20.09.10

Mártires y fanáticos

A las 2:29 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Defender la fe
 

El día 13 de junio de 2007, al que esto escribe, le publicaron, en ConoZe el artículo que a continuación reproduzco que decía, y dice, lo que sigue:

Mártires: lo que hace el Amor

El día 28 de octubre del presente año del Señor de 2007 se va a celebrar en Roma una ceremonia que, seguramente, será digna de ver y de gozar. En ella se va a llevar a cabo la beatificación de 498 mártires, personas todas ellas que dieron su vida por una misma causa: por amar a Cristo y por no oponerse a ese amor. En Roma, ese día, bien podrá verse qué es lo que hace el Amor, con mayúsculas, pues mayúscula es la demostración de hasta dónde se puede llegar cumpliendo, efectivamente, el mandato divino de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, esas dos obligaciones morales que tenemos todos aquellos que, por nuestro bautismo y convencimiento nos hacemos llamar cristianos y nos dejamos constituir por la savia que nos infunde ser hijos de Dios.

Sabemos todos que la palabra mártir quiere decir, en esencia, testigo, el que da testimonio, y que, en concreto, viene referida a aquellas personas que, en la defensa de la fe, dan su vida (no sólo metafóricamente) por Jesucristo y, sobre todo, por todo lo que supone.

Sin embargo, existen muchas formas de permanecer en la realidad y de presentarse ante ella; muchas posibilidades hay de actuar de una forma o de otra; muchas las maneras de presentarse como cristiano y otras tantas las que hacen que el mundo sepa quien, verdaderamente, a la hora de la verdad, lo es y así actúa.

Se trata de hacer memoria, de traer aquí, ahora, la vida de esos 498 hermanos en la fe que, en aquellos terribles años de la década de los treinta del siglo pasado, se encontraron con la muerte de una forma, digamos, anticipada, provocada mientras, en sus vidas, se hacía, llevaba, transmitía, la Palabra de Dios de las más diversas formas, en ejercicio de los talentos que el Creador les dio.

Sin embargo, como bien dice el mensaje de la LXXXIX Asamblea Plenaria de la CEE titulado «Vosotros sois la luz del mundo» (del evangelio de Mateo 5,14), emitido con motivo de esa beatificación de la que hablamos, «los mártires están por encima de las trágicas circunstancias que los han llevado a la muerte». Y esto es, en nuestro modesto entender, lo que, verdaderamente, importa; lo que hace de sus existencias algo tan, digamos, especial, y que sirve de ejemplo para los demás; algo que es necesario imitar.

Y es que esto es lo que hace el Amor, como se ha dicho ya aquí; el ejercicio, efectivo, del verdadero sentido de la Pasión de Cristo: perdón a aquellos que lo maltratan, demanda de la misericordia de Dios para aquellos que lo injurian porque, en Verdad, no saben lo que hacen. Y esto, que fue la voluntad de Dios, reclamado su cumplimiento por parte de Jesús en Gethsemaní, es lo que hizo el Maestro y por eso dio su vida. Esto es lo que, ahora, entonces, hicieron sus discípulos, porque el discípulo no ha de ser más que el maestro…pero tampoco menos. De ahí lo de la necesaria imitación de esas conductas, de la conducta del Hijo de Dios.

Porque el martirio, esa forma tan digna de comportarse si se hace de forma correcta, si se corresponde al odio con amor, cumple con aquello que dijo el profeta Isaías y que no es otra cosa que «si ofrece su vida en sacrificio de reparación, verá su descendencia, prolongará sus días,
y la voluntad del Señor se cumplirá por medio de él» (53, 10) Tal es así, que la sangre derramada por aquellas personas (religiosos y laicos) agranda, cada día, el número de personas que admiran sus actos y, así, sólo la eternidad será el destino de los pensamientos de todos los que estimamos por bueno lo que hicieron y, además, Dios, lo que quiere, no deja de llenarnos el corazón con el ansia de traer su recuerdo y con el gozo de tener esa clase de hermanos en la fe.

Porque el testimonio de aquellas personas que perdieron su vida para ganarla nos sirve a los que, ahora mismo, en estos días de desmemoria de Dios y de abandono de su Palabra, podemos reforzar nuestra forma de ser para querer seguir las huellas que dejaron, en el camino de sus vidas, una estela de luz que ilumine la nuestra, una esperanza (esa virtud que es la última que se pierde) que, a lo largo del tiempo, ha ido tejiendo, en la vida de la Santa Madre Iglesia, un vestido de corazón blando que surge del interior del ser que es templo del Espíritu Santo y que, desde él, promete disfrutar de las praderas del Reino definitivo de Dios.

Y todo esto, aunque pueda parecer extraño a mucha gente, este sacrificio y aquella muerte, supone «una hora de gracia para la Iglesia que peregrina en España y para toda la sociedad». Esto lo han dicho en ese «Vosotros sois la luz del mundo» ya citado. Y es claro que es un don de Dios para con nosotros, los creyentes, los que sabemos que ellos, los 498, uno a uno, corazón a corazón, son una fiesta que hemos de tener siempre presente.

Pero no sólo para los que nos decimos hijos de Dios sino para todos aquellos que no considerándose así pueden ver, en aquellos lejanos (en el tiempo pero no en el espíritu) años que un número considerable de personas (cada una de ellas vale todo para Dios) derramaron su sangre, santa, para que el nombre de Jesucristo no fuera mancillado, para que se supiera que no daban todo para nada sino, al contrario, la humildad, el entregarse, ser nada para el hombre, para todo, para Dios.

Encabeza el mensaje citado aquí, sobre los mártires, un texto de Benedicto XVI en que se dice que «atraídos por el ejemplo de Jesús y sostenidos por su amor, muchos cristianos, ya en los orígenes de la iglesia, testimoniaron su fe con el derramamiento de su sangre. Tras los primeros mártires han seguido otros a lo largo de los siglos hasta nuestros días».

Eso es lo que, para nosotros, ha de resultar importante, a destacar, a tener en cuenta: aún, hoy día, existen personas que dan su vida por Jesucristo y por todo lo que representa. Últimamente han sido cuatro en Irak (Padre Ragheed Ganni y Basman Yousef Daoud, Ghasan Bidawid y Wadid Hanna, sacerdote y subdiáconos) de los que tengamos conocimiento, claro, pues seguramente serán más los mártires de los que sólo Dios sabrá de sus actos y la manifestación exacta de fe.

¡Qué gozo saber que aún haya quien interceda por nosotros ante Dios!

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Según lo escrito entonces resulta fácil entender qué es un mártir de la Iglesia católica.

Sin embargo, hay personas que pretenden confundir no tal término sino lo que significa entregar la vida de tal forma con una actitud que bien podemos definir de abiertamente opuesta y que no es otra que la de los fanáticos que, por ejemplo, en el Islam se inmolan llevándose por delante las vidas de personas inocentes. Y, como ejemplo, el ya triste caso del asesinato, por miles, de personas en el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y en las desaparecidas Torres Gemelas.

Por otra parte, el blog “Humanismo sin credos”, de Religión Digital, publicó, el pasado 15 de septiembre, el siguiente artículo titulado “Mártires versus fanáticos” que dice lo que sigue:

“Dar la vida por algo o por alguien parece ser el signo más grande de amor, pero también –es a lo que vamos en este artículo– la mayor prueba sustentadora de la verdad de lo que se cree.

Bien es cierto que de “dar la vida” hablan quienes les sobreviven, pues, por más que digan lo contrario, mucho me temo que quien más quien menos, si puede huir de la quema, huye –y hace bien–. Lo constatamos en el éxodo de los conventos escondiéndose en tal o cual casa de toda la clerecía y frailes y monjas durante la Guerra Civil. ¡Y era lo normal!

Consideraciones al caso o verdades esgrimidas por unos y otros:
Primera verdad: Son mártires, han dado su vida por una idea, Cristo. Cristo pasa a ser una verdad incontestable según las mesnadas subsecuentes.

Segunda verdad: No es probable que nadie dé la vida por defender la función clorofílica o la digestión de las medusas; más bien, para salvarse, muchos abjurarían de tales evidencias. Entre ellos Galileo y quien esto escribe.

Tercera verdad: No es normal que nadie esté dispuesto a dar la vida por otra persona, aunque de hecho se ha dado. Es el caso de M.Kolbe, siguiendo al prototipo, Cristo. ¿Por qué lo que no es normal en los hombres sí es normal en Cristo que murió por todos nosotros, según dicen? He aquí la “gran verdad", Cristo.

Sinceramente no me siento concernido: no columbro el por qué, ni siquiera el cómo y, tras muchas lecturas y reflexiones, ni siquiera el quién

Según criterios extrínsecos al credo, criterios de sentido común: ¿qué diferencia esas “verdades"? ¿Cuál es “más verdad"? ¿Es más verdad la primera que la segunda? La respuesta del SENSUS COMMNUNIS diría que, con relación a una verdad, importaría poco la actitud personal: la verdad “es", independiente del individuo.

Sin embargo, las dos verdades suyas y sobre todo la referida al “misterio de la muerte de Cristo", las convierten en “evidentes” por el hecho de refrendarlas con la vida, porque “han dado su vida por otros o por una idea".

Más claro: quien dice “murió por nosotros” (Pablo de Tarso) llega a tal grado de retorcimiento mental que crea un personaje ex profeso. Jesús, el posiblemente profeta lenguaraz seguidor del estilo “bautista", cuando pasa por el tamiz de la sublime teología de Pablo de Tarso queda convertido en Cristo.

Así pues, según su lógica vivencial la “verdad creída” se torna más incuestionable que la “verdad sabida".

Este asunto tiene más importancia para la vida y para el pensamiento de lo que parece y, por desgracia, es de sangrante actualidad.
Insistamos bajo otro punto de vista juzgando con los mismos criterios el caso del que fuimos testigos todos un 11-S:

Estrellando dos aviones en sendas torres una serie de individuos ofrendan su vida por una idea, la de que en Occidente está el mal y hay que acabar con él, la de que en el Islam está la salvación y no se pueden consentir agresiones contra él…

Es la idea sustentada con la vida: lógicamente esa idea es más verdadera.

¡Es la misma lógica del cristiano! ¿Qué es lo que lleva a decir que los mártires son santos y éstos fanáticos?

No podrían decirlo, pero nos hablan de adoctrinamiento o lavado de cerebro frente al hecho diferencial de que los mártires “lucharon por la verdad". Y se quedan tan contentos. Añádase en el caso de éstos su lejanía temporal: son más santos cuanto más retrotraídos en el tiempo.
Sigo sin ver la diferencia”.

Al parecer no hay diferencia entre dar la vida sin hacer daño a nadie, perdonando a quien se la quita y hacerlo por Jesucristo y darla, que también es vida, matando a otras personas que nada tienen que ver con las ideas de quien mata.

Pues es evidente que entre una actitud y otra existe una clara diferencia pues en un caso, el del mártir cristiano, se muere por amor y en el mártir, en este caso islámico, se muere por odio.

Amor y odio son no son lo mismo por eso es difícil entender que no se vea la diferencia entre morir y matar.

Eleuterio Fernández Guzmán