Sotto Voce

Educando el oído

 

 

América Fernández Sagol 25/05/2017


 

Nuestra vida está rodeada de ruidos de todas clases. En este mismo momento, oigo a mi vecino con su taladro, la del piso de abajo con el aspirador, el ascensor que sube y baja, música, coches que pasan por la calle, personas que hablan,  perros que ladran y unas cuantas cosas más que llegan a mi pero que no consigo identificar. Pero ¿cómo es posible que escuchemos tantas cosas a la vez? lo que ocurre en realidad es que desplazamos nuestra atención de un ruido a otro, sin concentrarnos en ninguno de ellos y, en ocasiones, nuestra atención hacia otra actividad como leer, coser o pintar, nos atrapa de manera tan intensa que no escuchamos nada de lo que ocurre a nuestro alrededor. Actualmente vivimos sumergidos en el ruido y hemos hecho que la música forme parte de ese ruido indeseable que se vive casi como una agresión cuando el volumen sube más de la cuenta, como es el caso de los coches que circulan con una discoteca dentro. Pero la música necesita silencio, porque el silencio y el sonido combinados entre sí, son los que le dan forma. La llamada música clásica necesita concentración y la concentración, silencio. Por esa razón y por respeto a la necesaria concentración que requiere el intérprete, en un concierto de música clásica, el público permanece en silencio, la música no es un ruido de fondo, sino que ella misma es el espectáculo, los sonidos han de ser alegría, pena, tristeza y rabia, sin otro apoyo. El nivel de concentración que se necesita para percibir los cambios de sentimientos que se nos trasmiten es elevado, de ahí que, en uno de estos conciertos, el más mínimo ruido que nos distraiga, como abrir caramelos o revolverse en la butaca, es desagradable pues nos aparta momentáneamente del discurso musical y, dado que éste nace y muere en el mismo instante, la distracción puede hacer que perdamos una parte interesante que nunca más podremos recuperar. Y digo nunca más, porque un concierto en directo posee una magia que los discos no pueden sustituir, es como ver a un pintor crear sus cuadros y no se trata solamente de acercarnos a su lenguaje, sino de buscar dentro de ese lenguaje para comprender como está hecho, sintiendo el sonido como un cuerpo en el espacio, que puede ser suave, duro, blando, limpio, áspero… percibir los sonidos dependiendo de nuestra voluntad, nuestro conocimiento musical, gusto y sensibilidad, así podemos explicarnos como los sonidos tienen diferentes significados para cada oyente.

 

América Fernández Sagol