Fe y Obras

 

Una Madre muy mujer

 

 

 

07.03.2018 | por Eleuterio Fernández Guzmán


 

 

Ciertamente, cuando se celebra un determinado día, uno espera que se tenga una visión amplia de la cosa. Por ejemplo, en el mes de marzo se hace tal cosa con la mujer. Es decir, políticamente siempre ha interesado que un determinado día se recuerde a la mujer como si el resto del año no tuviera importancia.

Seguramente eso se hace para hacer visible la falta de derechos que, en muchos campos, tiene la mujer. Y eso no está mal sino bien y muy bien. Y es que todos, a los ojos de Dios, somos iguales y si esta sociedad fuera una que lo fuera católica (la famosa cristiandad ya perdida hace muchos siglos), muchas de las cosas que pasan, a tal respecto, no pasarían. Pero ya sabemos cómo está la cosa…

El caso es que los creyentes católicos, los discípulos de Cristo que sabemos que formamos parte de la Esposa de Cristo, tenemos un ejemplo de mujer que es más que bueno. Es más, es el mejor que podemos tener y, en realidad, el que podemos mostrar al mundo para que el mundo y sus mundanidades, intereses políticos y demás, sepan lo que hay.

María es el ejemplo perfecto de mujer y, también, de Madre. En cuanto a lo segundo, bien sabemos a qué nos estamos refiriendo porque lo fue del Hijo de Dios. Lo fue porque quiso serlo, porque supo ser fiel al Todopoderoso a quien amaba con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas. Poco, pues, hay que decir a tal respecto porque es más que sabido y conocido por todos.

Hablamos, por tanto, de María como mujer, así dicho, como ser humano femenino en una sociedad tan masculina como la que le tocó vivir.

María no se arredra ante nada. Sabe cuál es la función que le corresponde llevar a cabo, vivir. Y lo cumple todo a rajatabla.

María, por ejemplo, sabía que debía ocuparse de su esposo José y de su hijo, Jesús. No tuvo ganas ni quiso tenerlas de hacer otra cosa que no fuera hacer de madre y de mujer pues, no olvidemos que se puede ser mujer sin ser madre pero que se puede ser madre y, en el sentido del que aquí hablamos, mujer.

María también fue consciente de que su relación con Jesús y con José era, precisamente, la de mujer que sabe a qué atenerse en su vida. En eso, entonces, no había duda alguna y nadie andaba dando vueltas a las cosas para ver cómo colocar con calzador algunas ideas políticas.

María sabía que tenía derechos. Era los que le había entregado Dios. Y, entre ellos, escogió el mejor de todos: someterse a la voluntad de su Padre del Cielo y hacer lo que debía hacer sin miramientos ni comportamientos políticamente correctos o dejados de la mano del respeto humano.

María era una mujer como Dios manda. Y eso, hoy día, duele y más que duele a los que creen que la mujer debe dejar de serlo para imitar al hombre todo lo que pueda y, si es posible, pasarlo por encima o por debajo. Lo que se quiere es, según se dice, recuperar el tiempo que dicen perdido al respecto de la igualdad entre el hombre y la mujer.

El caso es que, como hemos dicho arriba, la igualdad entre el hombre y la mujer está establecida desde el mismo momento en el que Dios los creó, hombre y mujer los creó. Y desde entonces, sin embargo, cada cual ha desempeñado una función que ha venido, hasta hace unos siglos, muy bien a la humanidad.

María, la Madre, supo serlo y, también, supo cumplir con la voluntad de Dios siendo una mujer libre. Fue tan libre que, sin saber cómo iba a ser eso, admitió que el Espíritu Santo la cubriera con su sombra. Y lo demás, cómo ser mujer, simplemente mujer sin ansias de ser como el hombre, lo hizo a la perfección. Y por eso, seguramente, molesta a muchos. Ciegos, sí, pero a muchos.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
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