sobre la COVID-19, el desabastecimiento, la falta de recursos económicos para la obtención de material de higiene y el insuficiente número de agentes públicos de salud y de redes de protección, coadyuvan al agravamiento de la situación de riesgo de estas poblaciones”, explica el prelado.

Frente a estas circunstancias, Cáritas América Latina y el Caribe reconoce el enorme esfuerzo solidario de los servidores públicos sanitarios, en primera línea en el cuidado de las personas, incluso poniendo en riesgo sus propias vidas.

 

Salvaguardar al pueblo primero

Por otro lado, el texto exhorta a los gobiernos de la región a no poner en primer lugar la salvaguarda de “algunos sectores dominantes” de las economías nacionales, en detrimento del pueblo en general y de los más pobres en particular.

“Queremos recordarles a los entes financieros y a los Estados” que “no podemos permitirnos escribir la historia presente y futura de espaldas al sufrimiento de tantos, por lo que consideramos que es el momento que el Estado asuma una actitud solidaria y eficiente para garantizar la sobrevivencia y la dignidad de nuestros pueblos, especialmente a los más desprotegidos, a través de políticas públicas y acciones que dejen atrás negociaciones partidistas y electorales, y se enfoquen en salvaguardar como interés prioritario, la dignidad humana y el bien común”, apunta el comunicado.

 

Opción por los pobres y esperanza

Monseñor Azuaje afirma que las crisis pueden activar no solo el afán de superarlas, sino también la apertura de horizontes frente a una situación social que reclama cambios: “Aspiramos que todo no vuelva a la idéntica normalidad excluyente de antes de la pandemia, sino a nuevos diseños de propuestas económicas y políticas que sean incluyentes, solidarias, donde el centro de interés sea la vida en sus distintas esferas, especialmente el resguardo de la Casa Común”.

Tras apreciar y describir el gran trabajo que la red de Cáritas de la región está realizando atendiendo y acompañando a los sectores más frágiles y vulnerables de la sociedad, el presidente de Cáritas latinoamericana llama al “discernimiento de la realidad de cada uno de nuestros países y de la Región, para asumir aprendizajes compartidos, reflexiones innovadoras en el diseño de nuevas formas de relacionamiento y de economías sustentables, críticas al viejo modelo que ha generado pobreza, exclusión e inequidad en nuestros pueblos”.

Finalmente, el obispo reitera el compromiso de la Iglesia Católica en la difícil situación actual y la disposición de sus instituciones al servicio de la vida de todos los ciudadanos del continente y concluye su mensaje pidiendo la intercesión de María de Guadalupe y san Óscar Arnulfo Romero: “Para que guíen nuestros pasos y nos permitan servir con dedicación a nuestros hermanos y hermanas desde una decidida opción por los pobres y con la esperanza que da Cristo Resucitado en este tiempo de Pascua”.

 

 

 

 

COVID-19: Obispos de Estados Unidos expresan solidaridad con pueblos indígenas

Tremendamente afectados por el virus

mayo 15, 2020 17:10

Conferencias Episcopales
Medicina y salud

(zenit – 15 mayo 2020).- “Mientras las comunidades nativas continúan sufriendo en gran medida por la epidemia de COVID-19 (…)”, “nos preocupamos por nuestros lazos estrechos con las comunidades nativas a través de nuestras parroquias, misiones y escuelas católicas”.

Varios obispos de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) difunden una declaración en solidaridad con las comunidades nativas e indígenas que se ven desproporcionadamente afectadas por el coronavirus.

En concreto, los prelados son Mons. Shelton J. Fabre, obispo de la diócesis de Houma-Thibodaux y presidente del Comité ad hoc Contra el Racismo; Mons. Paul S. Coakley, arzobispo de Oklahoma y presidente del Comité de Justicia Doméstica y Desarrollo Humano de la USCCB; y Mons. James S. Wall, obispo de Gallup y presidente del Subcomité de Asuntos de los Nativos Americanos de la USCCB.

 

Caminos de esperanza

La Iglesia “está desarrollando formas de aprovechar sus raíces profundas en la persona de Jesús, para promover la fuerza, la caridad y el apoyo para aquellos que están enfermos y aquellos que han muerto”, señalan los pastores.

Y expresan de nuevo “nuestro profundo deseo de desarrollar caminos de esperanza. Estamos desconsolados por los informes de que las comunidades nativas e indígenas en este país sufren la pandemia de Covid-19 a tasas desproporcionadamente altas y están preocupados por la falta de recursos suficientes para responder a la crisis”.

Además, se muestran especialmente atentos a la población Navajo “donde las personas están infectadas con el coronavirus con las tasas más altas del país” y recuerdan en oración “a nuestros hermanos y hermanas que sufren en estas comunidades y les pedimos una respuesta contundente a la pandemia en sus tierras”.

 

Necesidades sanitarias

Los obispos señalan que el virus ha exacerbado “las disparidades en materia de salud y las desigualdades sociales” que enfrentan estas comunidades y que la “financiación adecuada” ha sido durante mucho tiempo “un desafío” para el Servicio de Salud Indígena (IHS), agencia federal dentro del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos.

Al mismo tiempo, consideran que el IHS tiene “escasez de personal médico y camas de hospital” y esperan que la reciente confirmación por parte del Senado estadounidense de un director para el Servicio de Salud Indígena “afirme el reconocimiento de la necesidad de un firme defensor de las necesidades de salud de las comunidades tribales”.

También apuntan que es positivo que se hayan asignado “recursos adicionales en la legislación reciente, y es esencial que estos fondos lleguen a sus destinatarios lo antes posible”.

 

Proteger vida y dignidad de las comunidades

Finalmente, imploran a legisladores y funcionarios gubernamentales a que protejan “la vida y la dignidad de los pueblos indígenas y nativos trabajando con los dirigentes tribales para garantizar un apoyo firme y amplios recursos para proteger a sus comunidades, incluidos recursos para responder adecuadamente a las grandes poblaciones nativas que viven en zonas urbanas y recursos destinados a abordar las condiciones médicas subyacentes que aumentan la amenaza de la COVID-19 para las poblaciones nativas”.

En Estados Unidos hay más de 1.5 millones de casos de coronavirus con más de 86.000 muertes. Según la prensa, los latinos, los nativos y las poblaciones indígenas son los más expuestos, informa la agencia Fides.

 

 

 

 

Bioética: La confusa terminología de la eutanasia y el suicidio asistido

Observatorio de Bioética – Universidad Católica de Valencia

mayo 15, 2020 09:27

Bioética y defensa de la familia

Junto a los objetivos problemas médicos y éticos que la eutanasia y el suicidio asistido plantean, no son los menos polémicos los que se dan en relación con la manipulación semántica de la terminología que en torno a ellos se utiliza.

Pero, a nuestro juicio, conviene distinguir en dicha manipulación dos grupos: a) la manipulación que se promueve por quienes plantean, o al menos, desean, legalizar la eutanasia y el suicidio asistido, que va dirigida a evitar utilizar explícitamente ambos términos, pues los mismos suscitan, en muchos, algo éticamente negativo, y b) los que tratan de eliminar el concepto de suicidio asistido denominándolo muerte médicamente asistida o en inglés “medically assisted dying” (MAD), pues a esta práctica, con esta última denominación, la consideran moral y éticamente admisibles, en oposición al suicidio que naturalmente sería éticamente ilícito.

Entre los primeros se encuentran fundamentalmente determinados grupos políticos, colectivos de diversos tipos y asociaciones en los que su actividad va directamente dirigida a promover la legalización de la eutanasia y el suicidio asistido.

Para tratar de corregir sus objetivos, un primer escollo que necesitan eliminar es utilizar los términos eutanasia y suicidio asistido, por lo que los sustituyen por otros como: muerte digna, morir dignamente (death with dignity), muerte médicamente asistida (medically assisted dying), ayuda médica para morir (medical aid in dying) o suicidio médico asistido (physician assisted suicide).

Pues bien, cuando, tanto en la literatura especializada, como en los proyectos de ley que para tratar de legalizar los actos eutanásicos se va proponiendo, aparezca alguno de los términos anteriormente referidos, habrá que tener bien en cuenta, para poder realizar un juicio moral y ético correcto, que con dichos términos siempre se están refiriendo, aunque de forma solapada, a la eutanasia y al suicidio asistido, por lo que la valoración moral y ética de dichos actos debería ser la que le corresponde a ambos actos eutanásicos.

Pero, con más fondo filosófico y ético, es el tema de los que tratan de diferenciar la MAD de cualquier otro tipo de suicidio, pues aquel, a su juicio es ética y moralmente aceptable, en contraposición al suicidio, que en ningún caso lo es.

Pues bien, en relación con ello, se hace amplia referencia en un artículo publicado en el número de enero-febrero de 2020 del “Hastings Center Report”, del que es autora Phoebe Friesen, que fundamentalmente va dirigido a defender la eticidad de la MAD en contraposición con el suicidio, considerándose a aquella moralmente lícita y no el suicidio (ver AQUÍ).

El núcleo central del pensamiento de Friesen es que cuando se aplica la MDA, el paciente está inmerso en lo que ella denomina un proceso de muerte ocasionado por su enfermedad de base, y que, por tanto, lo único que se hace con la MAD es acelerar su inevitable llegada; es decir, el objeto primero de la MAD no es terminar con la vida de ese paciente, sino encontrar para él una salida de este mundo digna, tratando de acortar su agonía. No es la MAD lo que termina con la vida del paciente, sino su incurable enfermedad de base.

Para tratar de defender sus tesis, Friesen analiza cuatro aspectos de la MDA: su moralidad; la impulsividad que se da en el suicidio y que no se da en la MAD; la capacidad de decisión que tienen los pacientes que solicitan la MAD y que no tienen los suicidas y finalmente el grado de esperanza que tienen los que se acogen a la MDA y del que carecen los que acuden al suicidio, acto en el que, naturalmente también incluye el suicidio asistido.

Por todo ello, Friesen manifiesta que ambas prácticas son ética y moralmente diferentes en función de las cuatro razones anteriormente expuestas.

Pero a diferencia de la opinión de Friesen, a nuestro juicio, la MAD es una práctica directamente dirigida a terminar con la vida de un paciente que padece una grave enfermedad y que sufre dolores o trastornos de cualquier tipo difíciles de soportar. Es decir, es una práctica claramente eutanásica. Vamos a tratar de fundamentar este aserto.

En efecto, cuando un paciente se encuentra en las condiciones que se requieren para utilizar la MDA se le pueden ofrecer cuatro soluciones: acudir a los cuidados paliativos, utilizar la sedación paliativa o a la sedación terminal y en último término la eutanasia o el suicidio asistido. Las dos primeras son, a nuestro juicio, moral y éticamente lícitas. Las dos últimas, sin embargo, son claramente ilícitas.

Indudablemente la primera solución es la idónea si lo que se busca es mejorar las condiciones de vida de ese paciente y lo que él desea es que se traten sus dolores o sufrimientos de cualquier tipo, pero si lo que quiere es terminar con su vida, habitualmente los cuidados paliativos no pueden cumplir ese fin.

Si los cuidados paliativos resultan ineficaces total-parcialmente, y los dolores y sufrimientos persisten, se puede recurrir a la sedación paliativa, con la que prácticamente se logra reducir o eliminar todo tipo de dolores.

Indudablemente la sedación paliativa puede acortar la vida de ese paciente, pero ello es moralmente aceptable, pues su objetivo directo no es terminar con su vida, sino mejorar su situación de sufrimiento. Es este un claro ejemplo de las acciones de doble efecto en las que lo que se persigue es un fin bueno, aunque indirectamente haya que admitir un efecto secundario malo no deseado. Es obvio que también las acciones de doble efecto, para ser moralmente lícitas deben cumplir una serie de requisitos que no es momento de detallar aquí. Es decir, lo que fundamentalmente determina la moralidad o no de estas acciones es su intencionalidad, el fin que persiguen, y en la sedación paliativa su objetivo es claramente bueno, eliminar un dolor o sufrimiento insoportables.

Otra cosa es la sedación terminal en la que, ante el hecho de que no se puedan eliminar, total o parcialmente, los dolores del paciente, se les seda hasta terminar con su vida. En este caso el objetivo es obviamente terminar con la vida del enfermo, para así terminar también con sus dolores, lo cual, a nuestro juicio, es desde un punto de vista moral o ético, claramente ilícito.

Finalmente cuando se facilita al paciente los instrumentos necesarios para que éste pueda terminar con su vida, estamos ante el suicidio asistido, y cuando es directamente un profesional sanitario el que administra la sustancia letal al paciente se incurre en la eutanasia.

Naturalmente estas dos últimas acciones son moral y éticamente ilícitas, aunque el juicio moral que merecen es diferente, pues en la eutanasia aún se agrava más su ilicitud, al implicar directamente a una tercera persona, en este caso el médico o personal sanitario que participa en ella.

A la vista de todo lo anterior, para enjuiciar moramente la MDA hay que valorar objetivamente la finalidad que se persigue con ese acto. Si lo que se pretende es ayudar médicamente a morir a un paciente, como la misma definición de la MDA parece indicar, no cabe duda, que al margen de todos los razonamientos que Friesen aduce para justificarla, es una práctica moral y éticamente ilícita.

En resumen, al valorar la moralidad de la MDA no hay que enjuiciar teóricamente lo que significa, sino lo que con ella se consigue y con qué intención se practica, y, a nuestro juicio, la MDA siempre se utiliza para acelerar la muerte de un paciente que sufre, y siempre que esto sea así, el juicio que merece es moral y éticamente negativo (ver más AQUÍ).

 

Justo Aznar

Observatorio de Bioética

Instituto de Ciencias de la Vida

Universidad Católica de Valencia

 

 

 

 

Píldoras de esperanza: “Ustedes son mis amigos, si hacen lo que les mando”

Viernes de la V Semana de Pascua

mayo 15, 2020 09:30

Espiritualidad y oración

 

Reflexión de los Evangelios diarios

Invocamos al Espíritu Santo

Espíritu Santo llena de alegría y paz mi corazón y da sabiduría a mi mente para poder entender la Palabra de Dios. Amén.

 

Evangelio según San Juan 15, 12-17

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mí Padre.

No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros”.

Palabra del Señor

 

¿Qué dice el texto?

Jesús dijo a sus discípulos: Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando.

… Soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca…

 

¿Qué nos dice Dios en el texto?

En estos días de Pascua, la Iglesia nos propone reflexionar sobre este largo texto que está en el Evangelio de San Juan, que nosotros conocemos como la última cena. Leemos hoy una de esas partes esenciales. Es aquí donde Jesús deja sus más grandes enseñanzas. Durante el tiempo que los discípulos siguieron al Señor, lo escucharon muchas veces. Ahora, al despedirse de ellos, son las recomendaciones finales y tal vez la síntesis de todas las enseñanzas del Maestro.

Todos conocemos de memoria este texto, “Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado”. Amar a los hermanos es la forma en que demostramos nuestra adhesión al Señor. Pero no el amor de las telenovelas, sino un amor de desprendimiento. El amor de entrega, como Jesús. Por eso, Él pone una “medida” para amar: y es como Jesús nos amó. Obviamente es una medida muy alta. Y nos llama “amigos”. Pero también en este tema de la amistad con Él, hay una condición: “Ustedes son mis amigos, si hacen lo que les mando”.

Es como una revisión de nuestra vida completa, ahora con el lente del amor, qué es lo que hemos hecho como Jesús nos lo pide, y desde ahora, cómo podríamos mejorar en sentirnos amigos de Jesús, haciendo lo que Él nos manda.  La secuencia de este profundo texto es así:

  1. Ámense como yo los he amado,
  2. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos,
  3. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando,
  4. soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca,
  5. que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre.
  6. Esto es lo que les mando: “que se amen los unos a los otros”

En estos días difíciles donde debemos cuidarnos en la salud, te invito a que, reflexionando este texto del Evangelio, puedas repetir varias veces durante el día una frase de lo leído desde nuestra respuesta:

¡Señor me has elegido y me has destinado para que de fruto que permanezca!

Te invito a conocer más de nuestro trabajo diario sobre la Lectura Orante de la Biblia

 

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San Simón Stock, 16 de mayo

Conocido como “el amado de María”,

mayo 15, 2020 09:00

Testimonios de la Fe

 

“El santo del escapulario, como lo denominó Juan Pablo II, es conocido también como el amado de María. A él se le atribuyen inspirados textos marianos como Flos Carmeli y Ave Stella Matutina, símbolo de su amor a la Madre de Dios”

 Gran parte de su vida aparece envuelta en conjeturas. La primera referencia que ofrece algo de luz al respecto la proporciona un dominico, Gerardo de Fraschetom, contemporáneo de Simón fallecido en 1271. Otra reseña pertenece a 1430. Pero ambas aluden al santo con cierta penumbra, sin visos de estricta credibilidad. Respecto a la fecha de nacimiento, en diversos textos, que seguramente adolecen de la contrastación correspondiente, se fija la de 1165. Pero si fuese así, al asumir el oficio de general de la Orden en 1247 –hecho corroborado– tendría 82 años, algo improbable siendo que algunos aseguran que estuvo al frente de la misma veinte años. Más inverosímil cuando otros advierten que fueron cincuenta. Además, es impensable que a esta edad recorriera apostólicamente diversos países como algunos han asegurado. Por otro lado, no se puede atribuir su apellido Stock a que morase en un tronco, significado del término inglés stock. De sus padres, infancia y demás no consta información. No se duda de que nació en Kent, Inglaterra, y está ratificada su relevancia en la Orden carmelita. Se acepta la tradición que le atribuye la aparición de María, así como la imposición del santo escapulario del Carmen. Hay quien lo ha situado en Roma como predicador itinerante y de allí partiría a Tierra Santa donde permaneció afincado un tiempo.

Seguramente, al participar en las Cruzadas sería un hombre de cierto vigor, y estaría lleno de los ideales que impulsaron a tantos otros a luchar para defender la fe frente a sus enemigos. Siguiendo los datos cruciales aportados por sus hermanos de religión, se sabe que al encontrarse con los primeros integrantes de la Orden carmelita, que estaba naciendo en el corazón del yermo en los santos lugares, se vinculó a ellos hasta que la invasión de los sarracenos afectó de lleno a las comunidades primigenias que se vieron obligadas a abandonar la zona y a dispersarse por tierras lejanas. Simón formó parte de los que regresaron a Europa y se afincó en Kent. Después, las virtudes que le adornaron hicieron que en 1247 en el capítulo general de los carmelitas, celebrado en Aylesford, Inglaterra, fuese elegido general, el sexto, como sucesor de Alan.

Las fuentes, que indudablemente han de ser fidedignas porque son de sus contemporáneos, proporcionan datos que permiten configurar con rigor y cercanía lo que fue de su vida desde este momento en el que lo designaron para regir los caminos de todos. Su gobierno fue pródigo en bendiciones espirituales y apostólicas. Y es que en esta misión demostró gran energía. Su incesante actividad, fijando los pilares de la Orden (aprobada en 1274 por el concilio de Lyon), y velando por su extensión, así lo avalan. A él se debe un cambio estructural en la misma que de ser eremítica pasó a convertirse en cenobítica y mendicante. Fue su impulsor en Europa. Además, con la venia de Inocencio IV, modificó la regla de san Alberto, mitigándola.

Partidario de la vida activa, sin dejar la contemplación, Simón tuvo el acierto de abrir casas en puntos neurálgicos culturales: Cambridge, Oxford, París, Bolonia…, favoreciendo la formación universitaria de los miembros más jóvenes y el aumento de vocaciones que llevaba anexa. Pero también propagó la fundación por Chipre, Mesina, Marsella, York, Nápoles, entre otras ciudades. Ahora bien, esta acción que podemos valorar positivamente en estos momentos, no fue bien acogida por una parte de los carmelitas. Tenía gran peso el hecho de que las constituciones que se redactaron en esa época hubiesen sido aprobadas por Inocencio IV en 1247. Pero tres años más tarde sus integrantes, que gozaban de las bendiciones de este pontífice que les había defendido, suscitaron recelos y enconada envidia en estamentos eclesiales de distintos países. Entre el descontento interno y la resistencia a la expansión de la Orden por parte de aquéllos, se creó una difícil situación que acarreó a Simón muchos sufrimientos. Y como su devoción por la Virgen María estaba por encima de todo, a Ella acudía diariamente buscando su amparo.

El 16 de julio de 1251 –extremo este de la fecha no constatado, aunque es el más extendido– hallándose en oración en Cambridge, se le apareció María acompañada de una multitud de ángeles. Portaba en sus manos el escapulario que le entregó, diciéndole: “Este será privilegio para ti y todos los carmelitas; quien muriere con él no padecerá el fuego eterno; es decir, el que con él muriese se salvará”. Así está consignado en el catálogo de los santos de la Orden. En el siglo XIII Guillermo de Sandwich O.C. se hizo eco en su «Crónica» de esta aparición, momento también en el que la Virgen le prometió la ayuda del papa.

Hacia 1430 Johannes Grossi en su «Viridarium» dio cuenta del hecho, posteriormente documentado en 1642 con un escrito dictado por el propio Simón a su confesor, secretario y amigo Peter Swanyngton. Además, ahí está la innegable fuerza de la tradición que lo ha mantenido vivo, acrecentando la devoción al santo escapulario, que ha sido secundada por diversos pontífices a través de varias indulgencias. Esta piedad recogida en la liturgia carmelita consta de dos hermosas composiciones dedicadas a María, cuya autoría se atribuye a Simón: Flos Carmeli y Ave Stella Matutina, símbolo de su amor a la Madre de Dios. El santo, conocido como el amado de María, murió hacia 1265 en Bordeaux, Francia –algunos establecen la fecha como el 16 de mayo de ese año– mientras se hallaba de visita en la provincia de Vasconia. En 1951 sus restos se trasladaron al convento de Aylesford de Kent. En el siglo XVI la Orden insertó su culto en su calendario litúrgico, incluida en la reforma del mismo emprendida tras el Concilio Vaticano II. En 1983 Juan Pablo II lo denominó El santo del escapulario.