A escondidas

EL QUID DE LA CUESTIÓN

 

Marisa Puente | 12.07.2016


España no va bien, eso es evidente. Todo el mundo habla de la situación del país, todos divagan sobre el problema principal del que hay que partir para llegar a una solución que nos saque del hoyo. ¿El problema? Es fácil de entender si partimos de la base de que vivimos en una sociedad con mucha memoria para unas cosas y muy poca para otras, con mucho coraje en algunas ocasiones y con mucha dejadez cuando realmente se requiere esa fuerza. Que todo el mundo recordará durante el resto de su vida el gol de Iniesta que nos hizo ganar el mundial, pero que nadie se acuerda de cuánto tiempo llevamos sin un Gobierno. Que todo el mundo se vuelve un luchador de batallas, un defensor de causas perdidas y un reivindicador cuando se trata de poner comentarios de indignación en las redes sociales y de discutir con quien haga falta, pero que cuando se convoca una manifestación ni siquiera se plantea acudir a defender sus intereses.

Pasamos de la cultura, está más que demostrado. Sólo es necesario consultar las audiencias de un programa didáctico y educativo frente a las de un programa en el que la gente grita, discute y cuenta cotilleos. Que preferimos asomarnos a la ventana a mirar lo que hace el vecino que cerrarla para no escuchar ruido y tener un momento de tranquilidad. Que somos ilegales, inmorales e irresponsables, y si podemos tener algo gratis pirateado ni se nos pasa por la cabeza comprarlo aunque la cantidad que tengamos que pagar sea irrisoria. No vamos al cine a no ser que la película descargada de Internet se vea muy muy mal, y no compramos un CD de música si podemos grabarlo.

Instalamos programas en el ordenador que bloquean los anuncios de las páginas de internet, sin saber –o aún sabiéndolo- que esas webs gratuitas que nos ofrecen contenidos tienen que vivir de algo. No cobran por el servicio que prestan pero tampoco trabajan por amor al arte, su fuente de ingresos es la publicidad y es lógico que si no vemos los anuncios, sus beneficios disminuyan. La otra opción es la suscripción, cobrar una cuota a todos los usuarios. Pero claro, ¿en la mentalidad de qué persona española cabe tener que pagar por un contenido que hasta ahora era gratuito?

Claro que la situación de España es como es por temas económicos, políticos, etc., pero para encontrar la solución a este problema no estaría de más empezar a pensar en todos estos factores. El problema de origen está en el fondo, en la mentalidad. Y no importa qué partido político esté en el Gobierno, porque eso no se cambia con cuatro reformas.

 

Marisa Puente