A escondidas

PRÓXIMA PARADA: TALLA 34

 

Marisa Puente | 13.07.2016


Algo que cada año va de la mano de la llegada del verano es la famosa “operación bikini”. A la cantidad de preocupaciones que la sociedad tiene hoy en día –crisis, paro, trabajo, familia- se le suma una más; el excesivo cuidado del aspecto físico. Sólo hay que mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta del gran número de personas obsesionadas con la “dieta”. Si bien es cierto que para algunos es algo necesario por problemas de salud, para una mayoría aplastante es sólo obsesión. Un problema más que añadir –por si tuviéramos pocos- y una tortura constante por arrepentirse de haber comido algo y haberse “saltado la dieta”.

Es absurdo que una modelo con una talla 38 haga las campañas de “tallas grandes”, igual que es absurdo que ese canon de belleza tan artificial se haya asentado en la sociedad. Cada persona tiene sus gustos, pero el problema llega cuando el concepto de belleza se aleja de los hábitos saludables. Pasarelas protagonizadas por modelos esqueléticas, tiendas con prendas diminutas y anuncios en los que todos son felices cuantos más kilos pierden.

Unos intentan conseguir parecerse a ese icono de belleza idealizado que tenemos y otros simplemente aceptan que por su genética, nunca podrán ser así. Pero aceptarlo no siempre es positivo, ya que genera una inseguridad por no poder cumplir las expectativas estéticas deseadas. El problema es que necesitamos sentirnos integrados en la sociedad, necesitamos que nos tengan aprecio y que otras personas tengan una buena concepción de nosotros.

Lo absurdo es que creemos que vamos a conseguir ese objetivo por tener un físico diferente y entrar por los ojos. Para ello intentamos parecernos a modelos que parecen perfectos, pero también son personas. Cuando no editan sus fotos y no se ponen en manos de profesionales también tienen defectos, marcas, estrías, lunares e imperfecciones. La industria nos vende esa imagen de perfección para que no podamos vivir sin cremas, sin tratamientos, sin ir a la peluquería, sin hacerse la manicura, sin ir al solárium o sin renovar el armario. Hacen bien su trabajo porque su objetivo es vender, pero lo negativo no es que hagan que compremos, es que con su táctica han creado una sociedad de personas acomplejadas y bajas de autoestima.

Vivimos en una sociedad obsesionada con los kilos, las medidas, las arrugas y la opinión de los demás. Basamos nuestra felicidad en el hecho de que las personas de nuestro alrededor nos vean atractivos y tengan una buena imagen de nosotros, sin darnos cuenta de que la verdadera felicidad llegará en el momento en el que nos deje de importar lo que ellos piensen.

 

Marisa Puente