Cartas al Director

 

El fruto del hartazgo

 

"Quiero decirles a las derechas que si triunfamos colaboraremos con nuestros aliados; pero si triunfan las derechas nuestra labor habrá de ser doble, colaborar con nuestros aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la Guerra Civil declarada. Que no digan que nosotros decimos las cosas por decirlas, que nosotros lo realizamos"
Francisco Largo Caballero
El Liberal, de Bilbao, 20 de enero de 1936

 

 

 

César Valdeolmillos Alonso | 21.12.2018


 

 

Suena el despertador y no he terminado aún de abrir los ojos, cuando todavía entre sueños, escucho al vocero de turno relatarme las fechorías que su adversario dice que ha cometido tal o cual politiquillo bajito del que hasta entonces desconocía su existencia.

En una de sus canciones, ese poeta de la canción que es Alberto Cortez, decía:

-        “…te llegará una rosa en la mañana…”.

Con frecuencia, la rosa es la luminosa majadería que se le ha ocurrido al primer mequetrefe —o mequetrefa— que pasaba delante de un micrófono.

Hace pocos días, medio dormido aún, abrí los ojos como platos al escuchar a no sé qué ministra decir que al queso de tetilla había que cambiarle el nombre, porque este era sexista.

-        ¡Pues sí que empezamos bien el día!, me dije a mí mismo.

La verdad es que cuando oigo esas sandeces, me entran ganas de mandarles a la mierda. Pero son tan necios que se perderían por el camino.

Lo peor de todo, es que sea la hora que sea, la noticia me llegará a través de todos los medios de comunicación que tenga a mi alcance en diferentes versiones según sea su procedencia.

Por si esto no fuera suficiente, si entro en cualquier foro de las redes sociales, me vuelvo a encontrar con la noticia y las controversias surgidas de los comentarios que la misma ha suscitado. La mayoría son expresiones, que lejos de sustentarse en argumentos racionales o hechos documentados, solo son toscos insultos que ponen de manifiesto la incultura, el fanatismo, el resentimiento o incluso el odio que en su interior albergan quienes los publican.

Y la verdad es que no me explico la virulencia de estas reacciones porque casi ninguno de los que así se expresan, ha vivido las miserias de la postguerra y mucho menos el drama de la confrontación. Todos ellos suelen ser hijos de la democracia.

Cuando tras los resultados de las recientes elecciones andaluzas, veo como parte de nuestros jóvenes son empujados a que ocupen las calles clamando contra el supuesto fascismo que representa todo lo que no sea esa izquierda corrupta hasta los tuétanos que ha llevado a Andalucía a ser la región más atrasada de Europa tras su régimen de casi 40 años, o en Cataluña, las vascongadas y ya parte de Navarra, constituye todo lo que no sea el nacionalismo o pueda representar al Estado, pienso en cómo se está envenenando el alma de nuestra juventud desde el seno de las aulas a las que enviamos a nuestros hijos para que les formen y puedan labrarse un futuro; no para que los catequicen ideológicamente enseñándoles a renegar y aborrecer todo aquello de lo que son hijos y a todos los que opinan de diferente manera.

Y todos estos ¿Son los que dicen defender la democracia y la libertad?

No nos dejemos engañar. Abandonemos de una vez por todas y sin complejos el pensamiento políticamente correcto.

Es hora de desechar la pusilanimidad de que se viene haciendo gala ante las falacias de una izquierda fracasada que intenta perpetuar las heridas, que siembra el odio y el enfrentamiento entre hermanos; que pretende destruir nuestro sistema de valores; que intenta destruir todos los esfuerzos que los españoles hemos hecho por construir un futuro común en paz y más prometedor para todos; que intenta destruir la grandeza de nuestra historia, nuestras creencias, costumbres y tradiciones; que intenta despersonalizarnos y destruir la imagen de quienes somos hasta el extremo de no reconocernos a nosotros mismos.

Es hora de dejar de creer en sus palabras y promesas, y guiarnos por sus hechos.

Los que promueven estos tumultos son los que niegan el derecho a la libertad de pensar de forma diferente a ellos. Por eso, cuando pierden en las urnas, tratan de imponer en la calle su ideología como pensamiento único. Una ideología fracasada que desde su aparición ha causado nada menos que más de cien millones de muertos y que hoy tiene como ejemplo de progreso y bienestar a Corea del Norte, Cuba, Venezuela y Nicaragua. Una ideología que anula el pensamiento, controla los medios de comunicación, y hunde a todos en la ignorancia y en la miseria, menos a sus próceres que aprovechándose de la ignorancia de los que en ellos creen, se instalan en la riqueza más obscena. Y ello lo consiguen a costa de lo que llaman falazmente: “Representar al pueblo”, al que aún hoy, en el Siglo XXI, tratan de esclavizar.

El modo más seguro de corromper a la juventud es negarle la capacidad de pensar, y así, poder inculcar en sus conciencias el encono y la inquina a todo aquello que no sean sus designios.

La empresa les resulta sencilla porque para el ser humano es más fácil aceptar un pensamiento decidido de antemano por otros, que pensar y discernir por sí mismo, que siempre constituye un esfuerzo arduo. Por eso en los planes de estudio han desaparecido las humanidades y la izquierda jamás admite otros que no sean los que ella promulgue.

En Andalucía, tras la pérdida del poder omnímodo que la izquierda ha ejercido durante casi cuarenta años, además de las manifestaciones de jóvenes adoctrinados previamente, están apareciendo pasquines en contra del resultado de las urnas firmados por el llamado frente antifascista. No aceptan la voluntad de la mayoría de ese pueblo al que dicen representar.

Para la izquierda sectaria, resentida, revanchista y mentirosa, cualquier opinión disidente se erige en una fuerza amenazadora. No se da cuenta —y si lo advierte se niega a reconocerlo— de que hay otros mundos, pero todos están en este.

Esto me recuerda las palabras del histórico dirigente marxista del Partido Socialista Obrero Español y la Unión General de Trabajadores:

-        “Si los socialistas son derrotados en las urnas, irán a la violencia, pues antes que el fascismo preferimos la anarquía y el caos".

Por ese camino es por el que discurrimos actualmente en España. Un sendero extremadamente peligroso que se sabe cómo comienza, pero nunca cuanto puede durar, ni la dimensión y gravedad de sus consecuencias.

 

César Valdeolmillos Alonso