Tribunas

La carta del arzobispo de Toledo a los sacerdotes

 

 

José Francisco Serrano Oceja


Mons. Francisco Cerro, arzobispo de Toledo
Miguel A. Olmos.

 

 

 

 

 

Durante la pasada Semana Santa tuve la oportunidad de utilizar para la reflexión en los días santos unos vídeos grabados por el arzobispo de Toledo, monseñor Cerro Chaves, con meditaciones a propósito de lo que celebrábamos en cada jornada.

Una especie de charlas a modo de Ejercicios Espirituales que entiendo se emitían por el canal diocesano y se colgaba en alguna web.

Tengo que confesar que me sorprendió positivamente su capacidad para ayudar al televidente, oyente, o como se quiera denominar, a meterse en el sentido de los misterios de la pasión, muerte y resurrección del Señor.

Especialmente el del viernes santo, con una anécdota personal como cura en Valladolid de acompañamiento del sufrimiento de una familia que me pareció impactante.

También leí la carta pastoral que les dedicó a los sacerdotes el Jueves Santo, siguiendo quizá aquella venerada tradición de san Juan Pablo II de escribirles en ese día.

Toledo está en un año Jubilar sacerdotal que ha venido acompañado con algunos datos de la realidad que hablan de la oportunidad de ese tiempo.

Lo relevante de la Carta, además de su contenido, es el hecho de que estamos hablando de un arzobispo, de un padre y pastor, que manifiesta tener una obsesión ministerial, el cuidado de sus sacerdotes, sin experimentos, ni “revivals” al uso.

Una obsesión que se percibe en el clero, correspondida, sin interferencias. Además, desde una espiritualidad que algunos puedan calificar de tradicional, la del Corazón de Jesús, que puede gustar más o menos, pero que ha demostrado su valor a lo largo de la historia.

Son muchas las afirmaciones de la Carta que destacaría. Por ejemplo, nada más empezar, la que se refiere a que “hay una providencia especialísima de Dios en la vida de cada uno de sus sacerdotes. El Señor no se equivoca y no se arrepiente jamás de habernos llamado (cf. Sal. 110, 4). No somos el fruto de un error de cálculo en un departamento de recursos humanos”.

Por cierto. Escribo esto cuando acabo de leer el expediente Novell y cómo ha terminado, de momento. No hago más que hacerme preguntas sobre las características y la celeridad del proceso. ¿Tan fácil es, como parece o como quieren dar a entender, dimitir del estado clerical a un obispo?

Volvamos a la Carta de don Francisco. Una carta en la que va perfilando el dibujo de lo que hace al sacerdote que quiere la Iglesia, al que necesitamos el pueblo de Dios.

La insistencia en la oración, en la eucaristía, en la vida en el espíritu bien traída y explicada, sin alambiques ni retruécanos, en un momento en el que “constatar los pecados propios y ajenos en la vida de los sacerdotes puede llegar a ofuscar esta verdad de fe que no podemos olvidar. Por eso lo más urgente en este tiempo, es volver a recordar la necesidad de SER lo que somos, más que hacer una u otra cosa, que siempre brotará como una consecuencia”.

Como diría santa Teresa de Jesús: “No está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho, y así lo que más te despertare a amar, eso haced” (Moradas IV 1,7).

 

 

José Francisco Serrano Oceja