Papa

 

Desatado en los cielos

 

 

14 abr 2021, 00:09 | La Croix


 

 

 

 

 

Una variación de luz imperceptible. Como si cediera bajo el peso de su propio exceso. Así terminó el verano. Y con él algo más ese año. Quizás una vida. La de Benedicto XVI, que se apaga silenciosamente en su retiro del Vaticano. Estas líneas no quieren ser una necrológica anticipada. Se trata solo de compartir un presentimiento extendido. Así como la luz se humilla, también lo hace el papa emérito. Como si el tiempo, por medio de esta concomitancia, fuera al unísono con una existencia para subrayar lo que constituía su rasgo característico: la humildad.

Humildad de Benedicto XVI en relación con el uso del poder. Pensemos en el último gesto de su pontificado. Con su renuncia (un gesto magisterial), el sucesor de Pedro se muestra como «el siervo de los siervos de Dios». El papado y el ejercicio del oficio petrino ya no se pueden ejercer de la misma manera. El pontificado de Francisco es incomprensible sin este horizonte de renuncia.

Humildad en relación con el papel de la razón. Benedicto XVI es el hombre de la Palabra de Dios (cf. su exhortación postsinodal Verbum Domini). Solo Dios conoce a Dios, y nosotros lo escuchamos ante todo en su Palabra. Nosotros no «hablamos» sobre Dios; nosotros respondemos siempre a una llamada. Nuestra respuesta es segunda respecto a la iniciativa divina. La razón (y, por tanto, la teología como labor de la razón) está englobada en esta Palabra (Logos, razón divina también), no está situada a su lado. Benedicto XVI es agustino. Razonar es dejar que esta Palabra resuene en nosotros. Dejemos que la Luz de la Vida nos ilumine.

En definitiva, humildad existencial, que encuentra su forma primaria de expresión en la oración. La oración es lo primero, porque nos mueve, nos descentra, nos devuelve a Cristo. Benedicto XVI es el hombre de la liturgia, pero de la liturgia entendida no como un rito en primer lugar, sino como una forma de vivir «ante Dios» (coram Deo), vuelto hacia el Señor. La liturgia, en este sentido, es central para Benedicto XVI porque incluye al mismo tiempo que forma la humildad en nosotros, la conserva y la acompaña.

No es de extrañar que Joseph Ratzinger termine su vida como un monje. Debemos estar muy atentos a este último período de la vida del papa emérito. Dice algo fundamental sobre la Iglesia y a la Iglesia, sobre lo que es y debe ser la Iglesia: antes que una institución, debe ser escucha, una atención receptiva a la Palabra de Dios. Antes de Pedro, mejor que él, está María, que es modelo de eclesialidad. Joseph Ratzinger firmó con Hans Urs von Balthasar un libro sobre María, la primera Iglesia. En este azul casi sólido que colorea nuestros cielos en esta estación, parece que sus manos se extienden para darnos una última bienvenida.

 

Gregory Solari