A escondidas

LA ENFERMEDAD DEL SIGLO XXI

 

Marisa Puente | 17.08.2016


A día de hoy el consumismo ha traspasado los límites. Ya ningún producto se repara porque preferimos invertir un poco más de dinero y tenerle nuevo, la ropa no se cose cuando se rompe porque merece más la pena comprar otra prenda por una cantidad irrisoria. Esta es la mentalidad cuando algo deja de servir, y tiene una parte lógica porque si por poco más tenemos algo nuevo, suponemos que ese producto nos va a salir rentable ya que novedad es sinónimo de garantía.

Sin embargo, la clave está en que no miramos el aspecto de la durabilidad. Cuando se nos rompe el móvil no lo cambiamos por el más resistente que haya, sino por el más nuevo. Cuando necesitamos algo, buscamos lo más bonito o lo que esté más de moda, no un producto que sea de calidad. Esto, poniendo por caso que el artículo que vamos a sustituir por otro se haya estropeado. No obstante, lo enfermizo es que ni si quiera le damos tiempo a los objetos a romperse, ya que necesitamos comprar constantemente. ¿Para qué buscar un producto que sea de buena calidad y que nos dé la garantía de que va a funcionar durante mucho tiempo, si en un plazo nos vamos a aburrir de ello aunque esté en buenas condiciones?

Esta mentalidad está demasiado extendida. Lo que nos da placer es comprar, después de que el artículo es nuestro deja de tener valor y pasamos a desear otro. La industria ha conseguido hacer que llenemos nuestros vacíos emocionales y nuestros problemas con compras compulsivas que no necesitamos, pero que nos hacen felices por un (cortísimo) tiempo.

 

Marisa Puente