Conciencia

 

¿Desobedecer a la ley?

 

Algunos alcaldes han manifestado reticencias ante la idea de casar a personas homosexuales. Y han pedido al Consejo Constitucional, que la ha rechazado, que reconozca una “cláusula de conciencia”. El P. Alain Thomasset, profesor de teología moral en el Centre Sèvres (París), aborda esta delicada cuestión.

 

 

18 nov 2020, 06:50 | La Croix


Foto: Rey Balduino de Bélgica.

 

 

 

 

Los alcaldes cristianos se sienten en una posición delicada ante la Iglesia. ¿Es pecado casar a homosexuales?

No. Como cristiano, un alcalde puede desaprobar personalmente la ley sobre los matrimonios homosexuales, pero como elegido y funcionario público también tiene obligaciones para con la ley que está sobre todos, y cuya aplicación debe hacer respetar. En la tradición católica, la presunción en favor de la ley promulgada por la autoridad legítima tiene siempre una función primaria, porque está orientada a preservar el orden público y a servir el bien común. Así, se necesitan graves razones para no seguirla.

 

¿Un cristiano puede desobedecer legítimamente la ley?

Sí, puede ser necesario desobedecer la ley, pero esto supone circunstancia particulares. En algunos casos, leyes inicuas (como las leyes de Vichy contra los judíos) que obligan a hacer un mal grave justifican, y a veces imponen, una desobediencia. Esto no carece de consecuencias: algunos han perdido la vida por ello y estos hechos contestan el orden público. Es un derecho moral fundamental de la conciencia personal que expresa así su libertad inviolable ante Dios. Por ejemplo, en 1982, en Seattle, Mons. Hunthausen se negó a pagar una parte de sus impuestos para no ser cómplice de la carrera a las armas nucleares del gobierno americano. En 1990, el rey Balduino se negó a firmar la ley sobre el aborto, y se le puso temporalmente en situación de «incapacidad de reinar». En otros ejemplos históricos como la desobediencia civil de Gandhi o Martin Luther King, se trataba de graves atentados a los derechos del hombre. En todos los casos, hay vidas que están en juego, o se trata de la lucha contra graves injusticias.

 

¿La objeción de conciencia y la desobediencia civil son lo mismo?

La objeción de consciencia designa una excepción a la ley común para estar de acuerdo con la propia conciencia individual, mientras que la desobediencia civil se refiere a un acto público ilegal, que apunta a cambiar la ley por razones graves. Para los alcaldes, salvo si la ley prevé una cláusula de objeción de conciencia como para los médicos y el aborto, sería cuestión más bien de desobediencia civil. El elegido siempre puede en conciencia negarse a aplicar la ley, pero en ese caso debe asumir las consecuencias, con el riesgo de ser sancionado o de dimitir. ¿Lo que está en juego es talmente grave para justificar tal acto? ¿Nos podemos oponer a la ley cada vez que no corresponde a nuestras convicciones? No se debería llegar al extremo de que una legítima oposición a una ley conduzca a la “guetización” de la sociedad, en la que cada uno reclama excepciones a la ley en función de su comunidad de pertenencia (judíos, musulmanes, cristianos, etc.). Un uso inmoderado de la desobediencia católica correría el riesgo de conducir a una marginalización creciente de los cristianos, y a una debilitación del vínculo social. Hay que sopesar cuidadosamente el recurso a la desobediencia, que en democracia es siempre un último recurso, pero que en ciertos casos puede ser necesario para concienciar la opinión y la ley.

 

Alain Thomasset, jesuita.