16.09.10

Pues yo no pienso hacer huelga el día 29

A las 12:09 PM, por Luis Fernando
Categorías : Cristianos en la vida pública, Actualidad
 

Los responsables de la Pastoral Obrera de la archidiócesis de Sevilla apoyan la huelga general convocada por los sindicatos mayoritarios de este país. Si uno lee las razones de dicho apoyo, se encontrará prácticamente el mismo discurso sindicalista de Toxo y Méndez, así que puede ahorrarse la molestia. Incluso creo que el comunicado de la archidiócesis sevillana va más allá que los dirigentes de UGT y CC.OO.

Resulta un tanto complicado abordar la cuestión de la reforma laboral desde el punto de vista de la doctrina social de la Iglesia. Para emitir un juicio ponderado creo que es necesario empezar por reconocer qué es lo que se busca con dicha reforma. Lo fácil, incluso lo demagogo, es decir que la misma busca facilitar a los empresarios el despido. En parte es así, sin duda. Pero la cosa se ve muy diferente si se explica que lo que se busca es que los empresarios tenga más facilidades a la hora de contratar a desempleados, viendo que luego les resultará más fácil despedirlos si tienen dificultades económicas.

El problema, en todo caso, me parece que tiene que ver con determinadas cosmovisiones sobre la economía de mercado. Si se ve al empresario como un señor maligno que está buscando a toda costa jorobar y poner en la puñetera calle al trabajador, es obvio que se rechazará todo lo que se vea como “facilitador” de sus maldades. Si se ve al empresario como aquella persona que en vez de guardar su dinero en un banco para que le sea rentable, lo invierte para producir riqueza, contratando para ello a las personas que sean necesarias, es obvio que una reforma que facilite dicha contratación se verá con buenos ojos. Como en todo ámbito donde el hombre pone su huella, el mundo de la empresa cuenta con gente decente y con auténticos animales de presa y carroñeros. Es decir, existen empresarios sin escrúpulos y empresarios que prestan un servicio a la sociedad de primer orden. Cualquier pastoral obrera que sólo vea lo malo, es injusta y debe ser desterrada.

Supongo que no es fácil buscar el equilibrio cuando existen cinco millones de personas sin empleo. Es obvio que si a esos millones les ofrecen un contrato en el que no sólo se reduce, sino que se anula la indeminzación por despido, la gran mayoría lo aceptaría. De hecho, muchos aceptarían trabajar por menos dinero del que marcan los convenios laborales sectoriales. Pero ojo con usar la crisis y la necesidad de la gente como herramienta para pegar un hachazo a los derechos de los trabajadores o a los sueldos. La tan cacareada necesidad de aumentar la competitividad puede ser la excusa para imponer unas condiciones leoninas a aquellos que necesitan entrar en el mercado de trabajo.

Este tipo de reformas deberían de llevarse a cabo cuando la economía va bien, no cuando la amenaza del hambre pone a muchos ante la espada y la pared. Los sindicatos deberían velar -no lo hacen- por el futuro de los desempleados y no sólo por el presente de los que todavía trabajan. Los empresarios deberían de recordar que el factor “gastos de personal” no puede tener el mismo peso que otros factores como el de “beneficios". Más que nada porque la dignidad humana está por encima de la dignidad del dinero. Es de justicia que quien invierte reciba beneficios por ello. No es de justicia que en tiempos de crisis se acuda siempre a la política de echar a la gente a la calle como medida fácil de evitar la reducción de beneficios o las pérdidas temporales. Quien durante muchos años ha ganado mucho puede asumir pérdidas durante cierto tiempo. No puede ser que los que siempre paguen el pato sean los trabajadores que antes han contribuido al enriquecimiento de la empresa. Tampoco es lógico que una postura sindical inamovible lleve a una empresa a la quiebra por no haber optado antes por soluciones intermedias.

Si en la economía de mercado el factor humano se deja a un lado, se convierte en un mecanismo de opresión. Pero nadie con dos dedos de frente puede pensar que las políticas socialistas y de puro estatalismo son mejores para el bien común que una economía de mercado con una regulación equilibrada.

Por último, creo que la huelga es un derecho del que se ha abusado demasiado en el último siglo. En tiempos de crisis lo que hay que hacer es trabajar más, no menos. Si los que tienen todavía el privilegio de contar con un trabajo hacen huelga, aunque sea por un solo día, no sólo no estarán favoreciendo a los desempleados, sino que se estarán perjudicando a sí mismos. La huelga ha de ser el último recurso ante situaciones de clara injusticia. No puede convertirse en una herramienta de chantaje, como de hecho ocurre con frecuencia. Y, desde luego, creo que no es la respuesta adecuada para oponerse a una reforma que, por más que se diga lo contrario, no deja de ser moderada. Quizás demasiado moderada para los fines que busca.

Luis Fernando Pérez