Tribunas

El matrimonio, camino de santidad cristiana

 

 

Juan José Corazón Corazón
Sacerdote, Doctor en Derecho Canónico, Doctor en Derecho


 

 

 

 

 

Una de las cosas grandes que la Iglesia Católica enseña a los cristianos es que nuestras vidas, la que cada uno ha elegido libremente vivir, tiene un sentido trascendente, más allá de la simple y mejor o peor supervivencia en el mundo material y social.

Jesucristo lo resumió haciendo una maravillosa síntesis de la Ley y Los Profetas: “Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo”, proponiéndonos este ideal como recorrido vital que nos llevará a la salvación eterna.

La Iglesia a esto le llama vocación cristiana o vocación a la santidad; y universal, porque es común para todos y, por tanto, adaptable a las circunstancias de la vida de cada uno.

Es obvio que, para la mayoría y para el común de los mortales, estas circunstancias de vida son el matrimonio y la formación de un hogar y una familia. Así ha sido siempre, así es y así seguirá siendo, de tal modo que, para los cristianos que están casados, su matrimonio ya no es simplemente un reconocimiento social de una unión de un varón y una mujer, que además pueden tener hijos. Es algo mucho más grandioso, es camino de santidad; es, por lo tanto, verdadera vocación cristiana y llamada de Dios, que va haciendo de la vida de ese varón, de esa mujer y de esos hijos, “amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo”.

El valor de esa unión como vocación a la santidad de los bautizados es tan grande, que Cristo lo elevó a la dignidad de sacramento, con independencia de que se realice o no su reconocimiento social.

 

Juan José Corazón Corazón