Servicio diario - 26 de julio de 2020


 

Ángelus: “Buscar cada día el tesoro del Reino de los cielos”
Raquel Anillo

Ángelus: El Papa invita a los jóvenes a enviar un abrazo a los ancianos
Raquel Anillo

El Papa Francisco expresa esperanza para el alto el fuego de Dunbass
Redacción zenit

San Joaquín y Santa Ana: “La ternura es el remedio para la pandemia”
Manuel González López de Lemus

Beata María Magdalena Martinengo, 27 de julio
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

Ángelus: “Buscar cada día el tesoro del Reino de los cielos”

Palabras antes del Ángelus

julio 26, 2020 12:59

Angelus

(zenit – 26 julio 2020).- En este domingo, 26 de julio. día de san Joaquín y santa Ana dedicado a los abuelos, el santo Padre se asoma a la ventana del estudio del Palacio Apostólico vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro.

El Papa se detiene en  el pasaje de dos parábolas, la del tesoro escondido en el campo y la de la perla preciosa. Diciendo,  “Jesús, Él que es el tesoro escondido y la perla de gran valor, no puede hacer otra cosa que suscitar la alegría, toda la alegría del mundo: la alegría de descubrir un sentido para la propia vida, la alegría de sentirla comprometida en la aventura de la santidad”.

“La gracia lo hace todo, en nosotros  es necesaria solo la disponibilidad para recibirla, la gracia se encarga de todo, pero es necesaria mi responsabilidad y mi disponibilidad, ser responsable de esto”.

A continuación, sigue la traducción oficial de las palabras del Santo Padre al introducir el Ángelus ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

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Palabras del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo (cfr Mt 13, 44-52) corresponde con los últimos versículos del capítulo que Mateo dedica a las parábolas del Reino de los cielos. El pasaje tiene tres parábolas apenas esbozadas y muy breves: la del tesoro escondido en el campo, la de la perla preciosa y la de la red lanzada al mar.

Me detengo en las dos primeras en las cuales el Reino de los cielos es comparado con dos realidades diferentes “preciosas”, es decir el tesoro en el campo y la perla de gran valor. La reacción del que encuentra la perla o el tesoro es prácticamente igual: el hombre y el mercader venden todo para comprar lo que más les importa. Con estas dos similitudes, Jesús se propone involucrarnos en la construcción del Reino de los cielos, presentando una característica esencial: se adhieren completamente al Reino aquellos que están dispuestos a jugarse todo. De hecho, tanto el hombre como el mercader de las dos parábolas venden todo lo que tienen, abandonando así sus seguridades materiales. De esto se entiende que la construcción del Reino exige no solo la gracia de Dios, sino también la disponibilidad activa del hombre. ¡Todo lo hace la gracia, todo! De nuestra parte solamente la disponibilidad a recibirla, no la resistencia a la gracia: la gracia hace todo pero es necesaria “mi” responsabilidad, “mi” disponibilidad.

Los gestos de ese hombre y del mercader que van en busca, privándose de los propios bienes, para comprar realidades más preciosas, son gestos decisivos, son gestos radicales, diría solamente de ida, no de ida y vuelta: son gestos de ida. Y, además, realizados con alegría porque ambos han encontrado el tesoro. Somos llamados a asumir la actitud de estos dos personajes evangélicos, convirtiéndonos también nosotros en buscadores sanamente inquietos del Reino de los cielos. Se trata de abandonar la carga pesada de nuestras seguridades mundanas que nos impiden la búsqueda y la construcción del Reino: el anhelo de poseer, la sed de ganancia y poder, el pensar solo en nosotros mismos.

En nuestros días, la vida de algunos puede resultar mediocre y apagada porque probablemente no han ido a la búsqueda de un verdadero tesoro: se han conformado con cosas atractivas pero efímeras, de destellos brillantes pero ilusorios porque después dejan en la oscuridad. Sin embargo la luz del Reino no son fuegos artificiales, es luz: los fuegos artificiales duran solamente un instante, la luz del Reino nos acompaña toda la vida.

El Reino de los cielos es el contrario de las cosas superfluas que ofrece el mundo, es el contrario de una vida banal: es un tesoro que renueva la vida todos los días y la expande hacia horizontes más amplios. De hecho, quien ha encontrado este tesoro tiene un corazón creativo y buscador, que no repite sino que inventa, rastreando y recorriendo calles nuevas, que nos llevan a amar a Dios, a amar a los otros, a amarnos verdaderamente a nosotros mismos. El signo de aquellos que caminan en este camino del Reino es la creatividad, siempre buscando más. Y la creatividad es la que toma la vida y da la vida, y da, y da, y da… Siempre busca muchas maneras diferentes de dar la vida.

Jesús, Él que es el tesoro escondido y la perla de gran valor, no puede hacer otra cosa que suscitar la alegría, toda la alegría del mundo: la alegría de descubrir un sentido para la propia vida, la alegría de sentirla comprometida en la aventura de la santidad.

La Virgen Santa nos ayude a buscar cada día el tesoro del Reino de los cielos, para que en nuestras palabras y en nuestros gestos se manifieste el amor que Dios nos ha donado mediante Jesús.

 

 

 

 

Ángelus: El Papa invita a los jóvenes a enviar un abrazo a los ancianos

Palabras después del Ángelus

julio 26, 2020 14:01

Angelus

(zenit – 19 julio 2020).- Después del rezo del Ángelus, el Papa ha invitado a los jóvenes a “realizar un gesto de ternura hacia los ancianos, sobre todo a los que están más solos, en las casas y en las residencias, los que desde hace muchos meses no ven a sus seres queridos”. “Enviadles un abrazo. Ellos son vuestras raíces. Un árbol separado de las raíces no crece, no da flores ni frutos”. En esta festividad de san Joaquín y santa Ana los abuelos de Jesús.

A continuación, sigue la traducción oficial de las palabras del Pontífice tras la oración del Ángelus ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

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Palabras del Papa

Queridos hermanos y hermanas,

en la memoria de santos Joaquín y Ana, los “abuelos” de Jesús, quisiera invitar a los jóvenes a realizar un gesto de ternura hacia los ancianos, sobre todo a los que están más solos, en las casas y en las residencias, los que desde hace muchos meses no ven a sus seres queridos. ¡Queridos jóvenes, cada uno de estos ancianos es vuestro abuelo! ¡No les dejéis solos! Usad la fantasía del amor, haced llamadas, videollamadas, enviad mensajes, escuchadles y, donde sea posible respetando las normas sanitarias, id a visitarlos. Enviadles un abrazo.  Por esto es importante la unión y la conexión con vuestras raíces. “Lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado”, dice un poeta de mi patria. Por esto os invito a dar un aplauso grande a nuestros abuelos, ¡todos!

He sabido que los miembros del Grupo de Contacto Trilateral han decidido recientemente en Minsk un nuevo alto el fuego respecto a la zona de Donbbas. Mientras agradezco este signo de buena voluntad destinado a restaurar la paz tan deseada en esa región atormentada, rezo para que lo que se acordó finalmente se ponga en práctica, también a través de un proceso efectivo de desarme y eliminación de las minas. Solo así se podrá reconstruir la confianza y sentar las bases para la reconciliación, tan necesaria y tan esperada por la población.

Os saludo de corazón a todos vosotros, romanos y peregrinos de diferentes países. Saludo en particular a los fieles de Franca (Brasil), está la bandera allí, a los jóvenes de la archidiócesis de Módena-Nonantola y los de la parroquia de Santos Fabiano y Venanzio de Roma. ¡Estos son ruidosos, se hacen oír!

Os deseo a todos un buen domingo. Por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

 

 

 

 

El Papa Francisco expresa esperanza para el alto el fuego de Donbass

Área de Ucrania en conflicto durante 6 años

julio 26, 2020 17:47

Angelus

(zenit –  26 julio 2020).- Este 26 de julio de 2020, después del rezo del Ángelus, el Papa Francisco expresó su esperanza de que la reconciliación surgirá a partir del alto el fuego alcanzado esta semana en la zona de Donbass en Ucrania, que ha estado en conflicto desde 2014.

He sabido que los miembros del Grupo de Contacto Trilateral han decidido recientemente en Minsk un nuevo alto el fuego respecto a la zona de Donbbas. Mientras agradezco este signo de buena voluntad destinado a restaurar la paz tan deseada en esa región atormentada, rezo para que lo que se acordó finalmente se ponga en práctica, también a través de un proceso efectivo de desarme y eliminación de las minas. Solo así se podrá reconstruir la confianza y sentar las bases para la reconciliación, tan necesaria y tan esperada por la población.

El acuerdo tiene como objetivo lograr la armonización y la aprobación de medidas adicionales de control en el actual alto el fuego en el conflicto entre la República Popular de Donetsk y las Fuerzas Armadas de Ucrania, según Vatican News. Fue alcanzado en la capital de Bielorrusia, Minsk, el miércoles, y está previsto que entre en vigor a partir del lunes 27 de julio.

 

 

 

 

San Joaquín y Santa Ana: “La ternura es el remedio para la pandemia”

Abuelos de Jesús

julio 26, 2020 08:06

Espiritualidad

(zenit – 24 julio 2020).- “La ternura es el remedio para la pandemia” reflexiona el sacerdote don Manuel González López de Lemus, con motivo del día de los abuelos, 26 de julio: San Joaquín y santa Ana son los padres de la Virgen María y los abuelos del Niño Jesús.

El Papa Francisco no cesa de alentar a la Iglesia entera para llevar a cabo la revolución de la ternura. Esta revolución que no deja de ser una manifestación del amor de Dios sobre los hombres, también es una reacción a la cultura que ha despreciado y se ha apartado a Dios en la vida ordinaria, se ha convertido en una cultura que daña la dignidad humana, por no reconocer que cada criatura lleva una imagen de Dios.

El mismo Jesucristo en el capítulo 25 de san Mateo nos advierte: “Cada vez que lo hicisteis a uno de estos pequeños a mí me lo hicisteis”. Pero la cultura que todo lo valora en términos económicos y sólo vale lo que produce beneficios, acaba por convertirse en una cultura del descarte. Puede que no seamos muy conscientes, pero es real como la vida misma. Lo que no produce riqueza no interesa y se puede eliminar sin problemas, así actitudes hacia un hijo no deseado, una enfermedad grave en un no nacido, la vida de un discapacitado o un anciano no se valoran como imágenes de Dios que nos dona para que nosotros demos y experimentemos ese amor con el que Dios nos enriquece y Él nos ha amado primero.

Por eso la reflexión sobre estas actitudes, llevan al Papa Francisco a sacar del tesoro de nuestra fe una fuente inagotable de verdaderas soluciones a los problemas del hombre de hoy. No es el egoísmo y pensar solo en el bien y beneficio personal lo que arreglará los problemas del mundo, sino el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Vivir los 10 mandamientos: hoy, el Señor nos urge a vivir esa revolución a la que el Papa nos convoca: la revolución de la ternura.

Esta revolución tiene dos pilares importantes: la memoria y la esperanza. La memoria es importante ya que nos recuerda nuestras raíces: ¿Quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?.

La esperanza también es absolutamente necesaria ya que sin ella el hombre se convierte en un lobo para el hombre, como ya lo escribió Plauto (254-184 a. C.) en su obra Asinaria: Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro. Hemos visto actitudes de este tipo durante la pandemia del coronavirus, qué decir de esas imágenes de supermercados vacíos de existencias, sobre todo de papel higiénico… Sin embargo, y gracias a Dios también hemos visto actitudes que nos llenan de esperanza: sanitarios dando su vida por los demás, ayuda de los cuerpos de seguridad, servicios esenciales de asistencia, voluntarios… incluso bajo el peligro del contagio…

El Papa Francisco insiste siempre que los jóvenes son la esperanza de cualquier sociedad, ya que ellos serán los líderes del mañana. Por eso, qué gran responsabilidad, pero los jóvenes –más que nadie– necesitan no perder de vista la memoria, sino caerán en los mismos errores del pasado y no aprenderán en cabeza ajena. Por esto, son llamados a dar importancia a sus mayores que representan en cualquier sociedad la memoria, tan rica de experiencias, conocimiento y sabiduría.

Hablemos de los ancianos y de modo particular en los abuelos, esos ancianos que son cabeza de familias y que sus hijos han formado ya sus propias familias y que sienten el orgullo del legado que dejan a las futuras generaciones. Así rogaba el Papa Francisco que cuidáramos de ellos: “¿De quién vamos a aprender más que de los que más han vivido? Cuidémosles. Son el futuro. Un pueblo que no cuida a los abuelos y no los trata bien es un pueblo que ¡no tiene futuro! Los ancianos tienen la sabiduría. A ellos se les ha confiado transmitir la experiencia de la vida, la historia de una familia, de una comunidad, de un pueblo. Tengamos presentes a nuestros ancianos, para que, sostenidos por las familias e instituciones, colaboren con su sabiduría y experiencia a la educación de las nuevas generaciones”.

 

Jesucristo adoptó todo lo humano

No deja de ser curioso, que Nuestro Señor Jesucristo adoptó todo lo humano, menos el pecado. Él tuvo madre: María Santísima, san José hizo las veces de padre, tuvo parientes y la tradición de la Iglesia nos habla también de los padres de María que fueron sus abuelos, los Evangelios apócrifos: el protoevangelio de Santiago nos dan sus nombres: San Joaquín y  santa Ana, esto no es verdad de fe, ni falta que hace, pero parece lógico que los padres de María estuvieran pendientes de ese vástago de su familia que además es Hijo de Dios y Salvador del mundo. Seguro que Jesucristo les tendría un cariño y un afecto especial y a ellos se les caería la baba con su nieto.

Por eso la Iglesia los ha santificado como a todo lo que tiene una relación estrecha con el Señor. Por lo tanto, san Joaquín y Santa Ana son los patronos de los abuelos. La Iglesia nos anima a rezar por los abuelos a través de la intercesión de este matrimonio: abuelos de Jesucristo.

En estos momentos de pandemia, que vemos como se ceba en las personas mayores, casi todos abuelos y abuelas, tenemos unos grandes intercesores en ellos y esas devociones nos ayudan a pedir ayuda a Dios, sobre todo cuando vemos que nuestros medios y fuerzas no son suficientes para frenar esta enfermedad de la COVID-19 que a tantos abuelos se ha llevado por delante.

Nos hace sufrir el ver a nuestros mayores en esta situación tan tremenda y triste cuando en algunas circunstancias la cultura del descarte ha llevado a desahuciar a estos héroes que han hecho posible tantas y tantas cosas que nosotros ahora vemos y disfrutamos. También hemos visto, y es motivo de dar gracias a Dios, como la revolución de la ternura, ha llevado a tantos sanitarios y voluntarios a extender una mano llena de afecto, cariño y amor hacia nuestros abuelos y abuelas e incluso a acompañarlos en momentos en que nadie estaba con ellos.

 

Abuelos en África, educadores del afecto

Me llama la atención una experiencia que tuve los años que me pasé en África. Allí, como en todos sitios, el hecho de que las personas mayores, los abuelos en las familias, ya no son capaces de trabajar la tierra o de hacer labores que reporten beneficios a la familia en particular, y a la sociedad en general han buscado como darle una solución. Los abuelos y abuelas, después de haber trabajado tan duro y durante tanto tiempo, si se les deja sin labor alguna se sienten mal al pensar que son una carga para las familias. Los africanos, sin que nadie haya hecho un estudio sociológico, sino simplemente siguiendo el sentido común han solucionado esta dificultad con la revolución de la ternura, sin saberlo y sin que nadie les diga en que consiste la revolución de la ternura.

Allí han dividido las tareas de la educación de los hijos: entre el cariño y el afecto por un lado, y la disciplina por otro. Así los padres son los que enseñan a los hijos la disciplina a obedecer y reconocer la autoridad de los padres. Los abuelos, sin embargo, se encargan del cariño, el afecto y el amor. Así los hijos reciben en de dos fuentes lo que necesitan.

No hay que descartara a nadie, hay que dar ternura a todos, es un buen antídoto para nuestro egoísmo y ensimismamiento… Piensa en los demás, los abuelos son muy necesarios y son tan generosos que nos ayudan tanto con su presencia y ejemplo san Joaquín y santa Ana rogad por nuestros abuelos y abuelas y si ya marcharon, cuidadlos para que gocen de la vida eterna.

Amén.

 

 

 

 

Beata María Magdalena Martinengo, 27 de julio

Agraciada con numerosos bienes espirituales

julio 26, 2020 00:09

Testimonios

 

“Aristócrata, de espléndida belleza y frágil salud, probó su amor a Dios abrazada a heroicas penitencias. Fue agraciada con numerosos bienes espirituales y dones diversos”

Natural de Brescia, Italia, donde vio la luz en 1687, la vida de esta aristócrata –era condesa– rebate la idea de que la fragilidad está reñida con la fortaleza, argumento insostenible cuando Dios está por medio. Fue una de las más grandes ascetas que se conocen, rayando sus penitencias, si pudiera expresarse así, en lo supra-heroico. Y eso que nació con una naturaleza tan frágil que nadie pensó que iba a sobrevivir. Menos aún cuando su madre, la condesa de Secchi de Aragón, no logró hacerlo; sucumbió tras el parto. Tal era la gravedad de la niña que hasta fue bautizada con urgencia temiendo que no pudiera recibir este sacramento. Durante varios meses Francisco Leopardo Martinengo, conde de Barco, feliz por acoger a la niña en una familia que contaba ya con dos varones, y siendo viudo, vivió con zozobra por la salud de la pequeña que estuvo más cerca de la muerte que de la vida. Después, Margarita, que ese fue su nombre de pila, creció atada a los médicos.

Su porte distinguido, suma de genes y de la clase privilegiada a la que pertenecía, le jugó una mala pasada a la edad de 5 años. Y es que una vez se sintió admirada por las numerosas personas que se hallaban en su palacio cuando desfiló ataviada con un espléndido vestido. Este hecho sin relevancia para otras personas, no lo fue para ella; quiso purgar su desliz vanidoso toda la vida. También reconoció su afición por lecturas que no le hacían ningún bien. El día de su primera comunión, en el que tanto soñó porque anhelaba recibir a Cristo, había pasado por la angustia de ver cómo la Sagrada Forma se caía al suelo. De ese momento, que debió ser para ella traumático, le quedó una impresión que solía aparecer cada vez que iba a recibirla: “un frío mortal invadía no solo su alma, sino también todo su cuerpo”.

A los 13 años consagró privadamente su virginidad. A los 18 años era una joven hermosa, elegante, y muy inteligente que había sido educada por una ursulina. Completó su formación en el monasterio de Santa María de los Ángeles donde residían dos tías suyas. Entonces iba ascendiendo por la escala de los místicos, llevada por un amor de tal envergadura que todo se le hacía poco para purificar las debilidades que apreciaba en sí misma, lo cual le provocaba gran aflicción. Con sus antecedentes y apariencia nadie podía imaginar que desde hacía tiempo se mortificaba con disciplinas, ayunos, cilicios y todo lo que se le ocurría para asemejarse más a Cristo Redentor. Llevaba una vida de intensa piedad. Era generosísima, socorría a los pobres, y estaba seducida por la vida de los santos que leía. Pero su padre no pensó ni por asomo que esa hija, a la que protegía en extremo, le plantearía su ingreso en el convento. Cuando lo hizo, ideó todas las formas posibles para disuadirla. En su empeño le ayudaron los hermanos y hasta las tías de Margarita. Consideraban que, en todo caso, le convendría un buen matrimonio. ¿Cómo podría sobrevivir en un monasterio alguien que tenía tan mala salud? Estos eran sus argumentos. Pero Margarita se empeñó y libró una lucha sin cuartel, de la que salió vencedora.

En 1705, a sus 18 años, se integró en la comunidad de capuchinas de Brescia, no tanto por elección propia, ya que habría pensado en otro Instituto, como por considerar que abrazándose a ese carisma cumplía la voluntad de Dios. Y ahí se inició su particular calvario, que duró treinta años. Le dieron el nombre de Magdalena. Y tanto la superiora como la maestra de novicias y hasta la última de las religiosas la maltrataron, como hoy se diría, psicológicamente, no solo con humillaciones, sino sembrando por doquier recelos y desconfianzas hacia ella. Alguna pensó, y así lo manifestó, que su presencia en el convento hundiría a la Orden; siempre el juicio humano en las antípodas del divino. El día de la convocatoria en la que todas debían manifestar su juicio respecto a su permanencia en el convento, se suponía que el resultado de la votación secreta sería su expulsión. Sin embargo, la unanimidad para que se quedase entre ellas fue inequívoca. Al parecer, en el momento de manifestar su juicio muchas se sintieron íntimamente movidas a modificar el voto negativo en el que inicialmente pensaron.

Mientras, Margarita continuó con su vida de penitencia, siempre in crescendo, ante el asombro de confesores, quienes tampoco la comprendían, y el desprecio y toda clase de agravios de la abadesa y del resto de las hermanas. Fue cocinera, portera, y más adelante maestra de novicias en tres ocasiones. Ella misma, y aunque no lo deseaba, fue elegida abadesa. Sus mortificaciones severísimas respondían a su ferviente petición de que Cristo no le ahorrase ningún suplicio. Y junto a tantos instantes cotidianos en los que debía vencerse, añadía otras penitencias para no vivir ni un minuto sin padecer por Él.

Sufrió acuciantes tentaciones. Tal fue su angustia en algunos momentos que llegó a rozar el paroxismo en su desesperación: “casi deseaba matarme para ir más pronto al infierno”. Pasó por encima de las falsas acusaciones y la soledad a la que fue condenada temporalmente impidiéndole comentar asuntos espirituales con las novicias. Lo superó todo con la gracia divina; salía fortalecida en las tribulaciones. Resumía su anhelo de sufrir por Cristo, diciendo: “Si no hubiera tenido las penas corporales para refrigerar o calmar el ardor del amor a Dios, me hubiera sido imposible soportarlo”. Vivía siempre con heroica caridad, fiel al carisma franciscano. Fue agraciada con numerosos bienes espirituales y dones diversos. Al final, contando ya con el amor de sus hermanas, y rodeada de ellas, murió el 27 de julio de 1737. León XIII la beatificó el 3 de junio de 1900.