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03
de junio de 2006
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--ACTUALIDAD--
La falta de la libertad religiosa en países islámicos preocupa
al Vaticano
Mamás infractoras de la ley por no querer abortar
La falta de la libertad religiosa en
países islámicos preocupa al Vaticano
Palabras claras sobre los problemas a los que se enfrentan los cristianos
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 3 de junio de 2006 (ZENIT.org)
.- Las noticias diarias de la persecución de cristianos en países islámicos
preocupan en el Vaticano. El 17 de mayo, el arzobispo Giovanni Lajolo,
secretario de relaciones con los estados de la Secretaría de Estado vaticana,
habló a los participantes en la sesión plenario del Consejo Pontificio para la
Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes. El encuentro, reunido del 15 al 17 de
mayo, se centró en el tema de la migración y los países islámicos.
Buena parte de la conferencia de monseñor Lajolo, equivalente al ministro de
asuntos exteriores de la Santa Sede, se concentró en las relaciones con el islam.
El factor fe, observaba, ha alcanzado cada vez más importancia en el debate
sobre la migración.
La Santa Sede, indicó, ha defendido a menudo la necesidad de que los emigrantes
puedan seguir libremente sus creencias religiosas. Y la libertad incluye la
posibilidad de practicar su religión, o incluso de cambiar de fe. Por su parte,
los inmigrantes deben respetar las leyes y valores de la sociedad en que ahora
viven, incluyendo los valores religiosos locales.
Volviendo a la conducta de los países islámicos, monseñor Lajolo advertía que no
estamos ante una situación homogénea, sino ante una religión integrada por
muchas facetas diversas. Hay, no obstante, una tendencia reciente en estos
gobiernos a promover normas y estilos de vida islámicos radicales en otros
países. Nombró, en particular, las presiones de grupos de Arabia Saudí e Irán.
En Asia, hasta hace poco tiempo, musulmanes y no musulmanes vivían en paz. En
los últimos años, sin embargo, han crecido los grupos extremistas y las minorías
religiosas son blanco de la violencia. El arzobispo también expresó su
preocupación por la expansión islámica en África y, en menor medida, en Europa.
Los problemas planteados por la radicalización del islam van desde el
enjuiciamiento de cristianos de forma injusta por los tribunales islámicos, a la
falta de libertad para construir lugares de culto y los obstáculos a la práctica
de la fe.
El representante vaticano criticó a los países islámicos por ignorar el concepto
de reciprocidad, común en las relaciones entre estados, cuando se trata de
cuestiones de fe. Los países islámicos, observaba, exigen derechos religiosos
para sus ciudadanos que emigran a otros países, pero ignoran este principio para
los inmigrantes no musulmanes presentes en sus propias tierras.
Una estrategia detallada
¿Qué debería hacer la Iglesia frente a estas dificultades? Monseñor Lajolo
presentó algunas recomendaciones:
-- Frente al islam, la Iglesia está llamada a vivir plenamente su propia
identidad, sin retroceder y dejando clara su postura de modo valiente para
afirmar la identidad cristiana. Los islamistas radicales, advertía el prelado,
se aprovechan de cada signo que interpretan como debilidad.
-- Debemos también estar abiertos al diálogo, sea con naciones individuales o
dentro de las Naciones Unidas u otras organizaciones.
-- Otro problema subyacente al tratar a las naciones islámicas es la falta de
separación entre la religión y el estado. Parte del diálogo con las autoridades
religiosas y políticas islámicas debería dirigirse a ayudar al desarrollo de una
separación entre estas dos esferas.
-- Un punto especialmente sensible es el del respeto por las minorías y los
derechos humanos especialmente los derechos religiosos. La Santa Sede seguirá
hablando en los encuentros internacionales a favor de los derechos humanos de
los emigrantes. Por su parte, la comunidad internacional debería asegurar que
las organizaciones humanitarias no ejercen una presión indebida para cambiar de
religión a los receptores de las ayudas.
-- La Santa Sede seguirá declarando su firme oposición a todos los intentos de
explotar la religión utilizándola para justificar el terrorismo y la violencia.
-- La protección de los cristianos en los países islámicos es especialmente
difícil en la zona que va desde Turquía a Oriente Medio. Se deben encontrar
soluciones para muchos cristianos que abandonan su país para buscar seguridad.
-- Se debe integrar en la nación a los musulmanes que viven en países
predominantemente cristianos.
-- Los medios católicos desempeñar un importante papel a la hora de educar a los
cristianos, incluyendo a los que viven en países islámicos.
-- Es necesario que trabajen conjuntamente en estos temas la Curia Romana y las
conferencias episcopales y las iglesias locales, en particular, analizando la
forma de predicar el Evangelio en el mundo islámico. Este es nuestro deber y
nuestro derecho, concluía monseñor Lajolo.
El punto de vista británico
Las relaciones entre musulmanes y católicos fueron también examinadas por el
cardenal Cormac Murphy-O’Connor. En un discurso el 16 de mayo en el Centro de
Estudios Islámicos de Oxford, el arzobispo de Westminster afirmaba: «Nuestro
entendimiento mutuo es crucial para la paz mundial y el progreso humano, mucho
más en esta época en la que la globalización y la migración masiva han puesto a
cristianos y musulmanes más cerca unos de otros, como vecinos en los mismos
pueblos y ciudades de Europa».
El diálogo entre ambas religiones debe combinar tanto la conciencia de lo que
tienen en común como lo que las distingue profundamente. «Los católicos, para
ser buenos interlocutores, deben primero enraizarse en su comprensión y amor del
catolicismo», indicaba el cardenal, «y me imagino que esto sirve también para
los musulmanes».
Pero el principal obstáculo a este diálogo «es la falta, en algunos países
musulmanes, de apoyo al principio de libertad religiosa», añadía. «Es esencial
que los musulmanes puedan ejercer su fe en Oxford o en Londres, como es esencial
que los cristianos lo puedan hacer en Riad o Kabul».
El cardenal Murphy-O’Connor también invitó a los musulmanes que viven en Gran
Bretaña a que alcen su voz cuando a los cristianos se les niegan sus derechos en
los países islámicos. «Cuando los derechos religiosos de las minorías son
despreciados en nombre del islam, el rostro del islam pierde lustre en todo el
mundo», defendía.
El cardenal distinguía además entre una «religión torcida», que se usa para
justificar el odio y la violencia, y la verdadera religión. La verdadera
religión, explicaba, nos lleva a la curación, al honor y a la pureza.
Otro cardenal también expresaba hace poco su preocupación por la falta de
reciprocidad en el islam. El cardenal George Pell, arzobispo de Sydney,
Australia, habló sobre el tema «El Islam y las Democracias Occidentales» en un
encuentro de la organización Legatus, en Naples, Florida.
Pronunció su discurso el 2 de febrero, pero hace poco que se encuentra en la
página web de la archidiócesis de Sydney. Como aspectos positivos, el cardenal
Pell observaba los puntos en común entre cristianos y musulmanes, y constataba
que hay una gran diversidad en las interpretaciones y en la vivencia de las
creencias musulmanas.
Reciprocidad
En el lado negativo, observaba que el Corán contiene muchas invocaciones a la
violencia. Además, los musulmanes creen que el Corán viene directamente de Dios,
sin mediaciones. Esto hace difícil, según el cardenal Pell, que el Corán se
someta a la misma clase de análisis crítico y reflexión que ha tenido lugar
entre los cristianos sobre la Biblia. Lo que se necesita, insistía el arzobispo
de Sydney, es un diálogo entre cristianos y musulmanes.
El Papa se dirigió el 15 de mayo a los participantes de la sesión plenaria del
Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes. Sobre el
islam, Benedicto XVI observó que en estos tiempos los cristianos están llamados
a practicar el diálogo, pero sin perder su identidad.
Este proceso, aclaraba el pontífice, requiere reciprocidad. La comunidad
cristiana, por su parte, debe vivir el mandamiento del amor enseñado por Cristo,
abrazando con caridad a todos los inmigrantes. A su vez, se espera que los
cristianos que viven en los países islámicos sean recibidos de igual forma, y
con respecto a su identidad religiosa.
En los labios de los exponentes del vaticano cada vez está más presente la
palabra «reciprocidad» al hablar de las relaciones con mundo islámico.
ZSI06060301
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Mamás infractoras de la ley por no
querer abortar
Algunas mujeres se resisten a suprimir a los menos perfectos
PARAMATTA, Australia, sábado, 3 de junio de 2006 (ZENIT.org)
.- La sociedad demanda cada vez más perfección, y los bebés a los que se
diagnostica algún problema corren el riesgo de ser abortados. Algunas mujeres,
sin embargo, están resistiéndose a esta presión y dan a luz a niños que sufren
discapacidades.
La investigadora y activista australiana, Melinda Tankard Reist, ha sacado a la
luz la historia de algunas de estas mujeres en un libro titulado: «Nacimiento
desafiante: Mujeres que se resisten en a la eugenesia médica» («Defiant Birth:
Women Who Resist Medical Eugenics», Spinifex Press). Los testimonios en primera
persona abarcan la mayor parte del libro.
En su ensayo que abre el libro, Tankard Reist, directora del Foro de las Mujeres
de Australia, habla de las mujeres que se enfrentan a una sociedad temerosa con
la discapacidad y que deciden tener hijos sin el sello de aprobación genético.
«Son, en cierto sentido, mujeres que están fuera de la ley genética», indica.
La experiencia de algunas de estas mujeres suscita también dudas sobre la
profesión médica. Algunas recibieron diagnosis graves de sus hijos no nacidos.
Más tarde, estos niños nacieron, sin ningún problema, o con discapacidades que
eran menos graves de las predichas. Algunos doctores incluso rechazaron ayudar a
las mujeres que no quisieron abortar a los niños a los que se habían
diagnosticado incapacidades.
De hecho, cada vez con más frecuencia se ignoran los deseos de las mujeres.
Tankard Reist cuenta el caso de una mujer que no quiso que se le informara de
ningún problema antes de someterse a un procedimiento de ultrasonidos. Sin
embargo, al ver la imagen en casa, encontró, sobre la misma imagen, una serie de
anotaciones sobre posibles anormalidades. El bebé al nacer estaba libre de todas
las circunstancias mencionadas.
El resultado, indica la investigadora, es que el diagnóstico prenatal, en lugar
de dar más posibilidades a las mujeres – algo que forma parte de la retórica del
«derecho a elegir» el aborto– en la práctica le impone la presión de conformarse
a los prejuicios sociales contra la discapacidad.
Los sin voz
Con las pruebas genéticas también asoma otro peligro, más insidioso. El
diagnóstico y el aborto se han convertido en una mera parte de la rutina del
programa prenatal, sostiene Tankard Reist. Antes de la diagnosis prenatal la
posibilidad de abortar ni siquiera se menciona y cuando se detectan problemas
tampoco se da una explicación plena de las opciones disponibles.
Tal ha sido el caso de Natalie Withers. Se diagnosticó a su cuarto bebé
problemas de corazón y otros síntomas. Ella contaba a Tankard Reist que el
término «aborto» ni siquiera fue mencionado, simplemente se hablaba de «inducir
el nacimiento» – a las 20 semanas de gestación. Sólo cuando Withers estaba en el
parto se le informó que el bebé podría ser prematuro o morir inmediatamente.
Hasta que no acabó todo – el bebé no sobrevivió – no descubrió Withers que los
niños nacidos en las circunstancias de su hija pueden sobrevivir y vivir
normalmente si reciben el cuidado apropiado.
Las mujeres pueden, por tanto, convertirse en víctimas si van de modo inocente
con la actitud de «el médico sabe lo que es lo mejor». Solo demasiado tarde
descubren que sus propios intereses y preferencias se han dejado a un lado a
favor de la sabiduría convencional de los niños perfectos, afirma Tankard Reist.
Y una vez que se dan cuenta de lo que está ocurriendo, incluso a las mujeres con
estudios les puede resultar difícil, si lo eligen, el ir contra las preferencias
de los expertos médicos.
Con frecuencia la información dada a las mujeres es enfocada de modo parcial de
forma que las anime al aborto. En muchos casos, los padres no son dirigidos a
las organizaciones que les ayudarían a comprender mejor la naturaleza de las
discapacidades en cuestión. Esto a su vez hace que les sea difícil saber cómo
les iría a sus hijos y si hay disponibles apoyos.
Otras dificultades tienen que ver con afrontar al trauma y la ansiedad de los
resultados de las pruebas que muestran posibles problemas. Tankard Reist cita
algunos estudios que muestran que muchas mujeres, a las que se les dice que sus
hijos sufren defectos, sufren un grave shock, estrés y pánico. Esta presión
psicológica puede incluso afectar al bienestar de la madre, y el del niño no
nacido.
Los peligros implican también riesgos físicos. Algunos observadores cuestionan,
por ejemplo, el uso frecuente de máquinas de ultrasonidos sin una evaluación
adecuada de sus consecuencias negativas. Y la amniocentesis, en la que se toma
una muestra del fluido amniótico de la madre para analizarla, puede llevar a la
pérdida del bebé en 1 de cada 125 embarazos, según un meta-análisis citado en el
libro. Otro estudio demostraba que este procedimiento causaba la pérdida de
cuatro bebés sanos por cada anormalidad detectada.
Algunas veces los tests simplemente son erróneos. Un estudio de 300 autopsias
fetales encontró que la hipótesis prenatal de posibles problemas sólo se
confirmó en el 39% de los casos.
Deshumanizar
La mentalidad eugenésica que subyace tras la práctica de abortar a los niños
discapacitados en ocasiones incluso más descarada. Una encuesta a los obstetras
de Inglaterra y Gales, por ejemplo, encontró que un tercio de ellos exigían a la
mujer, incluso antes de someterse a las pruebas prenatales, que dieran su
consentimiento para abortar si se descubriese que el niño tenía algún problema.
Tras esta práctica está la creencia de que permitir que nazcan estos niños les
sería una carga para ellos mismos con unas vidas de segunda clase y trayendo
miseria a este mundo. Esto ha hecho que surja una forma de nueva eugenesia
enmascarada tras la apariencia de preocupación por la salud, advierte Tankard
Reist. Las personas que siguen esta línea de razonamiento, añade, puede terminar
dando su aprobación a la selección y eliminación de los niños menos que
perfectos, a una suerte de infanticidio.
Tal mentalidad refleja el creciente deseo de perfección de nuestra sociedad.
Otras manifestaciones de esta tendencia incluyen hacer dietas excesivas y el
cada vez más extendido uso de la cirugía estética. Algunos prominentes
genetistas y moralistas, incluyendo figuras como James Watson y Peter Singer,
están abiertamente a favor de técnicas genéticas que diseñen a bebés más
perfectos.
Incluso los costes sanitarios más altos pueden ejercer una ulterior presión a
las madres para inducirlas a abortar a los discapacitados. Los padres que
deciden no abortar a los niños imperfectos se les suele hacer sentir su
irresponsabilidad por provocar una carga ulterior a la sociedad.
Tankard Reist cita al genetista australiano Grant Sutherland, que consideraba
que prevenir el nacimiento de un niño con síndrome de Down ahorra a la comunidad
un millón de dólares o más. Animó a los gobiernos a crear clínicas públicas para
controlar a las mujeres embarazadas.
Esta presión económica se extiende a otras áreas, tales como las dificultades
crecientes a que se enfrentan las personas con defectos genéticos para obtener
seguros de vida, o la aprobación para adoptar niños.
Harrison está de maravilla
El 21 de mayo, un reportaje en el periódico Telegraph de Londres subrayaba la
relevancia de los problemas planteados en «Un Nacimiento Desafiante». Lisa Green
estaba embarazada de 35 semanas cuando se diagnosticó a su bebé síndrome de Down,
y los médicos le ofrecieron abortar.
El médico, contaba Green, sólo expuso los aspectos negativos de dar a luz al
niño. Ella rechazó el aviso, y dos semanas después dio a luz a un bebé, llamado
Harrison, que ahora tiene dos años. Es, afirmaba el periódico, un niño «feliz y
sano», según la madre.
En un editorial publicado el mismo día, el Telegraph hacía referencia a la
práctica de abortar bebés en etapas muy avanzadas del embarazo. «Es muy
difícil», decía, «si no imposible, explicar cuál es la diferencia entre este
final y el asesinato de un niño». Tales asesinatos continuarán, por lo menos
mientras prevalezca la nueva mentalidad eugenésica.
ZSI06060302
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