13.06.10

"La última cima" (escrito por César)

A las 4:32 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Salgo de la sala y hay hasta un par de curas hablando con unas señoras -no recuerdo nunca haber asisitido al cine con curas de espectadores, vestidos de cura, se entiende-, pero me marcho, esquivando a muchas más personas que salían de la proyección y a otros que entraban a ver cualquiera de las películas que proyectan en los cines Palafox de Madrid.

De camino a casa, me acuerdo de mis pecados recientes y me dan ganas de confesarme; parece que el gozo que sentí durante la proyección se ha esfumado. Demasiado tarde, son casi las diez de la noche, está visto que nunca seré santo. Menos mal que vivo cerca. Rezaré esta noche y pediré perdón, antes y durante el rezo…………………, voy pidiéndolo mientras camino. Una cerveza y a casa, la breve y siempre risueña charla con mis camareras favoritas………..y a casa.

La centralidad de la comunión con el Cuerpo de Cristo…………. eso me ha calmado y dado esperanzas. Lo que al comienzo se barruntaba como un protagonismo excesivo del director de la película -parecía Umbral, jajajajaja- y un repelús ante una posible hagiografía, una vez caído el telón del despiste juguetón y malicioso, se entra en una biografía de un ser querido. Ahí están todos, los que le querían, le respetaban y hasta transeúntes entrevistados que despotrican de curas y la Iglesia -también de los que bien hablan de ambas, sin apenas conocerlas-, y sobre todo a los que D. Pablo Domínguez cambió sustancialmente la vida.

 

Descuellan los sencillos alumnos y niños -por los que sentía algo más de predilección, pues se hacía de todos y para todos- . Sus amigos narran chascarrillos con sorna y buen humor, de ese humor que el fallecido sacerdote transmitía. Por momentos parece una comedia, en la que el director marca los saltos de capítulos, con alegría y no menos humor que los demás -impagable como presenta el momento central de la película, lo que daba fuerzas a D. Pablo para desarrollar esa energía y vitalidad contagiosa, que no diré, por no estropear las risas al que no lo haya visto aún- .

Al homenajeado, presentado por amigos, alumnos, sacerdotes -alguno mediático- y obispos como mons. Jesús Sanz y mons. Demetrio Fernández y hasta el cardenal Cañizares, por sus padres, hermana y la hermana de Sara, fallecida junto al sacerdote en las faldas del Moncayo, repito, al homenajeado le da fuerzas y eso constituye el cenit de la película, la comunión con Cristo. Cristo lo es todo para él y como recuerda su padre, cuando fue ordenado su hijo, éste dijo: “Yo ya no me pertenezco".

 

Este es el acierto del film, no lo carismático, generoso, buena persona, brillante y entregado que era D. Pablo, sino la Fe que le guía y Aquel en quien ha depositado su confianza, a Quien se entrega y por eso se entrega a los demás, siempre jovial y alegre, sin desfallecer -¿no sería así, más o menos el joven de cuarenta y pocos Wojtyla?-.

Lo demás, teniendo importancia, es secundario, aunque es hermoso asistir a los testimonios de algunos que, agradecidos, le conocieron.

Antes de la subida al Moncayo y acompañado de la joven y sonriente Sara -que en paz descanse- , de la que era guía espiritual, estuvo en el monasterio de Tulebras dando unos ejercicios espirituales a las hermanas de allí -conmovedor el testimonio de una de ellas- . Quizá la antesala del epílogo de su vida -se repite varias veces que a D. Pablo, y también a Sara, le gustaría morir en la montaña, cerca de Dios-. Esto último se deja ver a lo largo de la película, como gran anhelo del sacerdote: estar siempre cerca, lo más cerca de Dios.

Hay una pequeña sorpresa al final, otro testimonio que no desvelaré, aunque si diré lo que, sonriente, testimonia mons. Cañizares -cito de memoria- : “Si fuésemos los sacerdotes tan humildes como Pablo, este mundo sería mejor".

La historia de un cura que no pasará a la historia -quién sabe- . Otro testimonio de lo único cierto de la vida, que Dios nos ama y nos pide que amemos.

Señor, perdona mis pecados y ten en cuenta mi amor por Tí, que cerca de Ti quiero estar siempre.

Descansen en paz Sara y Pablo y que Dios bendiga y guíe a sus pastores.

César.

Nota del blogger: Agradezco a César este texto, que evoca la vida de Pablo Domínguez, un sacerdote al que yo conocía desde hace mucho tiempo, y de quien tengo un inmejorable recuerdo.