La misteriosa Llama

Pagar por escuchar a los políticos

 

 

Alejandro Sanz | 30/09/2017


 

Dentro de la escalada de tonterías, abusos y sinrazones en que se ha convertido el infausto procés, hoy quería detenerme a reflexionar en la luminosa idea de cobrar a los periodistas por escuchar las profundas reflexiones de Junqueras, Puigdemont y compañía en el centro internacional de prensa que ha montado Mediapro en Barcelona.

Dejando de lado el hecho de que asistir a las ruedas de prensa de estos señores puede provocar mareos, vómitos, diarreas y alucinaciones, ya solo faltaba contribuir también a enriquecer un poquito más a Roures con el fruto del trabajo de los informadores.

Ya en serio, si reflexionamos un poco sobre el trabajo de los periodistas, en esencia no es más que la de mediadores de la información, que trasladan desde una determinada fuente hasta el público. Esta labor puede ser más o menos valiosa en función de la importancia que ambos extremos de esta intercomunicación concedan a la mercancía informativa que se transporta de un lugar a otro. Por un lado está el público, que demanda información para poder interpretar la realidad, pero por el otro están los agentes sociales, políticos, económicos, etc. cuya intención es hacer llegar al público esa información según sus intereses.

¿Quién necesita más a quien? No creo que sea una cuestión  de jerarquías, las tres partes son necesarias para completar el circuito. Pero si uno de los extremos pretende arrogarse una posición preeminente sobre las otras dos, el circuito no solamente se atasca, sino que carece incluso de sentido.

“Lo que no publican los medios no existe” dice una máxima del periodismo, quizá un tanto radical, pero no carente de sentido. Ahora bien, si lo que tienen que decir los representantes públicos a quienes los han elegido “cuesta dinero”, entonces bien libres son estos de cobrarles regularmente por escucharlos.

Repasando este asunto, no he podido evitar recordar aquella frase de Ryszard Kapuscinski: “Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”.

 

Alejandro Sanz