Fe y Obras

Un principio básico de supervivencia

 

 

22.01.2015 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Bien podemos decir que, cuando las cosas se ponen mal, se pueden adoptar dos posiciones: no hacer caso a lo que pasa y, en segundo lugar, plantar cara a lo que pasa.

El cristiano, aquí católico, ha de tener cuenta que, cuando se puede zaherir su fe de la forma que sea no puede quedarse de brazos cruzados y tiene que plantar cara a lo que pasa.

Hay algunos que, sin embargo, creen que viven en el mejor de los mundos y se tapan los ojos cuando existe el real peligro de que una religión que, se diga lo que se diga, tiene poco de pacífica, pretende adueñarse de todo aquel lugar donde algún creyente suyo haya puesto los pies hace tiempo (digamos, por ejemplo, España) o lo ponga ahora (pongamos, por ejemplo, cualquier parte) sin respeto alguno a lo que se encuentran allí donde ponen los pies.

Y, tal caso, hay creyentes católicos que se apropian, para sí, de lo políticamente correcto y creen que hacen bien mirando para otro lado y acusando de xenofobia a todo aquel que no comulga con la religión invasora.

En realidad, no hace falta que se diga a qué religión nos referimos porque es la misma que, desde su mismo nacimiento (¡desde su mismo nacimiento!) tiene la mala costumbre de imponerse por la fuerza de las armas (en cada tiempo las que hayan sido). También sabemos qué pasa cuando tal religión de apropia de determinado territorio. Y lo sabemos porque en España ya pasó hace muchos siglos y más que sabemos lo que tuvimos que hacer durante otros muchos siglos para ganar la batalla de la fe y expulsar a quienes habían llegado aquí sirviéndose de trampas y traiciones.

Pues nada. Al  parecer (como ha pasado en Alemania con el hecho de prohibir predicar a un sacerdote porque se opuso a que se apagaran las luces de un templo cuando una manifestación pasaba por sus puertas y porque la manifestación no era a favor de los buenos musulmanes) El caso es que tal sacerdote (y suponemos que muchos otros) no están ciegos o no quieren estarlo. Se dan cuenta la que le viene encima a una sociedad que ha perdido la fe en Dios y que se aleja cada más del Todopoderoso (¡Alabado sea por siempre!) y se está dejando dominar por el qué dirán y lo políticamente correcto. Luego, claro (como ha pasado en Francia) todo serán medidas, leyes y reglamentos cuando alguna desgracia tenga lugar por parte de los mismos que, con su desidia y silencio, colaboran activamente a que pasan cosas como las sucedidas en Paris con la revista satírica y ofensora de la fe musulmana y ¡católica!

Y, por cierto, que nadie diga que esto que aquí escribimos supone incitación alguna a la violencia pues ya es demasiado que estemos soportando lo que están haciendo con los creyentes cristianos en el llamado Oriente Medio como para que ni siquiera se pueda decir que eso no lo queremos ni para la vieja Europa ni para otro lugar del mundo donde Satanás se manifiesta a través de según qué religiones.

Y es que resulta síntoma de enfermedad espiritual que se sancione a alguien por estar en contra de la islamización de Europa. Aunque, claro, no podemos negar que alguno, a lo mejor, le importaría un bledo cambiar de religión si en ello le va la vida.

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net