ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 18 de septiembre de 2010

El Papa en Gran Bretaña

En Hyde Park, el Papa reconoce un nuevo martirio: ser ridiculizado

Arzobispo de Canterbury: un viaje papal más allá de toda expectativa

Trescientos peregrinos de misión con el Papa de Escocia a Inglaterra

El viaje del Papa “supera las expectativas”

Más aplausos que burlas en la visita del Papa a Londres

Benedicto XVI se reúne con un grupo de víctimas de abusos sexuales

El Papa vuelve a condenar los abusos sexuales por parte de clérigos

Benedicto XVI a los jóvenes: cada día hay que optar por el amor

Benedicto XVI recuerda a los galeses su tradición cristiana

La atención a los ancianos no es generosidad, sino gratitud; asegura el Papa

Por primera vez el Papa recibe a encargados de prevenir abusos de menores

Mundo

María Purísima de la cruz, beatificada doce años después de su muerte

Documentación

El Papa en Gran Bretaña: Vigilia en el Hyde Park de Londres

El Papa en Gran Bretaña: niños protegidos en la Iglesia

El Papa en Gran Bretaña: los ancianos, una bendición para la sociedad

El Papa en Gran Bretaña: saludo a los católicos galeses

El Papa en Gran Bretaña: Somos valiosos a los ojos de Dios

El Papa en Gran Bretaña: La Eucaristía, corazón de la Iglesia


El Papa en Gran Bretaña


En Hyde Park, el Papa reconoce un nuevo martirio: ser ridiculizado
Presenta el ejemplo de John Henry Newman en la víspera de su beatificación
LONDRES, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- La vida del cardenal John Henry Newman (1801-1890) muestra que  "la pasión por la verdad, la honestidad intelectual y la auténtica conversión son costosas", dijo en la noche de este sábado el Papa Benedicto XVI durante la vigilia de oración por la beatificación de ese purpurado británico.

El acto de oración tuvo lugar en el Hyde Park, ubicado en el sector Westminster, en pleno corazón Londres, reunión a 80 mil personas, en buena parte jóvenes.

Tras la lectura de las Bienaventuranzas, Benedicto XVI en su homilía compartió a los asistentes la influencia que Newman ha ejercido en su vida y su pensamiento: este anglicano que pasó a formar parte de la Iglesia católica "nos invita a examinar nuestras vidas, para verlas en el amplio horizonte del plan de Dios y crecer en comunión con la Iglesia de todo tiempo y lugar".

Una vida al servicio de la Verdad

El Papa destacó la lucha constante que afrontó el venerable siervo de Dios contra la tendencia de reducir la fe a la esfera privada y a una percepción meramente subjetiva. Una lucha que ofrece grandes enseñanzas para el tiempo presente, "cuando un relativismo intelectual y moral amenaza con minar la base misma de nuestra sociedad".

Newman, siguió diciendo, recuerda que el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, tiene un llamado especial: "conocer la verdad, y encontrar en esta verdad nuestra libertad última y el cumplimiento de nuestras aspiraciones humanas más profundas".

Proclamar el Evangelio con valentía

"No podemos guardar para nosotros mismos la verdad que nos hace libres", exhortó el Papa, quien dijo que a ejemplo de Newman "hay que dar testimonio de ella", porque la verdad "pide ser escuchada". De hecho, el poder de convicción que tiene la verdad  "proviene de sí misma y no de la elocuencia humana o de los argumentos que la expongan".

Un nuevo martirio, la ridiculización

Señaló que "el precio que hay que pagar por la fidelidad al Evangelio ya no es ser ahorcado, descoyuntado y descuartizado", no obstante, quienes proclaman la fe con fidelidad en los tiempos actuales, no pocas veces deben pagar otro precio: "ser excluido, ridiculizado o parodiado".

Pero advirtió que no por eso la Iglesia "puede sustraerse a la misión de anunciar a Cristo y su Evangelio como verdad salvadora, fuente de nuestra felicidad definitiva como individuos y fundamento de una sociedad justa y humana".

Benedicto XVI invitó a los presentes a vivir con coherencia su fe, a ejemplo de Newman, pues la verdad se transmite "no sólo por la enseñanza formal", sino sobre todo "por el testimonio de una vida íntegra, fiel y santa".

Asimismo, el señaló que ante la crisis de fe de la sociedad actual, los cristianos no pueden "permitirse el lujo de continuar como si no pasara nada".

Advirtió que tampoco está bien confiar solamente "en que el patrimonio de valores transmitido durante siglos de cristianismo seguirá inspirando y configurando el futuro de nuestra sociedad".

"Sabemos que en tiempos de crisis y turbación Dios ha suscitado grandes santos y profetas para la renovación de la Iglesia y la sociedad cristiana", recordó el Papa. "Confiamos en su providencia y pedimos que nos guíe constantemente".

A los jóvenes

El Papa hizo un llamado especial a los jóvenes para que escuchen atentamente el llamado particular que hace el Señor a cada uno, sea dentro de la vida consagrada, el sacerdocio o dentro del sacramento del matrimonio: "Pedidle la generosidad de decir 'sí'. No tengáis miedo a entregaros completamente a Jesús. Él os dará la gracia que necesitáis para acoger su llamada".

Y les dio cita con motivo de la Jornada mundial de la Juventud, que se llevará a cabo en Madrid en agosto de 2011, asegurando que es "una magnífica ocasión para crecer en el amor a Cristo" y en una "gozosa vida de fe junto a miles de jóvenes. Espero ver a muchos de vosotros allí".

Al finalizar el discurso, la vigilia de oración continuó con la adoración del Santísimo Sacramento, las letanías del Sagrado Corazón. Posteriormente se elevó la oración Irradiating Christ y el coro entonó el canto Lead, kindly light, ambos compuestos por el cardenal Newman.

[El discurso íntegro del Papa puede leerse en http://www.zenit.org/article-36607?l=spanish]

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Arzobispo de Canterbury: un viaje papal más allá de toda expectativa
“La gente ha salido a la calle a manifestar su fe”
ROMA, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- “Creo que una de las mejores cosas sea precisamente la percepción de que muchas de las previsiones que se habían hecho han resultado erróneas”. Así lo afirmó hoy el Arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, al micrófono de Radio Vaticano.

“Lo principal que quiero decir – afirmó – es que ha sido una ocasión extremamente feliz y que la acogida que el Papa ha recibido de los obispos anglicanos, de la gente en la calle y naturalmente en Westminster Hall ha sido enormemente positiva. Y ciertamente la oración ecuménica de la tard en la Abadía fue intensamente conmovedora para todos los presentes”.

El viaje de Benedicto XVI, prosiguió, “ha sido una ocasión vedaderamente bendita, y la gente ha salido a las calles para manifestar su fe”.

“El conflicto es siempre una noticia mejor para un titular de periódico, que no la armonía – comentó –. Pero como muchas personas me han dicho en esta ocasión, cuando se piensa en que esto habría sido totalmente inimaginable hace 40 o 50 años, incluso al inicio del Concilio Vaticano II, claramente algo ha sucedido”.

“Y parte de este algo – añadió el Arzobispo de Canterbury – es una vuelta a las raíces, algo de lo que el Papa y yo hemos hablado en privado – son algunos de nuestros entusiasmos teológicos comunes – la herencia de los Padres y de nuevo el rezar juntos ante el sagrario de Eduardo el Confesor, mirando atrás a la época en la que las fronteras no eran las que existen ahora entre los critsianos – y todo esto es parte, creo, de un cuadro muy positivo”.

“Creo que es una pena que el mundo vea sólo las controversias o las pequeñas cosas negativas, mientras que el inmenso peso de la oración cotidiana, de la comprensión, del amor y de la amistad que hay entre nosotros pasa desapercibido”, observó.

Respecto, por otro lado, al encuentro privado con el Papa, Rowan Williams afirmó que los diálogos se han centrado no tanto en las relaciones entre anglicanos y católicos, como en la situación de los cristianos en Tierra Santa, de cara al próximo Sínodo de los Obispos sobre Oriente Medio, que se celebrará el próximo octubre en Roma.

“Hemos hablado de algunas de las grandes áreas de conflicto, en las que estamos intentando trabajar juntos – añadió –; de cómo las jerarquías católicas y anglicanas han trabajado juntas en Sudán, testigos y portadoras de paz, y de cuán urgente es reforzar todo esto. Hemos hablado también de la cuestión de cómo comprometerse en un diálogo racional con el mundo laico”.

“Mi oración y mi esperanza para esta visita – concluyó Williams – es que ayude a promover la fe en este país y ayude a la gente a reconocer a tantas personas absolutamente corrientes que creen en Dios, creen en la vida sacramental de la Iglesia y fundan su propia vida en todo esto”.



 

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Trescientos peregrinos de misión con el Papa de Escocia a Inglaterra
De Gran Bretaña, Italia, Holanda, Portugal y España
LONDRES, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Un grupo de unos 300 peregrinos del Camino Neocatecumenal procedentes de Gran Bretaña, Italia, Holanda, Portugal y España, compuesto por jóvenes y familias con niños, acompañados por cinco sacerdotes, siguen a Benedicto XVI en su visita apostólica por las diferentes ciudades del Reino Unido.

ZENIT ha recogido la experiencia de los catequistas del Camino Neocatecumenal en Gran Bretaña, que han guiado esta peregrinación, Lorenzo y Maurizia Lees, un matrimonio con diez hijos, y del padre Maurizio Pallù, presbítero de la diócesis de Roma.
 

 "Nosotros queríamos vivir lo que se lee en el Evangelio, cuando el Señor envía a sus discípulos a los pueblos que iba a visitar para que prepararan a las personas para acogerlo", explica Lorenzo Lees, que vive en Londres.

"Estamos convencidos de que la visita del Papa es para Gran Bretaña un auténtico acontecimiento, en el que Jesús viene a visitarla", añade.

De Inglaterra viajaron en autobús hacia Escocia para dar la bienvenida el 16 de septiembre al Papa, y en el camino se detuvieron en Saint Helen, cerca de Liverpool, para celebrar la misa y rezar ante la tumba del beato Domenico Barberi.

"Este sacerdote pasionista, gran apóstol de Inglaterra del siglo XIX, nos ha inspirado en este recorrido. Recibió a John Henry Newman en la Iglesia católica, en 1845. Predicó cien misiones en cinco años, gastándose para que Cristo fuera conocido y amado", explica el padre Maurizio.

"Su presencia fue muy importante para los obreros de las Midlands, en tiempos de la revolución industrial, pero también para muchos anglicanos, que atraídos por su santidad pedían ser recibidos en la Iglesia católica", subraya el presbítero.

"Obviamente John Henry Newman, a quien el Papa beatificará este domingo en Birmingham, ha sido el punto de referencia más intenso de nuestra peregrinación --reconoce--. Su valentía para anunciar la verdad y su visión profética nos han dado fuerza para salir a las calles a llevar el gozoso anuncio de Jesucristo Resucitado", indica el sacerdote.

Durante las ocho horas de viaje en autobús, los peregrinos rezaron Laudes y leyeron algunos pasajes de los sermones de Newman para abrir después un debate con los jóvenes sobre esos textos, en el que expusieron sus preguntas.

"Hemos tenido un diálogo muy bello en el que se ha podido ver la actualidad y la profundidad de las intuiciones proféticas del cardenal Newman, y cómo los jóvenes son atraídos por lo que es verdadero y bello", dice Lees.

"Uno de los temas que más nos ha impresionado ha sido cuando Newman habla de quién son los verdaderos cristianos y qué es la verdadera santidad. No se trata de tener mucho entusiasmo o sentimientos; la santidad consiste sobre todo en acciones realizadas en secreto por amor al Señor. Los santos son despreciados del mundo, pero atraen y de este modo llevan a Dios", explica el catequista.

El 15 de septiembre, por la mañana, los peregrinos se reunieron en la iglesia benedictina de San Columba, en Glasgow, donde rezaron laudes y recibieron el sacramento de la Reconciliación con confesiones privadas, en una celebración presidida por el párroco, el padre Euan, junto con otros diez sacerdotes.

"La escucha de la Palabra de Dios y recibir el perdón de los pecados en el sacramento nos ha ayudado a salir al encuentro de los demás", reconoce Lees.

"Pasamos la tarde en el centro de Glasgow, en las calles y plazas de St Enochs y de George Square, llevando banderas vaticanas y pancartas de bienvenida al Papa. Bailamos haciendo un círculo, cantando salmos y cánticos espirituales con guitarras, tambores, címbalos y trompetas. Algunos hablábamos con las personas que se acercaban movidas por la curiosidad".

"Hablamos de argumentos existenciales que en general no se afrontan --explica el padre Maurizio--: la vida, la muerte, el sufrimiento y el miedo. En un mundo que se ha liberado de todos los tabús sexuales, pero que ha perdido la presencia de Dios, se acontenta con sobrevivir en vez de vivir. El anuncio director del Evangelio nos ha permitido entrar rápidamente en sintonía con muchas personas".

"No ha faltado quien se profesaba ateo o ha expresado sentimientos de amargura o de hostilidad ante la Iglesia católica por lo que la Iglesia dice sobre la moral sexual y la defensa de la vida; algunos han hablado de los escándalos de pedofilia. Ya el hecho de poder hablar de las propias decepciones y sufrimientos, ayudaba a algunos a tranquilizarse y a escuchar el anuncio del Evagenlio", explica el sacerdote.

Lorenzo Lees, satisfecho, constata: "Hemos podido cantar y bailar en estas plazas para mostrar la alegría de Cristo Resucitado a un mundo que ha perdido la esperanza y la alegría, alegría que es grande en las cosas pequeñas de la vida de cada día, porque el Señor la llena de su amor".

Los peregrinos acogieron el 16 de septiembre en Escocia al Santo Padre participando en la Eucaristía, en la tarde, en el Bellahouston Park, el mismo lugar en el que la celebró, en 1982, Juan Pablo II.

"Fue un momento muy intenso. Nos impresionó en particular su exhortación dirigida a los jóvenes", explica Lees.

El Santo Padre les advirtió de que hay muchas tentaciones --"las drogas, el dinero, el sexo, la pornografía, el alcohol"--, "que el mundo os dice que os traerán la felicidad, pero que son cosas que destruyen y dividen".

Pero, "sólo hay una cosa que perdura, el amor de Jesucristo personalmente para cada uno de vosotros", dijo Benedicto XVI.

Después de la misa, los peregrinos subieron al autobús para viajar durante toda la noche y seguir al Santo Padre en su misión por Inglaterra, que comenzó en Londres.

"En los Hechos de los Apóstoles, la sombra de Pedro curaba a los enfermos a los lados del camino. Estamos seguros de que el paso del sucesor de Pedor en esta nación podrá curarnos de nuestras enfermedades y ayudarnos a seguir a Cristo en su misión", concluye Lees.

Por Jesús Colina

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El viaje del Papa “supera las expectativas”
El portavoz vaticano asegura que la alerta terrorista no preocupa

LONDRES, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI esta sumamente contento por la acogida que está recibiendo en su visita a Gran Bretaña, que "supera las expectativas", asegura el portavoz de la Santa Sede.

El padre Federico Lombardi, S.I., director de la Oficina de Información, ha explicado que el éxito de este viaje "está sobre todo en una escucha interior, una disponibilidad a recibirle como persona y por el mensaje que trae" por parte de las personas que están participando en los encuentros.

De hecho, aclara el portavoz --citando palabras pronunciadas por el pontífice en el avión que le llevaba a Edimburgo el jueves pasado-- su objetivo es ser "transparencia de Cristo", es decir, "llevar un mensaje positivo que procede del Evangelio del Señor". 

"Esto está teniendo lugar, por encima de las expectativas, en lo que se refiere a la alegría de la escucha", considera el padre Lombardi. "Se dan manifestaciones contrarias, que estaban ampliamente previstas y que son mucho más limitadas de lo que quizá se podía esperar". 

El portavoz ha confirmado la tranquilidad tanto del Papa como de los organizadores tras el arresto de cinco personas este viernes, en el marco de una investigación de Scotland Yard en torno a un supuesto ataque terrorista contra la visita del Papa.

Las detenciones, ha aclarado, son "de carácter sencillamente preventivo" y no han presentado "motivos particulares de preocupación". De hecho, no se ha modificado "ni el desarrollo ni el espíritu del viaje por parte del Papa y de sus colaboradores".


 

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Más aplausos que burlas en la visita del Papa a Londres
El segundo día del viaje fue el más intenso y significativo
LONDRES, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Ayer fue el día más intenso e históricamente importante de la visita de Estado del Papa a Gran Bretaña.

El Pontífice realizó seis discursos, que dirigió a los profesores estudiantes, líderes religiosos y ecuménicos, y representantes civiles y políticos en las Cámaras del Parlamento.

Su discurso en el Westminster Hall, pronunciado poco después de las 5 de la tarde, fue el momento culminante de la visita de Estado. Las multitudes lo aclamaban mientras él realizó el corto trayecto en papamóvil hasta la Puerta de San Esteban, la entrada del Palacio de Westminster, al que a veces se ha llamado la madre de todos los parlamentos.

A su llegada fue recibido por John Bercow, Speaker de la Cámara de los Comunes, un cargo que una vez detentó santo Tomás Moro, patrono de los políticos, que fue juzgado y condenado en Westminster Hall. Con una fanfarria, los trompetistas del Estado anunciaron la llegada del Papa a la cámara.

Como el Speaker recordó a los presentes en su discurso de bienvenida, esta ha sido la primera visita del Sucesor de Pedro al Parlamento británico – un hecho que por sí solo tiene un significado histórico, y que habría sido "inconcebible" no hace mucho tiempo.

En el discurso del Santo Padre, pronunciado ante cuatro ex primeros ministros de Gran Bretaña, líderes de la Iglesia y representantes de otras religiones, el Pontífice volvió a hablar sobre un tema cercano a su corazón: la importancia de la fe y la razón. Habló de "signos preocupantes" de que la fe está siendo marginada en la sociedad, y destacó el papel que juega la religión en ayudar a los legisladores a descubrir "los principios morales."

Elogió el papel de Gran Bretaña en el desarrollo internacional, pero recordó que, de la misma manera que, dado que algunas instituciones financieras son "demasiado grandes para quebrar" y se han gastado grandes recursos para impedir que lo hagan, también el desarrollo humano de los pueblos del mundo no es menos importante, “una empresa digna de la atención del mundo, que es también 'demasiado grande para quebrar'".

Su discurso fue esencialmente una aplicación de su encíclica social Caritas in veritate, un recordatorio de que "toda decisión económica tiene una consecuencia moral", pero llevándola aún más lejos y aplicándola a la esfera política. Era, como un comentarista apunto, "una llamada a la unión, y un motivo - para que la religión no sea desechada por la sociedad laica".

Su acogida por los políticos en el Palacio de Westminster fue impresionante. "Nadie podría haber adivinado el calor que le mostraron," dijo el Padre Christopher Jamison, hasta hace poco tiempo abad de la Abadía de Worth, en Sussex. "Su discurso fue muy significativo para el país”. También fue muy oportuno. El nuevo gobierno de coalición está acpetando el papel de la fe en la sociedad, con un ministro diciendo recientemente que la nueva administración "le va a Dios".

El primer día del Papa en Londres comenzó con una misa privada en la Nunciatura, donde el Papa reside. Primero hizo una visita al St. Mary's University College en Twickenham, un respetado colegio católico de formación de profesores, donde fue recibido por un gran número de enfervorizados escolares. Habló de la importancia de la sabiduría en la enseñanza, invitó a los estudiantes de las escuelas católicas para que sean santos, y entren en relación con Dios en lugar de seguir la cultura de la celebridad, la fama o simplemente la riqueza.

Después se reunió con líderes interreligiosos, durante el cual se supo la noticia de que 6 personas habían sido detenidas por la policía de Londres bajo la sospecha de tramar un plan para atacar al Papa. El Santo Padre fue informado de las noticias durante la mañana. El padre Federico Lombardi, restó importancia a la noticia, diciendo que la situación no era "especialmente peligrosa".

Un almuerzo en la nunciatura apostólica y un breve descanso fue seguido por una caravana de vehículos a través de Londres hasta Lambeth Palace, la residencia oficial del arzobispo de Canterbury. Después del discurso de Westminster Hall, hubo un último momento para la historia cuando el Papa rezó con el arzobispo de Canterbury ante la tumba de San Eduardo el Confesor en la abadía de Westminster, una iglesia que el santo había construido.

Al 100% con el Papa

La atmósfera alrededor de Westminster estuvo animada durante todo el día, con los fieles expresando su apoyo al Santo Padre, y unos pocos manifestantes que intentaron ahogar los gritos con abucheos. No tuvieron éxito. Demasiados simpatizantes tras las barricadas iban gritando su apoyo: Un grupo de mujeres del Camino Neocatecumenal cantó "Aleluya", mientras que otros sostenían pancartas que decían: "Te queremos, Papa" y "Estamos al 100% con el Papa".

Alrededor de 30 defensores de las mujeres sacerdotes se habían reunido ante el Palacio de Lambeth, mientras que Benedicto XVI se reunía con el arzobispo de Canterbury. Entre ellos se encontraba Peter Tatchell, activista de los derechos homosexuales, que ha sido uno de los líderes de la campaña "Protesta contra el Papa". Después de haber atraído la atención de todos los medios, Tatchell quiso restar importancia a hablar de grandes protestas, diciendo que ahora sólo esperaba los grupos pequeños.

Pero a pesar de toda la militancia de Tatchell, éste no está completamente cerrado al diálogo. Me dijo que entendía de dónde venía el Papa en cuestiones con las que no está de acuerdo; simplemente cree que está equivocado. Sin embargo, afirmó que apoya la libertad religiosa, e incluso protestó en nombre de la Iglesia en favor de la libertad religiosa en Arabia Saudita.

Sin embargo, un grupo más duro de manifestantes con el que lidiar fueron los protestantes de la Free Church. Un grupo de miembros en su mayoría ancianos de la Protestant Church Society se habían reunido frente a la Abadía de Westminster para gritar contra el Papa. A todas mis preguntas sobre si estaban dispuestos a escuchar al Papa, estaban abiertos a la lectura de sus obras, o a organizarse en valores comunes, la respuesta fue directa: "No".

Pero el ambiente era de buen humor con un montón de bromas entre ellos y al pasar los sacerdotes católicos. Un gran letrero diciendo "No al papismo" fue interpretado de forma que un sacerdote inglés le dio una ovación calurosa y le hizo una foto. "¡Es bueno ver auténticos protestantes a la antigua por aquí!" bromeó.

Muchos de los católicos que llevaban banderas y pancartas en la multitud dijeron que estaban encantados con la forma en que estaba transcurriendo la medida de la visita se ha ido. El consenso es que el índice de participación ha sido bueno y que ha habido un gran sentido de entusiasmo entre los fieles.

La amabilidad de los anglicanos tampoco ha pasado desapercibida. "Han sido muy generosos y amables", dijo el padre Jamison.

Por Edward Pentin, traducción del inglés por Inma Álvarez




 

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Benedicto XVI se reúne con un grupo de víctimas de abusos sexuales
Asegura que la Iglesia católica colabora con las autoridades civiles
ROMA, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Hoy sábado, el Papa Benedicto XVI encontró, en la nunciatura apostólica de Londres, a un grupo de personas víctimas de abusos sexuales por parte de miembros del clero.

“El Santo Padre – comunica una nota oficial hecha pública por la Santa Sede – se conmovió escuchando las historias de las víctimas, y expresó profundo dolor y vergüenza por los sufrimientos suyos y de sus familias”.

El Papa “rezó con ellos y les aseguró que la Iglesia católica, además de poner en marcha medidas eficaces para la protección de los jóvenes, está haciendo todo lo posible para comprobar las acusaciones, para colaborar con las autoridades civiles y para entregar a la justicia al clero y a los religiosos acusados de estos graves crímenes”.

“Como en otras ocasiones – afirma la nota – rezó para que todas las víctimas de abusos puedan experimentar la curación y la reconciliación y consigan superar su propia angustia pasada y presente con serenidad y nueva esperanza para el futuro”.

“Tras este encuentro – concluye el comunicado –, el Santo Padre hablará con un grupo de profesionales y de voluntarios que se dedican a la protección de los niños y los jóvenes en ambiente eclesiástico”.



 



 

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El Papa vuelve a condenar los abusos sexuales por parte de clérigos
“Preocupaos por las víctimas, compadeceos de vuestros sacerdotes
LONDRES, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI afirmó que el abuso de menores, “especialmente por los ministros de la Iglesia”, ha causado un “inmenso sufrimiento” y “gran vergüenza” a la Iglesia.

Así lo afirmó durante la homilía que pronunció hoy en la misa votiva a la Preciosísima Sangre en la catedral católica de Westminster, en el tercer día de su viaje a Gran Bretaña, y después de un breve encuentro con el Primer Ministro, David Cameron, con el Vice-primer Ministro Nick Clegg, y con la representante de la oposición, Harriet Harman. .

El Papa, durante la homilía, quiso manifestar, “por encima de todo”, su “profundo pesar a las víctimas inocentes de estos crímenes atroces, junto con mi esperanza de que el poder de la gracia de Cristo, su sacrificio de reconciliación, traerá la curación profunda y la paz a sus vidas”.

“Asimismo, reconozco con vosotros la vergüenza y la humillación que todos hemos sufrido a causa de estos pecados”, añadió.

Sin embargo, si se presenta al Señor, “este castigo contribuirá a la sanación de las víctimas, a la purificación de la Iglesia y a la renovación de su inveterado compromiso con la educación y la atención de los jóvenes”.

También agradeció “los esfuerzos realizados para afrontar este problema de manera responsable, y os pido a todos que os preocupéis de las víctimas y os compadezcáis de vuestros sacerdotes”.

Preciosísima Sangre”

El Papa centró su reflexión en el enorme crucifijo que corona la nave central de la catedral, a cuya sombra, quiso profundizar en el misterio de la Preciosa Sangre.

“La efusión de la sangre de Cristo es la fuente de la vida de la Iglesia”, afirmó Benedicto XVI. “La Iglesia en todo tiempo y lugar celebra la Eucaristía hasta que el Señor vuelva en la gloria, alegrándose de su presencia sacramental y aprovechando el poder de su sacrificio salvador para la redención del mundo”.

La realidad del sacrificio eucarístico “ha estado siempre en el corazón de la fe católica; cuestionada en el siglo XVI, fue solemnemente reafirmada en el Concilio de Trento en el contexto de nuestra justificación en Cristo”.

“Aquí en Inglaterra, como sabemos, hubo muchos que defendieron incondicionalmente la Misa, a menudo a un precio costoso, incrementando la devoción a la Santísima Eucaristía, que ha sido un sello distintivo del catolicismo en estas tierras”, añadió el Papa.

Este misterio “también se refleja en nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo que aun hoy sufren discriminación y persecución por su fe cristiana”, así como “en el sufrimiento de cada cristiano que diariamente une sus sacrificios a los del Señor para la santificación de la Iglesia y la redención del mundo”.

Presencia cristiana

Este misterio de la redención debe “llegar al mundo”, insistió el Papa. “El Concilio Vaticano II habló elocuentemente sobre el papel indispensable que los laicos deben desempeñar en la misión de la Iglesia”.

Esta exhortación conciliar bebe, afirmó el Papa, “de las intuiciones y enseñanzas de John Henry Newman”.

En este sentido, auguró que las ideas de Newman “sigan inspirando” a los cristianos, para que “trabajen decididamente en la defensa de las verdades morales inmutables que, asumidas, iluminadas y confirmadas por el Evangelio, fundamentan una sociedad verdaderamente humana, justa y libre”.

La sociedad contemporánea “necesita este testimonio”, afirmó, pues “uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos hoy es cómo hablar de manera convincente de la sabiduría y del poder liberador de la Palabra de Dios a un mundo que, con demasiada frecuencia, considera el Evangelio como una constricción de la libertad humana, en lugar de la verdad que libera nuestra mente e ilumina nuestros esfuerzos para vivir correcta y sabiamente, como individuos y como miembros de la sociedad”.

El Papa concluyó augurando que los católicos ingleses de hoy “se unan a los creyentes que a lo largo de la historia del cristianismo en esta tierra han edificado una sociedad verdaderamente digna del hombre, digna de las más nobles tradiciones de vuestra nación”.



 

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Benedicto XVI a los jóvenes: cada día hay que optar por el amor
Les invita a la oración y al silencio para descubrir “el verdadero yo”
LONDRES, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Para poder descubrir el verdadero yo de cada uno y poder encontrar a Dios son necesarios el silencio y la oración, afirmó hoy el Papa Benedicto XVI, a los jóvenes que le esperaban fuera de la catedral de Westminster.

Miles de jóvenes de toda Gran Bretaña siguieron, a través de pantallas gigantes, la Misa celebrada por el Papa en la catedral católica de Westminster. Al término de la celebración, Benedicto XVI salió al atrio para desde allí saludarles y dirigirles un breve discurso.

Recordando el lema de este viaje, "El corazón habla al corazón", el Papa pidió a los jóvenes que “miren en el interior de su propio corazón”, que piensen “en todo el amor que su corazón es capaz de recibir, y en todo el amor que es capaz de ofrecer”.

“Hemos sido creados para recibir amor, y así ha sido”, afirmó el Papa, exhortando ante todo a los jóvenes a “agradecer a Dios el amor que ya hemos conocido, el amor que nos ha hecho quienes somos, el amor que nos ha mostrado lo que es verdaderamente importante en la vida”.

“Necesitamos dar gracias al Señor por el amor que hemos recibido de nuestras familias, nuestros amigos, nuestros maestros, y todas las personas que en nuestras vidas nos han ayudado a darnos cuenta de lo valiosos que somos a sus ojos y a los ojos de Dios”.

El hombre también ha sido creado para amar, prosiguió el Papa. “A veces esto parece lo más natural, especialmente cuando sentimos la alegría del amor, cuando nuestros corazones rebosan de generosidad, idealismo, deseo de ayudar a los demás y construir un mundo mejor”.

“Pero otras veces constatamos que es difícil amar; nuestro corazón puede endurecerse fácilmente endurecido por el egoísmo, la envidia y el orgullo”.

El amor, explicó el Papa, “es el fruto de una decisión diaria. Cada día hemos de optar por amar, y esto requiere ayuda”.

Por ello, exhortó a los jóvenes a “dedicar tiempo a Jesús en la oración”.

“La verdadera oración, requiere disciplina; requiere buscar momentos de silencio cada día. A menudo significa esperar a que el Señor hable”.

“Incluso en medio del "ajetreo" y las presiones de nuestra vida cotidiana, necesitamos espacios de silencio, porque en el silencio encontramos a Dios, y en el silencio descubrimos nuestro verdadero ser”, añadió el Papa.

Cuando esto sucede, concluyó, “al descubrir nuestro verdadero yo, descubrimos la vocación particular a la cual Dios nos llama para la edificación de su Iglesia y la redención de nuestro mundo”.



 



 

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Benedicto XVI recuerda a los galeses su tradición cristiana
Tras bendecir un mosaico dedicado a su patrón, san David
LONDRES, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- “Que el mensaje de san David, en toda su sencillez y riqueza, siga resonando hoy en Gales, atrayendo los corazones de sus gentes hacia un renovado amor por Cristo y su Iglesia”.

Fue el augurio del Papa Benedicto XVI hoy, tras bendecir en la catedral de Westminster, al término de la misa, un mosaico sobre san David (Dewi Saint), patrón de los galeses.

Con este gesto, y con el encendido de una vela ante la imagen de la virgen de Cardigan, una de las advocaciones más queridas por los galeses, quiso expresar el Papa su cercanía a los católicos de esta región, que no podrá visitar durante este viaje apostólico.

El Papa quiso recordar las antiguas raíces cristianas de Gales, así como su tradicional devoción a la Virgen.

“San David, uno de los grandes santos del siglo sexto, edad dorada para estas islas por los santos y misioneros, fue fundador de la cultura cristiana que está en el origen de la Europa moderna”, y cuya predicación “fue sencilla, pero profunda: Estad alegres, mantened la fe y cumplid las cosas pequeñas”.

Benedicto XVI auguró que “el mensaje de san David, en toda su sencillez y riqueza, siga resonando hoy en Gales, atrayendo los corazones de sus gentes hacia un renovado amor por Cristo y su Iglesia”.

Además, afirmó el Papa, a lo largo de la historia, “el pueblo galés se ha distinguido por su devoción a la Madre de Dios; así se evidencia por los numerosos lugares que en Gales se llaman «Llanfair», Iglesia de María”.

“Lamentablemente, no me ha sido posible ir a Gales durante esta visita. Pero confío que esta bella imagen, que ahora volverá al Santuario Nacional de Nuestra Señora en Cardigan, sea un recuerdo perdurable del profundo amor del Papa por el pueblo galés”, concluyó.



 

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La atención a los ancianos no es generosidad, sino gratitud; asegura el Papa
Al visitar una residencia en el distrito londinense de Lambeth
LONDRES, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).-La atención a los ancianos no es un acto de solidaridad sino de gratitud, aclaró Benedicto XVI este sábado en la tarde al visitar una residencia de ancianos en el distrito londinense de Lambeth.

En las palabras que el pontífice dirigió a los ancianos, así como a las Hermanitas de los Pobres que los atienden, calificó a las personas mayores como "una bendición para la sociedad".

"Puesto que los avances médicos y otros factores permiten una mayor longevidad, es importante reconocer la presencia de un número creciente de ancianos como una bendición para la sociedad", dijo el Papa al explicar el motivo por el que había incluido en la agenda de su peregrinación por el Reino Unido esta visita.

"Cada generación puede aprender de la experiencia y la sabiduría de la generación que la precedió. En efecto, la prestación de asistencia a los ancianos se debería considerar no tanto un acto de generosidad, cuanto la satisfacción de una deuda de gratitud", afirmó.

A los ancianos presentó como ejemplo los últimos años de vida de Juan Pablo II; quien "sufrió de forma muy notoria en los últimos años de su vida".

"Todos teníamos claro que lo hizo en unión con los sufrimientos de nuestro Salvador. Su buen humor y paciencia cuando afrontó sus últimos días fueron un ejemplo extraordinario y conmovedor para todos los que debemos cargar con el peso de la avanzada edad".

Luego el mismo Benedicto XVI se presentó "como un hermano que conoce bien las alegrías y fatigas que llegan con la edad".

"Nuestros largos años de vida nos ofrecen la oportunidad de apreciar, tanto la belleza del mayor don que Dios nos ha dado, el don de la vida, como la fragilidad del espíritu humano".

"A quienes tenemos muchos años se nos ha dado la maravillosa oportunidad de profundizar en nuestro conocimiento del misterio de Cristo, que se humilló para compartir nuestra humanidad".

Los años de la vejez, aseguró, "constituyen una oportunidad de recordar en la oración afectuosa a cuantos hemos querido en esta vida, y de poner lo que hemos sido y hecho ante la misericordia y la ternura de Dios".

La comunidad de las Hermanitas de los Pobres, fundadas por santa Jeanne Jugan, está presente en este barrio de Londres desde 1863 atendiendo a ancianos.

[El discurso íntegro del Papa pude leerse en: http://www.zenit.org/article-36603?l=spanish]


 


 

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Por primera vez el Papa recibe a encargados de prevenir abusos de menores
Aplican indicaciones de autoridades civiles y eclesiásticas

LONDRES, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- El viaje de Benedicto XVI al Reino Unido creó un tipo de encuentro sin precedentes para un pontífice al recibir fuera de Roma a un grupo de profesionales y voluntarios que se dedican a la protección de niños y jóvenes en el ambiente eclesiástico.

El encuentro, que no había sido anunciado en el programa, tuvo lugar al final de la visita que el pontífice realizó a la residencia de ancianos San Pedro de Londres.

En las palabras que les dirigió, el pontífice recordó que "la Iglesia tiene una larga tradición de cuidar a los niños desde su más temprana edad hasta la madurez, siguiendo el ejemplo del afecto de Cristo, que bendijo a los niños que le presentaban, y que enseñó a sus discípulos que, de quienes son como aquellos, es el Reino de los Cielos".

El Papa reconoció el trabajo que realizan estas personas para asegurarse de que en los ambientes eclesiales se aplican las directivas que tanto las autoridades civiles como las eclesiales han establecido para que se garantice un ambiente sereno a todo niño.

"En nombre de los muchos niños a quienes servís y de sus padres, permitidme que os dé las gracias por el buen trabajo que habéis realizado y que seguís realizando en este campo", les dijo.

Reconoció, por otra parte, que "es deplorable que, en neta contradicción con la larga tradición de la Iglesia de cuidar a los niños, éstos hayan sufrido abusos y malos tratos por parte de algunos sacerdotes y religiosos".

"Todos nos hemos concienciado mucho más de la necesidad de proteger a los niños, y vosotros sois una parte importante de la respuesta de amplio alcance que la Iglesia está dando a este problema".

"Aunque nunca podremos estar satisfechos del todo, el crédito se debe dar cuando es merecido: hay que reconocer los esfuerzos de la Iglesia en este país y en otros lugares, especialmente en los últimos diez años, para garantizar la seguridad de niños y jóvenes y para mostrarles respeto a medida que se encaminan a la madurez", concluyó.


 

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Mundo


María Purísima de la cruz, beatificada doce años después de su muerte
Se trata de la superiora de las Hermanas de la Compañía de la Cruz de Sevilla
ROMA, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Su postulador, el padre Alfonso Ramírez Peralbo OFMCap la define como  “la humildad personificada”. Se trata de la madre María Purísima de la cruz, quien murió el 31 de octubre de 1998, beatificada hoy en Sevilla, por monseñor Angelo Amato, prefecto para la Congregación de la Causa de los Santos, en representación del Papa Benedicto XVI. 

“En la casa de Dios no hay oficios bajos, todos son altos”, era la frase que solía repetir la futura beata, quien durante 22 años fue la superiora general de las Hermanas de la Compañía de la Cruz de Sevilla, fundada en 1875 por Santa Ángela de la Cruz.

Su nombre de pila es María Isabel Salvat Romero. Nació en 1926 en Madrid, en el seno de una familia acomodada y profundamente religiosa.  En 1936 al estallar la Guerra Civil Española se trasladó a Portugal y después de dos años regresó a su patria.

Al descubrir su vocación a la vida religiosa, ingresó en 1944 en el Instituto de las Hermanas de la Compañía de la Cruz de Sevilla. En una documentación enviada a ZENIT el padre Ramírez asegura que durante el período de formación, la futura beata manifestó “el amor a la pobreza, un comportamiento humilde y un espíritu de obediencia desinteresado y convencido”.

Luego pasó a dirigir el colegio de Lopera, cerca de Jaén. En 1966 fue llamada a la casa Madre de Sevilla donde sirvió como auxiliar de noviciado y luego como maestra de novicias.

Dos años más tarde la Congregación hizo la experiencia de vivir en Provincias y ella fue nombrada Provincial de una de estas. Esta experiencia no tuvo aceptación y, por consiguiente no prosperó; luego fue Consejera General, después aún Superiora de la comunidad de Villanueva del Río y Minas (Sevilla) y en el 1977 fue elegida Madre General del Instituto.

Durante su generalato fue beatificada su fundadora Ángela de la Cruz (noviembre de 1982), quien fue canonizada en 2003. La madre María Purísima de la Cruz también recibió en su casa a Juan Pablo II quien fue a visitarlas después de presidir la ceremonia de beatificación.

Pese a que siempre desempeñó cargos importantes en su comunidad, la futura beata nunca se vanaglorió por ello: “Su ideal era siempre pasar sin hacer ruido, procuraba llamar la atención lo menos posible; no quiso nunca aparecer, buscaba siempre los puestos más bajos”, dice el padre Ramírez.

“Era la primera en tirarse al suelo para fregar”, recuerda su postulador. “Estando siempre al quite para hacer los trabajos más humildes, arremangándose con prontitud para lavar a los enfermos pordioseros, amortajar a los ancianos más pobres, bajando hasta las cuevas más recónditas de los que sufren, amiga del barro donde viven los pobres, de los bohíos de los marginados, de la gente solitaria, limpiando los servicios de la casa sin que las hermanas se percataran de ello”, cuenta.

Según el padre Alfonso Ramírez, una de sus principales virtudes fue la fidelidad al carisma iniciado por la fundadora, el cual vivió “no como una cansada repetición de fórmulas ensayadas, sino como un deseo de creatividad para ir al encuentro de las exigencias que el Señor le iba haciendo comprender”.

Se preocupaba por la formación permanente de las hermanas, especialmente de quienes tuvieran problemas o desorientaciones en su vocación “su testimonio de vida constituyó un punto seguro de referencia para muchas de ellas”, asegura el padre Ramírez, quien destacó también su actitud maternal ante sus hermanas de comunidad: “sabía corregir con cariño y comprensión, poniéndose siempre a la altura de la otra persona”.

Fue tal el crecimiento vocacional que tuvo la comunidad bajo la autoridad de la futura beata que tuvo la tarea que abrir nuevas casas en algunas localidades de España como Puertollano, Huelva, Cádiz, Lugo, Linares, Alcázar de S. Juan. También en Reggio Calabria, Italia.

Para su postulador, una de las principales cualidades fue “su personalidad serena y jovial” la cual “contribuía a crear un clima de confianza y de comunión”. Dones que iban acompañados de una intensa vida espiritual, “vivida con clara conciencia de la presencia de Dios y en la constante búsqueda de su voluntad, y alimentada en las fuentes de la oración y de la contemplación”.

“No nos permitamos el descanso, sigamos en la brecha”, decía ella. “El amor a Jesucristo es nuestro ideal, y acudiendo constantemente a él su gracia nunca nos faltará”.

En 1994 le fue diagnosticado un tumor maligno y tuvo que ser operada. “Afrontó la enfermedad con gran docilidad a la voluntad de Dios y con fortaleza de ánimo y durante cuatro años continuó generosamente con su actividad”. Murió el 31 de octubre de 1998.

“Cuanto más tiempo pasa más nos convencemos de que sólo Dios permanece y que el agradarle debe ser nuestra única misión”, dijo la futura beata.

Por Carmen Elena Villa

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Documentación


El Papa en Gran Bretaña: Vigilia en el Hyde Park de Londres
Vigilia de oración para la beatificación del cardenal Newman
LONDRES, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que pronunció hoy el Papa Benedicto XVI durante la celebración de la Vigilia de oración por la beatificación del cardenal John Henry Newman, en el Hyde Park de Londres.



 

* * *

Hermanos y hermanas en Cristo:

Ésta es una noche de alegría, de gozo espiritual inmenso para todos nosotros. Nos hemos reunido aquí en esta vigilia de oración para preparar la Misa de mañana, durante la que un gran hijo de esta nación, el cardenal John Henry Newman, será declarado beato. Cuántas personas han anhelado este momento, en Inglaterra y en todo el mundo. También es una gran alegría para mí, personalmente, compartir con vosotros esta experiencia. Como sabéis, durante mucho tiempo, Newman ha ejercido una importante influencia en mi vida y pensamiento, como también en otras muchas personas más allá de estas islas. El drama de la vida de Newman nos invita a examinar nuestras vidas, para verlas en el amplio horizonte del plan de Dios y crecer en comunión con la Iglesia de todo tiempo y lugar: la Iglesia de los apóstoles, la Iglesia de los mártires, la Iglesia de los santos, la Iglesia que Newman amaba y a cuya misión dedicó toda su vida.

Agradezco al Arzobispo Peter Smith sus amables palabras de bienvenida en vuestro nombre, y me complace vivamente ver a tantos jóvenes presentes en esta vigilia. Esta tarde, en el contexto de nuestra oración común, me gustaría reflexionar con vosotros sobre algunos aspectos de la vida de Newman, que considero muy relevantes para nuestra vida como creyentes y para la vida de la Iglesia de hoy.

Permitidme empezar recordando que Newman, por su propia cuenta, trazó el curso de toda su vida a la luz de una poderosa experiencia de conversión que tuvo siendo joven. Fue una experiencia inmediata de la verdad de la Palabra de Dios, de la realidad objetiva de la revelación cristiana tal y como se recibió en la Iglesia. Esta experiencia, a la vez religiosa e intelectual, inspiraría su vocación a ser ministro del Evangelio, su discernimiento de la fuente de la enseñanza autorizada en la Iglesia de Dios y su celo por la renovación de la vida eclesial en fidelidad a la tradición apostólica. Al final de su vida, Newman describe el trabajo de su vida como una lucha contra la creciente tendencia a percibir la religión como un asunto puramente privado y subjetivo, una cuestión de opinión personal. He aquí la primera lección que podemos aprender de su vida: en nuestros días, cuando un relativismo intelectual y moral amenaza con minar la base misma de nuestra sociedad, Newman nos recuerda que, como hombres y mujeres a imagen y semejanza de Dios, fuimos creados para conocer la verdad, y encontrar en esta verdad nuestra libertad última y el cumplimiento de nuestras aspiraciones humanas más profundas. En una palabra, estamos destinados a conocer a Cristo, que es "el camino, y la verdad, y la vida" (Jn 14,6).

La vida de Newman nos enseña también que la pasión por la verdad, la honestidad intelectual y la auténtica conversión son costosas. No podemos guardar para nosotros mismos la verdad que nos hace libres; hay que dar testimonio de ella, que pide ser escuchada, y al final su poder de convicción proviene de sí misma y no de la elocuencia humana o de los argumentos que la expongan. No lejos de aquí, en Tyburn, un gran número de hermanos y hermanas nuestros murieron por la fe. Su testimonio de fidelidad hasta el final fue más poderoso que las palabras inspiradas que muchos de ellos pronunciaron antes de entregar todo al Señor. En nuestro tiempo, el precio que hay que pagar por la fidelidad al Evangelio ya no es ser ahorcado, descoyuntado y descuartizado, pero a menudo implica ser excluido, ridiculizado o parodiado. Y, sin embargo, la Iglesia no puede sustraerse a la misión de anunciar a Cristo y su Evangelio como verdad salvadora, fuente de nuestra felicidad definitiva como individuos y fundamento de una sociedad justa y humana.

Por último, Newman nos enseña que si hemos aceptado la verdad de Cristo y nos hemos comprometido con él, no puede haber separación entre lo que creemos y lo que vivimos. Cada uno de nuestros pensamientos, palabras y obras deben buscar la gloria de Dios y la extensión de su Reino. Newman comprendió esto, y fue el gran valedor de la misión profética de los laicos cristianos. Vio claramente que lo que hacemos no es tanto aceptar la verdad en un acto puramente intelectual, sino abrazarla en una dinámica espiritual que penetra hasta la esencia de nuestro ser. Verdad que se transmite no sólo por la enseñanza formal, por importante que ésta sea, sino también por el testimonio de una vida íntegra, fiel y santa; y los que viven en y por la verdad instintivamente reconocen lo que es falso y, precisamente como falso, perjudicial para la belleza y la bondad que acompañan el esplendor de la verdad, veritatis splendor.

La primera lectura de esta noche es la magnífica oración en la que San Pablo pide que comprendamos "lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano" (Ef 3,14-21). El apóstol desea que Cristo habite en nuestros corazones por la fe (cf. Ef 3,17) y que podamos comprender con todos los santos "lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo" de ese amor. Por la fe, llegamos a ver la palabra de Dios como lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro sendero (cf. Sal 119,105). Newman, igual que innumerables santos que le precedieron en el camino del discipulado cristiano, enseñó que la "bondadosa luz" de la fe nos lleva a comprender la verdad sobre nosotros mismos, nuestra dignidad como hijos de Dios y el destino sublime que nos espera en el cielo. Al permitir que brille la luz de la fe en nuestros corazones, y permaneciendo en esa luz a través de nuestra unión cotidiana con el Señor en la oración y la participación en la vida que brota de los sacramentos de la Iglesia, llegamos a ser luz para los que nos rodean; ejercemos nuestra "misión profética"; con frecuencia, sin saberlo si quiera, atraemos a la gente un poco más cerca del Señor y su verdad. Sin la vida de oración, sin la transformación interior que se lleva a cabo a través de la gracia de los sacramentos, no podemos, en palabras de Newman, "irradiar a Cristo"; nos convertimos en otros "platillos que aturden" (1 Co 13,1) en un mundo lleno de creciente ruido y confusión, lleno de falsos caminos que sólo conducen a angustias y espejismos.

En una de las meditaciones más queridas del Cardenal se dice: "Dios me ha creado para una misión concreta. Me ha confiado una tarea que no ha encomendado a otro" (Meditaciones sobre la doctrina cristiana). Aquí vemos el agudo realismo cristiano de Newman, el punto en que fe y vida inevitablemente se cruzan. La fe busca dar frutos en la transformación de nuestro mundo a través del poder del Espíritu Santo, que actúa en la vida y obra de los creyentes. Nadie que contemple con realismo nuestro mundo de hoy podría pensar que los cristianos pueden permitirse el lujo de continuar como si no pasara nada, haciendo caso omiso de la profunda crisis de fe que impregna nuestra sociedad, o confiando sencillamente en que el patrimonio de valores transmitido durante siglos de cristianismo seguirá inspirando y configurando el futuro de nuestra sociedad. Sabemos que en tiempos de crisis y turbación Dios ha suscitado grandes santos y profetas para la renovación de la Iglesia y la sociedad cristiana; confiamos en su providencia y pedimos que nos guíe constantemente. Pero cada uno de nosotros, de acuerdo con su estado de vida, está llamado a trabajar por el progreso del Reino de Dios, infundiendo en la vida temporal los valores del Evangelio. Cada uno de nosotros tiene una misión, cada uno de nosotros está llamado a cambiar el mundo, a trabajar por una cultura de la vida, una cultura forjada por el amor y el respeto a la dignidad de cada persona humana. Como el Señor nos dice en el Evangelio que acabamos de escuchar, nuestra luz debe alumbrar a todos, para que, viendo nuestras buenas obras, den gloria a nuestro Padre, que está en el cielo (cf. Mt 5,16).

Deseo ahora dirigir una palabra especial a los numerosos jóvenes presentes. Queridos jóvenes amigos: sólo Jesús conoce la "misión concreta" que piensa para vosotros. Dejad que su voz resuene en lo más profundo de vuestro corazón: incluso ahora mismo, su corazón está hablando a vuestro corazón. Cristo necesita familias para recordar al mundo la dignidad del amor humano y la belleza de la vida familiar. Necesita hombres y mujeres que dediquen su vida a la noble labor de educar, atendiendo a los jóvenes y formándolos en el camino del Evangelio. Necesita a quienes consagrarán su vida a la búsqueda de la caridad perfecta, siguiéndole en castidad, pobreza y obediencia y sirviéndole en sus hermanos y hermanas más pequeños. Necesita el gran amor de la vida religiosa contemplativa, que sostiene el testimonio y la actividad de la Iglesia con su oración constante. Y necesita sacerdotes, buenos y santos sacerdotes, hombres dispuestos a dar su vida por sus ovejas. Preguntadle al Señor lo que desea de vosotros. Pedidle la generosidad de decir sí. No tengáis miedo a entregaros completamente a Jesús. Él os dará la gracia que necesitáis para acoger su llamada. Permitidme terminar estas pocas palabras invitándoos vivamente a acompañarme el próximo año en Madrid en la Jornada Mundial de la Juventud. Siempre es una magnífica ocasión para crecer en el amor a Cristo y animaros a una gozosa vida de fe junto a miles de jóvenes. Espero ver a muchos de vosotros allí.

Y ahora, queridos amigos, sigamos con nuestra vigilia de oración para preparar nuestro encuentro con Cristo, presente entre nosotros en el Santísimo Sacramento del Altar. Juntos, en el silencio de nuestra adoración en común, abramos nuestras mentes y corazones a su presencia, a su amor y al poder convincente de su verdad. Démosle gracias especialmente por el testimonio perenne de la verdad, ofrecido por el Cardenal John Henry Newman. Confiando en sus oraciones, pidamos al Señor que ilumine nuestro camino y el camino de toda la sociedad británica, con la luz amable de su verdad, su amor y su paz. Amén.

[©Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]



 

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El Papa en Gran Bretaña: niños protegidos en la Iglesia
Discurso a los encargados de la prevención del abuso a menores
LONDRES, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación las palabras dirigidas este sábado por parte del Papa Benedicto XVI, durante un encuentro con un grupo d profesionales y voluntarios que se dedican a la protección de niños y jóvenes en el ambiente eclesiástico, tras el saludo a los ancianos de la St. Peter’s Residence de Londres.

* * * * *

Queridos amigos

Me alegra tener la oportunidad de saludaros como representantes de tantos profesionales y voluntarios responsables de la protección de los niños en ámbitos eclesiales. La Iglesia tiene una larga tradición de cuidar a los niños desde su más temprana edad hasta la madurez, siguiendo el ejemplo del afecto de Cristo, que bendijo a los niños que le presentaban, y que enseñó a sus discípulos que, de quienes son como aquellos, es el Reino de los Cielos (cf. Mc 10,13-16).

Vuestro trabajo, realizado en el marco de las recomendaciones formuladas en primer lugar por el Informe Nolan y sucesivamente por la Comisión Cumberlege, ha brindado una contribución vital a la promoción de ambientes seguros para los jóvenes. Esto ayuda a garantizar que las medidas de prevención adoptadas sean eficaces, que se mantengan con atención, y que todas las denuncias de abuso se traten con rapidez y justicia. En nombre de los muchos niños a quienes servís y de sus padres, permitidme que os dé las gracias por el buen trabajo que habéis realizado y que seguís realizando en este campo.

Es deplorable que, en neta contradicción con la larga tradición de la Iglesia de cuidar a los niños, éstos hayan sufrido abusos y malos tratos por parte de algunos sacerdotes y religiosos. Todos nos hemos concienciado mucho más de la necesidad de proteger a los niños, y vosotros sois una parte importante de la respuesta de amplio alcance que la Iglesia está dando a este problema. Aunque nunca podremos estar satisfechos del todo, el crédito se debe dar cuando es merecido: hay que reconocer los esfuerzos de la Iglesia en este país y en otros lugares, especialmente en los últimos diez años, para garantizar la seguridad de niños y jóvenes y para mostrarles respeto a medida que se encaminan a la madurez. Rezo para que vuestro generoso servicio ayude a reforzar un clima de confianza y renovado compromiso con el bienestar de los niños, que son un don preciosísimo de Dios.

Que Dios haga fecunda vuestra labor y derrame sus bendiciones sobre vosotros.

[©Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]

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El Papa en Gran Bretaña: los ancianos, una bendición para la sociedad
Discurso en el asilo de ancianos St. Peter de Lambeth
LONDRES, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió hoy a los huéspedes del asilo para ancianos St. Peter’s Residence, dirigida por las Hermanitas de los Pobres, en el barrio londinense de Lambeth.

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Mis queridos hermanos y hermanas

Me alegra mucho estar entre vosotros, los residentes de San Pedro, y agradezco a la Hermana Marie Claire y a la Señora Fasky sus amables palabras de bienvenida de parte vuestra. Me complace saludar también al Arzobispo Smith de Southwark, así como a las Hermanitas de los Pobres y al personal y voluntarios que os atienden.

Puesto que los avances médicos y otros factores permiten una mayor longevidad, es importante reconocer la presencia de un número creciente de ancianos como una bendición para la sociedad. Cada generación puede aprender de la experiencia y la sabiduría de la generación que la precedió. En efecto, la prestación de asistencia a los ancianos se debería considerar no tanto un acto de generosidad, cuanto la satisfacción de una deuda de gratitud.

Por su parte, la Iglesia ha tenido siempre un gran respeto por los ancianos. El cuarto mandamiento: «Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te ha mandado» (Deut 5,16), está unido a la promesa, «que se prolonguen tus días y seas feliz en la tierra que el Señor tu Dios te da» (Ibid). Esta obra de la Iglesia por los ancianos y enfermos no sólo les brinda amor y cuidado, sino que también Dios la recompensa con las bendiciones que promete a la tierra donde se observa este mandamiento. Dios quiere un verdadero respeto por la dignidad y el valor, la salud y el bienestar de las personas mayores y, a través de sus instituciones caritativas en el Reino Unido y otras partes, la Iglesia desea cumplir el mandato del Señor de respetar la vida, independientemente de su edad o circunstancias.

Como dije al inicio de mi pontificado: «Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario» (Homilía en el solemne inicio del Ministerio Petrino del Obispo de Roma, 24 de abril 2005). La vida es un don único, en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural, y Dios es el único para darla y exigirla. Puede que se disfrute de buena salud en la vejez; aun así, los cristianos no deben tener miedo de compartir el sufrimiento de Cristo, si Dios quiere que luchemos con la enfermedad. Mi predecesor, el Papa Juan Pablo II, sufrió de forma muy notoria en los últimos años de su vida. Todos teníamos claro que lo hizo en unión con los sufrimientos de nuestro Salvador. Su buen humor y paciencia cuando afrontó sus últimos días fueron un ejemplo extraordinario y conmovedor para todos los que debemos cargar con el peso de la avanzada edad.

En este sentido, estoy entre vosotros no sólo como un padre, sino también como un hermano que conoce bien las alegrías y fatigas que llegan con la edad. Nuestros largos años de vida nos ofrecen la oportunidad de apreciar, tanto la belleza del mayor don que Dios nos ha dado, el don de la vida, como la fragilidad del espíritu humano. A quienes tenemos muchos años se nos ha dado la maravillosa oportunidad de profundizar en nuestro conocimiento del misterio de Cristo, que se humilló para compartir nuestra humanidad.

A medida que el curso normal de nuestra vida crece, con frecuencia nuestra capacidad física disminuye; con todo, estos momentos bien pueden contarse entre los años espiritualmente más fructíferos de nuestras vidas. Estos años constituyen una oportunidad de recordar en la oración afectuosa a cuantos hemos querido en esta vida, y de poner lo que hemos sido y hecho ante la misericordia y la ternura de Dios. Ciertamente esto será un gran consuelo espiritual y nos permitirá descubrir nuevamente su amor y bondad en todos los días de nuestra vida.

Con estos sentimientos, queridos hermanos y hermanas, me complace aseguraros mi oración por todos vosotros, y pido vuestras oraciones por mí. Que Nuestra Señora y su esposo San José intercedan por nuestra felicidad en esta vida y nos obtengan la bendición de un tránsito tranquilo a la venidera.

¡Que Dios os bendiga a todos!

[©Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]

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El Papa en Gran Bretaña: saludo a los católicos galeses
Bendición del mosaico dedicado a san David
LONDRES, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación las palabras del Papa Benedicto XVI a los católicos de Gales, única región que no ha podido visitar durante este viaje apostólico, tras bendecir, en la catedral de Westminster, un mosaico que representa a san David, patrón de los galeses.

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Querido Señor Obispo Regan

Le agradezco su saludo tan caluroso de parte de los fieles de Gales. Con la bendición del mosaico de San David, el santo patrón del pueblo galés, y el encendido de la lámpara de la imagen de Nuestra Señora de Cardigan, me alegra tener esta oportunidad de honrar la Nación y sus antiguas tradiciones cristianas.

San David, uno de los grandes santos del siglo sexto, edad dorada para estas islas por los santos y misioneros, fue fundador de la cultura cristiana que está en el origen de la Europa moderna. La predicación de David fue sencilla, pero profunda. Al morir, sus últimas palabras a sus monjes, fueron: «Estad alegres, mantened la fe y cumplid las cosas pequeñas». Son las cosas pequeñas las que manifiestan nuestro amor por aquel que nos amó primero (cf. 1 Jn 4, 19) y las que unen a las personas en una comunidad de fe, amor y servicio. Que el mensaje de san David, en toda su sencillez y riqueza, siga resonando hoy en Gales, atrayendo los corazones de sus gentes hacia un renovado amor por Cristo y su Iglesia.

A lo largo de la historia, el pueblo galés se ha distinguido por su devoción a la Madre de Dios; así se evidencia por los numerosos lugares que en Gales se llaman «Llanfair», Iglesia de María. Al disponerme a encender la vela que lleva Nuestra Señora, le suplico que siga intercediendo ante su Hijo por todos los hombres y mujeres de Gales. Que la luz de Cristo siga guiando sus pasos y conforme la vida y la cultura de la Nación.

Lamentablemente, no me ha sido posible ir a Gales durante esta visita. Pero confío que esta bella imagen, que ahora volverá al Santuario Nacional de Nuestra Señora en Cardigan, sea un recuerdo perdurable del profundo amor del Papa por el pueblo galés, y de su constante cercanía en la oración y comunión de la Iglesia.

Bendith Duw ar bobol Cymru! Que Dios bendiga al pueblo galés.

[©Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]

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El Papa en Gran Bretaña: Somos valiosos a los ojos de Dios
Saludo a los jóvenes en el atrio de la catedral de Westminster
LONDRES, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el breve discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió a los jóvenes católicos ingleses, en el atrio de la catedral de Wesrminster, desde donde miles de ellos siguieron a través de pantallas la celebración eucarística.

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Señor Uche, Queridos jóvenes amigos

Gracias por vuestra calurosa bienvenida. "El corazón habla al corazón" –cor ad cor loquitur-. Como sabéis, he elegido estas palabras tan queridas para el cardenal Newman como el lema de mi visita. En estos momentos en que estamos juntos, deseo hablar con vosotros desde mi propio corazón, y os ruego que abráis los vuestros a lo que tengo que decir.

Pido a cada uno, en primer lugar, que mire en el interior de su propio corazón. Que piense en todo el amor que su corazón es capaz de recibir, y en todo el amor que es capaz de ofrecer. Al fin y al cabo, hemos sido creados para amar. Esto es lo que la Biblia quiere decir cuando afirma que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios: Hemos sido creados para conocer al Dios del amor, a Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y para encontrar nuestra plena realización en ese amor divino que no conoce principio ni fin.

Hemos sido creados para recibir amor, y así ha sido. Todos los días debemos agradecer a Dios el amor que ya hemos conocido, el amor que nos ha hecho quienes somos, el amor que nos ha mostrado lo que es verdaderamente importante en la vida. Necesitamos dar gracias al Señor por el amor que hemos recibido de nuestras familias, nuestros amigos, nuestros maestros, y todas las personas que en nuestras vidas nos han ayudado a darnos cuenta de lo valiosos que somos a sus ojos y a los ojos de Dios.

Hemos sido creados también para dar amor, para hacer de él la fuente de cuanto realizamos y lo más perdurable de nuestras vidas. A veces esto parece lo más natural, especialmente cuando sentimos la alegría del amor, cuando nuestros corazones rebosan de generosidad, idealismo, deseo de ayudar a los demás y construir un mundo mejor. Pero otras veces constatamos que es difícil amar; nuestro corazón puede endurecerse fácilmente endurecido por el egoísmo, la envidia y el orgullo. La Beata Teresa de Calcuta, la gran misionera de la Caridad, nos recordó que dar amor, amor puro y generoso, es el fruto de una decisión diaria. Cada día hemos de optar por amar, y esto requiere ayuda, la ayuda que viene de Cristo, de la oración y de la sabiduría que se encuentra en su palabra, y de la gracia que Él nos otorga en los sacramentos de su Iglesia.

Éste es el mensaje que hoy quiero compartir con vosotros. Os pido que miréis vuestros corazones cada día para encontrar la fuente del verdadero amor. Jesús está siempre allí, esperando serenamente que permanezcamos junto a Él y escuchemos su voz. En lo profundo de vuestro corazón, os llama a dedicarle tiempo en la oración. Pero este tipo de oración, la verdadera oración, requiere disciplina; requiere buscar momentos de silencio cada día. A menudo significa esperar a que el Señor hable. Incluso en medio del "ajetreo" y las presiones de nuestra vida cotidiana, necesitamos espacios de silencio, porque en el silencio encontramos a Dios, y en el silencio descubrimos nuestro verdadero ser. Y al descubrir nuestro verdadero yo, descubrimos la vocación particular a la cual Dios nos llama para la edificación de su Iglesia y la redención de nuestro mundo.

El corazón que habla al corazón. Con estas palabras de mi corazón, queridos jóvenes, os aseguro mi oración por vosotros, para que vuestra vida dé frutos abundantes para la construcción de la civilización del amor. Os ruego también que recéis por mí, por mi ministerio como Sucesor de Pedro, y por las necesidades de la Iglesia en todo el mundo. Sobre vosotros, vuestras familias y amigos, invoco las bendiciones divinas de sabiduría, alegría y paz.

[©Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]



 

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El Papa en Gran Bretaña: La Eucaristía, corazón de la Iglesia
Homilía en la catedral de Westminster
LONDRES, sábado 18 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la homilía que el Papa pronunció hoy durante la Misa en la catedral católica de Westminster, dedicada a la Preciosísima Sangre de Cristo.

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Queridos amigos en Cristo

Os saludo a todos con alegría en el Señor y os doy las gracias por vuestra calurosa acogida. Agradezco al Arzobispo Nichols sus palabras de bienvenida de vuestra parte. Verdaderamente, en este encuentro entre el Sucesor de Pedro y los fieles de Gran Bretaña, "el corazón habla al corazón", gozándonos en el amor de Cristo y en la común profesión de la fe católica que nos viene de los Apóstoles. Me alegra especialmente que nuestro encuentro tenga lugar en esta catedral dedicada a la Preciosísima Sangre, que es el signo de la misericordia redentora de Dios derramada en el mundo por la pasión, muerte y resurrección de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. De manera particular, saludo al Arzobispo de Canterbury, quien nos honra con su presencia.

Quien visita esta Catedral no puede dejar de sorprenderse por el gran crucifijo que domina la nave, que reproduce el cuerpo de Cristo, triturado por el sufrimiento, abrumado por la tristeza, víctima inocente cuya muerte nos ha reconciliado con el Padre y nos ha hecho partícipes en la vida misma de Dios. Los brazos extendidos del Señor parecen abrazar toda esta iglesia, elevando al Padre a todos los fieles que se reúnen en torno al altar del sacrificio eucarístico y que participan de sus frutos. El Señor crucificado está por encima y delante de nosotros como la fuente de nuestra vida y salvación, "sumo sacerdote de los bienes definitivos", como lo designa el autor de la Carta a los Hebreos en la primera lectura de hoy (Hb 9,11).

A la sombra, por decirlo así, de esta impactante imagen, deseo reflexionar sobre la palabra de Dios que se acaba de proclamar y profundizar en el misterio de la Preciosa Sangre. Porque ese misterio nos lleva a ver la unidad entre el sacrificio de Cristo en la cruz, el sacrificio eucarístico que ha entregado a su Iglesia y su sacerdocio eterno. Él, sentado a la derecha del Padre, intercede incesantemente por nosotros, los miembros de su cuerpo místico.

Comencemos con el sacrificio de la Cruz. La efusión de la sangre de Cristo es la fuente de la vida de la Iglesia. San Juan, como sabemos, ve en el agua y la sangre que manaba del cuerpo de nuestro Señor la fuente de esa vida divina, que otorga el Espíritu Santo y se nos comunica en los sacramentos (Jn 19,34; cf. 1 Jn 1,7; 5,6-7). La Carta a los Hebreos extrae, podríamos decir, las implicaciones litúrgicas de este misterio. Jesús, por su sufrimiento y muerte, con su entrega en virtud del Espíritu eterno, se ha convertido en nuestro sumo sacerdote y "mediador de una alianza nueva" (Hb 9,15). Estas palabras evocan las palabras de nuestro Señor en la Última Cena, cuando instituyó la Eucaristía como el sacramento de su cuerpo, entregado por nosotros, y su sangre, la sangre de la alianza nueva y eterna, derramada para el perdón de los pecados (cf. Mc 14,24; Mt 26,28; Lc 22,20).

Fiel al mandato de Cristo de "hacer esto en memoria mía" (Lc 22,19), la Iglesia en todo tiempo y lugar celebra la Eucaristía hasta que el Señor vuelva en la gloria, alegrándose de su presencia sacramental y aprovechando el poder de su sacrificio salvador para la redención del mundo. La realidad del sacrificio eucarístico ha estado siempre en el corazón de la fe católica; cuestionada en el siglo XVI, fue solemnemente reafirmada en el Concilio de Trento en el contexto de nuestra justificación en Cristo. Aquí en Inglaterra, como sabemos, hubo muchos que defendieron incondicionalmente la Misa, a menudo a un precio costoso, incrementando la devoción a la Santísima Eucaristía, que ha sido un sello distintivo del catolicismo en estas tierras.

El sacrificio eucarístico del Cuerpo y la Sangre de Cristo abraza a su vez el misterio de la pasión de nuestro Señor, que continúa en los miembros de su Cuerpo místico, en la Iglesia en cada época. El gran crucifijo que aquí se yergue sobre nosotros, nos recuerda que Cristo, nuestro sumo y eterno sacerdote, une cada día a los méritos infinitos de su sacrificio nuestros proprios sacrificios, sufrimientos, necesidades, esperanzas y aspiraciones. Por Cristo, con Él y en Él, presentamos nuestros cuerpos como sacrificio santo y agradable a Dios (cf. Rm 12,1). En este sentido, nos asociamos a su ofrenda eterna, completando, como dice San Pablo, en nuestra carne lo que falta a los dolores de Cristo en favor de su cuerpo, que es la Iglesia (cf. Col 1,24). En la vida de la Iglesia, en sus pruebas y tribulaciones, Cristo continúa, según la expresión genial de Pascal, estando en agonía hasta el fin del mundo (Pensées, 553, ed. Brunschvicg).

Vemos este aspecto del misterio de la Sangre Preciosa de Cristo actualizado de forma elocuente por los mártires de todos los tiempos, que bebieron el cáliz que Cristo mismo bebió, y cuya propia sangre, derramada en unión con su sacrificio, da nueva vida a la Iglesia. También se refleja en nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo que aun hoy sufren discriminación y persecución por su fe cristiana. También está presente, con frecuencia de forma oculta, en el sufrimiento de cada cristiano que diariamente une sus sacrificios a los del Señor para la santificación de la Iglesia y la redención del mundo. Pienso ahora de manera especial en todos los que se unen espiritualmente a esta celebración eucarística y, en particular, en los enfermos, los ancianos, los discapacitados y los que sufren mental y espiritualmente.

Pienso también en el inmenso sufrimiento causado por el abuso de menores, especialmente por los ministros de la Iglesia. Por encima de todo, quiero manifestar mi profundo pesar a las víctimas inocentes de estos crímenes atroces, junto con mi esperanza de que el poder de la gracia de Cristo, su sacrificio de reconciliación, traerá la curación profunda y la paz a sus vidas. Asimismo, reconozco con vosotros la vergüenza y la humillación que todos hemos sufrido a causa de estos pecados; y os invito a presentarlas al Señor, confiando que este castigo contribuirá a la sanación de las víctimas, a la purificación de la Iglesia y a la renovación de su inveterado compromiso con la educación y la atención de los jóvenes. Agradezco los esfuerzos realizados para afrontar este problema de manera responsable, y os pido a todos que os preocupéis de las víctimas y os compadezcáis de vuestros sacerdotes.

Queridos amigos, volvamos a la contemplación del gran crucifijo que se alza por encima de nosotros. Las manos de Nuestro Señor, extendidas en la Cruz, nos invitan también a contemplar nuestra participación en su sacerdocio eterno y por lo tanto nuestra responsabilidad, como miembros de su cuerpo, para que la fuerza reconciliadora de su sacrificio llegue al mundo en que vivimos. El Concilio Vaticano II habló elocuentemente sobre el papel indispensable que los laicos deben desempeñar en la misión de la Iglesia, esforzándose por ser fermento del Evangelio en la sociedad y trabajar por el progreso del Reino de Dios en el mundo (cf. Lumen gentium, 31; Apostolicam actuositatem, 7). La exhortación conciliar a los laicos, para que, en virtud de su bautismo, participen en la misión de Cristo, se hizo eco de las intuiciones y enseñanzas de John Henry Newman. Que las profundas ideas de este gran inglés sigan inspirando a todos los seguidores de Cristo en esta tierra, para que configuren su pensamiento, palabra y obras con Cristo, y trabajen decididamente en la defensa de las verdades morales inmutables que, asumidas, iluminadas y confirmadas por el Evangelio, fundamentan una sociedad verdaderamente humana, justa y libre.

Cuánto necesita la sociedad contemporánea este testimonio. Cuánto necesitamos, en la Iglesia y en la sociedad, testigos de la belleza de la santidad, testigos del esplendor de la verdad, testigos de la alegría y libertad que nace de una relación viva con Cristo. Uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos hoy es cómo hablar de manera convincente de la sabiduría y del poder liberador de la Palabra de Dios a un mundo que, con demasiada frecuencia, considera el Evangelio como una constricción de la libertad humana, en lugar de la verdad que libera nuestra mente e ilumina nuestros esfuerzos para vivir correcta y sabiamente, como individuos y como miembros de la sociedad.

Oremos, pues, para que los católicos de esta tierra sean cada vez más conscientes de su dignidad como pueblo sacerdotal, llamados a consagrar el mundo a Dios a través de la vida de fe y de santidad. Y que este aumento de celo apostólico se vea acompañado de una oración más intensa por las vocaciones al orden sacerdotal, porque cuanto más crece el apostolado seglar, con mayor urgencia se percibe la necesidad de sacerdotes; y cuanto más profundizan los laicos en la propia vocación, más se subraya lo que es propio del sacerdote. Que muchos jóvenes en esta tierra encuentren la fuerza para responder a la llamada del Maestro al sacerdocio ministerial, dedicando sus vidas, sus energías y sus talentos a Dios, construyendo así un pueblo en unidad y fidelidad al Evangelio, especialmente a través de la celebración del sacrificio eucarístico.

Queridos amigos, en esta catedral de la Preciosísima Sangre, os invito una vez más a mirar a Cristo, que inicia y completa nuestra fe (cf. Hb 12,2). Os pido que os unáis cada vez más plenamente al Señor, participando en su sacrificio en la cruz y ofreciéndole un "culto espiritual" (Rm 12,1) que abrace todos los aspectos de nuestra vida y que se manifieste en nuestros esfuerzos por contribuir a la venida de su Reino. Ruego para que, al actuar así, os unáis a la hilera de los creyentes fieles que a lo largo de la historia del cristianismo en esta tierra han edificado una sociedad verdaderamente digna del hombre, digna de las más nobles tradiciones de vuestra nación.

[©Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana]



 

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