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Una Europa en la que podamos creer

La declaración de París es un manifiesto elaborado por intelectuales de diez países europeos

 

 

Francisco Rodríguez Barragán | 17.12.2017


 

El pasado mes de octubre encontré en algunas páginas de internet la noticia de la Declaración de París, un manifiesto, que lleva por título Una Europa en la que podemos creer” elaborado por diez intelectuales europeos y que ha sido firmada también por bastantes intelectuales españoles.

El manifiesto alerta de la amenaza de una falsa Europa cuyos patrocinadores están fascinados por el mito del progreso inevitable y convencidos de que la historia está de su lado, por lo que son incapaces de reconocer los defectos de un mundo post-nacional y post-cultural que están construyendo, pero reprimen el disenso de quienes señalan que la Europa real tiene que ser otra cosa que enlace con la historia y el carácter de los estados-nación y con sus raíces cristianas.

En nombre de la igualdad y la tolerancia pretenden hacer tabla rasa con nuestro pasado, reprimiendo a los que se atrevan a mostrar su disconformidad con las directrices inapelables de Bruselas.

La Unión Europea o es una comunidad de naciones con nuestras lenguas, tradiciones y fronteras que aportan la diversidad pero también la unidad básica de nuestras raíces cristianas, griegas y romanas, o es volver a cualquier forma de imperialismo inaceptable.

Un estado-nación de Europa se enorgullece de gobernarse a su modo, de sus logros nacionales, de su propia identidad, aunque comparta con los demás países europeos unas raíces comunes. El manifiesto señala el peligro de estar perdiendo nuestro propio hogar frente a una Europa que se jacta de un compromiso sin precedentes con la libertad humana, pero en la realidad se trata de unas libertades parciales y discutibles como la libertad sexual, el hedonismo, la debilitación del vínculo matrimonial y la crisis de la familia.

Señala el manifiesto que al mismo tiempo que se alardea de una libertad sin precedentes la vida europea está siendo regulada hasta el último detalle y las normas confeccionadas por tecnócratas sin rostro, coordinados con poderosos intereses, gobiernan las relaciones laborales, las decisiones empresariales, las calificaciones educativas o nuestros medios de comunicación pero también la libertad de expresión y la libertad de conciencia.

Esta Europa que están construyendo desde Bruselas elimina de la vida pública las manifestaciones cristianas para no ofender al Islam y favorecer un multiculturalismo que cada vez se muestra más inviable. Los que se atreven a cuestionar la política migratoria son rápidamente arrastrados a los tribunales acusados de islamofobos.

Dice este manifiesto que hay una indudable mala fe en la tendencia hacia la globalización que poderos intereses quieren llevar a cabo levantando instituciones supranacionales que puedan controlar sin los inconvenientes de la soberanía popular de cada estado-nación.

Dice también que nuestras clases gobernantes están promoviendo los derechos humanos, combaten el cambio climático, construyen una economía de mercado o están supervisando los movimientos hacia la igualdad de género. ¿No habrá que ser escépticos ante tan generosa ayuda?  Europa está dominada por un materialismo vacío que parece incapaz de motivar a los hombres y las mujeres a tener hijos y formar familias…

En un pequeño artículo no soy capaz de condensar toda la riqueza de este manifiesto pero invito a quienes me lean a que lo busquen y descarguen de internet.

Aunque los medios de comunicación nos hablan todos los días de Europa esta Declaración no ha tenido la acogida que merece, seguramente que lo que dice no conviene e los que mandan.

 

Francisco Rodríguez Barragán