Tribunas

 

Educación de los hijos

 

 

Ángel Cabrero

 

 

 

 

 

En nuestros días asistimos a una deficiencia muy notable en la educación de los jóvenes. Lo advierten los especialistas que, de una forma o de otra, estudian los problemas que se encuentran entre muchachos, ya en la infancia, pero sobre todo en la adolescencia, que se prolonga peligrosamente, al faltarles la ayuda imprescindible para madurar.

Santo Tomás decía que “hay personas que desean saber sólo por saber, y eso es curiosidad; otras, por alcanzar fama, y eso es vanidad; otras para enriquecerse con su ciencia, y ése es un negocio torpe; otras, para ser edificadas, y eso es prudencia; otras, para edificar a los demás, y eso es caridad”. Hoy vemos que hay muchos que buscan saber por enriquecerse, pero muy pocos, padres, madres, que quieran saber más para educar bien a sus hijos. Es una ciencia necesaria, especialmente en los tiempos que corren.

Tendrían que preguntarse los padres, con frecuencia, si esos hijos que viven con ellos se sienten amados; si perciben su afecto, también físicamente. Si se sienten profundamente queridos. Si sienten que los amarán para siempre, que nada en la tierra les apartará de ellos. Si no se sienten así, algo se está haciendo mal.

Los jóvenes necesitan de sus padres. Todo padre ama a sus hijos, pero muchos padres apenas manifiestan ese amor. Vivimos una época en que es crítico que los hijos adolescentes sepan y sientan que los amamos de una manera sincera.

Es importante que los niños den un beso a sus padres cuando vienen del colegio, y cuando se van a dormir, pero resulta que los padres no están allí para mostrar ese cariño. Y los quieren, pero no tienen tiempo para la familia. Es natural que los padres abracen a sus hijas, y que las madres besen a sus hijos. Pero con mucha frecuencia están a otra cosa.

Es interesante advertir que esto ocurre más en familias con pocos hijos. Los padres que han tenido familia numerosa son más conscientes de que hay que estar al pie del cañón, que no hay nada más importante en su vida. Los que tienen pocos hijos es más fácil que piensen que tienen tiempo para otras relaciones sociales y están poco en casa. Y por desgracia lo que abunda en nuestra sociedad capitalista son las familias con uno o dos hijos.

“La educación es a la vez directa e indirecta -dice Enkvist-. Consiste en lo que se dice explícitamente y lo que se enseña implícitamente. Si los dos tipos de enseñanza trasmiten el mismo mensaje al joven, la educación será más fácil y más completa. La enseñanza indirecta, la que el niño "absorbe" por vivir en comunidad, es la más fuerte de las dos”. Esto parece elemental, pero no existe cuando los padres están muy poco presentes en su vida, o porque realmente no viven lo que enseñan.

Cría a un niño temiendo decirle que no, evitando todos los posibles tropiezos con las dificultades, condescendiendo con todos sus caprichos y criarás a un infeliz. Y muchos padres adoptan estos modos de hacer porque es más cómodo o porque tienen un amor desordenado hacia sus hijos. Y se ven, con tanta frecuencia, hijos notablemente maleducados. Y luego nos echamos las manos a la cabeza cuando vemos en qué acaba esa adolescencia o esa juventud.

La responsabilidad es muy grave, las deficiencias muy notorias, las consecuencias, con frecuencia, desastrosas.

 

 

Ángel Cabrero Ugarte