Tribunas

Hans Küng: verdad y caridad

 

Jesús Ortiz


 

 

 

 

 

Vivir la verdad con caridad es propio de un buen cristiano coherente con el Evangelio. La Iglesia vive este requerimiento de san Pablo, que en verdad es del mismo Jesucristo, aunque no siempre se aprecie y menos cuando hay prejuicios o cuando algunos reparten el diploma de progresista frente al cliché de conservador. Y de modo parecido algunos diseccionan la Iglesia entre institucional y carismática. Algo de esto se aprecia en los escritos del recientemente fallecido Hans Küng, que Dios le acoja con su misericordia infinita.

También el prolífico teólogo Yves Congar tuvo problemas por algunos escritos suyos en los años cincuenta y reaccionó con serenidad y humildad, llegando a manifestar que «No me gusta mucho el título de conservador, porque yo espero ser un hombre de la tradición», rompiendo ese cliché artificial progresista-conservador.

Primero y siempre la caridad y fraternidad en la Iglesia como ha demostrado de sobra Benedicto XVI en la entrevista afable con su antiguo compañero y famoso teólogo, y de modo semejante san Juan Pablo II o después el Papa Francisco. Naturalmente todo lo que se está escribiendo destaca la buena voluntad y convicción de Küng de aportar cierta novedad a la vida eclesial y cambiar algunos aspectos que le parecían -como a tantos otros- necesitados de renovación. Otra cosa es que acertaran, y también el talante sereno o rebelde.

Lo ha repetido tantas veces Benedicto XVI hablando de la «hermenéutica de la reforma», o renovación en la continuidad -impulsada por el Vaticano II-, en vez de la «hermenéutica de la ruptura», de quienes apelan a un supuesto espíritu del Concilio, para saltarse la letra y la verdadera renovación eclesial. La verdad, junto con la caridad, es que Küng era partidario de esa hermenéutica de la ruptura y ese espíritu que han causado graves problemas a la Iglesia, lo cual no quita algunas interesantes y novedosas aportaciones suyas.

A finales del siglo XIX el teólogo protestante R. Sohm afirmaba que la Iglesia de Jesucristo es de naturaleza dinámica y carismática (Iglesia del Espíritu-libertad) que debería prevalecer sobre la dimensión jurídica, sacramental, episcopal (Iglesia del Derecho-obediencia) o no jerárquica. Era la última radicalización de la propuesta de Joaquín de Fiore y de Lutero, según acaba de escribir el teólogo Olegario González de Cardedal. Es decir, que viene de lejos esa división entre una supuesta Iglesia del Espíritu y libertad y la institucional que encorsetaría a los fieles con leyes y estructuras. Por eso muchos se han alejado de la Iglesia real y de la comunión, eligiendo una Iglesia a su gusto, más espiritual, caritativa, y pobre… (cualidades que según ellos faltarían en la Iglesia institución).

Más problemático resulta aún la ambigua consideración de Jesucristo de la que participa Küng, pues no aparece realmente como el Hijo de Dios encarnado, es decir, Dios-con-nosotros, tal cual. Quienes lo consideran de este modo utilizan nuevos términos y alteran la enseñanza del magisterio de la Iglesia ya desde el Nuevo Testamento. Claro que hay libertad en la Iglesia de Jesucristo pero siempre en la comunión, que es de afecto, de unidad, de doctrina, de disciplina, y llegado el caso de obediencia. Por ejemplo, las enseñanzas de la Humanae vitae de san Pablo VI fueron severamente contestadas por muchos teólogos, entre ellos Küng.

Ante estos experimentos teológicos de hace más de cincuenta años saltándose la autoridad de la Iglesia el teólogo Olegario González de Cardedal ha escrito: «¿qué pensar de los veinte siglos de la Iglesia? ¿Hay en ella continuidad objetiva con la persona y el Evangelio de Jesucristo? ¿Es la palabra que anuncia la Iglesia fiel al Evangelio y, en caso de duda, quién decide? El magisterio de los obispos cedía el paso al magisterio de los teólogos».

El profesor de Tubinga fue advertido varias veces desde Roma pero su actitud y escritos no cambiaron, de ahí que ««El profesor Kühn en sus escritos ha faltado a la integridad de la verdad de la fe católica y por tanto no puede ser considerado como teólogo católico y no puede ejercer el oficio de enseñar», porque no concordaba con la fe real de la Iglesia, es decir de los fieles in credendo y del Magisterio in docendo a lo largo de veinte siglos.

El resultado de aquellas teorías es que muchos han abandonado la Iglesia afectados por aquellas ideas disolventes. El aire nuevo que algunos se proponían ha sido un vendaval que ha barrido la fe de muchos, empezando por curas y monjas, catequistas, y gente comprometida de buena fe en la evangelización.

La caridad con Küng a la hora de su muerte lleva a pedir por él y ofrecer sufragios para que el Señor Jesucristo resucitado premie las cosas buenas aportadas a la teología, y perdone -salvando su intención- su enfrentamiento y difícil comunión eclesial. A la vez, la verdad lleva a manifestar esos puntos de conflicto con la fe de la Iglesia en cuestiones decisivas como es la Persona divina de Jesucristo, la realidad de gracia de los sacramentos, como el de la Reconciliación y la Eucaristía, la naturaleza de la Iglesia, y la función del magisterio.

 

 

Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico