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Servicio diario -
13 de mayo de 2005


Santa Sede
Benedicto XVI anuncia la apertura de la causa de beatificación de Juan Pablo II
Monseñor Levada, de arzobispo de San Francisco a la Congregación de la Doctrina de la Fe
Benedicto XVI a los sacerdotes: Ante el «desierto espiritual», anunciar a Cristo
Diálogo espontáneo entre el Papa y los sacerdotes de su diócesis
El Papa pone en manos de la Virgen de Guadalupe su vida y la de todas las madres
El Papa se une a la primera jornada del peregrino
El Papa visitará la sinagoga de Colonia al visitar Alemania
Monseñor Héctor Salah Zuleta, obispo de Riohacha (Colombia)

Mundo
Teólogos analizan el impacto de la elección de Benedicto XVI
Los santos Cirilo y Metodio unen en oración a católicos y ortodoxos en Roma
El abuso de la «ley de la blasfemia» en Pakistán, en cifras

El pensamiento de Joseph Ratzinger
Entrevista al cardenal Ratzinger después del 11-S

 




 


Santa Sede



Benedicto XVI anuncia la apertura de la causa de beatificación de Juan Pablo II
Dispensa los cincos años de espera establecidos por el Derecho Canónico

ROMA, viernes, 13 mayo 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI anunció este viernes su decisión de dispensar del período de cinco años de espera establecido por el Derecho Canónico para el inicio de la causa de beatificación de Juan Pablo II.

En el encuentro con el clero de la diócesis de Roma, celebrado en la basílica de San Juan de Letrán, el Papa leyó el siguiente anuncio en latín: «El Sumo Pontífice, Benedicto XVI, ha dispensado del período de cinco años de espera tras la muerte del siervo de Dios, Juan Pablo II, sumo pontífice» («Summus Pontifex, Benedictus XVI, dispensavit a tempore quinque annorum exspectationis post mortem Servi Dei Ioannis Pauli II Summi Pontificis»).

Un inmenso aplauso, que resonó en la catedral de la Ciudad Eterna, interrumpió las palabras del Santo Padre. Joseph Ratzinger sonreía con evidente emoción.

Con este anuncio, Benedicto XVI, 42 días después de la muerte de Karol Wojtyla, respondía al grito que se apoderó de la plaza de San Pedro del Vaticano el 8 de abril, día de sus exequias: «Santo subito!» («¡Santo ya!»).

El Papa escogió como fecha para hacer el anuncio el 13 de mayo, día de la memoria litúrgica de la Virgen de Fátima, a la que Juan Pablo II, como reconoció en su testamento, consideraba que debía su segunda vida, tras el atentado que sufrió en un 13 de mayo, en 1981.

La Oficina de Prensa de la Santa Sede publicó poco después el rescripto de la Congregación para las Causas de los Santos que registra la decisión del pontífice, «a instancia» del cardenal Camillo Ruini, obispo viario de la diócesis de Roma.

Juan Pablo II sólo se avaló de su facultad de dispensar del período de espera para el inicio de un proceso de beatificación en el caso de la Madre Teresa de Calcuta, fallecida el 5 de septiembre de 1997 y beatificada el 19 de octubre de 2003.

El cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, ha recordado que, en el caso de la beata Teresa de Calcuta, el Papa había dispensado de unos dos años este período de espera, mientras que en este caso la dispensa es total, de los cinco años.

En declaraciones a «Radio Vaticano», el purpurado portugués explicó este viernes que ahora, el actor de la causa, que es el Vicariato de Roma, «tendrá que proceder a la apertura oficial de la causa de beatificación, así como al nombramiento de un postulador de la causa».

«Bajo la guía del postulador, se recogen los documentos y se preparará una lista de los testigos que testimoniarán las virtudes heroicas de Juan Pablo II», añadió.

Más tarde, el proceso exigirá el reconocimiento de un milagro realizado tras su muerte, atribuido a la intercesión de Juan Pablo II.

«Obviamente todo esto requiere tempo --concluyó el cardenal--, pero esperamos que verdaderamente todo proceda con rapidez y que cuanto antes podamos ver a Juan Pablo II en los altares».

De los 264 Papas que ha habido en la historia, 78 de ellos han sido proclamados santos y otros diez han sido beatificados.
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Monseñor Levada, de arzobispo de San Francisco a la Congregación de la Doctrina de la Fe
Benedicto XVI le ha escogido para suceder al cardenal Joseph Ratzinger

CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 13 mayo 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha nombrado a monseñor William Joseph Levada, hasta ahora arzobispo de San Francisco, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

El arzobispo estadounidense sustituye en el cargo al cardenal Jospeh Ratzinger. Ambos se conocen bien, pues monseñor Levada, de 68 años, fue el único obispo estadounidense que participó en la Comisión Editorial que entre 1986 y 1993 redactó el Catecismo de la Iglesia Católica.

Monseñor Levada es, además, obispo miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe desde el año 2002 y trabajaba como oficial de ese mismo dicasterio vaticano cuando el cardenal Ratzinger fu nombrado su prefecto.

Nacido en Long Beach, archidiócesis de Los Ángeles, el 15 de junio de 1936, estudió y se doctoró en Teología en Roma, en la Universidad Pontificia Gregoriana. Fue ordenado sacerdote en la Basílica de San Pedro del Vaticano, el 20 de diciembre de 1961.

Tras años de servicio pastoral en la archidiócesis de Los Ángeles, donde entre otras cosas fue director de la Formación Continua del Clero, en 1976 fue nombrado oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cargo que alternó con la enseñanza de la Teología en la Universidad Gregoriana.

En 1982, fue nombrado director ejecutivo de la Conferencia de Obispos Católicos de California, en Sacramento, personalidad jurídica pública de la Iglesia en California y en 1983 fue nombrado obispo auxiliar de Los Ángeles.

El 1 de Julio de 1986 fue nombrado arzobispo de Portland, Oregon, y el 17 de agosto de 1995, Juan Pablo II le nombró arzobispo coadjutor de San Francisco, instalándose después en este cargo el 27 de diciembre de 1995.

La Congregación para la Doctrina de la Fe, originalmente llamada Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición, fue fundada por Pablo III en 1542 con la Constitución «Licet ab initio», para defender a la Iglesia de las herejías. Es la más antigua de las nueve Congregaciones de la Curia romana.

En 1908, el Papa San Pío X cambió su nombre por el de Sagrada Congregación del Santo Oficio. Finalmente, en 1965, recibió el nombre actual bajo el Pontificado de Pablo VI. Hoy, según el Artículo 48 de la Constitución Apostólica sobre la Curia Romana «Pastor bonus», promulgada por el Santo Padre Juan Pablo II el 28 de junio de 1988, «la tarea propia de la Congregación para la Doctrina de la Fe es promover y tutelar la doctrina de la fe y la moral en todo el mundo católico. Por esta razón, todo aquello que, de alguna manera toca este tema, cae bajo su competencia».

El Secretario de la congregación es el arzobispo Angelo Amato, S.D.B., el subsecretario el padre Joseph Augustine Di Noia, O.P. y el promotor de Justicia, monseñor Charles Scicluna.

De acuerdo con sus diversas competencias, la Congregación tiene tres secciones distintas: la sección doctrinal, la disciplinar y la matrimonial; en ellas presta servicio un equipo de 33 personas.

El Papa se reúne todas las semanas, en general el viernes, con el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

La Congregación, en conformidad con su razón de ser, promueve colegialmente encuentros e iniciativas para «difundir la sólida doctrina y defender aquellos puntos de la tradición cristiana que parecen estar en peligro, como consecuencia de doctrinas nuevas no aceptables».

Cuando los Obispos vienen a Roma para realizar su visita "ad limina" cada cinco años, pasan por la Congregación para la Doctrina de la Fe, y también por otros dicasterios de la Curia Romana, «para intercambiar información y preocupaciones recíprocas».

Se da también una amplia colaboración con la Pontificia Comisión Bíblica y la Comisión Teológica Internacional, ambas presididas por el cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
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Benedicto XVI a los sacerdotes: Ante el «desierto espiritual», anunciar a Cristo
Se encuentra con los presbíteros de su diócesis

ROMA, viernes, 13 mayo 2005 (ZENIT.org).- Ante el «desierto espiritual» que aflige a la humanidad, los sacerdotes no están llamados a anunciarse a sí mismos o sus opiniones personales, sino a Cristo; considera Benedicto XVI.

Fue el mensaje que dejó este vienes en su primer encuentro con los presbíteros de su diócesis, la diócesis de Roma, con los que se encontró en su catedral, la Basílica de San Juan de Letrán.

Tras un breve saludo del cardenal Camillo Ruini, obispo vicario para la diócesis de Roma, el Santo Padre constató che «hemos dejado a nuestras espaldas el tiempo de aquella crisis de identidad que ha afectado a muchos sacerdotes».

«Sin embargo, siguen presentes esas causas de "deserto espiritual" que afligen a la humanidad de nuestro tiempo y que por consecuencia minan también a la Iglesia que vive en esta humanidad», añadió.

«Por tanto --reconoció-- es indispensable volver siempre a la raíz de nuestro sacerdocio. Esta raíz, como bien sabemos sólo es una: Jesucristo, Señor», aseguró.

«En realidad, todo lo que constituye nuestro ministerio no puede ser el producto de nuestras capacidades humanas», siguió aclarando.

«No se nos ha encargado decir muchas palabras, sino hacernos eco y ser portadores de una sola "Palabra", que es el Verbo de Dios hecho carne por nuestra salvación», recordó.

«El Señor nos llama amigos, nos hace sus amigos, confía en nosotros, nos confía su cuerpo en la Eucaristía, nos confía su Iglesia», por eso, afirmó: «La santa misa es de manera absoluta el centro de mi vida y de cada una de mis jornadas».

Tras concluir su discurso, Benedicto XVI escuchó las preguntas y observaciones de algunos sacerdotes y religiosos y las comentó brevemente. Después regresó en automóvil al Vaticano.
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Diálogo espontáneo entre el Papa y los sacerdotes de su diócesis
En la Basílica de San Juan de Letrán

CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 13 mayo 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI mantuvo este viernes un espontáneo diálogo con los sacerdotes de su diócesis, compartiendo con ellos algunas de sus más profundas pasiones y preocupaciones: el anuncio de Cristo y el drama que vive África.

Después de haberles dirigido un discurso y haber anunciado la dispensa de los cinco años de espera para el inicio de la causa de beatificación de Juan Pablo II, en la basílica de San Juan de Letrán, veinte párrocos y sacerdotes de Roma tomaron la palabra.

En sus preguntas o reflexiones, los presbíteros plantearon temas muy variados, desde la necesidad de recalcar que Cristo es el centro de la vida eclesial y parroquial, hasta la situación de los divorciados y el compromiso ecuménico y misionero.

Al responder sobre el compromiso misionero, el pontífice, improvisando, subrayó la situación que en estos momentos está viviendo África.

«África es un continente de grandísimas posibilidades, de una grandísima generosidad por parte de su gente, con una fe viva e impresionante, pero tenemos que confesar que Europa ha exportado, por desgracia, no sólo la fe en Cristo, sino también vicios», afirmó el Papa, cuyas palabras fueron transmitidas por «Radio Vaticano».

«Ha exportado el sentido de la corrupción, ha exportado la violencia, que ahora está devastando a África --añadió--. Se da el comercio de armas. Se da el abuso de los tesoros de esta tierra. Los cristianos tenemos que hacer todo lo posible para que llegue con la fe la fuerza para resistir ante estos vicios».

A continuación, el Santo Padre reafirmó entre aplausos la necesidad del anuncio de Cristo.

«Si hemos encontrado al Señor, si para mí el Señor es la luz y la alegría de la vida, si es así, entonces estamos seguros de que a quien no ha encontrado a Cristo le falta algo esencial. Tenemos el deber de ofrecerle esta realidad esencial», afirmó.

«Después dejemos a la guía del Espíritu Santo y a la libertad de cada uno lo que suceda. Pero, si estamos convencidos de que hemos hecho la experiencia de que sin Cristo la vida es incompleta, que le falta una realidad, la realidad fundamental, entonces también estaremos convencidos de que no estamos haciendo nada mal a nadie si le mostramos a Cristo y si le ofrecemos la posibilidad de encontrar la alegría de haber encontrado la vida», concluyó.

Un sacerdote africano, tras haber manifestado su afecto al Papa, se le acercó para besarle y abrazarle, provocando risas en el cardenal Camillo Ruini, obispo vicario para la diócesis de Roma.
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El Papa pone en manos de la Virgen de Guadalupe su vida y la de todas las madres
Lleva flores a la imagen mariana venerada en los Jardines Vaticanos

CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 13 mayo 2005 (ZENIT.org).- Ante la Virgen de Guadalupe, invocada como Madre por los hombres y mujeres de México y de América Latina, acudió a orar especialmente por las madres Benedicto XVI en la tarde del jueves en los Jardines Vaticanos.

El Santo Padre puso a los pies del monumento a la Virgen de Guadalupe una ofrenda floral y recitó la siguiente oración en español, junto al Ave María, publicada íntegramente este viernes en la portada del diario de la Santa Sede «L’Osservatore Romano»:

«Santa María, que bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe eres invocada como Madre por los hombres y mujeres del pueblo Mexicano y de América Latina, alentados por el amor que nos inspiras, ponemos nuevamente en tus manos maternales nuestras vidas».

«Tú que estás presente en estos jardines vaticanos, reina en el corazón de todas la madres del mundo y en nuestros corazones. Con gran esperanza, a ti acudimos y en ti confiamos».

«Dios te Salve, María,
llena eres de gracia, el Señor está contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres
y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Nuestra Señora de Guadalupe
Ruega por nosotros».

BENEDICTUS P.P. XVI


Junto al texto original en español, el diario del Vaticano ofrece su traducción italiana y una foto de Benedicto XVI ante la imagen.

Los Jardines Vaticanos ocupan alrededor de un tercio del territorio vaticano. Están formados por prados y bosquecillos recorridos por avenidas, y abundan en ellos las grutas artificiales, quioscos, estatuas y fuentes.

En lo más alto de los Jardines Vaticanos se halla el monumento en mármol blanco a la Virgen de Guadalupe. Representa el momento en que San Juan Diego despliega su tilma ante el obispo de México, Juan de Zumárraga.

El grupo escultórico es obra de A. Ponzelli. Fue un obsequio de los católicos mexicanos a Pío XII en 1939.
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El Papa se une a la primera jornada del peregrino
Más de dos mil personas llegaron a Roma para participar en el acontecimiento

CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 13 mayo 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI saludó por sorpresa este viernes a los más de dos mil fieles llegados a Roma para participar en la primera Jornada del Peregrino, organizada por la Obra Romana para las Peregrinaciones.

El Papa, que regresaba en papamóvil de la Basílica de San Juan de Letrán, donde había mantenido su primer encuentro con los sacerdotes de Roma, se detuvo en la Vía de la Conciliación, poco antes de llegar al Vaticano, para saludar y bendecir a los peregrinos.

La fecha escogida para la Jornada del Peregrino ha sido el 13 de mayo, en recuerdo de la primera aparición de la Virgen en Fátima, que tuvo lugar en 1917.

Los peregrinos visitaron en la tarde la tumba de Juan Pablo II, en las grutas vaticanas.

La Obra Romana para las Peregrinaciones depende del Vicariato de Roma y tiene por objetivo organizar peregrinaciones especialmente a Tierra Santa y santuarios.
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El Papa visitará la sinagoga de Colonia al visitar Alemania


ROMA, viernes, 13 mayo 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI tiene pensado visitar la sinagoga de Colonia al visitar Alemania, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud el próximo mes de agosto.

El mismo pontífice se lo reveló Oded Ben Hur, embajador de Israel ante la Santa Sede, este miércoles, durante el encuentro del obispo de Roma con el Cuerpo Diplomático.

La noticia ha sido confirmada este viernes por el diplomático a fuentes de prensa en Roma, asegurando que «Es un hecho muy importante y estamos realmente felices».

Juan Pablo II fue el primer obispo de Roma, después de San Pedro, que visitó una sinagoga, la de Roma, el 13 de abril de 1986.

La comunidad judía de Colonia es la más antigua de Alemania. Sus orígenes se remontan al siglo IV.
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Monseñor Héctor Salah Zuleta, obispo de Riohacha (Colombia)


CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 13 mayo 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha nombrado a monseñor Héctor Salah Zuleta, obispo de Riohacha (Colombia), según informó este viernes la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

El obispo electo nació en Bogotá, el 24 de diciembre de 1942. Después de haber estudiado Arquitectura en la Universidad de Los Andes de Bogotá, entró en el Seminario Mayo de Cristo Sacerdote de La Ceja.

Ordenado sacerdote el 8 de diciembre de 1972, ha sido asistente eclesiástico de la Central de Juventudes en Bogotá, vicepárroco, rector del Seminario Cristo Sacerdote en Yarumal, director general de la asociación sacerdotal «Regina Apostolorum» de la diócesis de Sonsón – Rionegro, rector del Seminario Nacional de Cristo Sacerdote de La Ceja, párroco, vicario para los religiosos y ecónomo de los seminarios de la diócesis de Sonsón – Rionegro y director del Departamento para la Pastoral de los Ministerios Jerárquicos del Secretariado Permanente de la Conferencia Episcopal Colombiana.

El 21 de febrero de 1998 fue nombrado obispo de Girardota. Recibió la consagración episcopal el 26 de marzo de 1998.

La diócesis de Riohacha tiene 390.000 habitantes de los que 320.000 son católicos, asistidos por 22 parroquias, 6 iglesias, 26 sacerdotes diocesanos, 5 sacerdotes religiosos, 20 seminaristas mayores, 6 religiosos no sacerdotes, y 93 religiosas.
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Mundo



Teólogos analizan el impacto de la elección de Benedicto XVI
Así como de la muerte de Juan Pablo II

SALAMANCA, viernes, 13 mayo 2005 (ZENIT.org-Veritas).- El impacto mediático y eclesial de la muerte de Juan Pablo II y de la elección de Benedicto XVI fue analizado este jueves por algunos de los grandes nombres de la teología española en la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA).

«Memoria y Perspectiva: la Iglesia y la Teología Española entre Juan Pablo II y Benedicto XVI» fue el título del encuentro organizado por su Facultad de Teología.

En la presentación del acto, Gonzalo Tejerina Arias, Decano de Teología, explicó que «hemos vivido en la Iglesia circunstancias de especialísimo significado. La muerte y el entierro de Juan Pablo II ha sido un acontecimiento mundial público sin precedentes. Moría el primer líder espiritual de su tiempo, y en la era de la mundialización. La elección de Benedicto XVI ha sido un acontecimiento visto, oído y comentado de manera excepcional».

De este modo, hizo una consideración teológica sobre la importancia de la sucesión apostólica, principio que «forma parte de la revelación divina, es ratificación de la Iglesia de su fidelidad a la voluntad de Dios» en la actualidad.

También recordó el Decano el valor especial de la visita de Juan Pablo II a la UPSA y el discurso que ofreció allí a los teólogos españoles el 1 de noviembre de 1982, con un importante mensaje sobre el quehacer teológico: «sus palabras han de ser custodiadas por los teólogos con especial cariño».

Acto seguido, el arzobispo de Valladolid y también vice gran canciller de la UPSA, monseñor Braulio Rodríguez Plaza, abordó la situación de la Iglesia entre los dos pontificados.

Del Papa anterior destacó «su propuesta de regeneración del catolicismo en el mundo actual, mostrándonos que la fe cristiana afecta a todo el ser humano, y le da seguridad, confianza y certeza», actitudes que son necesarias para los creyentes de hoy, «que tienen la tentación de replegarse a lo privado, con un cierto complejo de inferioridad».

A Jesús de las Heras Muela, sacerdote y periodista, y director de la revista «Ecclesia», le tocó hablar sobre el impacto eclesial y social que ha tenido el cambio en la sede de Pedro. De todo este mes vertiginoso, se quedó como titular y resumen con la frase tan repetida de Benedicto XVI: «la Iglesia está viva y es joven». Desde su labor, afirmó que «la opinión pública se paralizó ante la muerte de un Papa en esos días, retransmitida en directo».

«La Iglesia ya no puede no estar en los medios de comunicación --reconoció--. Juan Pablo II estuvo hasta el final ante ellos, y por eso tenemos imágenes y sonidos tremendos incluso de sólo 48 horas antes de su muerte. Ha sido el párroco de la aldea global, el Papa comunicador, por sus viajes y por el uso de los medios».

Olegario González de Cardedal, catedrático de Cristología de la UPSA y gran conocedor desde hace muchos años de Joseph Ratzinger, describió la trayectoria intelectual del nuevo Papa.

«Si Juan Pablo II venía de lejos localmente, Benedicto XVI viene de lejos intelectualmente”. Y así recorrió, en diez puntos, su biografía desde que era profesor en Alemania: “los españoles no entenderíamos nada de él sin observar que Joseph Ratzinger fue un profesor de Teología en una universidad alemana, donde las cuestiones teológicas están tratadas racionalmente en el ámbito intelectual público».

De su ministerio pastoral destacó su lema episcopal, «cooperatores veritatis», que según González de Cardedal «pone de manifiesto la conexión entre las dos partes de su vida», como servicio a la verdad desde la teología y desde la tarea pastoral.

También ponderó su labor al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y como presidente de la Comisión Teológica Internacional y de la Pontificia Comisión Bíblica, «frente a la simplificación absoluta y masiva de los medios españoles».

Joseph Ratzinger «ha sabido simultanear su autoridad como prefecto y su autoría como teólogo», lo que ha aprendido de Juan Pablo II. «Le preocupa la verdad de la fe y la fe en la verdad».

Por último, Santiago del Cura Elena, profesor en la UPSA y en la Facultad de Teología del Norte de España (Burgos), y actualmente miembro de la Comisión Teológica Internacional, expuso el diálogo extraeclesial que ha llevado el cardenal Ratzinger, «diálogo en el rigor y en la verdad con un pensamiento agnóstico, ateo, laico, secular».

Según el profesor Del Cura, «Joseph Ratzinger es el pensador cristiano y teólogo a quien uno querría tener como interlocutor en un ámbito intelectual».
ZS05051310

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Los santos Cirilo y Metodio unen en oración a católicos y ortodoxos en Roma
Celebración presidida por el metropolita y exarca Gennadios

ROMA, viernes, 13 mayo 2005 (ZENIT.org).- La embajada griega ante la Santa Sede organizó este miércoles una celebración litúrgica en honor de los evangelizadores de los pueblos eslavos, los santos Cirilo y Metodio, copatronos de Europa.

El acto estuvo presidido por el metropolita y exarca del Patriarcado Ecuménico para Italia y Malta, M. Gennadios, que pidió la protección de los santos de Salónica (Grecia) enterrados en Roma, a quienes calificó de «luz de los eslavos».

Un centenar de personas, la mayoría diplomáticos, acudieron a la cripta donde está el mosaico y las reliquias de estos santos, en la basílica romana de San Clemente para honorar su memoria en el día de su festividad.

En su alocución, el embajador griego ante la Santa Sede, Stavros Lykidis, aludió a «la memoria de las raíces de nuestra identidad religiosa, cultural y étnica».

Mencionó a Juan Pablo II, «primer hijo de la gran nación eslava que ha revestido la suma dignidad de romano pontífice», para recordar la carta apostólica que dedicó a los hermanos de Salónica, la Egregiae Virtutis .

La Secretaría de Estado Vaticana estuvo representada en el acto por el nuncio apostólico Piero Biggio, responsable de las relaciones con Grecia, Chipre y Turquía.

Al terminar la oración el arzobispo Biggio expresó a Zenit que «la unidad entre los cristianos la estamos buscando siempre y ciertamente ha habido un progreso hacia lo que el Señor quiere, y es “que todos sean uno”».

La oración en memoria de los copatronos europeos tiene lugar cada año desde el 1989 por voluntad de la Embajada Griega ante la Santa Sede y cuenta con la participación de los países que fueron evangelizados por los santos Cirilo y Metodio.
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El abuso de la «ley de la blasfemia» en Pakistán, en cifras
Desde 1988: mínimo 647 acusados y encarcelados, y 20 muertos

LAHORE, viernes, 13 mayo 2005 (ZENIT.org).- Desde 1988, 647 personas han sido acusadas y encarceladas bajo la «ley de la blasfemia» en vigor en Pakistán, una disposición que se presta a su abuso, se denuncia desde el episcopado católico del país.

Además al menos 20 personas han sido asesinadas en el mismo período como consecuencia de la misma acusación.

Así lo recuerda una relación que la Comisión Nacional «Justicia y Paz» de la Conferencia Episcopal de Pakistán ha enviado a la agencia «Fides» del dicasterio misionero, de acuerdo con lo publicado el jueves.

La ley sobre la blasfemia --secciones 295 B y C del Código Penal pakistaní-- fue introducida en 1986. La sección 295-B se refiere a las ofensas al Corán, castigadas incluso con cadena perpetua, mientras que la sección 295-C prevé la pena de muerte o cadena perpetua a «cuantos con palabras o escritos, gestos o representaciones visibles, con insinuaciones directas o indirectas, insultan el sagrado nombre del Profeta».

La disposición se utiliza como medio de venganza personal. También es manipulada por los militantes islámicos para perseguir a los cristianos o a cuantos no estén de acuerdo con los primeros.

La Iglesia católica en Pakistán considera la normativa injusta y discriminatoria. Hace tiempo que pide su completa derogación y ha criticado las superficiales enmiendas que introdujo el gobierno el pasado octubre, pues se limitan a vicios de procedimiento y de aplicación de la ley, pero mantiene la pena de muerte para quien ofende a Mahoma, recuerda la agencia del PIME «AsiaNews».

De acuerdo con la relación de la citada Comisión, los cristianos en la cárcel con la acusación de blasfemia son actualmente más de 80: un número elevado si se considera el porcentaje que los cristianos representan en la población pakistaní.

El documento informa además de que el 50% de los acusados de blasfemia son musulmanes, el 37% ahmadies, el 13% cristianos y el 1% hindúes.

Los casos censados sin duda --explicó Peter Jacob, presidente de la Comisión-- son 647, pero se considera que pueden ser muchos más.

En los procesos iniciados a partir de 1988, 102 personas han sido absueltas, en su mayoría por tribunales superiores. Estos casos, observan los tribunales, fueron interpuestos para explotar al acusado por razones religiosas, económicas o personales.

De los 20 asesinados, 14 eran musulmanes y seis cristianos. Entre las personas asesinadas por los integristas se encuentra un abogado ex juez del Tribunal Supremo, Arif Huassain Bhatti, quien eligió defender a los acusados de blasfemia.

En Pakistán, sobre una población de 155 millones de personas, el 75% son musulmanes suníes y el 20% son chiíes. Los cristianos son el 2,5%, de los cuales alrededor de 1,2 millones son católicos.
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El pensamiento de Joseph Ratzinger



Entrevista al cardenal Ratzinger después del 11-S
Difundida en «Radio Vaticana» en 2001

ROMA, viernes, 13 mayo 2005 (ZENIT.org).- Publicamos la trascripción de la entrevista que hizo en 2001 al cardenal Joseph Ratzinger Antonella Palermo, de «Radio Vaticana».

La emisora pontificia recibió numerosas peticiones para su redifusión por la elección del purpurado como Papa. En el momento de la entrevista, la guerra de los Estados Unidos contra el terrorismo en Afganistán había entrado en su segundo mes.

--Usted aceptó que su libro-entrevista «Dios y el mundo» empezara con esta pregunta que le dirigió el periodista Peter Seewald: «¿Tiene usted a veces miedo de Dios?». Se la vuelvo a plantear hoy.

--Cardenal Ratzinger: No tengo miedo de Dios porque Dios es bueno. Naturalmente soy consciente de mi debilidad, de mis pecados. En este sentido existe un temor de Dios, que es otra cosa que el miedo entendido en sentido humano. San Hilario dijo: «Todo nuestro temor está en el amor». Por lo tanto el amor implica no temor, sino digamos la preocupación de no contrariar el don del amor, de no hacer nada que pudiera destruir el amor. En este sentido hay algo distinto que no es temor, es reverencia, mucha, de modo que nos sentimos obligados realmente a responder bien a este amor y a no hacer nada que pudiera destruirlo.

--Una de las cuestiones que me parece crucial hoy es la que de modo bastante lacónico se expresa con el eslogan «Dios sí, Iglesia no». Usted en el libro responde con una preocupación ulterior sobre este aspecto. ¿Desea aclararla?

--Cardenal Ratzinger: Sí, porque diciendo «Dios sí, o tal vez incluso Cristo sí, Iglesia no» se crea un Dios, un Cristo según las propias necesidades y según la propia imagen. Dios ya no es realmente una instancia que está frente a mi, sino que se convierte en una visión mía, que yo tengo, y por lo tanto responde también a mis ideas. Dios se convierte en una verdadera instancia, un verdadero juez de mi ser, por lo tanto también en la verdadera luz de mi vida, si no es sólo una idea mía, sino si vive en una realidad concreta, si verdaderamente se sitúa ante mí y no es manipulable según mis ideas o deseos. Por eso separar a Dios de la realidad en la que Dios está presente y habla a la Tierra quiere decir no tomar en serio a este Dios, que se hace por lo tanto manipulable según mis necesidades y deseos. Considero por esto un poco ficticia esta distinción.

--Usted habla en su texto también del hecho de que tal vez se tiende a estar de acuerdo hoy con el eslogan «Dios no, religión sí».

--Cardenal Ratzinger: Éste es otro aspecto del problema actual: se busca algo religioso, algo religioso que dé cierta satisfacción, porque el hombre tiene este deseo de encontrarse con el infinito, de tener esta respuesta de otra dimensión, de un más allá que además le dé también una dulzura, una esperanza que las cosas materiales no pueden dar. Pienso que ésta es realmente una gran tendencia de hoy: separarse de la necesidad de fe, de un sí concreto y pleno de contenidos, por un sentimiento satisfactorio, por una especie de mística anónima que me da un poco de respiro, pero que por otro lado no exige mi compromiso. Por un momento puede ser algo muy bello encontrarse con esta dimensión mística, tener esta especie de ensanchamiento de mi yo, pero sin un compromiso mío, sin una respuesta mía, se transforma también en algo vacío, una auto-satisfacción en la que al final el yo permanece en la cárcel del yo.

--Su libro apareció en las librerías de Italia dos días después de los atentados en los EE. UU. Si hubiera salido un poco más tarde, ¿qué habría querido añadir a la luz de aquellos sucesos?

--Cardenal Ratzinger: Mencionaría probablemente este problema del abuso del nombre de Dios; porque estos atentados se llevan a cabo también en nombre de Dios, en nombre por lo tanto de una religión de la que se abusa por los propios objetivos, una religión politizada y sometida así al poder, que se convierte en un factor del poder. Por otra parte tal vez habría hablado más de la necesidad de conocer a Dios con su cara y su rostro humano. Si vemos a Cristo, el rostro de Cristo, de un Dios que sufre por nosotros y no usa la omnipotencia para regular con un golpe de poder la realidad del mundo, sino que va a nuestro corazón y tiene un amor que incluso se hace matar por nosotros, tenemos una visión de un Dios que excluye todo tipo de violencia; así, el rostro de Cristo me parece la respuesta más adecuada al abuso de un Dios que sería instrumento de nuestro poder.

--«Me atrevería a decir que nadie puede matar a otro hombre sin saber que esto está mal»: así se expresa usted en el libro respondiendo a la pregunta «¿Hay personas sin conciencia?». Me pregunto: los fundamentalistas, de cualquier naturaleza, se expresan en nombre del bien, invocando el nombre de Dios. Entonces, ¿qué podemos decir?

--Cardenal Ratzinger: Sí, naturalmente los fundamentalistas son muy diferentes entre sí. Diría que, por ejemplo, entre los evangélicos en los Estados Unidos hay personas que se identifican hasta el final con las palabras de la Sagrada Escritura, y pueden así, si son realmente fieles a la palabra de la Escritura, superar el peligro del fanatismo y de una religión que se hace violencia. Pero en todo caso es importante que la religión no sea definida por nosotros mismos, sino que es un don que nos viene del Señor, y que sea vivido en una realidad viva como la Iglesia, que excluye la manipulación por mi parte y que por otro lado está ligada, vinculada a la palabra de Dios; de esta forma diría que tenemos este equilibrio entre una realidad no manipulable, la Palabra de Dios, y la libertad que vive esta palabra y que la interpreta en la vida.

--¿Pero en su opinión existe una guerra justa?

--Cardenal Ratzinger: Esto es un gran problema. En la preparación del Catecismo había dos problemas: la pena de muerte y la guerra justa eran los temas más debatidos. Es un discurso que ahora se hace concreto en el caso de las respuestas de los americanos. O bien podemos hacer referencia a otro ejemplo, el de Polonia, que se defendió contra Hitler. Diría, no se puede excluir según toda la gran tradición cristiana, en un mundo marcado por el pecado, que existe una agresión del mal que amenaza con destruir no sólo muchos valores, muchas personas, sino la imagen del hombre como tal. En ese caso, defenderse, defenderse también para defender al otro, puede ser un deber. Digamos, por ejemplo, que un padre de familia que ve agredidos a los suyos tiene el deber de hacer lo posible para defender a la familia, la vida de las personas a él confiadas, incluso eventualmente con una violencia proporcionada. Por lo tanto el problema de la guerra justa se define en base a estos parámetros: 1. Si se trata realmente de la única posibilidad de defender vidas humanas, defender valores humanos. Todo ponderado realmente en la conciencia y ponderando todas las otras alternativas. 2. Que se apliquen sólo los medios inmediatos aptos a esta defensa y que se respete siempre el derecho; en una guerra tal el enemigo debe ser respetado como hombre y todos los derechos fundamentales deben ser respetados. Pienso que la tradición cristiana sobre este punto ha elaborado respuestas que deben ser actualizadas sobre la base de las nuevas posibilidades de destrucción, de los nuevos peligros. Provocar, por ejemplo, con una bomba atómica la destrucción de la humanidad puede tal vez incluso excluir toda defensa. Por lo tanto hay que actualizarlas, pero diría que no se puede excluir totalmente a priori toda necesidad, incluso moral, de una defensa de personas y valores con los medios adecuados, contra agresores injustos.

--Hablaba del respeto de la dignidad de la persona. Se me ocurre pensar también en la necesidad y en la dificultad del perdón. ¿A usted le resulta siempre tan fácil perdonar?

--Cardenal Ratzinger: Naturalmente si uno está herido íntimamente debe superar también esta amargura dada por la herida, y no puede ser algo fácil, porque el hombre está atacado en lo íntimo de su ser, debe purificarse, debe superar las agresiones innatas, y sólo en un camino de purificación interior, que puede ser también difícil, se llega al verdadero perdón; pero en este sentido la necesidad del perdón es también una gracia para el hombre, porque así él mismo es purificado y renovado y se hace más auténtico hombre en el proceso de purificación y de perdón.

--¿Qué es el castigo en la lógica de Dios?

--Cardenal Ratzinger: Dios no nos hace el mal; ello iría contra la esencia de Dios, que no quiere el mal. Pero la consecuencia interior del pecado es que sentiré un día las consecuencias inherentes al mal mismo. No es Dios quien nos impone algún mal para curarnos, pero Dios me deja, por así decirlo, a la lógica de mi acción y, dejado a esta lógica de mi acción, soy ya castigado por la esencia de mi mal. En mi mal está implicado también el castigo mismo; no viene del corazón, viene de la lógica de mi acción, y así puedo entender que he estado en oposición con mi verdad, y estando en oposición con mi verdad estoy en oposición con Dios, y debo ver que la oposición con Dios es siempre autodestructiva, no porque Dios me destruya, sino porque el pecado destruye.

--Eminencia, usted ocupa el cargo de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe desde hace 20 años. Su tarea es defender la verdad de Cristo en la fidelidad absoluta a las Escrituras, pero en la encarnación del tiempo presente. Es una tarea extremadamente delicada y difícil, tal vez también por que no todos quieren saber la verdad...

--Cardenal Ratzinger: Es ciertamente un encargo difícil, también porque el concepto de autoridad ya casi no existe. Que una autoridad pueda decir algo parece ya incompatible con la libertad de todos a hacer lo que quieren y sienten. Es difícil también porque muchas tendencias generales de nuestra época se oponen a la fe católica, se busca una simplificación de la visión del mundo en el sentido de que Cristo no podría ser Hijo de Dios, sino que se le considera como mito, como gran personalidad humana, que Dios no puede haber aceptado el sacrificio de Cristo, que Dios sería un Dios cruel... En fin, hay muchas ideas que se oponen al cristianismo y muchas verdades de la fe que realmente deben ser reflexionadas nuevamente para ser expresadas adecuadamente al hombre de hoy. Así, uno que está encargado de defender la identidad de la fe católica en estas corrientes que se oponen a nuestra visión del mundo necesariamente se ve en oposición con muchas tesis dominantes de nuestro tiempo, y por lo tanto puede parecer como una especie de oposición a la libertad del pensamiento, como una opresión del pensamiento libre; por lo tanto necesariamente este trabajo crea oposición y reacciones negativas. Pero debo decir que también muchos están agradecidos porque en la Iglesia católica persiste una fuerza que expresa la fe católica y da un fundamento sobre el que poder vivir y morir. Y esto es para mí lo consolador, satisfactorio, y que veo muchas personas que están agradecidas porque esta voz existe, porque la Iglesia sin violencia, sólo con los medios de convicción, busca responder a los grandes desafíos de nuestro tiempo.

--Veinte años en la Congregación introducidos prácticamente en los veinte años de pontificado de Juan Pablo II: sus recuerdos más fuertes...

--Cardenal Ratzinger: Los recuerdos más fuertes están unidos a los encuentros con el Papa en los grandes viajes; después al gran drama de la teología de la liberación, donde hemos buscado el camino justo; y luego todo el empeño ecuménico del Santo Padre, esta búsqueda de una gran apertura de la Iglesia en la que al mismo tiempo no pierda su identidad. Los encuentros normales con el Papa son tal vez la experiencia más bella, porque aquí se habla de corazón a corazón y vemos la intención común de servir al Señor, y vemos cómo el Señor nos ayuda también a encontrar compañía en nuestro camino: porque nada se hace sólo por mí; esto es muy importante, no tomar solo decisiones personales, sino en una gran colaboración. Esto siempre en un camino de comunión con el Papa, que tiene una gran visión de futuro. Él me confirma y me guía en mi camino.

--¿Pero cómo es el Papa? ¿Algún adjetivo por su parte que pudiera hacérnoslo también más familiar...?

--Cardenal Ratzinger: El Papa es sobre todo muy bueno. Es un hombre que tiene un corazón abierto, también un hombre bromista con quien se puede hablar alegremente y de forma distendida. No estamos siempre sobre grandes nubes, estamos en esta vida... Esta bondad personal del Papa me convence siempre de nuevo, no olvidando su gran cultura, su normalidad y el hecho de que está con los dos pies sobre la tierra.

--Usted afirma que la Iglesia «aún no ha dado el salto al presente». ¿Qué quiere decir?

--Cardenal Ratzinger: Existe todavía por hacer un gran trabajo de traducción de los grandes dones de la fe al lenguaje de hoy, al pensamiento de hoy. Las grandes verdades son las mismas: el pecado original, la creación, la redención, la vida eterna... Pero muchas de estas cosas se expresan aún con un pensamiento que ya no es el nuestro, y es necesario hacerlas llegar al pensamiento de nuestro tiempo, hacerlo accesible para que el hombre vea verdaderamente la lógica de la fe. Es un trabajo aún por hacer.

--Con mucha ternura y con palabras muy bellas usted recordada la figura de Juan Pablo II. ¿Podría ahora describirse a sí mismo? ¿Cómo se ve usted?

--Cardenal Ratzinger: Es imposible un autorretrato; es difícil juzgarse uno mismo. Sólo puedo decir que vengo de una familia muy sencilla, muy humilde, y por ello no me siento mucho cardenal, me siento un hombre sencillo. En Alemania vivo en un pequeño pueblo con personas que trabajan en la agricultura, en el artesanado, y allí me siento en mi ambiente. Al mismo tiempo busco ser así también en mi función; si lo logro, no lo puedo juzgar yo. Recuerdo siempre con gran afecto la profunda bondad de mi padre y de mi madre y naturalmente para mí bondad implica también la capacidad de decir «no», porque una bondad que deja pasar todo no hace bien al otro; alguna vez la forma de la bondad puede ser también decir «no» y arriesgarse así incluso a la contradicción. Pero incluso esto debe estar realmente alimentado no por sentido de poder, de reivindicación, sino que debe provenir de una bondad última, del deseo de hacer bien al otro. Estos son mis criterios, éste mi origen; otras cosas deberían decirlas los demás.

--El libro se cierra con una frase de Juan XXIII que usted hace suya, en la que expresa el gozo de pertenecer «a una Iglesia que es viva y joven y continúa su obra sin miedo adentrándose en el futuro». Dice creer en la juventud de la Iglesia. ¿Qué dice hoy a las nuevas generaciones?

--Cardenal Ratzinger: Que deben tener confianza, que la Iglesia es siempre joven y el futuro siempre pertenece a la Iglesia. Todos los otros regímenes que parecían muy fuertes han caído, ya no existen, sobrevive la Iglesia; siempre un nuevo nacimiento pertenece a las generaciones. Confianza, ésta es realmente la nave que lleva a puerto.

[Traducción del original italiano realizada por Zenit]
ZS05051320

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