Fe y Obras

 

Sobre la Encarnación

 

 

 

25.03.2021 | por Eleuterio Fernández Guzmán


 

 

No importa que este artículo sea publicado el día exacto 25 de marzo, al siguiente o dentro de mes. El caso es que lo que aconteció un día como el 25 de aquel primer mes de marzo de la historia de la salvación es como para celebrarlo sin importar el momento. De todas formas reconocemos que el mismo día es mejor pero tampoco está mal recordar que lo bueno y mejor lo preferimos siempre y no en píldoras escasas según qué días como si limitáramos sus efectos a determinados momentos…

Es cierto que, como dicen muchos, está más que bien imaginarse estar presentes en una escena Bíblica y hacer uso de la imaginación para algo mejor que sólo para tramar pecados…

El caso es que podemos ver al Ángel Gabriel (que por aquel entonces había tenido mucho trabajo avisando, por ejemplo, a Zacarías de lo que sucedería con su mujer Isabel y del hijo que iban a tener por mucho que a ella llamaran estéril) entrar en el lugar donde estuviera una joven, muy joven, de Nazaret.

Gabriel tuvo que sorprenderse del lugar tan humilde al que había sido enviado. Y es que acostumbrado a los poderes el Cielo aquello sería algo así como casi nada para aquel enviado especial al mundo. Pero debía hacer lo que debía hacer.

Y María, aquella joven que creía en el Todopoderoso con toda su fuerza y, como suele decirse, se había comprometido con Dios sin querer conocer varón y, así, entregarse a su Señor, tuvo que verse más que sorprendida. Una cosa era ansiar al Creador y otra muy distinta que hubiera sido escuchada, ella, la hija de Joaquín y Ana.

Gabriel, de todas formas, tiene que decir su mensaje. Para eso ha sido enviado y no tiene por costumbre no cumplir con las misiones que se le encomiendan. Y le dice a María, que se siente nada en aquel momento, que es la “llena de gracia”. Así, de repente, nuestra pequeña joven, se siente algo más grande, como que se le ha dicho algo importante que, a lo mejor, no acaba de comprender pero que acepta con fe.

¿Que va a ser ella quien traiga al mundo al Mesías? ¿Ella, que tan poca cosa es en un pueblo de poca importancia y no en la capital? ¿Ella que, por fidelidad a Dios, no sabe más que de un tal José que la mira con buenos ojos y quiere casarse con ella?

Sí, María. Aquella joven escucha lo que le dice Gabriel y, en el fondo de su corazón, se siembra una semilla que tiene todo que ver con lo que ha de venir, sea esto bueno y menos bueno…

Gabriel, seguramente, cuando escucha de boca de María que se sabe la “esclava del Señor” respira un poco aliviado. ¿Qué dirían en el Cielo si la joven, por humildad extrema, no hubiera querido decir sí?

De todas formas, aún tiene que decirle el Ángel que su prima Isabel, que ya es mayor, está embarazada de seis meses. Y, en este momento, se dio cuenta Gabriel de que el semblante de María era de preocupación. Y así la deja, no sin preguntarse qué haría entonces aquella joven que todo había aceptado sin duda alguna sino con verdadera fe y confianza en Dios.

Y lo que hizo María, ya lo sabemos. Nada más salió Gabriel de su estancia empezó a preparar el viaje a Ain Karem porque Isabel la necesitaba. ¡Cosas de la fe!

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net