Tribunas

De don Fidel me espero cualquier cosa

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

 

 

 

Pues sí. Hay obispos y arzobispos de los que uno se espera cualquier cosa, todas buenas, se sobreentiende. Y, en esa categoría, entra el que fuera cura progre, de los primeros cien protestones de Madrid, o algunos más o menos creo que eran, discípulo y primer traductor de Häring, luego delegado de enseñanza, auxiliar de Madrid y arzobispo de Burgos, don Fidel Herraéz.

No hace mucho recordaba con un buen amigo, que de estas lides eclesiales no sabe, ni quiere saber nada, pero que en un momento de su vida tuvo relación, por temas jurídicos profesionales, con don Fidel, sobre cómo a las 00,00 horas, cada día, cuando salía de su despacho del arzobispado, tenía la sana costumbre de dejar toda la mesa ordenada, recogidos los papeles en sus carpetas, incluso con una vileda, que sacaba del cajón, limpiaba la mesa de un despacho bastante limitado en superficie, por cierto. Bueno, en Madrid, el de los auxiliares era así con todos.

También tengo que decir que más valía encontrarse con don Fidel de buenas, porque al revés era implacable, incluso en la argumentación. De esas me llevé unas cuantas.

Pues hete aquí que me encuentro, en el “Diario de Burgos” de hace unos días, un texto a modo “Diario de un cura rural”, vamos, no sé si en plan Bernanos, pero casi. Y es que don Fidel se nos ha metido ahora a cura de pueblo.

Claro, la magnífica relación entre arzobispo titular y arzobispo emérito, y entre el arzobispo titular los dos obispos eméritos que andan por Burgos, que son dos, hace que puedan montar una conferencia de obispos regionales de eméritos. A este paso Castilla tendrá más obispos eméritos viviendo en su demarcación que en activo. Al tiempo.

Pues lo que cuenta don Fidel en ese escrito es su experiencia de cura de pueblo. Se ha ido a vivir a un pueblo de entorno a cien habitantes, en una casa en la que se dedica, entre otros menesteres, a atender espiritualmente a las personas que van a verle, da charlas y tandas, una comunidad que no comuna, y, sobre todo, se dedica a la atención de las iglesias de la zona ayudando al párroco de la zona. Por ejemplo durante la Semana Santa iba con su coche como si fuera un cura más del arciprestazgo.

Hombre, también compensa la adrenalina de la metrópoli con su consiliaría de la Asociación Católica de Propagandistas y del CEU. Que eso son palabras mayores.

Pero lo más interesante es que en la España rural, en la España despoblada, en la España que se queda sin curas –y sé de lo que estoy hablando porque los fines de semana con mi familia política tengo que hacer quince kilómetros para ir a misa-, un arzobispo se nos ha vuelto cura de pueblo. Creo que hay que dar las gracias a alguien porque Burgos haya ganado un cura de pueblo.

Que conste que no está mal la idea. No sé si a más se les ha ocurrido en el presente. O para el futuro.

Entiendo que habrá más obispos eméritos que ahora, dentro de sus facultades, hagan esto. No sé. Estoy repasando y la casuística es complicada. Sí sé de quién juega a las cartas en la taberna del pueblo, que tampoco está mal. Yo escribo de lo que he leído.

 

 

José Francisco Serrano Oceja