La exagerada seguridad de la que se presume

 

 

Miguel del Río | 08.09.2019


 

 

La inseguridad ciudadana que se vive en Barcelona es el mejor ejemplo de que la protección requiere siempre no bajar la guardia. Para ello es imprescindible tener criterios comunes sobre los delitos que se cometen y las penas consiguientes. Y esto, aquí, no ocurre.

 

Por razones de economía y especialmente por captar astutamente mayor turismo cada año, España siempre ha exagerado la eficacia de su seguridad, sobre lo que realmente pasa en las calles, con los carteristas o xenófobos en los Metros, drogas, agresiones o con los tirones de  bolso en pleno centro de nuestras ciudades. Contamos con fuerzas y cuerpos de seguridad que se encuentran entre los mejores del mundo, si, es cierto, aunque si las leyes se quedan atrás con respecto al avance de los delitos en general, es entonces cuando la confianza en la seguridad real se resquebraja.

Tal es el caso de Barcelona (Madrid tampoco se queda corta), ahora en la picota nacional y, desgraciadamente, también internacional, porque la delincuencia se ha disparado, y los responsables de mantener segura una de las urbes más pobladas de Europa se muestran impotentes para erradicar los sucesos que acontecen, desde asesinatos, a robos, pasando por peleas callejeras, con una presencia de armas antes desconocida. Cuando los vecinos de muchos barrios llegan incluso a formar grupos de vigilancia y defensa, es motivo suficiente para que se pase de la preocupación al debate político, con un resultado de acomodar nuestro Código Penal a lo que se demanda, no precisamente por capricho.

 

“Si las leyes se quedan atrás con respecto al avance de los delitos, es entonces cuando la confianza en la seguridad real se resquebraja”

 

Los españoles mostramos cada vez más en público nuestra incredulidad ante las situaciones surrealistas que se dan, como es el caso de los ocupas, frente a los que se puede hacer poco legalmente, y eso que la vivienda es propiedad del denunciante. Del temor a verse afectado por este y otros sucesos, no se pueden lucrar las empresas de alarmas, que son las que realmente se están beneficiando del aumento de la delincuencia, la ausencia de medidas eficaces, pasando por reconocer, lo primero,  “Houston, tenemos un problema”. En Barcelona ya se reconoce abiertamente, y de manera oficial, que es más difícil aún de ver.  Pero, ¿por qué se ha llegado a esta situación? Pues por un poco de todo. Ya hemos señalado que cuando las sociedades y sus problemas avanzan, en paralelo lo han de hacer las normas que supervisan que el respeto a la convivencia y, por lo tanto a los demás, funciona certeramente.

Hay otra cuestión no menos trascendente respecto a la inseguridad ciudadana. Me voy a referir a la severa discrepancia de opiniones sobre determinados delitos, según la formación política con representación en las instituciones, principalmente Congreso y Senado, de la que se trate. No estoy de acuerdo con algunos aspectos de la Ley de Seguridad Ciudadana, pero tampoco con que los chorizos campen a sus anchas, y sigan libres con tropecientos robos cometidos. Cuando ya se pasa a los crímenes, como está ocurriendo peligrosamente en Barcelona, todas las administraciones implicadas deberían hablar y ponerse de acuerdo sobre las medidas urgentes a aplicar, para que la calma sustituya al temor actual.

Aunque no sirva de nada, cabría recordar que lo que más necesita este país son pactos de Estado en las materias más sensibles, como son la educación, la seguridad, el terrorismo, el desempleo, las pensiones o la dependencia. No solo no hay unidad en torno a estos y otros temas, sino que cada vez nos alejamos más de tener criterios comunes sobre problemas concretos, que en cambio si generan un malestar en  la opinión pública, algo que se aprecia nítidamente por las denuncias que se hacen en los  medios de comunicación. El mensaje de lo que pasa en Barcelona ya ha traspasado nuestras fronteras. Los países compiten en todo, más en seguridad.Cuando estaes poca (más policías), mala o inexistente, se recomienda no viajar a determinados destinos, como se hace de habitual en Estados Unidos, Inglaterra o la propia Unión Europea. Estaría bueno que nuestro potencial turístico, el mayor recurso de ingresos que tenemos, se viera afectado porque no somos capaces de poner orden dentro de nuestra propia casa. Pero es lo que hay.

 

“Los países compiten en seguridad. Cuando esta es poca (más policías), mala o inexistente, se recomienda no viajar a determinados destinos”

 

 

Miguel del Río