A LA LUZ DE LAS PARÁBOLAS DE JESÚS

LA PARÁBOLA DE LAS MINAS

 

Víctor Corcoba Herrero/ Escritor | 10.09.2016


La Palabra:

 Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente. Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver.  Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo. Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. Él le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades. Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas.  Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades. Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo; porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste. Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré; ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses? Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas. Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas. Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.  Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y decapitadlos delante de mí. (Evangelio de San Lucas, 19, 11-27)

La Reflexión:

               Cada cual consigo mismo y ante Dios ha de rendir cuentas, pero nadie sabe el momento. Precisamente, la parábola nace como respuesta a la gente que seguía a Jesus, quienes deseaban que el Reino de Dios se manifestara inmediatamente y, de este modo, librarse del dominio del imperio Romano, sus opresores. Consecuentemente, será bueno que reflexionemos sobre esto, ya que...

Todo sucede como ha de suceder.
Cada cual ha de estar alerta, pues todo es.
Los tiempos del Creador no son nuestros tiempos.

                El don espiritual gobierna nuestras vidas. Dejémonos de excusas y pongámonos al servicio de Dios con nuestras habilidades y recursos, sin otro desvelo que la de sembrar amor por doquier para ir creciendo. Por tanto...

Al compás de mi andar, vivo.
Que la vida no es mía, sino de Dios.
Seguiré el camino de tus mandatos, el amor.

                Ciertamente, es el amor el que nos cambia, y nos hace tener un rendimiento óptimo. Hemos de aprovechar ese tiempo de gracia, de oportunidad para ensanchar el corazón de auténtica vida, y no seguir pegado a esta materialidad de cosas, que nos achican los horizontes del Creador. En consecuencia...

El Señor es mi pujanza y mi fibra.
Sabe de mis debilidades y penurias.
Sabrá perdonarme, sabrá protegerme.

                Como un niño en brazos de su madre, confiamos en su bondad. Sabemos que murió por nuestros pecados y la prueba de que su muerte fue el mayor signo de amor espiritual, es que fue suficiente para salvarnos, ya que se halla en la Resurrección, pues también nosotros necesitamos...

Limpiar la oscuridad de nuestra vista.
Volver a la palabra para ser el verso de Dios.
Que no quede frustrada mi alma, viva la esperanza.

             Nuestro Señor, al hablar de esta parábola, nos habla de la confianza de un Rey que le dio dinero a sus siervos y les dejó usarlo a su criterio; pero también nos habla de la prueba del Rey, de esa confianza; a la vez que nos dice sobre la recompensa; concluyendo con una de las leyes inexorables de la vida:"Al que tiene se le dará más, y al que no tiene se le quitará lo poco que tenga".  Justamente, por esto…

Susténtame Señor, con tu fuerza viviré.
Respalda mis afanes por seguirte y crecer.
Auxílianos del enemigo hasta volverlo amigo.

                En suma, hemos de producir frutos para el día que venga podamos ofrecerle nuestro camino y nuestra morada. Del Señor viene la misericordia y la redención copiosa. La muerte será lo que hoy es vida, y la auténtica vida tendrá como meta final el encuentro con el Señor resucitado.  Desde luego, esta presencia de Jesús nos llama a la espera y la vigilancia, que excluyen tanto la impaciencia como la pereza, tanto las fugas hacia delante como el permanecer encarcelados en la actualidad de lo mundano.

 

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
10 de septiembre de 201
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