Tribunas

Jesús, signo de contradicción

 

 

Daniel Tirapu


 

 

 

 

 

 

El hombre anti-masa, el hombre plenamente libre, que puede pensar y decidir por sí mismo. Es capaz, por lo tanto, de asumir responsabilidades, de comprometerse, de ser fiel.

Resulta ser una personalidad sobresaliente, pero también un hombre que inquieta y choca, que desconcierta y desafía - que nada contra la corriente. Y es porque actúa de acuerdo con su propia conciencia, y no con la opinión pública. Pero eso le da también una paz verdadera, una lucidez interior, una serenidad muy grande.

Modelo de este hombre pleno, de este hombre nuevo, de este hombre-contradicción es Jesucristo mismo. En Él y en su mensaje se dividen los espíritus.

Cuando es todavía un niño ya se profetiza de Él: “Este será un signo de contradicción para muchos” (Lc 2, 34). Y al final de su vida, los jefes de Israel lo acusan ante Pilato con estas palabras: “alborota al pueblo” (Lc 23, 2).

La vida de Jesús no es una vida tranquila y tranquilizante. Todo lo contrario, es un profeta perseguido sin piedad por las autoridades del pueblo, excomulgado de la comunidad judía, traicionado por falsos amigos, entregado a los romanos y crucificado para escarmiento de todos.

Pero no cabe duda de que Jesús quiere la paz y no la guerra. Sólo que su paz no tiene nada que ver con lo que el mundo entiende por paz. Esta es una falsa paz, construida sobre la injusticia, la discriminación, la marginación. Frente a esta falsa paz, Jesús sí quiere la guerra.

Jesús no viene al mundo para ser un hombre de paz, es decir, un hombre sin problemas y compromisos. Jesús viene al mundo para dar testimonio de la verdad y luchar contra la mentira, para anunciar la Buena Nueva a los pobres y denunciar la injusticia de los ricos y poderosos.

Jesús viene al mundo para decir a unos: “¡Bienaventurados!” y a otros: “¡Ay de vosotros, hipócritas!”.

En este contexto debemos entender el Evangelio de hoy: “No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hijo con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra…”

El Evangelio de Jesús es conflictivo: Lleva la división dentro de la familia y crea conflictos en nuestra conciencia. Nos obliga a definirnos, a tomar posición, a optar entre dos alternativas.

La palabra de Dios es conflictiva, porque pide nuestra conversión, la renuncia a nuestros planes egoístas, la lucha por un mundo mejor.

 

Daniel Tirapu