Tribunas

Construyendo la unidad

 

 

Ernesto Juliá


 

 

 

 

 

En la Carta a los Obispos, que acompaña el motu proprio Traditionis Custodes, que da nuevas indicaciones para la celebración de la Misa con el rito Tridentino, y después de señalar que “una posibilidad ofrecida por san Juan Pablo II y con mayor magnanimidad aún por Benedicto XVI para recomponer la unidad del cuerpo eclesial en relación con las diversas sensibilidades litúrgicas sirvió para aumentar distancias, endurecer diferencias, construir contrastes que hieren a la Iglesia y obstaculizan su avance, exponiéndola al riesgo de divisiones”; Francisco añade:

“Estoy igualmente afligido por los abusos de un lado y del otro en la celebración de la liturgia. Como Benedicto XVI, también yo estigmatizo que “en muchos lugares las prescripciones del nuevo Misal no se celebran fielmente, e incluso se entiende como una autorización o incluso como una obligación a la creatividad, lo que a menudo conduce a distorsiones hasta el límite de lo que es”.

A lo largo de toda la historia de la Iglesia, la Unidad se ha procurado vivir dentro de una cierta variedad de ritos litúrgicos, y siempre dentro de la recomendación de san Pablo a los Efesios: “Un solo Señor, una sola Fe, un solo Bautismo, un solo Dios y Padre de todos: el que está sobre todos, por todos y en todos”. (4, 5-6).

Y esa conciencia de la variedad de ritos, de la que da testimonio, por ejemplo, la vivencia del rito mozárabe, se comentó recientemente cuando algunos eclesiásticos hablaron del posible rito amazónico, del que al fin se dejó de hablar, y parece haber dejado definitivamente en el olvido.

La reacción de un buen número de obispos franceses, americanos, e incluso alemanes que han acogido hasta ahora un buen número de fieles que viven la Misa con el rito tridentino, hace pensar que esos fieles no crean la mínima división; es más, pacíficamente van creciendo en número. Las iglesias donde se celebra la Misa Tridentina se llenan de fieles y también de muchos jóvenes. Los obispos, al no apreciar ningún peligro de división con los demás católicos han dispuesto –con la autoridad recibida del Papa para estos casos-, que todo puede seguir igual. Todos los católicos están viviendo la misma Misa con Cristo, por Cristo, en Cristo. Las pocas Conferencias Episcopales que han prohibido la celebración de las Misas Tridentinas en su territorio han podido evitar esa decisión, por el simple motivo que no tenían ningún grupo de fieles que lo estuviera celebrando.

Lógicamente, puede haber personas que quieran usar un rito para dividir la Iglesia, como pasó a Lutero y seguidores; pero eso es ya otra cuestión.

Esto nos permite pensar que los peligros a los que también se refiere el papa de ruptura de unidad de la Iglesia, lleguen por otros caminos: los que van en contra directamente de la Fe. Por ejemplo:

- Cuando en la celebración de la Misa en cualquier rito aprobado por la Iglesia, el sacerdote se permite hacer todo tipo de cambios, adaptaciones; por ejemplo, invitar a cuatro chicas para que lean el Evangelio, como si estuvieran representando una pequeña obra de teatro. Cuando el sacerdote en la homilía, no habla nunca de Pecado, como si quisiera negar que el hombre y la mujer tienen la libertad y posibilidad de rechazar a Dios en su vida y para siempre. Cuando apenas se habla de la vida Eterna, y si acaso se menciona el Cielo pero nunca el Infierno. Cuando se insinúa que la Eucaristía “representa, significa, etc.” la presencia de Cristo allí en medio del pueblo participante, y no hace la mínima alusión a “Esto en mi Cuerpo”, “Este es el Cáliz de mi Sangre”.

- Cuando se permite la bendición de parejas homosexuales, dentro de la celebración de la Eucaristía, y directamente en contra del documento de la Santa Sede, y firmado por el Papa, en el que se señala claramente que “la Iglesia no puede bendecir el pecado”; o cuando se permite que para la celebración de la Misa se coloque un poster de la LGTBIQ etc, en las cercanías del altar.

El deseo de que todas las tradiciones rituales  y de costumbres eclesiales sirvan para la unidad entre todos los católicos, lo renueva el papa con estas palabras del Concilio Vaticano II: “en la comunión eclesial hay Iglesias particulares, que gozan de sus propias tradiciones, sin perjuicio del primado de la cátedra de Pedro que preside la comunión universal de la caridad, garantiza las diversidades legítimas y al mismo tiempo asegura que lo particular  no solo no la daña, sino que la sirve”, que es lo que han debido de apreciar los Obispos al hacer la evaluación que les pide el art. 3, &5, cl Motu proprio, y mantener la celebración del rito tridentino en sus diócesis.

 

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com