Cartas al Director

Todos fueron culpables

 

No existe peor mentira, que la de ocultar la verdad.
(Anónimo)

 

 

 

 

César Valdeolmillos Alonso | 21.11.2014


Muchos y muy graves son los acontecimientos, que en contra del Estado, están sucediendo últimamente en Cataluña, promovidos, excitados y alentados, precisamente, por los legítimos representantes del Estado en dicho territorio.

La Real Academia de la lengua española define el concepto de traición de la siguiente forma:

1.     Falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener.

2.     Delito cometido por civil o militar que atenta contra la seguridad de la patria.

Y el de alta traición lo define como:

1.     Traición cometida contra la soberanía o contra el honor, la seguridad y la independencia del Estado.

Dejo a criterio del lector decidir si a los hechos acaecidos en Cataluña —de todos conocidos— les son aplicables alguna de las definiciones citadas.

No obstante, no sería justo culpar de la situación en que nos encontramos únicamente a los nacionalistas. En el transcurso de las más de tres décadas de vida de la Constitución, se han cometido graves atentados contra la misma por acción y también por omisión. Y de la situación a la que hemos llegado, tan culpables son los que hicieron, como los que por puro interés partidista, dejaron hacer.

Durante todo este tiempo, los nacionalistas catalanes, esgrimiendo un pretendido sentido de la responsabilidad que hacía factible la gobernabilidad del país, fueron la bisagra que abrió las puertas de La Moncloa a los dos partidos gobernantes, cuando estos no habían obtenido los votos necesarios para traspasar el umbral que daba acceso al poder. El precio de este apoyo —extremadamente alto— ya sabemos cuál es:

·        Impunidad para los hechos de sus dirigentes.

·        Reducción de la presencia en Cataluña de los dos partidos gobernantes a un estado meramente testimonial, hecho que permitía a los nacionalistas ganar elección tras elección, impidiendo la alternancia política y convirtiendo a Cataluña en un feudo de sus intereses.

·        Preferencia en las inversiones públicas por parte del Estado, en ausencia o detrimento de estas en otras comunidades autónomas más necesitadas.

·        Utilización fraudulenta de las competencias en materia de educación y cultura, de modo que el fruto sazonado de las mismas no estaba orientado a enriquecer culturalmente a los catalanes, sino a falsear la historia y envenenar sus mentes, creando así un enemigo imaginario: España. De este modo, en el transcurso de dos o tres generaciones, se fue elaborando el caldo de cultivo del cual estamos viendo ahora el resultado.

·        Utilizando la lengua no como vehículo de comunicación, de enriquecimiento y unión, sino —vulnerando la Constitución que habían jurado observar— como muro que nos separe y nos divida, expatriando de la enseñanza y de cualquier institución o servicio público el idioma común de todos los españoles, el cual, todos tenemos el deber de conocer y el derecho a utilizar.

·        Inverosímilmente, incumpliendo las reiteradas sentencias que en este y otros sentidos, dictaron en su momento en contra de esta política, tanto el Tribunal Supremo como el Constitucional.

·        Dilapidando sus presupuestos en una política orientada a establecer un Estado dentro de otro Estado, cuando no a establecer las bases para forzar la independencia del Estado al que siempre —y cuando digo siempre es SIEMPRE— han pertenecido y ello a base de quebrantar servicios públicos esenciales para la sociedad catalana.

·        Endeudándose para estos fines hasta límites crediticios insostenibles, circunstancia que ha conducido a que ya no haya entidad alguna en el mundo que preste un solo Euro a la Generalidad de Cataluña, y tenga que ser el Estado central español el que acuda en su auxilio para que los ciudadanos catalanes no lleguen a carecer de los servicios básicos fundamentales y por el prestigio y solvencia internacional del propio Estado Español. ¡Ah, pero España nos roba! Ya se ha visto quienes son los que defraudan a catalanes y españoles.

Podría seguir con la lista de traiciones, agravios y despropósitos cometidos contra la Constitución, las leyes en general, los propios catalanes y la totalidad del pueblo español, hasta llegar a la grave situación de abierta confrontación y desafío en que nos encontramos.

Pero desde la transición al día de hoy, nada de lo que pasaba en Cataluña o ahora pudiera añadir, era desconocido por los diferentes inquilinos de La Moncloa y sin embargo, por un egoísmo puramente partidista de alcanzar el poder, miraban hacia otro lado y no se enteraban de nada. Y cuando los hechos eran denunciados por los medios de comunicación —no por los subvencionados de Cataluña, desde luego— nadie con poder para ello tomaba determinación alguna y si alguna iniciativa que condujera a la condena de los hechos se producía, en abierta rebeldía ilegal,  esta era incumplida y no tenía el menor efecto.

Después de haber dejado que los hechos llegaran al manifiesto desafío nacionalista frente al que nos encontramos, ¿Ahora se rasgan las vestiduras? ¿Ahora ponen el grito en el cielo?

No sé qué maldición persigue a este gran país que es España. Que malos señores y que buenos vasallos ha tenido siempre. Incluso ahora, que desde todas partes escuchamos ya los aullidos de los lobos, los señores del feudo, cegados por su ambición, siguen discutiendo si son galgos o son podencos.

César Valdeolmillos Alonso