Tribunas

El corazón de Cristo ardiente

 

 

Juan José Corazón Corazón
Sacerdote, Doctor en Derecho Canónico, Doctor en Derecho


 

 

 

 

 

Hubo dos de los mejores amigos de Jesús que, después de su Pasión y Muerte, se sintieron completamente defraudados. Estos amigos de Jesús, inmersos en la tristeza, se marchaban camino de Emaús.

También María Magdalena, cuando iba a embalsamar el Cuerpo de Cristo en su sepulcro, se lamentó porque no estaba y preguntó: “¿Dónde habéis puesto el Cuerpo de mi Señor?”.

Cristo no estaba dispuesto a perder tan buenos amigos, igual que no perdió a la Magdalena, ni a las otras santas mujeres y a sus apóstoles.

Por eso, se hizo el encontradizo con ellos en un diálogo que hizo arder del fuego de su amor aquel camino de desesperanza de regreso a Emaús.

Ante la pregunta de Jesús sobre: “¿De qué vais hablando por el camino?”, ellos le contestan si no es Él, el único en Jerusalén que no se ha enterado de lo ocurrido, porque aquél en quien habían puesto todas sus esperanzas, toda su ilusión y que daba un sentido pleno y maravilloso a sus vidas, había sido condenado, crucificado y muerto en una Cruz.

El Sagrado Corazón ardiente de Jesús les fue explicando las Escrituras y en un ademán de continuar su camino, ellos le suplicaron: “Quédate con nosotros …” porque también ardían sus corazones al estar acompañados de tanto Amor.

Le reconocieron al partir el pan. También la Magdalena le reconoció cuando pronunció su nombre: ¡María! Y ella le dijo ¡Raboni!, que significa Maestro.

Aquellos grandes amigos de Jesús se dijeron uno al otro: “¿No ardía nuestro corazón cuando nos explicaba las Escrituras?”.

Entonces sus vidas se llenaron de nuevo de alegría y esperanza y fueron a contar a los apóstoles lo sucedido.

Así nos trata el Sagrado Corazón ardiente de Jesús.

 

 

Juan José Corazón Corazón