Fe y Obras

Unas Orientaciones oportunas

 

 

24.05.2013 | por Eleuterio Fernández Guzmán


La Conferencia Episcopal Española (CEE) tiene, entre sus funciones, hacer lo posible para que el creyente católico español sepa a qué atenerse en su vida, también, pública o civil. Es decir, que no únicamente se ocupa de aquello que tiene relación con el funcionamiento ordinario de la Iglesia católica sino que abarca mucho más su labor.

Esto sólo puede entenderse si somos conscientes de que el fiel católico, aunque no sea de este mundo, está en el mundo y, como es de creer, le afecta lo que pasa en el mundo. Es más, su misión es, precisamente, ser luz, sal y levadura dentro del mismo.

Pues bien, dado que estamos en el Año de la Fe no es poco importante que, quien corresponda, diga lo que tenga que decir al respecto de realidades que son muy importantes. Y eso ha hecho, ahora y otras muchas veces también, la CEE.

Se trata de un documento valiente. Es valiente porque el mundo en el que vivimos, y más en concreto nuestra patria, no pasa por un momento, digamos, bueno al respecto de lo que el catolicismo entiende sobre la fe y cómo debe transmitirse.

Pues bien, el documento en cuestión tiene un título: “Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe”.

Sin duda, nuestros pastores son ambiciosos porque quieren que tanto la familia como la parroquia y la escuela mantengan una firmeza en común a la hora de transmitir la fe. Y decimos ambiciosos porque, como es de todos sabido, si bien la parroquia es el ámbito, digamos, ordinario de transmisión de la fe, los otros dos, a saber la familia y la escuela, están muy lejos, pero mucho, de serlo.

Por eso está muy bien que se diga, por ejemplo (3) que “la Iglesia, consciente en todo momento de su misión de anunciar el Evangelio, ha considerado siempre la formación de los fieles como una de sus tareas esenciales. Hoy, atenta a dicha misión y dadas las circunstancias socioculturales, donde todo cambia con vertiginosa rapidez y donde la fe de los creyentes se encuentra acosada y contrastada por tantos interrogantes, la Iglesia ofrece, también, su regazo de madre y maestra al servicio de la educación integral del hombre” pues, no vaya a creerse que no conoce, la Esposa de Cristo, lo que pasa hoy mismo y ahora mismo. Y que esto se hace porque es un “mandato del Señor” que dio para que la Buena Noticia no se quedara en algo que pasó.

¿Cuál es la situación de la que se parte? Pues ésta (13):

“El pluralismo ideológico, cultural y religioso, rasgo de nuestra situación social, que exige una actitud de respeto y tolerancia, lleva a confundir, muchas veces, la afirmación de libertades personales con una postura individualista de desinterés práctico hacia los derechos y necesidades de los otros. Esto desemboca tarde o temprano en un profundo relativismo: puedo pensar y decir lo que quiera, de cualquier cosa, sin dar cuenta ni justificación de lo que afirmo. Al mismo tiempo, bajo el influjo de la globalización económica y socio-cultural, se van borrando las señas de identidad peculiares de los distintos pueblos o grupos humanos, dejando reducidas a simple recuerdo costumbrista antiguas tradiciones despojadas de su sentido y valor original”.

Mucho de lo bueno y benéfico que el ser humano religioso tiene se está difuminando en un mundo, en exceso, mundano y demasiado olvidadizo para con Dios, su Creador y, no lo olvidemos nunca, mantenedor de tal Creación pues no se olvidó de ella cuando descansó en aquel día séptimo sino que sigue pendiente de la misma y, por eso, la mantiene.

Para empezar, reconocer esto de la familia es bueno (16): “Es verdad que la familia sigue siendo un ámbito de referencia altamente reconocido y valorado por sus miembros, pero no ejerce sobre ellos la influencia determinante de otros tiempos, en especial si no se asume con responsabilidad el cultivo de sus potencialidades frente a otras esferas de influencia” pues no es poco cierto que ha desaparecido, simplemente desaparecido, salvo honrosas excepciones, la influencia que la familia ejerce sobre el espíritu religioso de sus miembros.

Y sobre la parroquia nos dicen en el documento aquí traído que  (21) “La Iglesia celebra los sacramentos que suponen, expresan y acrecientan la fe y, en consecuencia, un serio proceso de formación y preparación, mientras que muchos de los convocados desean el rito sacramental principalmente por su relieve social. Este desajuste entre la propuesta de la Iglesia y el deseo de muchos candidatos constituye un serio problema pastoral”. Esto debería hacer pensar a más de un creyente que, a lo mejor, no hay acuerdo entre la fe que dice tener y la que, en verdad, tiene.

Pero, seguramente, es el tema de la escuela el que más polémica causa. En realidad, decir lo que dicen nuestros pastores no debería extrañar a nadie salvo a los que están predispuestos a extrañarse.

Por eso cuando se dice (24) que “A pesar del esfuerzo de la Iglesia en las últimas décadas por cuidar el derecho y deber de padres y alumnos católicos a la enseñanza religiosa en la escuela, así como en preparar a un profesorado capacitado y en elaborar los programas adecuados, las dificultades legislativas y administrativas, la indiferencia e infravaloración por parte de padres y alumnos, y hasta el menosprecio que la enseñanza religiosa experimenta entre los conocimientos científicos y sociales, hacen de ella un medio que, siendo importante, es insuficiente para trasmitir la fe” sólo se sostiene la verdad de lo que pasa. Ni más ni menos.

Es bueno, por tanto, que se diga la verdad de lo que pasa pues no vaya alguien a pensar que la Esposa de Cristo está en Babia o que no sabe dónde están los verdaderos problemas de la transmisión de la fe que es, muchas veces, dificultada, boicoteada o, simplemente, ignorada en el sistema educativo. Y lo es como si no fuera importante que el alumno adquiera, de forma positiva, unos valores que le van a servir para toda la vida y no para un momento determinado. Y eso seguro que molesta a los partidarios de un relativismo que todo lo ahoga.

Y, como es de esperar,  no podía quedar la cosa en un análisis profundo de los aspectos que recoge este importante documento de la Conferencia Episcopal Española. Por eso, en el número 118 del mismo se propone lo siguiente:

“Invitamos a todas las instituciones implicadas a colaborar en este proyecto al servicio de la transmisión de la fe. Formar a las nuevas generaciones siempre ha sido una labor ardua, pero gratificante. En las circunstancias actuales que nos toca vivir, podemos afirmar que es una tarea difícil, pero apasionante. Hoy, necesitamos educadores en la fe que sean maestros y testigos; o, mejor, testigos para ser maestros. Percibimos, en general y con prudencia, cómo aumenta la demanda de una educación llevada por profesionales con vocación de servicio, que den testimonio”.

¿Serán capaces de darse cuenta los destinatarios de esta invitación del papel que tiene que jugar? Es más, ¿seremos capaces, nosotros mismos, de darnos cuenta?

Dios quiera que sí.

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net