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Servicio diario - 20 de marzo de 2010

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La carta del Papa a los irlandeses en cápsulas
“Reconocer en primer lugar ante Dios y ante los demás, los graves pecados cometidos”
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 20 marzo 2010 (ZENIT.org).- Publicamos algunos de los pasajes más destacados de la carta pastoral que ha enviado Benedicto XV a los católicos de Irlanda.

 



 

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--"Comparto la desazón y el sentimiento de traición"... "He decidido escribir esta carta pastoral para expresaros mi cercanía, y proponeros un camino de curación, renovación y reparación".

--"Para recuperarse de esta dolorosa herida, la Iglesia en Irlanda, debe reconocer en primer lugar ante Dios y ante los demás, los graves pecados cometidos contra niños indefensos".

--"Ese reconocimiento, junto con un sincero pesar por el daño causado a las víctimas y sus familias, debe desembocar en un esfuerzo conjunto para garantizar que en el futuro los niños estén protegidos de semejantes delitos".


--"Entre los factores que han contribuido" a esta situación, "podemos enumerar: los procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa, la insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados, la tendencia de la sociedad a favorecer al clero y otras figuras de autoridad y una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia".

--A las víctimas de abusos y a sus familias: "Sé que nada puede borrar el mal que habéis soportado. Vuestra confianza ha sido traicionada y violada vuestra dignidad". "Ruego que, acercándoos a Cristo y participando en la vida de su Iglesia - una Iglesia purificada por la penitencia y renovada en la caridad pastoral - podáis descubrir de nuevo el amor infinito de Cristo por cada uno de vosotros".

--A los sacerdotes y religiosos que han abusado de niños: "Habéis traicionado la confianza depositada en vosotros por jóvenes inocentes y por sus padres. Debéis responder de ello ante Dios Todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos".

--A los padres: "Os habéis sentido profundamente indignados y conmocionados al conocer los hechos terribles que sucedían en lo que debía haber sido el entorno más seguro para todos".

--A los niños y jóvenes de Irlanda:
"Todos estamos escandalizados por los pecados y errores de algunos miembros de la Iglesia, en particular de los que fueron elegidos especialmente para guiar y servir a los jóvenes. Pero es en la Iglesia donde encontraréis a Jesucristo que es el mismo ayer, hoy y siempr. Él os ama y se entregó por vosotros en la cruz".

--A los sacerdotes y religiosos de Irlanda: "Soy consciente de que a los ojos de algunos aparecéis tachados de culpables por asociación, y de que os consideran como si fuerais de alguna forma responsable de los delitos de los demás. En este tiempo de sufrimiento, quiero dar acto de vuestra dedicación cómo sacerdotes y religiosos".

--A los obispos: "No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestros predecesores han fracasado, a veces lamentablemente, a la hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho canónico sobre los delitos de abusos de niños. Se han cometido graves errores en la respuesta a las acusaciones".

"Sólo una acción decisiva llevada a cabo con total honestidad y transparencia restablecerá el respeto y el afecto del pueblo irlandés por la Iglesia a la que hemos consagrado nuestras vidas".

--Medidas concretas:

--"Os invito a todos a ofrecer durante un año, desde ahora hasta la Pascua de 2011, la penitencia de los viernes para este fin. Os pido que ofrezcáis el ayuno, las oraciones, la lectura de la Sagrada Escritura y las obras de misericordia por la gracia de la curación y la renovación de la Iglesia en Irlanda".

--"Os animo a redescubrir el sacramento de la Reconciliación y a utilizar con más frecuencia el poder transformador de su gracia".

--"Hay que prestar también especial atención a la adoración eucarística, y en cada diócesis debe haber iglesias o capillas específicamente dedicadas a ello".

--"Tengo la intención de convocar una Visita Apostólica en algunas diócesis de Irlanda, así como en los seminarios y congregaciones religiosas".

--"Propongo que se convoque una misión a nivel nacional para todos los obispos, sacerdotes y religiosos" para llegar "a una valoración más profunda de vuestras vocaciones respectivas, a fin de redescubrir las raíces de vuestra fe en Jesucristo".



 

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Video en español del portavoz vaticano: El Papa y la crisis de los abusos
Transcripción de la intervención del padre Federico Lombardi S.I.

CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 20 marzo 2010 (ZENIT.org).- Publicamos la transcripción del vídeo en español que ha grabado el padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede sobre el Papa y la crisis de los abusos sexuales. El vídeo puede verse en: http://www.vatican.va/resources/video/Lombardi_sp.wmv

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Queridos amigos, soy el Padre Federico Lombardi, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede. Hoy deseo presentaros un documento del Papa muy esperado.

La carta del Papa a los católicos de Irlanda por la crisis de los abusos sexuales por parte de algunos representantes de la Iglesia es un documento impresionante. El Santo Padre expresa su dolor y trata de contribuir personalmente a reparar, resanar y renovar.

Sus palabras se dirigen sobre todo a las víctimas, y demuestran una participación muy profunda en su sufrimiento, en la desilusión porque la confianza que tenían en representantes de la Iglesia se ha visto traicionada. El Papa, que ya en el pasado ha encontrado y ha escuchado a víctimas de abusos -en América, en Australia y también en Roma- dice que está dispuesto a seguir haciéndolo en el futuro.

Las palabras dirigidas a los culpables son muy duras. El Papa dice que deben responder de sus pecados y de sus crímenes ante Dios y ante los tribunales debidamente constituidos. Pero mientras exige que se sometan a las exigencias de la justicia, les pide que no pierdan la esperanza en la misericordia de Dios y que hagan penitencia.

El Papa también dirige palabras de aliento e invita a la responsabilidad a los padres, a los jóvenes, a los sacerdotes, a todos los fieles. Hace un llamamiento severo a los obispos por los errores cometidos en la guía de las personas que tienen confiadas, e insiste para que pongan en práctica con rigor las normas penales de la Iglesia en los casos de abuso, y colaboren con las autoridades civiles   para la justicia y la tutela de la juventud.

El Papa propone también iniciativas concretas, espirituales y pastorales, de penitencia y de renovación espiritual

Del mismo modo que su visita a Estados Unidos ayudó a la Iglesia local a salir de una crisis parecida y a reemprender con confianza el camino, la carta a los fieles de Irlanda debe marcar un nuevo punto de partida.  

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Síntesis de la carta de Benedicto XVI a los católicos de Irlanda
Un análisis de los escándalos para afrontar soluciones de fondo
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 20 marzo 2010 (ZENIT.org).- Publicamos la síntesis de la carta pastoral de Benedicto XV a los católicos de Irlanda que ha publicado este sábado la Santa Sede.

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El Papa ha enviado una carta pastoral a todos los católicos de Irlanda para expresar su consternación ante los abusos sexuales de jóvenes por parte de representantes de la Iglesia y por la forma en que fueron afrontados por los obispos y superiores religiosos de Irlanda. Pide que la carta se lea con atención en su totalidad. El Santo Padre habla de su cercanía en la oración a toda la comunidad católica irlandesa en este momento doloroso y sugiere un camino de curación, renovación y reparación.

El Santo Padre pide a los fieles que se acuerden de la roca de la que fueron tallados (cf. Is 51, 1) y, en particular, de la válida contribución que los misioneros irlandeses aportaron a la civilización de Europa y a la propagación del cristianismo en todos los continentes. En los últimos años ha habido muchos desafíos a la fe en Irlanda, debido a un rápido cambio social y a una menor fidelidad a las tradicionales prácticas devotas y sacramentales. Este es el contexto en el que hay que comprender la forma con que la Iglesia ha afrontado el problema de los abusos sexuales de menores.

El problema es consecuencia de muchos factores: una formación moral y espiritual insuficiente en los seminarios y noviciados, una tendencia en la sociedad a privilegiar el clero y otras figuras de autoridad, una preocupación desmedida por el buen nombrede la Iglesia y para evitar escándalos han llevado a la falta de aplicación, cuando era necesario, de las penas canónicas existentes. Sólo examinando cuidadosamente los numerosos elementos que dieron origen a la crisis es posible identificar con precisión sus causas y encontrar los remedios eficaces.

Durante su visita "ad limina" a Roma en 2006, el Papa exhortó a los obispos irlandeses a "establecer la verdad de lo sucedido en el pasado, a tomar todas las medidas necesarias para evitar que se repita otra vez, a garantizar que los principios de justicia son plenamente respetados y, sobre todo, a curar a las víctimas y a todos aquellos que están afectados por estos crímenes atroces". A partir de entonces, el Papa se encontró con algunas víctimas en más de una ocasión, escuchó sus historias personales, rezó con ellos y por ellos, y está dispuesto a hacerlo de nuevo en el futuro. En febrero de 2010 llamó a los obispos irlandeses para que vinieran a Roma con el fin de examinar con ellos las medidas que estaban adoptando para solucionar el problema, con especial referencia a los procedimientos y protocolos actualmente en vigor dirigidos a garantizar la protección de los niños en los ambientes eclesiales y responder con prontitud y justamente a las denuncias de abusos. En esta carta pastoral, se dirige directamente a una serie de grupos dentro de la comunidad católica de Irlanda, a la luz de la situación que se ha creado.

Dirigiéndose en primer lugar a las víctimas de abusos, el Papa reconoce la terrible traición que han sufrido y les asegura que siente mucho lo que han tenido que soportar. Reconoce que en muchos casos nadie estaba dispuesto a escucharles cuando encontraron el coraje para contar lo que les había sucedido. Comprende cómo se debían sentir los que vivían en internados al no poder escapar de su sufrimiento. Si bien reconoce lo difícil que debe resultar para muchos de ellos perdonar o reconciliarse con la Iglesia, les exhorta a no perder la esperanza. Jesucristo, que fue víctima de sufrimientos injustos, comprende la profundidad de su dolor y la persistente secuela en sus vidas y sus relaciones. A pesar de todo, precisamente las heridas de Cristo, transformadas por su sufrimiento redentor, son los medios por los cuales se destruye el poder del mal y renacemos a la vida y a la esperanza. El Papa insta a las víctimas a buscar en la Iglesia la oportunidad de encontrar a Jesucristo y de hallar la curación y la reconciliación, redescubriendo el infinito amor de Cristo por cada uno de ellos.

En sus palabras a los sacerdotes y religiosos que han abusado de los jóvenes, el Papa recuerda que deben responder ante Dios y ante los tribunales legítimamente constituidos de las acciones pecaminosas y criminales que han cometido. Han traicionado una confianza sagrada y han provocado vergüenza y deshonra a sus hermanos. Se ha causado un gran daño no sólo a las víctimas, sino también a la percepción pública del sacerdocio y de la vida religiosa en Irlanda. Mientras les pide que se sometan a las exigencias de la justicia, les recuerda que no deben desesperar de la misericordia que Dios ofrece incluso a los pecadores más grandes, si se arrepienten de sus acciones, hacen penitencia y piden perdón humildemente.

El Papa anima a los padres a que perseveren en la difícil tarea de educar a los hijos a reconocer que son amados y apreciados y a desarrollar una sana autoestima. Los padres tienen la responsabilidad primordial de educar a las nuevas generaciones en los principios morales que son esenciales para una sociedad civil. El Papa invita a los niños y jóvenes a hallar en la Iglesia una oportunidad para un encuentro vivificante con Cristo, y a no desanimarse por las faltas de algunos sacerdotes y religiosos. Tiene confianza en la contribución de los jóvenes para la renovación de la Iglesia. Exhorta también a los sacerdotes y religiosos a no desanimarse, sino más bien a renovar su dedicación a los respectivos apostolados, trabajando en armonía con sus superiores. De esta manera aportarán nueva vida y dinamismo a la Iglesia en Irlanda a través de sus testimonios vivos de la obra redentora del Señor.

Dirigiéndose a los obispos de Irlanda, el Papa señala los graves errores de juicio y el fracaso de la acción de gobierno de muchos de ellos, porque no aplicaron correctamente los procedimientos canónicos en respuesta a las denuncias de abusos. Aunque a menudo resultara difícil saber cómo hacer frente a situaciones tan complejas, sin embargo hay que resaltar que se cometieron errores graves con la consiguiente pérdida de credibilidad. El Papa les anima a seguir luchando con determinación para poner remedio a los errores del pasado y evitar que se repitan, aplicando plenamente el derecho canónico y cooperando con las autoridades civiles en sus áreas de competencia. También pide a los obispos que se comprometan a ser santos, a dar ejemplo, estimulando a los sacerdotes y a los fieles a cumplir con su papel en la vida y en la misión de la Iglesia.

Por último, el Papa propone algunas medidas concretas para estimular la renovación espiritual de la Iglesia en Irlanda. Pide a todos que ofrezcan su penitencia de los viernes, durante un año, en reparación por los pecados de los abusos que se produjeron. Recomienda recurrir con frecuencia al sacramento de la reconciliación y a la práctica de la adoración eucarística. Anuncia su intención de que se realice una visita apostólica en algunas diócesis, congregaciones religiosas y seminarios, con la participación de la Curia Romana, y propone una misión nacional de los obispos, sacerdotes y religiosos en Irlanda. En este Año Sacerdotal, presenta a la figura de San Juan María Vianney como modelo e intercesor para un ministerio sacerdotal revitalizado en Irlanda. Después de agradecer a todos los que han trabajado duramente para afrontar con firmeza el problema, concluye proponiendo una oración por la Iglesia en Irlanda, para que la usen todos los fieles para invocar la gracia de la curación y de la renovación en este momento de dificultad.

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El Vaticano en Twitter
Y estrena una nueva página de actualidad
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 20 marzo 2010 (ZENIT.org).- Desde este sábado el Vaticano ha entrado enla red social Twitter de mensajes breves y ha abierto nueva página web, www.resources.va, en la que ofrece información multimedia sobre cuestiones de actualidad.

El desembarco vaticano en Twitter tiene lugar a través de seis canales, uno por cada idioma. En español, el canal es "news_va_es".

Twitter es un servicio gratuito de microblogging que permite a sus usuarios enviar o recibir micro-entradas basadas en texto, denominadas "tweets", de una longitud máxima de 140 caracteres.

Además del español, la lista incluye el servicio en italiano ("news_va_it"), francés ("news_va_fr"), alemán ("news_va_de"), inglés ("news_va_en") y portugués ("news_va_pt").

A través de estos canales en Twitter, Radio Vaticano y los otros medios vaticanos informarán sobre la publicación de noticias y contenidos multimediales de particular relevancia para la vida de la Iglesia.

Además, con ocasión de la publicación de la carta de Benedicto XVI a los católicos de Irlanda, el Vaticano ha estrenado la página web www.resources.va, en la que publica íntegramente documentos, videos y audios relacionados con el magisterio del Santo Padre sobre los abusos sexuales perpetrados por sacerdotes.

Desde hace ya más de un año, el Vaticano cuenta además con un canal en Youtube (www.youtube.com/vatican) en cuatro idiomas.

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Foro


Santidad y juventud de la Iglesia
A pesar de las conductas escandalosas de algunos
PAMPLONA, sábado, 20 marzo 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito don Ramiro Pellitero, profesor de Teología Pastoral en la Universidad de Navarra.

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En ocasiones se habla de la Iglesia como "santa y pecadora". En realidad no es así. La Iglesia por sí es santa, si bien -dice el Concilio Vaticano II- al mismo tiempo durante la historia está "siempre necesitada de purificación". Esto se debe a que tiene en su seno pecadores. De hecho procura continuamente que se conviertan en justos, es decir en santos. Entonces -podría alguien preguntarse-, ¿dónde se ve en la tierra que la Iglesia es santa? ¿O es santa sólo en el cielo? Que la Iglesia es santa también en la tierra, se ve continuamente, si se mira sin prejuicios, precisamente en sus muchos justos, en los frutos que da -ya aquí abajo- la vida de los santos, en la fe de los mártires, en lo sublime de su doctrina, en cómo van influyendo los cristianos en la transformación de la historia, etc.

    Nada de esto debe hacer olvidar que han existido y existen también entre los cristianos los pecadores -todos de alguna manera lo somos, unos más que otros-; y la Iglesia misma se ha hecho más consciente de que para poder ser eficaz en su misión, antes que nada tiene que permanecer -en cada uno de sus miembros y en su conjunto- a la escucha de Dios, de modo que responda a lo que Dios quiere para ella y para el mundo.

          En especial los últimos Papas han promovido la "purificación de la memoria" en la Iglesia. Es decir, el pedir perdón junto con el poner los medios para que los pecados y los escándalos no se repitan. A pesar de todo es previsible, como dijo ya el Maestro, que siempre habrá escándalos. Hay que intentar que no se produzcan, no ya los escándalos sino sus causas y raíces. Especialmente escandaloso es el mal que se hace con ocasión de las tareas de la Iglesia, en concreto el daño causado por algunos sacerdotes en la labor educativa con los niños y jóvenes. Al mismo tiempo, no puede olvidarse que Jesús estuvo clavado en la Cruz y dio hasta la última gota de su sangre por la santidad de la Iglesia y la de la humanidad. Nos conoció a cada uno, dice San Pablo, y dio su vida por nosotros. La Cruz ni puede olvidarse, ni convertirse -para un pecador- en un pretexto para seguir pecando. La Cruz existe porque existe el pecado, y el pecado existe porque existe la libertad. Lo que se requiere es enseñar de verdad a ser libres, y esto significa buscar siempre la verdad y el amor en todas las cosas (lo contrario no es libertad sino esclavitud).

          Dicho todo lo anterior, no es cierto que la Iglesia se esté hundiendo o vaya a desaparecer. Tiene en la historia su permanencia garantizada por Dios. Esto no significa que en determinados países o regiones del mundo puedan dejar de existir los cristianos (como de hecho ha sucedido). La pregunta es si entre nosotros, aquí y ahora, en nuestras familias, en nuestras ciudades, en nuestros países, está sucediendo o puede suceder esto. No falta quien señale datos negativos y patentes, con formulaciones un tanto provocativas y simplificadoras: el declive de la práctica religiosa, el descenso y las defecciones de sacerdotes y religiosos, lo irreversible de la modernidad, el tozudo "formalismo" de la institución eclesial, etc. De ahí se deduce a veces, como si fuera una consecuencia evidente, que la doctrina y la moral de la Iglesia ya no sirven, o que su lenguaje es moralizante e inadaptado para nuestra época, y tendría que ser más "espiritual" o "místico".

    Habría mucho que decir y matizar en cada uno de estos temas (bastaría con hojear el Catecismo de la Iglesia católica para desmentir esas falacias). La solución no viene ni por la negación de la Revelación cristiana (las Escrituras y la Tradición de la Iglesia) ni por la negación ingenua de la realidad, ni por el pesimismo. La solución hay que buscarla viviendo personalmente con autenticidad el Evangelio y ayudando a los demás a descubrir el mensaje cristiano. Y esto incluye el esfuerzo por evitar el pecado y acercarse a la santidad, por el amor y la cruz. No buscamos los cristianos la cruz por sí misma, sino porque queremos imitar a Cristo que nos redimió en la cruz; y queremos unirnos con Él en lo que realizó en la cruz, y así "corredimir" con Él abrazando la cruz, el dolor; sobre todo cuando no se puede evitar, y mientras se trata de evitar. Cristo, dijo Pascal, está en agonía hasta el fin del mundo.

    Escribió  San Agustín en su libro "la Ciudad de Dios", que, en su tarea, no le faltan a la Iglesia ni las persecuciones del "mundo" -de quienes se consideran contrarios a la fe- ni los consuelos de Dios. Ciertamente, los hijos de las tinieblas son con frecuencia más activos que los hijos de la luz. Ciertamente, hay una labor de cultura que hay que impulsar en tantos lugares (para compensar el "pan y circo" que aborrega a muchos ciudadanos). Ciertamente, a los jóvenes hay que presentarles el Evangelio en toda su belleza y atractivo. Ciertamente, podríamos esforzarnos en aprovechar más los tesoros de la liturgia y de la espiritualidad cristianas, o mejorar nuestra sensibilidad por los más pobres y necesitados. Pero todo esto no se hace de un día para otro, ni se puede vender como en rebajas, a costa del bien, de la verdad, de la unidad.

    Y también ciertamente nada de ello es una utopía. La Iglesia no es inmóvil -ha recordado Benedicto XVI recientemente citando a San Buenaventura- porque "las obras de Cristo no van atrás, no disminuyen, sino que progresan". No cabe ceder -añade el Papa- ante un utopismo espiritualista o anárquico, que se viene repitiendo cansinamente tras el Concilio Vaticano II. "Algunos -señala- estaban convencidos de que todo sería nuevo, que habría otra Iglesia, que la Iglesia preconciliar acabaría y que tendríamos otra completamente diferente. ¡Un utopismo anárquico! Y gracias a Dios los sabios timoneles de la barca de Pedro, el papa Pablo VI y el papa Juan Pablo II, por una parte defendieron la novedad del Concilio y por la otra, al mismo tiempo, defendieron la unicidad y la continuidad de la Iglesia, que es siempre Iglesia de pecadores y siempre lugar de Gracia". Y, podría añadirse, el Papa actual lleva con mano segura el timón de esta barca, que por momentos puede parecer una barquichuela zarandeada por una tormenta -no rara vez provocada por sus enemigos, al menos en parte-, pero que no se hundirá.

          Por tanto, a pesar de los pecados y de los escándalos de algunos cristianos, cabe recordar las palabras de Benedicto XVI al comienzo de su pontificado: "La Iglesia es joven. Ella lleva en sí misma el futuro del mundo y, por tanto, indica también a cada uno de nosotros la vía hacia el futuro. La Iglesia está viva y nosotros lo vemos: experimentamos la alegría que el Resucitado ha prometido a los suyos". 

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Ser y parecer defensores de la vida 
Por Jutta Burggraf y Enrique Sueiro
PAMPLONA, sábado, 20 marzo 2010 (ZENIT.org).- Publicamos un artículo escrito por Jutta Burggraf, profesora en la facultad de Teología de la Universidad de Navarra, y por Enrique Sueiro, doctor en Comunicación Biomédica de la Universidad de Navarra.

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El grado de coherencia entre lo retórico y lo real facilita un diagnóstico social determinante hoy. De ahí lo decisivo de conocer tanto la realidad como el lenguaje para comunicarla. Bien lubricado, este binomio identifica mejor dos estados tan próximos como deficientes en la opinión pública (ser sin parecer y parecer sin ser) y fomenta el ideal (ser y parecer). Además, un mayor saber permite sumarse a causas que generan unanimidad o apoyo casi total. Paradójicamente, al amparo de los mismos valores de la justicia y la vida, algunos defienden medidas, como la pena de muerte o la guerra, que otros rechazamos.  

¿Cuántas formas de ver y vivir la vida? Tantas como personas. ¿Contrarios a la vida por principio? Difíciles de encontrar. ¿Defender la vida y, de hecho, atacarla? No. ¿Sólo defienden la vida quienes dicen hacerlo? Tampoco. ¿Mejorar sin cambios? Imposible. 

Principios dinámicos. Un defensor de la vida en el siglo XXI, probablemente, encarna ciertas actitudes integradas con armonía. Entre otros muchos ejemplos, apoya la ampliación de derechos, sobre todo, de los más débiles. Se opone a todo lo que atenta contra la vida, como la guerra, la pena de muerte, la eutanasia, la violencia contra las mujeres, el terrorismo, el aborto y el hambre. Argumenta que el consenso social de prácticas aberrantes, como la esclavitud durante siglos, no atenúa su perversión. Defiende que cada uno es dueño de su cuerpo, pero no del que tiene al lado ni dentro. Propugna el respeto hacia los animales y condena las barbaridades cometidas contra ellos. Se implica en la defensa del medio ambiente. Aplaude a su Gobierno cuando consigue reducir las muertes por accidentes de tráfico. Recuerda a los fanáticos que no se puede obligar a nadie a hacer el bien, que "no hay pecador sin futuro ni santo sin pasado", que difícilmente cree en Dios quien desprecia la libertad. Escucha más que habla y comprende más que condena. Prefiere el "sí" al "no", el "y" al "pero", el "también" al "tampoco", el "premio" al "castigo", el "más" al "menos". El defensor ideal reconoce que también yerra y, precisamente por eso, si se equivoca, procura que sus errores sean nuevos. 

Escucha comprensiva. Solemos hablar demasiado al tratar de atraer a los demás a nuestro modo de pensar, cuando deberían hablar primero ellos, que saben más que nosotros de sus problemas, luchas y sufrimientos. Es preciso crear un clima en el que puedan expresarse sin milimetrar sus palabras y mostrar sus debilidades sin temor a que se les censure. Paradigmático el caso de Mary, una adolescente desesperada que se había quedado embarazada y sufría fuertes presiones para abortar. Durante semanas buscó ayuda, sin saber a quién dirigirse. Al hablar con ella y preguntarle por qué no había acudido a una amiga que colaboraba fervorosamente en una asociación pro vida, respondió: "Imposible. No puedo hablar con ella sobre estos temas. Sería un escándalo para ella. Nuestra amistad acabaría". Cuando alguien se halla en las profundidades del dolor, ¿no es precisamente el amigo, la amiga, quien debe luchar por y con esa persona? "Sé solidario con los otros, sobre todo, cuando sean culpables", reza un proverbio francés. El comentario mordaz o cínico no ayuda, sino que hunde al otro todavía más en la miseria. En cambio, si nota un verdadero interés, una auténtica preocupación por su persona y situación, puede reaccionar favorablemente. La comprensión surte un efecto sanante. 

Apertura mental. Ante la masificación y el anonimato de nuestra época, necesitamos lugares cálidos, espacios en los que sentirnos como en casa. Con amigos surge la confianza, la experiencia del hogar. Para muchos, la amistad es su hogar y su patria en medio de una tierra sin patria ni hogar. Cuánto enriquece tener amigos de otros partidos políticos, otras profesiones, religiones, nacionalidades y culturas. Ser y parecer abierto abre un mar sin orillas. Tratar y querer a la gente más variada amplía la mente y ensancha el corazón. Alguien así recibe mucho y entrega más. Es quien mejor puede orientar a los que parecen encontrarse sin salida.  

Ciencia y libertad. Quien defiende la vida siempre quiere saber más, sin miedo, busca la verdad, se oxigena con la libertad propia y ajena. Apuesta por la ciencia, al tiempo que es consciente de realidades tan ciertas como indemostrables científicamente, como el cariño. La coacción puede evitar males (muerte de inocentes), pero es un medio inadecuado para conducir a alguien hacia el bien. Un cambio violento no suele ser profundo ni duradero. Lo ilustra la fábula del sol y el viento en su discusión acerca de cuál era más fuerte. El viento dijo: "¿Ves aquel chico envuelto en una capa? Te apuesto a que le haré quitar la capa antes que tú". Comenzó a soplar con enorme fuerza, hasta convertirse casi en ciclón. Cuanto más soplaba, más se envolvía el chico en su capa. Por fin, el viento cesó y se declaró vencido. Entonces salió el sol y sonrió al chico, quien, poco después, acalorado, se quitó la capa. La suavidad es más poderosa que la furia. El corazón supone una vía para llegar a la razón de otra persona. Si nos rechaza, no podemos hacer nada. Si percibe que la queremos de verdad, que es especial e importante para nosotros, y que le deseamos ser plenamente feliz, entonces surge la posibilidad de una relación amistosa, en la que cada uno escucha al otro y todos aprenden mutuamente. 

Motivar y decepcionar puede conseguirse con lo que se dice, lo que se hace, lo que no se dice y lo que no se hace. Repetir frases trilladas suele minar la escucha. No deberíamos olvidar que las palabras y hasta los mejores ejemplos se desgastan con el uso excesivo. Los argumentos a favor de la vida, utilizados con frecuencia y en tantos contextos, pueden acabar desactivados. Necesitamos una fidelidad creativa a principios comunes, de manera que seamos y parezcamos defensores de la vida, de todas las vidas.

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Eso no es matrimonio
Monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 20 marzo 2010 (ZENIT.org-El Observador).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título "Eso no es matrimonio".



 

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VER

Como reacción en cadena, se están realizando uniones entre personas del mismo sexo en Buenos Aires, en Nueva York y en la capital de nuestro país, presumiendo de estar en la avanzada por la que debería transitar la humanidad. Se les quiere calificar como legítimos matrimonios, para que no se sientan discriminados... Marcelo Ebrard, Jefe de Gobierno del Distrito Federal, defendiéndose de los ataques que algunos de nuestra Iglesia le han hecho, dijo: "Los argumentos que se usan en pleno siglo XXI, es una buena muestra de la persistencia de argumentos que provienen de la baja edad media, o sea de antes de 1400, más o menos"

Se equivoca Marcelo Ebrard. Los argumentos en que nos basamos no provienen de la baja edad media, sino del principio de la humanidad. Revisen todas las culturas desde sus orígenes, y verán que el matrimonio siempre ha sido entre un hombre y una mujer. Si fuera normal lo que han autorizado y exaltado, se daría también en las comunidades indígenas, y no sucede así. Cuando estas cosas pasaron en algunos imperios, éstos se derrumbaron. 

JUZGAR

Recordemos algunos fundamentos de nuestra fe sobre el matrimonio, para dar seguridad a los creyentes y que no se dejen bambolear por las modas. Comprendo que para quien no acepta nuestra fe, es un ignorante religioso, o está contaminado por "guías ciegos", esto le resulte como de la baja edad media. Es de más atrás. 

En el principio de la humanidad, Dios creó sólo dos sexos, hombre y mujer, distintos y complementarios entre sí (cf Gén 1,27). En base a ellos estableció el matrimonio (cf Gén 1,28). Y se dice claramente: "Dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne" (Gén 2,24). Se habla de padre y madre, de hombre y mujer. Jesús ratifica esta institución natural y secular, acorde con el plan original de Dios para la humanidad (cf Mt 19,4-6). 

La Palabra de Dios, que norma criterios y comportamientos de los verdaderos creyentes, afirma: "Se ofuscaron en vanos razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos... Sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío" (Rom 1,21-22.26-27). ¡No puede estar más claro! 

Dice el Papa Benedicto XVI: "La historia ha demostrado cuán peligroso y deletéreo puede ser un Estado que proceda a legislar sobre cuestiones que afectan a la persona y a la sociedad pretendiendo ser él mismo fuente y principio de la ética. Sin principios universales que permitan verificar un denominador común para toda la humanidad, no hay que subestimar en absoluto el riesgo de una deriva relativista a nivel legislativo. La ley moral natural permite evitar tal peligro y sobre todo ofrece al legislador la garantía de un auténtico respeto tanto de la persona como de todo el orden creado... La ley moral natural pertenece al gran patrimonio de la sabiduría humana, que la Revelación, con su luz, ha contribuido a purificar y a desarrollar ulteriormente" (13-II-2010). 

ACTUAR

Hay que definirse: ¿A quién quieres seguir: a Dios, que te muestra un camino seguro de realización plena, o a legisladores y gobernantes que van por caminos contrarios a la ley de Dios? Si te decides por la Palabra de Dios, sufrirás burlas de algunos, pero serás "como un árbol plantado junto al río, que da frutos a su tiempo y nunca se marchita. En todo tendrá éxito" (Salmo 1). Si te dejas contagiar por las plagas del pecado, serás "como la paja barrida por el viento. Porque el Señor protege el camino del justo y al malo sus caminos acaban por perderlo" (Ib). ¡Dichoso quien confía en el Señor! 

México: Fíjate a quiénes eliges como gobernantes y legisladores; en quiénes pones tu confianza; a quiénes apoyas con tu voto. Madura en tu fe, que debe iluminar tu vida personal, tu familia, y también la política, la economía, la vida pública. Si tu fe la reduces a tu conciencia, no has entendido lo que es la fe cristiana.



 

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Documentación


Carta pastoral de Benedicto XVI a los católicos de Irlanda
“Reconocer en primer lugar ante Dios y ante los demás, los graves pecados cometidos”
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 20 marzo 2010 (ZENIT.org).- Publicamos la carta pastoral que ha enviado Benedicto XV a los católicos de Irlanda.



 

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1. Queridos hermanos y hermanas de la Iglesia en Irlanda: os escribo con gran preocupación como Pastor de la Iglesia universal. Al igual que vosotros estoy profundamente consternado por las noticias concernientes al abuso de niños y jóvenes indefensos por parte de miembros de la Iglesia en Irlanda, especialmente sacerdotes y religiosos. Comparto la desazón y el sentimiento de traición que muchos de vosotros experimentaron al enterarse de esos actos pecaminosos y criminales y del modo en que fueron afrontados por las autoridades de la Iglesia en Irlanda.

Como sabéis, invité hace poco a los obispos de Irlanda a una reunión en Roma para que informasen sobre cómo abordaron esas cuestiones en el pasado e indicasen los pasos que habían dado para hacer frente a una situación tan grave. Junto con algunos altos prelados de la Curia Romana escuché lo que tenían que decir, tanto individualmente como en grupo, sea sobre el análisis de los errores cometidos y las lecciones aprendidas, que sobre la descripción de los programas y procedimientos actualmente en curso. Nuestras discusiones fueron francas y constructivas. Estoy seguro de que, como resultado, los obispos están ahora en una posición más fuerte para continuar la tarea de reparar las injusticias del pasado y de abordar cuestiones más amplias relacionadas con el abuso de los niños de manera conforme con las exigencias de la justicia y las enseñanzas del Evangelio.

2. Por mi parte, teniendo en cuenta la gravedad de estos delitos y la respuesta a menudo inadecuada que han recibido por parte de las autoridades eclesiásticas de vuestro país, he decidido escribir esta carta pastoral para expresaros mi cercanía, y proponeros un camino de curación, renovación y reparación.

Es verdad, como han observado muchas personas en vuestro país, que el problema de abuso de menores no es específico de Irlanda o de la Iglesia. Sin embargo, la tarea que tenéis ahora por delante es la de hacer frente al problema de los abusos ocurridos dentro de la comunidad católica de Irlanda y de hacerlo con coraje y determinación. Que nadie se imagine que esta dolorosa situación se resuelva pronto. Se han dado pasos positivos pero todavía queda mucho por hacer. Necesitamos perseverancia y oración, con gran fe en la fuerza salvadora de la gracia de Dios.


Al mismo tiempo, debo también expresar mi convicción de que para recuperarse de esta dolorosa herida, la Iglesia en Irlanda, debe reconocer en primer lugar ante Dios y ante los demás, los graves pecados cometidos contra niños indefensos. Ese reconocimiento, junto con un sincero pesar por el daño causado a las víctimas y sus familias, debe desembocar en un esfuerzo conjunto para garantizar que en el futuro los niños estén protegidos de semejantes delitos.

Mientras os enfrentáis a los retos de este momento, os pido que recordéis la "roca de la que fuisteis tallados" (Isaías 51, 1). Reflexionad sobre la generosa y a menudo heroica contribución ofrecida a la Iglesia y a la humanidad por generaciones de hombres y mujeres irlandeses, y haced que de esa reflexión brote el impulso para un honesto examen de conciencia personal y para un sólido programa de renovación de la Iglesia y el individuo. Rezo para que, asistida por la intercesión de sus numerosos santos y purificada por la penitencia, la Iglesia en Irlanda supere esta crisis y vuelve a ser una vez más testimonio convincente de la verdad y la bondad de Dios Todopoderoso, que se manifiesta en su Hijo Jesucristo.

3. A lo largo de la historia, los católicos irlandeses han demostrado ser, tanto en su patria como fuera de ella, una fuerza motriz del bien. Monjes celtas como san Columba difundieron el evangelio en Europa occidental y sentaron las bases de la cultura monástica medieval. Los ideales de santidad, caridad y sabiduría trascendente, nacidos de la fe cristiana, quedaron plasmados en la construcción de iglesias y monasterios y en la creación de escuelas, bibliotecas y hospitales, que contribuyeron a consolidar la identidad espiritual de Europa. Aquellos misioneros irlandeses debían su fuerza y su inspiración a la firmeza de su fe, al fuerte liderazgo y a la rectitud moral de la Iglesia en su tierra natal.

A partir del siglo XVI, los católicos en Irlanda atravesaron por un largo período de persecución, durante el cual lucharon por mantener viva la llama de la fe en circunstancias difíciles y peligrosas. San Oliver Plunkett, mártir y arzobispo de Armagh, es el ejemplo más famoso de una multitud de valerosos hijos e hijas de Irlanda dispuestos a dar su vida por la fidelidad al Evangelio. Después de la Emancipación Católica, la Iglesia fue libre de nuevo para volver a crecer. Las familias y un sinfín de personas que habían conservado la fe en el momento de la prueba se convirtieron en la chispa de un gran renacimiento del catolicismo irlandés en el siglo XIX. La iglesia escolarizaba, especialmente a los pobres, lo que supuso una importante contribución a la sociedad irlandesa. Entre los frutos de las nuevas escuelas católicas se cuenta el aumento de las vocaciones: generaciones de sacerdotes misioneros, hermanas y hermanos, dejaron su patria para servir en todos los continentes, sobre todo en mundo de habla inglesa. Eran excepcionales, no sólo por la vastedad de su número, sino también por la fuerza de la fe y la solidez de su compromiso pastoral. Muchas diócesis, especialmente en África, América y Australia, se han beneficiado de la presencia de clérigos y religiosos irlandeses, que predicaron el Evangelio y fundaron parroquias, escuelas y universidades, clínicas y hospitales, abiertas tanto a los católicos, como al resto de la sociedad, prestando una atención particular a las necesidades de los pobres.

En casi todas las familias irlandesas, ha habido siempre alguien --un hijo o una hija, una tía o un tío-- que dieron sus vidas a la Iglesia. Con razón, las familias irlandesas tienen un gran respeto y afecto por sus seres queridos que dedicaron la vida a Cristo, compartiendo el don de la fe con los demás y traduciéndola en acciones sirviendo con amor a Dios y al prójimo.


 
4. En las últimas décadas, sin embargo, la Iglesia en vuestro país ha tenido que enfrentarse a nuevos y graves retos para la fe debidos a la rápida transformación y secularización de la sociedad irlandesa. El cambio social ha sido muy veloz y a menudo ha repercutido adversamente en la tradicional adhesión de las personas a las enseñanzas y valores católicos. Asimismo , las prácticas sacramentales y devocionales que sustentan la fe y la hacen crecer, como la confesión frecuente, la oración diaria y los retiros anuales se dejaron, con frecuencia, de lado.

También fue significativa en este período la tendencia, incluso por parte de los sacerdotes y religiosos, a adoptar formas de pensamiento y de juicio de la realidad secular sin referencia suficiente al Evangelio. El programa de renovación propuesto por el Concilio Vaticano II fue a veces mal entendido y, además, a la luz de los profundos cambios sociales que estaban teniendo lugar, no era nada fácil discernir la mejor manera de realizarlo. En particular, hubo una tendencia, motivada por buenas intenciones, pero equivocada, de evitar los enfoques penales de las situaciones canónicamente irregulares. En este contexto general debemos tratar de entender el inquietante problema de abuso sexual de niños, que ha contribuido no poco al debilitamiento de la fe y la pérdida de respeto por la Iglesia y sus enseñanzas.

Sólo examinando cuidadosamente los numerosos elementos que han dado lugar a la crisis actual es posible efectuar un diagnóstico claro de las causas y encontrar las soluciones eficaces. Ciertamente, entre los factores que han contribuido a ella, podemos enumerar: los procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa, la insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados, la tendencia de la sociedad a favorecer al clero y otras figuras de autoridad y una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y por evitar escándalos cuyo resultado fue la falta de aplicación de las penas canónicas en vigor y de la salvaguardia de la dignidad de cada persona. Es necesaria una acción urgente para contrarrestar estos factores, que han tenido consecuencias tan trágicas para la vida de las víctimas y sus familias y han obscurecido tanto la luz del Evangelio, como no lo habían hecho siglos de persecución.

5. En varias ocasiones, desde mi elección a la Sede de Pedro, me he encontrado con víctimas de abusos sexuales y estoy dispuesto a seguir haciéndolo en futuro. He hablado con ellos, he escuchado sus historias, he constatado su sufrimiento, he rezado con ellos y por ellos. Anteriormente en mi pontificado, preocupado por abordar esta cuestión, pedí a los obispos de Irlanda, durante la visita ad limina de 2006 que "establecieran la verdad de lo ocurrido en el pasado y tomasen todas las medidas necesarias para evitar que sucediera de nuevo, para asegurar que los principios de justicia sean plenamente respetados y, sobre todo, para curar a las víctimas y a todos los afectados por estos crímenes atroces" (Discurso a los obispos de Irlanda, el 28 de octubre de 2006).


Con esta carta, quiero exhortaros a todos vosotros, como pueblo de Dios en Irlanda, a reflexionar sobre las heridas infligidas al cuerpo de Cristo, los remedios necesarios y a veces dolorosos, para vendarlas y curarlas , y la necesidad de la unidad, la caridad y la ayuda mutua en el largo proceso de recuperación y renovación eclesial. Me dirijo ahora a vosotros con palabras que me salen del corazón, y quiero hablar a cada uno de vosotros y a todos vosotros como hermanos y hermanas en el Señor.

6. A las víctimas de abusos y a sus familias

 
Habéis sufrido inmensamente y me apesadumbra tanto. Sé que nada puede borrar el mal que habéis soportado. Vuestra confianza ha sido traicionada y violada vuestra dignidad. Muchos de vosotros han experimentado que cuando tuvieron el valor suficiente para hablar de lo que les había pasado, nadie quería escucharlos. Aquellos que sufrieron abusos en los internados deben haber sentido que no había manera de escapar de su dolor. Es comprensible que os sea difícil perdonar o reconciliaros con la Iglesia. En su nombre, expreso abiertamente la vergüenza y el remordimiento que sentimos todos. Al mismo tiempo, os pido que no perdáis la esperanza. En la comunión con la Iglesia es donde nos encontramos con la persona de Jesucristo, que fue Él mismo una víctima de la injusticia y el pecado. Como vosotros aún lleva las heridas de su sufrimiento injusto. Él entiende la profundidad de vuestro dolor y la persistencia de su efecto en vuestras vidas y vuestras relaciones con los demás, incluyendo vuestra relación con la Iglesia.

Sé que a algunos de vosotros les resulta difícil incluso entrar en una iglesia después de lo que ha sucedido. Sin embargo, las heridas de Cristo, transformadas por su sufrimiento redentor, son los instrumentos que han roto el poder del mal y nos hacen renacer a la vida y la esperanza. Creo firmemente en el poder curativo de su amor sacrificial - incluso en las situaciones más oscuras y desesperadas - que libera y trae la promesa de un nuevo comienzo.


Al dirigirme a vosotros como un pastor, preocupado por el bienestar de todos los hijos de Dios, os pido humildemente que reflexionéis sobre lo que he dicho. Ruego que, acercándoos a Cristo y participando en la vida de su Iglesia - una Iglesia purificada por la penitencia y renovada en la caridad pastoral - podáis descubrir de nuevo el amor infinito de Cristo por cada uno de vosotros. Estoy seguro de que de esta manera seréis capaces de encontrar reconciliación, profunda curación interior y paz.

7. A los sacerdotes y religiosos que han abusado de niños


Habéis traicionado la confianza depositada en vosotros por jóvenes inocentes y por sus padres. Debéis responder de ello ante Dios Todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos. Habéis perdido la estima de la gente de Irlanda y arrojado vergüenza y deshonor sobre vuestros semejantes. Aquellos de vosotros que son sacerdotes han violado la santidad del sacramento del Orden, en el que Cristo mismo se hace presente en nosotros y en nuestras acciones. Junto con el inmenso daño causado a las víctimas, un daño enorme se ha hecho a la Iglesia y a la percepción pública del sacerdocio y de la vida religiosa.


 
Os exhorto a examinar vuestra conciencia, a asumir la responsabilidad de los pecados que habéis cometido y a expresar con humildad vuestro pesar. El arrepentimiento sincero abre la puerta al perdón de Dios y a la gracia de la verdadera enmienda.

Debéis tratar de expiar personalmente vuestras acciones ofreciendo oraciones y penitencias por aquellos que habéis ofendido. El sacrificio redentor de Cristo tiene el poder de perdonar incluso el más grave de los pecados y extraer el bien incluso del más terrible de los males. Al mismo tiempo, la justicia de Dios nos llama a dar cuenta de nuestras acciones sin ocultar nada. Admitid abiertamente vuestra culpa, someteos a las exigencias de la justicia, pero no desesperéis de la misericordia de Dios.

A los padres


Os habéis sentido profundamente indignados y conmocionados al conocer los hechos terribles que sucedían en lo que debía haber sido el entorno más seguro para todos. En el mundo de hoy no es fácil construir un hogar y educar a los hijos. Se merecen crecer con seguridad, cariño y amor, con un fuerte sentido de su identidad y su valor. Tienen derecho a ser educados en los auténticos valores morales enraizados en la dignidad de la persona humana, a inspirarse en la verdad de nuestra fe católica y a aprender los patrones de comportamiento y acción que lleven a la sana autoestima y la felicidad duradera. Esta tarea noble pero exigente está confiada en primer lugar a vosotros, padres. Os invito a desempeñar vuestro papel para garantizar a los niños los mejores cuidados posibles, tanto en el hogar como en la sociedad en general, mientras la Iglesia, por su parte, sigue aplicando las medidas adoptadas en los últimos años para proteger a los jóvenes en los ambientes parroquiales y escolares. Os aseguro que estoy cerca de vosotros y os ofrezco el apoyo de mis oraciones mientras cumplís vuestras grandes responsabilidades

A los niños y jóvenes de Irlanda


 
Quiero dirigiros una palabra especial de aliento. Vuestra experiencia de la Iglesia es muy diferente de la de vuestros padres y abuelos. El mundo ha cambiado desde que ellos tenían vuestra edad. Sin embargo, todas las personas, en cada generación están llamadas a recorrer el mismo camino durante la vida, cualesquiera que sean las circunstancias. Todos estamos escandalizados por los pecados y errores de algunos miembros de la Iglesia, en particular de los que fueron elegidos especialmente para guiar y servir a los jóvenes. Pero es en la Iglesia donde encontraréis a Jesucristo que es el mismo ayer, hoy y siempre (cf. Hb 13, 8). Él os ama y se entregó por vosotros en la cruz. ¡Buscad una relación personal con Éll dentro de la comunión de su Iglesia, porque él nunca traicionará vuestra confianza! Sólo Él puede satisfacer vuestros anhelos más profundos y dar pleno sentido a vuestras vidas, orientándolas al servicio de los demás. Mantened vuestra mirada fija en Jesús y su bondad y proteged la llama de la fe en vuestros corazones. Espero en vosotros para que, junto con vuestros hermanos católicos en Irlanda, seáis fieles discípulos de nuestro Señor y aportéis el entusiasmo y el idealismo tan necesarios para la reconstrucción y la renovación de nuestra amada Iglesia.

A los sacerdotes y religiosos de Irlanda

 
Todos nosotros estamos sufriendo las consecuencias de los pecados de nuestros hermanos que han traicionado una obligación sagrada o no han afrontado de forma justa y responsable las denuncias de abusos. A la luz del escándalo y la indignación que estos hechos han causado, no sólo entre los fieles laicos, sino también entre vosotros y vuestras comunidades religiosas, muchos os sentís desanimados e incluso abandonados. Soy también consciente de que a los ojos de algunos aparecéis tachados de culpables por asociación, y de que os consideran como si fuerais de alguna forma responsable de los delitos de los demás. En este tiempo de sufrimiento, quiero dar acto de vuestra dedicación cómo sacerdotes y religiosos y de vuestro apostolado, y os invito a reafirmar vuestra fe en Cristo, vuestro amor por su Iglesia y vuestra confianza en las promesas evangélicas de la redención, el perdón y la renovación interior. De esta manera, podréis demostrar a todos que donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (cf. Rm 5, 20).


Sé que muchos estáis decepcionados, desconcertados y encolerizados por la manera en que algunos de vuestros superiores abordaron esas cuestiones. Sin embargo, es esencial que cooperéis estrechamente con los que ostentan la autoridad y colaboréis en garantizar que las medidas adoptadas para responder a la crisis sean verdaderamente evangélicas, justas y eficaces. Por encima de todo, os pido que seáis cada vez más claramente hombres y mujeres de oración, que siguen con valentía el camino de la conversión, la purificación y la reconciliación. De esta manera, la Iglesia en Irlanda cobrará nueva vida y vitalidad gracias a vuestro testimonio del poder redentor de Dios que se hace visible en vuestras vidas.

11. A mis hermanos, los obispos


No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestros predecesores han fracasado, a veces lamentablemente, a la hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho canónico sobre los delitos de abusos de niños. Se han cometido graves errores en la respuesta a las acusaciones. Reconozco que era muy difícil comprender la magnitud y la complejidad del problema, obtener información fiable y tomar decisiones adecuadas en función de los pareceres contradictorios de los expertos. No obstante, hay que reconocer que se cometieron graves errores de juicio y hubo fallos de dirección. Todo esto ha socavado gravemente vuestra credibilidad y eficacia. Aprecio los esfuerzos llevados a cabo para remediar los errores del pasado y para garantizar que no vuelvan a ocurrir. Además de aplicar plenamente las normas del derecho canónico concernientes a los casos de abusos de niños, seguid cooperando con las autoridades civiles en el ámbito de su competencia. Está claro que los superiores religiosos deben hacer lo mismo. También ellos participaron en las recientes reuniones en Roma con el propósito de establecer un enfoque claro y coherente de estas cuestiones. Es imperativo que las normas de la Iglesia en Irlanda para la salvaguardia de los niños sean constantemente revisadas y actualizadas y que se apliquen plena e imparcialmente, en conformidad con el derecho canónico.


Sólo una acción decisiva llevada a cabo con total honestidad y transparencia restablecerá el respeto y el afecto del pueblo irlandés por la Iglesia a la que hemos consagrado nuestras vidas. Hay que empezar, en primer lugar, por vuestro examen de conciencia personal, la purificación interna y la renovación espiritual. El pueblo de Irlanda, con razón, espera que seáis hombres de Dios, que seáis santos, que viváis con sencillez, y busquéis día tras día la conversión personal. Para ellos, en palabras de San Agustín, sois un obispo, y sin embargo, con ellos estáis llamados a ser un discípulo de Cristo (cf. Sermón 340, 1). Os exhorto a renovar vuestro sentido de responsabilidad ante Dios, para crecer en solidaridad con vuestro pueblo y profundizar vuestra atención pastoral con todos los miembros de vuestro rebaño. En particular, preocupaos por la vida espiritual y moral de cada uno de vuestros sacerdotes. Servidles de ejemplo con vuestra propia vida, estad cerca de ellos, escuchad sus preocupaciones, ofrecedles aliento en este momento de dificultad y alimentad la llama de su amor por Cristo y su compromiso al servicio de sus hermanos y hermanas.


Asimismo, hay que alentar a los laicos a que desempeñen el papel que les corresponde en la vida de la Iglesia. Aseguraos de su formación para que puedan, articulada y convincentemente, dar razón del Evangelio en medio de la sociedad moderna (cf. 1 Pet 3, 15), y cooperen más plenamente en la vida y misión de la Iglesia. Esto, a su vez, os ayudará a volver a ser guías y testigos creíbles de la verdad redentora de Cristo.

12. A todos los fieles de Irlanda


 La experiencia de un joven en la Iglesia debería siempre fructificar en su encuentro personal y vivificador con Jesucristo, dentro de una comunidad que lo ama y lo sustenta. En este entorno, habría que animar a los jóvenes a alcanzar su plena estatura humana y espiritual, a aspirar a los altos ideales de santidad, caridad y verdad y a inspirarse en la riqueza de una gran tradición religiosa y cultural. En nuestra sociedad cada vez más secularizada en la que incluso los cristianos a menudo encuentran difícil hablar de la dimensión trascendente de nuestra existencia, tenemos que encontrar nuevas modos para transmitir a los jóvenes la belleza y la riqueza de la amistad con Jesucristo en la comunión de su Iglesia. Para resolver la crisis actual, las medidas que contrarresten adecuadamente los delitos individuales son esenciales pero no suficientes: hace falta una nueva visión que inspire a la generación actual y a las futuras generaciones a atesorar el don de nuestra fe común. Siguiendo el camino indicado por el Evangelio, observando los mandamientos y conformando vuestras vidas cada vez más a la figura de Jesucristo, experimentaréis con seguridad la renovación profunda que necesita con urgencia nuestra época . Invito a todos a perseverar en este camino.

13. Queridos hermanos y hermanas en Cristo, profundamente preocupado por todos vosotros en este momento de dolor, en que la fragilidad de la condición humana se revela tan claramente, os he querido ofrecer palabras de aliento y apoyo. Espero que las aceptéis como un signo de mi cercanía espiritual y de mi confianza en vuestra capacidad para afrontar los retos del momento actual, recurriendo, como fuente de renovada inspiración y fortaleza a las nobles tradiciones de Irlanda de fidelidad al Evangelio, perseverancia en la fe y determinación en la búsqueda de la santidad. En solidaridad con todos vosotros, ruego con insistencia para que, con la gracia de Dios, las heridas inflingidas a tantas personas y familias puedan curarse y para que la Iglesia en Irlanda experimente una época de renacimiento y renovación espiritual

14. Quisiera proponer, además, algunas medidas concretas para abordar la situación.
 
Al final de mi reunión con los obispos de Irlanda, les pedí que la Cuaresma de este año se considerase un tiempo de oración para la efusión de la misericordia de Dios y de los dones de santidad y fortaleza del Espíritu Santo sobre la Iglesia en vuestro país. Ahora os invito a todos a ofrecer durante un año, desde ahora hasta la Pascua de 2011, la penitencia de los viernes para este fin. Os pido que ofrezcáis el ayuno, las oraciones, la lectura de la Sagrada Escritura y las obras de misericordia por la gracia de la curación y la renovación de la Iglesia en Irlanda. Os animo a redescubrir el sacramento de la Reconciliación y a utilizar con más frecuencia el poder transformador de su gracia.


Hay que prestar también especial atención a la adoración eucarística, y en cada diócesis debe haber iglesias o capillas específicamente dedicadas a ello. Pido a las parroquias, seminarios, casas religiosas y monasterios que organicen períodos de adoración eucarística, para que todos tengan la oportunidad de participar. Mediante la oración ferviente ante la presencia real del Señor, podéis cumplir la reparación por los pecados de abusos que han causado tanto daño y al mismo tiempo, implorar la gracia de una fuerza renovada y un sentido más profundo de misión por parte de todos los obispos, sacerdotes, religiosos y fieles.

Estoy seguro de que este programa conducirá a un renacimiento de la Iglesia en Irlanda en la plenitud de la verdad de Dios, porque la verdad nos hace libres (cf. Jn 8, 32).


Además, después de haber rezado y consultado sobre el tema, tengo la intención de convocar una Visita Apostólica en algunas diócesis de Irlanda, así como en los seminarios y congregaciones religiosas. La visita tiene por objeto ayudar a la Iglesia local en su camino de renovación y se establecerá en cooperación con las oficinas competentes de la Curia Romana y de la Conferencia Episcopal Irlandesa. Los detalles serán anunciados en su debido momento.
 
También propongo que se convoque una misión a nivel nacional para todos los obispos, sacerdotes y religiosos. Espero que gracias a los conocimientos de predicadores expertos y organizadores de retiros en Irlanda, y en otros lugares , mediante la revisión de los documentos conciliares, los ritos litúrgicos de la ordenación y profesión, y las recientes enseñanzas pontificias, lleguéis a una valoración más profunda de vuestras vocaciones respectivas, a fin de redescubrir las raíces de vuestra fe en Jesucristo y de beber a fondo en las fuentes de agua viva que os ofrece a través de su Iglesia.

En este año dedicado a los sacerdotes, os propongo de forma especial la figura de San Juan María Vianney, que tenía una rica comprensión del misterio del sacerdocio. "El sacerdote -escribió- tiene la llave de los tesoros de los cielos: es el que abre la puerta, es el mayordomo del buen Dios, el administrador de sus bienes." El cura de Ars entendió perfectamente la gran bendición que supone para una comunidad un sacerdote bueno y santo: "Un buen pastor, un pastor conforme al corazón de Dios es el tesoro más grande que Dios puede dar a una parroquia y uno de los más preciosos dones de la misericordia divina ".Que por la intercesión de San Juan María Vianney se revitalice el sacerdocio en Irlanda y toda la Iglesia en Irlanda crezca en la estima del gran don del ministerio sacerdotal.


Aprovecho esta oportunidad para dar las gracias anticipadamente a todos aquellos que ya están dedicados a la tarea de organizar la Visita Apostólica y la Misión, así como a los muchos hombres y mujeres en toda Irlanda que ya están trabajando para proteger a los niños en los ambientes eclesiales. Desde el momento en que se comenzó a entender plenamente la gravedad y la magnitud del problema de los abusos sexuales de niños en instituciones católicas, la Iglesia ha llevado a cabo una cantidad inmensa de trabajo en muchas partes del mundo para hacerle frente y ponerle remedio. Si bien no se debe escatimar ningún esfuerzo para mejorar y actualizar los procedimientos existentes, me anima el hecho de que las prácticas vigentes de tutela, adoptadas por las iglesias locales, se consideran en algunas partes del mundo, un modelo para otras instituciones.



Quiero concluir esta carta con una Oración especial por la Iglesia en Irlanda, que os dejo con la atención que un padre presta a sus hijos y el afecto de un cristiano como vosotros, escandalizado y herido por lo que ha ocurrido en nuestra querida Iglesia. Cuando recéis esta oración en vuestras familias, parroquias y comunidades, la Santísima Virgen María os proteja y guíe a cada uno de vosotros a una unión más estrecha con su Hijo, crucificado y resucitado. Con gran afecto y confianza inquebrantable en las promesas de Dios, os imparto a todos mi bendición apostólica como prenda de fortaleza y paz en el Señor.



Desde el Vaticano, 19 de marzo de 2010, Solemnidad de San José,

Benedictus PP XVI

[Traducción de trabajo distribuida por la Santa Sede

@ Libreria Editrice Vaticana]

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Oración por la Iglesia en Irlanda
Compuesta por Benedicto XVI
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 20 marzo 2010 (ZENIT.org).- Publicamos la oración que Benedicto XVI ha escrito por la Iglesia en Irlanda como colofón a la carta que ha enviado a los fieles de ese país.

 



 

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Dios de nuestros padres,
renuévanos  en la fe que es nuestra vida y  salvación,
en  la esperanza que promete el perdón y la renovación interior,
en la caridad que purifica y abre nuestros corazones
en tu amor , y a través de ti  en el amor de  todos nuestros hermanos y hermanas.

Señor Jesucristo,
Que la Iglesia en Irlanda renueve su compromiso milenario
en la formación de nuestros jóvenes en el camino de la verdad,la bondad, la santidad y el servicio generoso a la sociedad.

Espíritu Santo, consolador, defensor y guía,
inspira una nueva primavera de santidad y entrega apostólica
para la Iglesia en Irlanda.

Que nuestro dolor y nuestras lágrimas,
nuestro sincero esfuerzo para enderezar los errores del pasado
y nuestro firme propósito de enmienda,
den una cosecha abundante  de gracia
para la profundización de la fe
en nuestras familias, parroquias, escuelas y asociaciones,
para el progreso espiritual de la sociedad irlandesa,
y el crecimiento de la caridad. la justicia, la alegría y la paz en toda la familia humana.

A ti, Trinidad,
con plena confianza en la protección de María,
Reina de Irlanda,  Madre nuestra,
y de San Patricio, Santa Brígida y todos los santos,
nos confiamos nosotros mismos, nuestros hijos,
y confiamos las necesidades de la Iglesia en Irlanda.

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