Oído Cocina

 

El país de las estatuas

 

 

Miguel del Río | 09.03.2018


 

 

Los países deberían plantearse muy seriamente la decisión de levantar estatuas y ponerle nombre a sus calles, si con ello se pudiera abrir algún tipo de conflicto que, con el tiempo, culminara en retirar al homenajeado de su pedestal o quitar la placa de la avenida a la que daba nombre. Vaya por delante mi opinión sobre que la simbología de las dictaduras no debe perdurar en las travesías, porque si en algo coinciden estos regímenes represivos es en alardear por todas partes unos acontecimientos de los que no cabe sentir orgullo alguno. Establecidas pues estas diferencias previas, no atiendo a comprender por qué el Ayuntamiento de Barcelona retira la estatua de Antonio López y López, primer marqués de Comillas (Comillas, Cantabria, 1817-Barcelona, 1883).

El consistorio regido por Ada Colau basa esta decisión en que el cántabro se dedicó al tráfico de esclavos, pero obvia el legado empresarial que supuso para Cataluña y el resto de España, con la fundación de nombres emblemáticos como la Compañía Trasatlántica, el Banco Hispanocolonial o la Compañía General de Tabacos de Filipinas, entre otras. Achacar la decisión al pasado esclavista del marqués, deja al descubierto que Barcelona está inmersa en un cambio sin sentido de esculturas y monumentos, que lo mismo depositan en los almacenes municipales la efigie del rey Juan Carlos I, que señalan con el mismo dedo el Monumento a Colón, del que la Wikipedia dice que es un icono de la Ciudad Condal (pronto se propondrá quitar también este último nombre).

Tras apear de su pedestal al marqués de Comillas, hay debate ya servido. Unos ven bien la decisión, mientras otros aluden a la labor filantrópica de Antonio López y López. No resulta extraño comprobar la herencia que dejó, tanto en Barcelona como en la propia Comillas. Pero es que esta decisión ha abierto otro debate revisionista sobre la vida y obra de la burguesía catalana, en general, de la misma época en que vivió López. Por eso esta historia no ha hecho otra cosa que empezar; porque un ayuntamiento de la importancia del barcelonés no puede estar a la última ocurrencia, abriendo nuevas heridas, que además coinciden en el tiempo con todo lo que está ocurriendo en Cataluña, que no es poco. ¿Pensaban ustedes que lo de la estatua del Marqués de Comillas ha sido una casualidad? Me da que no.

 

Miguel del Río