12.09.10

biblia

 

Lucas 15, 1-32: Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta

1 Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, 2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos.»
3 Entonces les dijo esta parábola.
4 «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? 5 Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; 6 y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: “Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.”
7 Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión.
8 «O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra?
9 Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: “Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.”
10 Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.»
11 Dijo: «Un hombre tenía dos hijos; 12 y el menor de ellos dijo al padre: “Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.” Y él les repartió la hacienda.
13 Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
14 «Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad.
15 Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos.
16 Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba.
17 Y entrando en sí mismo, dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre!
18 Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti.
19 Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.”
20 Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente.
21 El hijo le dijo: “Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.”
22 Pero el padre dijo a sus siervos: “Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies.
23 Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, 24 porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.” Y comenzaron la fiesta.
25 «Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
27 El le dijo: “Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.”
28 El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba.
29 Pero él replicó a su padre: “Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; 30 y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!”
31 «Pero él le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; 32 pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado."»

COMENTARIO

Conversos y pródigos

La naturaleza del ser humano es, no nos engañemos, como es. Tenemos una tendencia bastante irrefrenable a hacer lo que bien nos conviene. A veces, lo que nos viene bien por nuestros egoístas intereses no está muy de acuerdo con Dios ni con su voluntad pero hacemos, exactamente, lo que queremos.

 

 

Actuar de tal forma, sin embargo, nos pone en una situación un tanto difícil si nos referimos al Creador: nos aleja de Él aunque nunca nos abandone ni nos deje de querer. Es, por decirlo así, una ruptura unilateral de la relación que nos une con el Padre.

Algo así le pasa al hijo que quiere irse de casa del padre donde, además, no vivía nada mal. Incluso en tales situaciones de bondad económica y bienestar social huimos de donde más nos quieren.

En el momento en el que el hijo de menor edad decide irse a ver mundo y a dilapidar un dinero que, siendo suyo por derecho no lo era, aún, por haber llegado el tiempo de disfrutar, se pone en contra, aunque a lo mejor no lo piense así, de quien le dio la vida y, en cierta manera, reniega del amor que, hasta entonces y luego, le tendría el padre abandonado.

Sin embargo, él decide abandonar la casa paterna e irse. Así, deja el amor para lanzarse a lo que el mundo le ofrezca que es, en lo tocante a materia, mucho pero en lo referido a acogimiento gozoso de familia, nada de nada y sólo vacío interior.

El hijo se convierte, por actuar de tal forma, en un pecador. Es más, él mismo dice, consciente de lo hecho, que ha pecado “contra el cielo” y ante su padre.

Seguramente la situación mala por la que pasa le hace reflexionar. Pero no sólo se acuerda del bienestar económico de su situación anterior sino, también, del daño espiritual que ha hizo cuando decidió marcharse de las manos amorosas de su padre.

Por tanto, en primer lugar, el hijo fue un hijo pródigo, pues desperdició sus bienes sin razón alguna. Y tal prodigalidad le pesa en el corazón de tal forma que decide volver a pedir, por bondad, algo a su padre, en la seguridad de que no le podría atender según lo que le había hecho.

Y eso, seguramente, por no reconocer el amor que su padre le tenía que era uno de la especie que sólo nace de un padre a un hijo y que, muchas veces, no comprende el descendiente.

Pero también fue un hijo converso.

La conversión del hijo llamado, por la parábola, pródigo es algo muy propio de alguien que tiene, al menos, una semilla de fe sembrada en su corazón. Cuando germina y sale a la luz, tras evitar la tierra que la cubre, cualquiera resultado gozoso se puede esperar.

Y sucede de tal forma que bien podemos decir que la semilla plantada arraigó con fuerza en el corazón del hijo aunque también hay que reconocer que sólo la brutalidad del mundo pudo servir para regarla con las lágrimas de quien tanto padecía lejos de su padre.

Y el padre perdona.

Por eso la conversión de aquellos que, en determinados momentos de nuestra vida damos pasos en sentido contrario a la senda que nos lleva al definitivo reino de Dios, resulta del todo esencial para nuestras vidas como lo fue, exactamente igual, para aquel joven que se dejó encandilar por las luces de un mundo y de una existencia hueca y llena de herrumbre para el alma.

Aunque, a pesar de lo maravilloso del sentido de esta parábola siempre nos queda la pequeña amargura de saber que un hermano, el mayor, estaba mucho más alejado, aunque pudiera parecer lo contrario, del padre que aquel pequeño que se había ido a ver mundo y había vuelto sobrándole el mismo y faltándole el amor de su padre.

PRECES

Por todos aquellos que prefieren el mundo a Dios.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que, en realidad, aman poco al Padre aunque parezca lo contrario.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a los irnos de tu lado para ir al mundo donde toda vaciedad tiene asiento y toda negritud de la existencia su lugar.
 

Gracias, Señor, por poder transmitir esto

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalem.

Eleuterio Fernández Guzmán