Tribunas

La Iglesia y la ley de memoria ideológica

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

 

 

 

El Consejo de Ministros del pasado martes aprobó el anteproyecto de Ley de Memoria democrática, un paso más en la retorcida subversión del orden político, social, educativo e histórico sobre el que configuró la Transición.

Una pregunta inevitable es cómo va a afectar esta Ley a la Iglesia, a sus instituciones culturales, académicas, históricas. Por lo que sabemos por la lectura del anteproyecto, debemos estar atentos a algunos datos interesantes.

Lo primero que hay que plantearse, además de la definición de memoria democrática, es qué se entiende por víctima, no vaya a ser que solo tengan la cualidad de tales las que murieron por los que se denominan los sublevados, los del bando nacional y las víctimas del franquismo.

Los mártires de la persecución religiosa en España de inicios del siglo XX, vamos, los mártires de la persecución contra la Iglesia por odio a la fe y a la Iglesia, ¿también van a tener la condición, y los derechos, de las víctimas? A las asociaciones que promueven las causas de beatificación de los mártires, ¿también se les va a conceder los privilegios de las denominadas Asociaciones memorialistas?

Esta claro que en un clima social de esta naturaleza, abordar la cuestión de la Iglesia y los católicos en los inicios del siglo XX en España se va a complicar no poco. El siguiente paso es identificar la reivindicación de los mártires con la exaltación o apología del franquismo, como ya se está haciendo en determinada historiografía.

Volvemos a poner en protagonismo a las víctimas, cuando lo que primaba, desde la Transición, es el protagonismo de la reconciliación. Una cosa es el olvido de las víctimas y otra su instrumentalización.

Este es un aspecto no menor.

Otro es la cuestión de la Abadía Benedictina de El Valle de  los Caídos, de la que habrá que hablar antes de que caiga definitivamente. Y la cruz, ¿qué va a pasar con la cruz?  Ya lo anunció, algo más que especulando, una revista religiosa hace tiempo. Está preparada la sustitución de los Benedictinos por la Comunidad de Sant´Egidio, cuyo nuevo destino les viene, por cierto, al pelo.

Y otro punto, que me parece sustancial por su gravedad, es la imposición de una versión de la historia, también en la educación. La pretensión de la verdad que está implícita en cualquier comprensión de la historia quiebra con esta obligada ideologización del relato de nuestro pasado inmediato.

Esta ley no solo va a imponer una historia ideologizada sino que va a hacerla oficial y a obligar, bajo pena de importantes multas, a imponer su versión también a los más jóvenes.

Por cierto que ya me dirán cómo se compagina este proceso con la obligación, para un historiador, para un profesor universitario, por ejemplo, de buscar la verdad y explicar la verdad de lo ocurrido en el pasado.

Y ya me dirán qué va a pasar con los archivos de la iglesia. El siguiente paso.

 

 

José Francisco Serrano Oceja