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PREMIAR LA PAZ

 

Miguel del Río | 09.10.2016


 

No es tarea fácil dar un premio a la paz en momentos de tantas guerras. El mayor reconocimiento a la normal convivencia entre los pueblos del mundo se llama Premio Nóbel de la Paz, que se entrega desde el año 1901, unas veces con más acierto y, otras, con menos. Y es que las contradicciones de esta concesión parten del mismo origen, me refiero a la persona que da nombre a esta búsqueda de ausencia de conflictos bélicos mediante un reputado premio. Alfred Nóbel fue un químico sueco, inventor de armas, con la dinamita a la cabeza por ser la que más nos puede sonar. Pero volvamos a la designación de premiados. Desde su creación, ha sido concedido a organismos y personas tan dispares que van desde el Comité Internacional de Cruz Roja (1917) al Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (1954), hasta Theodore Roosevelt (1906), Henry Kissinger (1973), Barac Obama (2009) o, ahora, el presidente colombiano Juan Manuel Santos (2016). En la lista de los premiados a lo largo del tiempo no esta Gandhi, pero hay nombres como Martín Luther King (1964), Teresa de Calcuta (1979), Lech Walesa (1983), el Dalia Lama (1989) o Nelson Mandela (1993).

No deja de ser cuanto menos chocante que la medalla de oro con el rostro de Nóbel se entregue a personajes que se han visto envueltos en guerras o que las mantienen vivas en la actualidad. Otro ejemplo: En 2012, fue la Unión Europea la que recibió el Nóbel de la Paz, “por su contribución durante seis décadas al avance de la paz y la reconciliación, la democracia, y los derechos humanos en Europa”. ¿Qué actuación se seguiría hoy en día con la cruel política hacia los refugiados sirios y de otros territorios inmersos en guerras? El Comité Nóbel Noruego, que es como se denomina al órgano que lo concede, ha de hallar “a la persona que ha hecho el mejor trabajo o la mayor cantidad de contribuciones para la fraternidad entre las naciones, la supresión o reducción de ejércitos así como la participación y promoción de congresos de paz y derechos humanos en el año inmediatamente anterior”. Más de uno tendría que releer la letra pequeña de los premios antes de concederlos.

 

Miguel del Río