Tribunas

Los planes de Javier Cremades

 

Jesús Ortiz


 

 

 

 

 

Acaba de fallecer en Madrid el sacerdote Javier Cremades, que apenas necesita presentación, aunque sí muchos recuerdos, y muchas oraciones para que Jesucristo y su Madre María, premien tanto bien hecho.

Los peregrinos que llegan al santuario mariano de Torreciudad encuentran al fondo de la gran explanada un muro de ladrillo bajo el gran altar en el que se oficia la Eucaristía cuando hay mucha afluencia de personas. La particularidad de este muro es que hoy resulta invisible al estar ocultado por un entramado que sostiene miles de lazos de todos los colores ofrecidos a esa Virgen Morena para que Ella desate los lazos que significan los problemas -a veces graves- de quienes solicitan su mediación.

La idea de habilitar ese espacio surgió por la iniciativa de don Javier Cremades, rector del Santuario durante varios años. Aparte de su experiencia sacerdotal y su don de gentes le abalaba su condición patente de maño crecido a los pies de la Virgen del Pilar. «Los planes de Cremades» es el título del último libro que ha publicado mostrando que las vocaciones florecen en las familias cristianas de verdad.

Don Javier acaba de fallecer después de una enfermedad de larga duración que ha limitado progresivamente sus notables fuerzas, aunque ha mantenido sus actividades pastorales en Madrid, donde ha vivido desde que fue sustituido en aquel Santuario.

La Virgen María es la mejor de las madres y sabe agradecer todo cuanto se hace por Ella, y el Cremades -así conocido por los amigos- ha sido buen instrumento para acercarle muchas almas, de todo tipo y condición, hablando siempre con pasión de la Madre del Cielo, que desata los nudos que ponemos en sus manos.

También ha desarrollado sus actividades en ocasiones más especiales, como la JMJ en Madrid el 2011 cuando, con un buen equipo, inventó nuevos modos de atraer a todos y especialmente a los jóvenes a la fe de la Iglesia, a veces mal comprendida por muchos. Muchos guardan aún aquella medicina-crucifijo, preparada en previsión de esas memorables jornadas, que se dispensaba en caja como la aspirina para curar los males del alma. En la caja se leía: «nadie tiene Amor + grande». No precisa receta médica. Y el prospecto medicinal explicaba qué es el crucifijo, las indicaciones para utilizarlo, las contraindicaciones, las precauciones y advertencia, así como las dosis, modo de empleo, etc.

Explicaba que «la Cruz es el signo más (+) lo que une el cielo y la tierra y lo que nos une a los hombres. Es símbolo universal de paz y amor: una llamada a la concordia, a la tolerancia, a la justicia y al perdón. Manifiesta la bondad de Dios y la libertad del hombre». Y una advertencia: «Mantenga el crucifijo al alcance y a la vista de los niños, jóvenes y mayores (todos encontrarán en la Cruz de Cristo la verdadera felicidad, para sí mismos y para los demás)».

Planificó también un mapa del metro con sus direcciones y trasbordos, con estaciones nuevas que eran todos los  misterios del Rosario, facilitando la presencia de la Virgen María en los trayectos, porque se puede rezar en todo tiempo y lugar. Esto lo ha tenido muy en cuenta, seguro, la Madre a la hora de presentarlo con muchos méritos a la misericordia del Señor Jesús.

Javier Cremades ha sabido multiplicar los talentos recibidos, su simpatía, su ingenio, sus engaños con los juegos de magia que varias veces presentó ante san Josemaría, haciendo pasar un buen rato agradable de tertulia familiar.

En mi familia conservamos ese último libro que ya sonaba a despedida sobre los planes de los Cremades, una familia amiga de san Josemaría. En la dedicación que nos hizo señalaba que «los planes de los Cremades han sido estupendos y doy por ellos muchas gracias a Dios … Va dedicado este libro con todo cariño y un abrazo muy grande. Quedamos unidos en la oración para llegar todos con fuerza a la Meta».

Como diría san Pablo, él ha luchado el buen combate, ha alcanzado la meta, y ha guardado la fe; ahora celebrará su primera Navidad en el Cielo, y para eso rezamos con paz y en unidad de corazones.

 

Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico