COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO

 

LLAMADOS A SER EL VERSO QUE NO PERECE

 

(La misericordia actuante de Dios)

 

 

 

 

 

Víctor Corcoba Herrero, Escritor | 28.03.2020


 

 

I.- EN TIEMPOS DE CONGOJA

Frente a la desolación, pongámonos en acción,
levantemos el ánimo, tomemos una copa de sol,
e injertemos en los labios un cálido aire de luz,
que nos despoje y despeje de la diabólica tristeza,
de vernos sin horizonte, de notarnos sin fuerza.

El coronavirus se ha adueñado de nuestros pasos,
se percibe en los gestos, se advierte en las miradas,
palpita en un silencio de calle que nos ensordece,
es un inhumano golpe, tan inesperado como cruel,
que nos llama a poner el hombro y a remar juntos.

Somos frágiles, andamos asustados como jamás,
desorientados y perdidos en este vacío desértico;
son tan torpes los andares, que cuesta reconocerse,
bajo estas densas tinieblas que nos ensombrecen;
dejándonos el alma yerma, sin alcanzar a sonreír.

 

II.- EL MIEDO AL MIEDO

De lo que tengo miedo, es de tu miedo a no ser;
ese ser humano que sueña vivir y olvida cruces,
que imagina otro mundo más de todos y de nadie,
que comprende que nadie es menos que ninguno,
pues es la vida la que nos da vida y nos deja vivir.

Vivir sin miedo me pone alas, me eleva por dentro,
por muy temblorosas que transiten todas las brisas,
por muy tenebrosas que nos sorprendan las auroras,
por muy tembleques que se vuelvan nuestras marchas,
nadie llegó a la cúspide acompañado por la duda.

El miedo reinará sobre la vida, pero no lo gobernará;
quien ha de regirnos el momento, es la cruz de Cristo;
el que ha de despertarnos de este universo contagiado,
es el corazón de Jesús, que late por nosotros cada día,
a la espera de que restablezcamos el rumbo hacia Él.

 

III.- QUE REAVIVE LA ESPERANZA

Vuelva a nosotros y al mundo la espera más gozosa,
que más vale buena expectativa que usurero caudal,
pues el anhelo de ser uno mismo el pensamiento vivo,
hace desterrar de nosotros aquello amargo y oscuro,
y acoger lo que nace para hacernos florecer perpetuos.

Donde quiera que vivas, ¡vive por y para los demás!
Ponte andarín, en camino siempre, ¡nunca te adormezcas!
Si el dolor te detiene, ¡ahuyéntalo con el gozo del ser!
No tengas miedo de soñar, ¡sueña con la santa libertad!
¡Qué las sendas son huellas dejadas y han de apiñarse!

Abrazar los días a pesar de los tormentos, es quererse;
sentir la quietud en las tormentas, es hallarse con Dios;
abrigar en la cruz las desgracias, es la fuerza de la fe;
aquella que nos da la capacidad de mirar con alegría,
incluso los lloros, porque el mal se reconciliará en bien.

 

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
28 de marzo de 2020